Capítulo 2

En cuanto llegamos a mi casa Pepe está nervioso viendo de un lado a otro, le miro con interés pero se encoge de hombros cada vez que intento sacarle algo de información. Saco las llaves de mi mochila y abro la puerta, sé que bastaba con tocar pero quiero evitarle el problema a la servidumbre... o peor, avisar a mi hermano de mi llegada.

Entramos y todo es silencio, no se escucha ni un alma y eso me da indicio de que algo va mal. He pasado lejos de casa alrededor de ocho meses y aunque todo se ve igual sé que algo va mal, sé que algo val y en cuanto doy un paso para subir las escaleras lo corroboro.

—Nef deberíamos de esperar a que Horus nos diga que podemos pasar... —me toca el brazo y yo le vuelvo a ver.

—Pepe esta es mi casa no tengo porque... —me quedo callada escuchando un ruido extraño.

—¡Aaah! ¡Ah! ¡Aah! ¡Aaah! —se escuchan fuertes gritos... gemidos mejor dicho. —Ah... si... Horus... si... papi... —vale, lo matare.

¿De esto se trataba? Ignórame para esto, para romper las reglas frente a mi. Perfecto, puedo jugar el mismo juego y mejor.

—Mierda. Nefertiti vámonos... joder, debí haber hecho lo que me pedía... me matará. Joder... tengo una hija no puedo morir. —respiro profundo y asiento.

Le sujeto la mano y tiro de él escaleras arriba.

—No, no me metas en esto... me matara, me matara mucho y después me resucitará para volver a matarme. Nefertiti no... —dice pero igual me va siguiendo. —Conoces a Horus, conoces a todos los Lüneburg... todos están mal de la cabeza. —ruedo los ojos, no es que seamos una familia de locos. Tradicional tal vez, pero no locos.

—Y dime, José ¿tienes novia? —pregunto con una sonrisita.

Se sorprende pero niega.

—Mi hija es mi vida. —responde. Me gustan esas palabras, también mi hijo es mi vida.

—Entonces no te molestará que haga esto. —le guiño un ojo y él ladea sin entender.

Me entenderá pronto.

Llegamos hasta la segunda planta, me quito la mochila dejándola caer y así provocando un sonido fuerte que por unos segundos apacigua los ruidos de gemidos. Tengo la impresión de que esto será mi muerte pero Horus prefirió hacer sus cositas a ir a traerme, eso no lo puedo perdonar.

—¡Mmmm! Agradezco que hayas sido tu quien fuera a traerme, así podemos tener nuestro momento antes que algo suceda. —le digo a Pepe con voz insinuante, el comienza a negar.

—Nef va a matarme... conoces a tu hermano, es un enfermó celoso. —dice muy bajito. Me encojo de hombros.

—Ven, vamos a mi habitación que ya tiene rato de sentirse sola. —paso diciendo mientras camino por la puerta de donde salen esos gemidos incesantes.

Rápidamente caminamos a mi habitación y en cuanto escucho pasos furiosos, entro a la habitación corro hasta la cama y me tiro con todo y Pepe para que quede sobre mí. Aunque el peso me lastima soy consciente de que Horus vendrá rápido, por lo tanto sin importarme nada tiro de él hasta mis labios y suelto un fuerte gemido. Un gemido que sea capaz de llegar a oídos de mi hermano.

Pepe aunque tenga miedo de lo que pueda hacer mi hermano, me besa con la dulzura y pasión necesaria. No es que esto sea normal pero tampoco es que sea malo, somos amigos, no soy la primera que hago esto con un amigo.

Suelto otro gemido y Pepe entra por completo en su papel tocándome la pierna y acariciándola. No llegare a mucho con él, sabe perfectamente que no puedo hacerlo.

—¡Suelta a mi hermana hijo de puta! —escucho un grito estruendoso para después sentir como el peso de Pepe desaparece de mi cuerpo. —Te confío a mi preciosa e inocente hermanita, a la luz de mis ojos... y te la quieres... ¡Dios te perdone porque yo no! —le grita y ruedo los ojos incorporándome.

¿Luz de sus ojos? Oh, claro que si.

—¡Horus! ¡Tranquilízate! Mejor explícame, ¿Cómo una de tus mujeres es más importante que la "Luz de tus ojos"? —pregunto. Mi hermano se queda petrificado, suelta a Pepe y me vuelve a ver.

Se aclara la garganta, se arregla el cabello, se arregla la camisa y según él se pone presentable. Horus es atractivo, un hombre que si desea algo lo toma y aunque las consecuencias de lo que hace puedan ser graves las hace y se esconde bajo la apariencia de empresario serio y amargado (aunque lo es) creo finge demasiado bien su papel. Un hombre que respeta y protege la tradición frente a todos pero que es un hipócrita cumpliendola. Horus es así.

—¿Yo? ¿Mujeres? ¿Cuáles? Por Dios, yo respeto la tradición y me estoy preservando para la mujer indicada, yo jamás le pondría las manos a una mujer de forma morbosa si no voy a desposarla. No. Ni Dios lo quiera, la tradición es la única que me mantiene de pie. —dice con toda la elegancia y confianza que puede.

Si, si mi hermano se está preservando para la mujer indicada... ¡Pues yo soy virgen y me estoy preservando para mi prometido!

—Oh, sí, entonces deja a Pepe porque él y yo solo estábamos recordando que somos como hermanos. —le digo y mi hermano, con un gesto nervioso le da la mano a Pepe y le dice.

—Hermano gracias por traer a Nefertiti sana y salva. —le sonríe con la falsedad plasmada en su rostro.

—No hay problema, Nefertiti está feliz de verte y yo... amm, me voy porque Ellie está cuidando a Nazza y sabes lo impaciente que es cuando la nena llora. Yo me retiro y... Nefertiti... —extiende los brazos hacia mí pero Horus se lo evita a toda costa.

—Vete antes de que te golpee tanto que Nazzi no sabrá quien eres. —le advierte Horus y vuelvo a rodar los ojos. La intensidad de mi hermano es lo que yo llamo, obsesión.

—Adiós Nefertiti, te veré hoy en la noche para ya... —Horus le muestra el puño. —Vale, no fiesta pero no te olvides despedirte antes de viajar mañana por la mañana de regreso a Corea. —dice y yo abro la boca, me ha utilizado para librarse de Horus.

Horus me vuelve a ver con el cejo tan fruncido que parece tocar sus pestañas. Le doy una mirada asesina a Pepe que aprovecha a salir de allí con la velocidad de la luz, vale, esto será un tremendo rollo. No tenía planeado contarle a mi hermano, no sabiendo su mala opinión acerca de esto.

—¿Cómo que te vas mañana por la mañana? —pregunta con enojo. —Nefertiti ¿Quien exactamente te ha autorizado para irte otra vez? - pregunta como si tuviera que rendirle cuentas.

Ruedo los ojos.

—No tengo por qué darte explicaciones de lo que hago y recuerda que yo me autorizo sola para lo que sea. —comienzo a caminar para salir de la habitación e ir por mi mochila.

—No. Nefertiti tenemos que hablar, no vas a irte otra vez y mucho menos para hacer algo tan absurdo como adoptar a un niño chino. —gruñe y yo no puedo sino mirarle molesta. Le miró fastidiada.

—Es un bebé coreano y su nombre es Júpiter, mi hijo. —le aclaro.

Júpiter es mi hijo, solo necesito unos papeles de aquí para poder sacarlo del país y dar por finalizada la adopción.

—¿Hijo? —gruñe. Su mirada me informa todo lo que se viene, otra discusión. —No me hagas reír Nefertiti tanto como tú como yo sabemos que tener un hijo sin relación sanguínea va en contra de la tradición. —ruedo los ojos, me importa poco la tradición.

—También acostarse con fulanas va en contra de la tradición. —le reprocho y él gruñe, vale, mi hermano y yo nos amamos pero nuestras diferentes ideologías no llevas a estas discusiones sin sentido.

—Yo soy hombre, Nefertiti, puedo hacer lo que se me dé la gana. —respiro profundo.

Bo puedo creerlo.

—Oh, vaya, ese es el comentario más machista que te he escuchado hermanito. —vale, esto no es buena idea. —Sabes que, no sé por qué decidí regresar a esta casa... se firmemente que no soy bien recibida dentro del gran imperio Tutmose. —le digo de mala gana. Tutmose es el apellido maldito que llego gracias a mi madre.

Nos miramos por largos segundos. No voy a continuar con esto.

—Nefertiti esta es tu casa, esta es tu vida ¿Por qué quieres arruinar todo? —gruñe, Horus no lo entiende. No entiende nada. —Ese niño solo te traerá problemas, nos traerá problemas; tienes un trabajo, tienes una empresa, tienes galerías de arte ¿no te basta todo eso? Un hijo lo arruinará todo. —espeta.

—Bueno, en todo caso mi hijo tendrá todo lo que yo no pude tener gracias a la estúpida tradición. —Horus tensa la mandíbula.

—No hables así Nefertiti, la tradición nos tiene aquí... —le interrumpo.

—¿En Alemania? Y que conste que estamos aquí gracias a nuestro padre, ¡Dios! Gracias a él pude salir de ese infierno que vivía en Egipto tratando de llenar las expectativas de nuestros abuelos... ¿crees que eso es bueno? ¿Es eso lo bueno de la tradición? ¿Crees que mamá era feliz allá? No, Horus, todo ya cambiado y yo no pienso seguir la tradición absurda que profesar los egipcios. —le digo ya molesta, no quiero ni siquiera continuar esto.

—Nefertiti tu y yo somos egipcios, nuestra madre lo es y tenemos que respetar nuestras tradiciones a nuestros ancestro. No lo arruines. —me pide como si todo lo que hago fuese absurdo.

No pienso discutirlo.

—Tengo cosas que hacer y te informo que mañana por la mañana regreso a Corea con mi hijo, el que ahora es tu sobrino Horus y créeme que si no nos quieres aquí buscaremos otro lugar. Otro absurdo lugar. —él no dice nada pero sé que se está aguantando por soltar una sarta de tonterías.

Le paso de largo y tengo que hacer todo el esfuerzo posible para no soltar unos cuantos gritos que terminaran en lágrimas. Horus es un buen hombre, es mi hermano y me ha apoyado siempre, lastimosamente sigue viviendo en el mismo siglo que mis abuelos.

Soy Nefertiti Lüneburg, la desdichada nieta de los Tutmose una familia de egipcios millonarios que me tenía prometida con un hombre que jamás ame y jamás amare. Esa fue la razón para viajar a Alemania y por fin convertirme en lo que yo quería, en lo que amo y trabajar; la arquitectura es mi pasión y es lo que haré. Por mí y por mi hijo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo