Capítulo 02

La alarma hizo que me de vueltas alrededor de la cama hasta caer de culo. Auch. 

Abrí los ojos lentamente y me encontré con mi habitación. ¿Qué había pasado anoche? Recuerdo que un hombre interrumpió en la casa y me hirió. Instintivamente llevé la mano a mi cuello, pero este, se encontraba intacto. ¿Otro mal sueño? Últimamente tenía sueños muy malos. 

—Raquel, despierta, no quiero que llegues tarde— la dulce voz de mamá se escuchó a través de la puerta antes de que ella entrara, sus ojos hermosos me miraron, para luego fruncir su entrecejo— ¿qué haces en el suelo?

Le sonreí, mamá era una mujer muy hermosa, tenía ojos avellanados y una sonrisa que transmitía calma. 

—Hola, mamá, ¿a qué hora llegaste?— pregunté mientras me ponía de pie, mamá trabajaba en una empresa que se encargaba de fabricar y vender autos, se encontraba en la ciudad por lo que todos los días debía viajar y llegaba muy tarde, o a veces no la veíamos por algunos días. Ella era nuestro soporte desde que papá había desaparecido cuando yo tenía 10 años e Isaac 13. Mi padre era sheriff del pueblo, una noche salió y nunca más lo volvimos a ver, a pesar de colocar pósters y realizar búsquedas por todo el pueblo, hasta en el bosque, nunca encontramos pistas hasta el día de hoy, han pasado nueve años desde ese entonces. 

Su pérdida fue un golpe duro, pero a veces debemos tomar eso como motor para seguir adelante. 

—Hoy a las 5 a.m— me respondió— aséate y vístete. 

Dicho eso salió para dirigirse al cuarto de mi hermano y despertarlo, escuché algunos gruñidos por parte de él, no pude evitar sonreír, a Isaac le costaba mucho levantarse. De pequeños discutíamos mucho pero desde la desaparición de nuestro padre nos volvimos muy unidos. 

Arregle mi cama, y me fui a bañar, mientras secaba mi cabello el recuerdo de mi sueño volvió, se había sentido tan real que dudaba que solo fuera eso, un sueño. 

Me vestí con un suéter café, un pantalón jean negro, botas negras y recogí mi cabello en una coleta, no me gustaba maquillarme mucho, por ello, solo coloqué algo de rímel y delineador de ojos. 

Desayunamos, nos despedimos de mamá y nos fuimos a la universidad. 

— Cambia esa canción— reproché haciendo el ademán de cambiar la radio pero Isaac era más rápido.

—Mi carro, mis reglas— me respondió sin dejar de ver al frente.

Isaac y yo siempre íbamos juntos a la universidad, él me llevaba en su carro que según él, le había costado tanto esfuerzo y dedicación comprarselo. Había reunido dinero al trabajar por algunos años en un restaurante de la ciudad como ayudante del chef, mi hermano estudiaba gastronomía y le iba muy bien, cocinaba delicioso. 

—Además, Adele canta muy bien— sonrió 

—No estoy diciendo que cante mal, solo que sus canciones son muy tristes— ¿a ustedes no les pasa que una canción influye en su estado de ánimo? Porque a mi si. 

—¿Te parece esto triste?— y empezó a cantar muy alto, y muy mal. Yo solo me reí a carcajadas— ¿lo ves? Ya no es triste. 

Isaac era un chico muy divertido, tenía la capacidad de alegrar el día a cualquiera, y al igual que mamá y yo, tenía sus ojos avellanados, era alto, tenía una nariz perfilada, rasgos masculinos, y era delgado.  Usaba lentes y era un nerd 

—¿A qué hora sales hoy? 

—9 p.m.—le respondí, los días viernes tenía el horario más pesado. 

—Mi sentido pésame, hermanita. Yo, por mi parte, iré a una súper fiesta. 

Volteé los ojos, ¿no les había dicho que a mi hermano le encantan las fiestas? Pues ahora lo sabes. 

—Solo no llegues tarde a casa— respondi mientras llegábamos al estacionamiento de la universidad. El lugar era muy amplio y los estudiantes podían dejar sus carros y motos. A pesar de estar en un pueblo, la universidad era amplia y tenía un aspecto victoriano. 

—Claro, no llegaré tarde a la fiesta— rió y estacionó el auto en una parte alejada de los demás. 

—Eso no fue lo que dije.

—¿Ah, no? Me pareció escuchar eso— volvió a reír— no te preocupes, y mejor ven cuando acabes clases, es en casa de Will, y deberías dejar de ser tan amargada. 

—¡Oye! No soy amargada, me preocupa que salgas por ahí. 

La verdad era que cuidaba a mi hermano, a veces se emborrachaba tanto que no sabía como llegar a casa y le podía suceder algo malo estando en ese estado. 

—Me se cuidar, no te preocupes— me dijo.

Nos bajamos del auto, me dió un beso en la frente y desapareció entre los alumnos. Yo me quedé en el estacionamiento esperando a Vicky y a Matías, él era mi mejor amigo, lo había conocido en el primer semestre de la universidad, era un chico agradable pero moja bragas, todo un Casanova. Siempre los esperaba aquí para ir juntos. 

Estaba viendo la entrada del estacionamiento cuando vi que entraba una camioneta 4x4 negra, y sabía exactamente de quien era. 

La camioneta negra se estacionó al lado izquierdo del auto de mi hermano, donde yo estaba recostada. 

La puerta del carro de Ryan se abrió dejando ver su cuerpo casi perfecto y vestido con un pantalón negro, y camisa blanca dejando ver sus antebrazos.

Él era alguien muy reservado. No sé metía en los asuntos de los demás. En pocas palabras, no le importaba nadie más que él. Así que me sorprendió lo que me había dicho en la fiesta de Isaac, ¿mi jodido demonio protector? ¿Qué rayos se creía? ¿Superman?

Llevaba unas gafas, le quería preguntar si se le perdió la playa ya que aquí el cielo siempre pasaba nublado, pero me callé. No sentí su mirada en ningún momento, estaba ignorándome por completo. Estaba fingiendo no conocerme, no es que quería que me hable, pero se me hacía extraño que en la fiesta me dijera eso y ahora pase de mi. 

—Si me sigues mirando así, voy a creer que quieres una foto mía— su voz ruda causó que pegue un saltito. 

Abrí la boca para responder pero las palabras no me salían, y ¿por qué? Porque tenía razón, lo había mirado fijamente mientras me hundía en los recuerdos de la noche anterior. 

—No te culpo, muchas me miran así— me brindó una sonrisa torcida llena de suficiencia.

Cretino.

—Vaya, sabía que tenías el ego elevado, pero no creí que fuera tanto— respondí cruzándome de brazos. 

El ladeó su cabeza, y con una de sus manos se quitó sus gafas, y me pareció el movimiento más sexy que había visto. Sus ojos verdes se fijaron en mi, analizando detenidamente mi rostro y finalmente, sonrió mostrando sus perfectos dientes. A pesar de sentirme algo cohibida, no le desvié la mirada. 

—Vaya, no sabía que me tenías por egocéntrico— dijo en el mismo tono en el que le hablé, se escuchaba divertido, dió unos pasos para quedar cerca de mi, las puntas de nuestros zapatos chocaron. 

Nuevamente, esa sensación me abordó. La misma sensación de la noche anterior. Sentí que estar cerca de él me ponía en peligro, y no sabía porqué. 

—¿Por qué me hablaste esa noche?— pregunté, cambiando de tema. 

Su expresión volvió a la misma de siempre, seria. Miró hacia abajo y luego, subió su mirada hasta llegar a mis ojos. Su escrutinio hizo que me removiera un poco. 

—¿Acaso está prohibido dirigirte la palabra?— y otra vez, un tono divertido abordaba su voz. 

Me parecía extraño esta situación, nunca imaginé estar hablando con él en el estacionamiento de la universidad, y tampoco me imaginé que fuera tan de repente, hace algunos días ni siquiera me miraba, y aunque yo me había fijado en él un par de veces, nunca quise hablarle, es más, ni siquiera había pensado en eso. Pero aquí estábamos, tan cerca como si fuéramos dos amigos. 

—No es eso— hablé, mirando por encima de su hombro, algunas miradas estaban puestas en nosotros sin ningún disimulo, y los entendía, era nuevo que Ryan hablara con alguien, y así de cerca, continué—:  solo que me parece sorprendente que el chico que no habla con nadie, me haya dirigido la palabra. 

Él rió negando con la cabeza, y yo fruncí el entrecejo, ¿qué era lo que le causaba tanta risa? 

Ryan llevó sus manos hacia los bolsillos de su pantalón, y relamió sus labios. 

—No sabía que creías que no podía hablar, eso es algo nuevo, nadie me lo había dicho. 

Era extraño notar esta parte de él, la parte divertida. Y es aquí cuando digo que las apariencias engañan, siempre creí que él no sonreía y era un tipo amargado por su apariencia y por ser asocial, pero me equivoqué. Era todo lo contrario. 

Además, él sabía de mi existencia, y yo creí que era invisible ante sus ojos y ante los ojos de la mayoría de los estudiantes. 

Ignoré lo que había dicho, no estaba lista para seguirle el juego— ¿a qué te referías con ser mi demonio protector?— solté.

Su mirada oscureció, y todo rasgo que demostrará diversión, desapareció. 

No me respondió.

—¿Acaso debo protegerme de algo?— volví a hablar

Había estado pensando en lo que me pasó esa misma noche, el tipo que vi en mi casa, lo sentí tan real que no crei que fuera un jodido sueño, y sus palabras se quedaron grabadas en mi mente. Aunque todo pareciera irreal, algo me decía que todo era verdad. Que no lo había soñado.

—Olvida lo que dije— su voz se escuchaba distante, y seca— creo que bebí mucho 

Arrugué mi frente, ¿beber? Qué carajos, cuando se acercó a mi no tenía ni un solo olor a alcohol. Me estaba mintiendo, y yo odiaba las mentiras.

—Claro que no.— negué.

Abrió su boca para decir algo pero se detuvó, frunció su entrecejo y llevó su mirada hacia los alrededores, como si estuviera buscando algo. Lo imité pero no vi nada importante, solo estudiantes caminando y autos estacionándose. Volví mis ojos hacia él, quien, tenía una mirada pérfida y concentrada.

—Me tengo que ir— dijo, caminando hacia la entrada de la universidad. Al parecer, no iba a asistir a clase.

—¡Oye!— lo llamé pero me ignoró. Iba a seguirlo pero un grito desgarrador evitó mi acto. 

Salté en mi sitio por el susto. ¿Qué fue eso? Miré a la dirección de donde provino el grito, y vi a muchos estudiantes acumulados en un solo lugar, como si estuvieran viendo algo sumamente importante, algunos tenían un rostro asustado, otros tenían una "o" en su cara, y otros simplemente miraban la escena con atención. Caminé hacia ellos, hacia el centro del estacionamiento. Al llegar, escuché algunos murmullos. Me hice paso entre los alumnos y al llegar al centro, solté un grito ahogado. 

Había un cuerpo. 

Una chica muerta. 

Tenía una herida en el cuello y sus ojos abiertos.

Abrí los ojos de par en par. No lo podía creer. 

No había rastro de sangre fresca. Solo esa jodida herida en un cuerpo pálido y frío. 


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