4.
Lo que la hechicera jamás esperó, lo que nunca creyó que sería posible estaba pasando en ese momento, los labios suaves del príncipe se fundieron con los de ella. Eran más suaves de lo que había imaginado, su saliva era dulce como la miel y de un momento a otro se encontraba en sus brazos, aferrada al torso del príncipe disfrutando de ese beso lleno de furia, de pasión que jamás creyó recibir, callando todas esas voces en su cabeza que le gritaban que era una mala idea, pero era algo tan placentero que valía la pena simplemente ignorarlas y dejar que continuara.

—¿Entonces? ¿Me ayudarás? —El príncipe pronunció esas preguntas contra los labios de la hechicera quien rápidamente volvió a abrir sus ojos recordando la peligrosa petición.

—Mi señor, si algo le pasa allá arriba la única culpable seré yo por haberlo permitido, lo que me pide es imposible. —La hechicera tuvo que retroceder, salir de esa jaula de oro tan cómoda que significaba el abrazo del príncipe y retroceder.

Su cuerpo d
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