Capítulo 01

Adolescentes sudorosos bailaban al ritmo se la música de maneras no aptas para menores de 18 años.

A mi asombroso hermano Isaac se le había ocurrido la idea de hacer una fiesta, su propio proyecto x, en nuestra casa. Mamá no estaba, pero llegaría en cualquier momento.

Algunas luces se encendían y apagaban dando el aspecto de una discoteca al lugar, se escuchaban gritos de euforia, y el alcohol no podía faltar. Todos los presentes eran jóvenes de la universidad del pueblo donde mi hermano y yo estudiábamos.

De pronto, un ruido estruendoso se escuchó por alguna parte de la sala, llamando mi atención.

Carajo, habían quebrado un jarrón de mi madre.

Esto debía parar ya. Busqué con mi mirada a mi hermano, pero la oscuridad me dificultaba ver, empecé a caminar por el lugar con la esperanza de encontrarlo, me hice camino entre empujones, golpes y hasta había sentido que alguien me agarró una nalga. Imbéciles.

Visualicé a Isaac en un rincón de la casa, rodeado de sus amigos, reconocí a algunos con los que siempre pasaba en la universidad y a otros no los había visto en mi vida. Llevaba su cabello castaño revuelto, sus lentes cuadrados y una sonrisa en su rostro. Isaac era un buen chico, buen estudiante, y sobre todo, un buen hermano. Pero a veces se descontrolaba en organizar fiestas.

—Isaac— lo llamé, pero no me escuchó. La música estaba demasiado alta como para hacerlo. Me acerqué un poco más hasta que muchos pares de ojos de fijaron en mi— Isaac— volví a llamar

Mi hermano me observó con una sonrisa, y se pusó de pie para abrazarme, el olor del alcohol llegó a mis fosas nasales. Genial, ya estaba ebrio.

—Raquel, hermanita— colocó sus manos en mis mejillas para luego darme un beso en la frente— ¿sabes qué eres la mejor?— volvió a abrazarme.

Rodeé los ojos, cada vez que estaba en ese estado se volvía más cariñoso de lo normal.

—Oye— me alejé y puse mis manos en sus hombros— hay que terminar con esta fiesta, mamá llegará pronto y debemos limpiar.

Isaac me miró con sus ojos avellanados iguales a los míos. Tuve que alzar mi vista para mirarlo, mi hermano era alto, un poco delgado y tenía algo de músculo normal en un chico de 22 años. Él era un tipo al que le gustaba socializar y estar rodeado de mucha gente, todo lo contrario a mí. Éramos muy distintos, pero nos llevábamos bien.

Rodeó su brazo en mis hombros y me acercó a sus amigos, quienes estaban igual o mas ebrios que mi hermano.

—Pero si es la hermanita de Isaac— dijo uno.

—¡Amigo!, no nos habías dicho que tenías una hermana tan bonita.

Rodeé los ojos. No me consideraba bonita pero agradecia que alguien en ese estado lo dijera. Tenía el cabello castaño como la mayoría de personas de este pueblo, mis ojos avellanados era lo que más me gustaba de mi, no era tan alta, tampoco muy delgada, pero me consideraba atractiva, y sabía como usarlo a mi favor cuando era necesario.

—Bien, bien, ¡la última canción y todos se van a sus casas!— gritó mi hermano y al momento, se escucharon lamentos y reclamos.

Bueno, ya estaban avisados.

Me deshice del brazo de mi hermano y fije mis ojos en los suyos.

—No bebas más, debemos limpiar la casa después de esto— le advertí.

Isaac dijo algo que no entendí y se echó a reír. ¿Acaso tenía algo en la cara? Negué con la cabeza. Nunca había sido una chica a la que le gustara hacer fiestas, tampoco socializar mucho, porque sabía que era peligroso dejar que personas entren a tu vida, porque te recordaban lo peligroso y doloroso que era abrir el corazón a alguien. Porque te recordaban cuanto podía doler confiar. Y eso me lo había hecho saber mi padre el día en el que desapareció.

Alejé esos pensamientos tristes al fondo de mi mente y salí de ahí, necesitaba aire. No me gustaba recordarlo, porque dolía.

Nuevamente me hice camino entre golpes, empujones, codazos, y personas para llegar a la puerta, quería aire fresco. Al salir, el viento golpeó mi rostro. En el pueblo siempre hacía frío en toda la época del año, y me gustaba. Nuestra casa no era muy grande, pero como verán, tenía el espacio suficiente para hacer este tipo de fiestas.

En el pasillo antes de la entrada había un asiento de madera, donde antes mamá, papá, Isaac y yo nos sentábamos a charlar y a comer fruta, era nuestro pasatiempo favorito del día.

Suspiré y me senté ahí, abrazándome a mi misma, llevaba un suéter negro, pero no era lo suficientemente caliente como para mantenerme alejada del frío. La luna estaba hermosa en el cielo oscuro, y había unas cuantas estrellas en él.

Mi celular sonó avisando que un mensaje había llegado, lo saqué del bolsillo trasero de mi pantalón Jean, era un mensaje de mi mejor amiga, Victoria. Ella era una persona increíble, dulce y tranquila, la conocía desde la infancia, nadie tenía un vínculo más fuerte que el nuestro.

De: Vicky ♡

¿Qué tal está la fiesta? Espero que la estés pasando bien. Ahora estoy con Enrique, no puede dormir.

Enrique era su hermano menor de 8 años, era un niño muy tierno. Victoria se hacía cargo de él, su mamá era alcohólica desde que su esposo la había dejado y había formado otra familia. Mi amiga tenía una vida dura, y la admiraba por ser tan fuerte.

De: mí

Para: Vicky ♡

Ya quiero dormir, rompieron un jarrón de mi madre 😬.

Mándale dulces sueños de mi parte a Enrique, te quiero.

Suspiré y guardé mi teléfono. A pesar de que mi madre no era una mujer que se enojaba con facilidad, sabía que le iba a molestar un montón el desastre que habíamos hecho. Era su jarrón favorito de toda la vida. Suspiré nuevamente, sin saber cómo solucionar eso.

Cuando me encontraba sola, como en este momento, siempre un sentimiento de soledad me envolvía y no sabía porqué. Sentía un vacío dentro de mi como si necesitara hacer algo. Y ese sentimiento me estaba envolviendo justo ahora.

Sacudí mi cabeza y visualicé el patio, había algunos vasos tirados y un líquido amarillo, ¿o era verde? Era una sustancia que a simple vista, parecía espesa. Arrugué mi frente.

Por favor, que no sea vómito.

—Lamento informarte, pero si es vómito.— una voz ronca, a mis espaldas, me hizo sobresaltar. ¿Acaso había leído mi mente? Volteé y me encontré a un chico apoyado en la pared, cerca de la puerta principal con los brazos cruzados sobre su pecho. Lo había visto un par de veces en la universidad, y según los rumores era un misterio.

Estaba vestido con un suéter negro que se pegaba a su torso dejando una buena vista, su pantalón era del mismo color al igual que sus zapatos. Sus ojos verdes esmeralda estaban fijos en el vómito, tenía el cabello negro y facciones masculinas, además de eso, era muy alto.

Era Ryan Miller.

—Lo positivo, es que como esta en el pasto, desaparecerá en un par de días— volvió a hablar con su voz ronca. Y ahora, sus ojos se posaron en los míos, y un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal.

¿Por qué me hablaba? Según sabía, él pasaba de todos y no daba oportunidad de acercarse a él. Cuando alguna chica le dirigía la palabra, el chico ponía un muro a su alrededor.

Desvié mi vista al vómito porque no podía sostenerle la mirada y era lo primero y único que estaba al frente. La situación era intimidante.

Tragué  saliva buscando una excusa para entrar a la fiesta pero si lo hacía ahora, se iba a dar cuenta que quería escapar, y algo me decía que me aleje de él.

¿Qué hace Ryan en este lugar si nunca va a fiestas?

—Te preguntarás qué hago aquí— parpadeé, sorprendida al escuchar su voz y lo que había dicho. Creo, seriamente, en que este chico puede leer la mente. Es que es imposible que sepa lo que pienso solo con ver mi expresión.

—En realidad, no— mentí. Mi voz salió con dificultad. Relamí mis labios, incómoda.

Escuché sus pasos acercarse hasta quedarse de pie al lado mío.

—¿Puedo?— preguntó señalando el espacio que había a mi lado. Quería sentarse. Asentí levemente.

Su olor varonil llegó a mis pulmones y, su presencia me hizo tensar.

—Parece que te llama mucho la atención ese vómito— casi me atoro con mi saliva. Vaya, no se le escapaba nada. Tenía una voz muy bonita y masculina.

Había estado mirando el vómito para evitarlo a él y no me había dado cuenta de eso.  De seguro cree que tengo fetiches raros y que amo los deshechos estomacales de las personas.

—¿Qué? ¡no!— negué rápidamente mientras mi cara se tornaba de todos los colores posibles. Genial, ahora quedé como tonta.

Escuché una pequeña risa de su parte. Ahora entendía porqué algunas chicas se morían por él.

Seguía sintiendo la mirada de él. Así que, volteé para imitarlo, y fue un grave error, porque una sensación extraña envolvió mi cuerpo, y por una razón fuera de mi alcance, sentí miedo.

Sus ojos verdes penetrantes escondían algo, y eran tan profundos que podía jurar que vi el mismísimo infierno en ellos.

Parpadeé y me removí en el asiento, desviando mi vista. ¿Por qué había sentido miedo de pronto?

—Raquel, ¿tú crees en lo sobrenatural?

Su pregunta me descolocó ya que salió de la nada, y ese tipo de temas no eran muy comunes.

—No.

Fruncí mi entrecejo. ¿Qué carajos le pasaba a este chico? Lo miré, pero Ryan estaba observando el cielo sin expresión alguna, sus rasgos eran casi perfectos, su nariz era perfilada y tenía pestañas largas, sus cejas eran finas y abundantes. Repito, era casi perfecto.

—Deberías cuidarte, hay muchos lobos acechando— su voz, seria, y calmada, me dió a entender que decía la verdad y que no estaba bromeando.

Pero su tono de voz no quitó  que creyera que Ryan fumaba y de la barata.

Dicho eso, se puso de pie, y me miró. Su mirada era profunda y parecía que con ella podía escarbar y sacar a la luz todos mis miedos y pecados. Me estremecí, no me gustaba que me miraran mucho, y mucho menos si era alguien como él.

—No te preocupes si estás en peligro, seré tu demonio protector.

Casi me atragantó de nuevo, no me dió tiempo de decirle que parara de bromear, ya que se marchó cruzando el patio y marchándose en su camioneta negra. Dejándome sola, hundida en mis pensamientos.

No me cabía duda, de que Ryan Miller, era todo un misterio, tal y como lo habían dicho los rumores de la universidad.

.......

Raquel, Mátalos

A todos esos monstruos.

Acaba con esos demonios.

Elimínalos.

Raquel, tú puedes.

¡Mátalos! ¡Mátalos!

Debes encontrarlo y matarlo. Acaba con él. Acaba con ese demonio. Mátalo. No dejes que sus ojos te engañen.

Abrí los ojos de golpe, mi corazón latía a mil por hora y estaba empapada de sudor. Eso se había sentido muy real. Por suerte, solo había sido un pésimo sueño. Me levanté de mi cama para ir a por un vaso de agua, todo estaba oscuro así que quise encender la luz pero no dio resultado, genial, se había ido. Con la linterna de mi celular caminé y bajé las escaleras pero algo me detuvo, un ruido, en la cocina. Crei que era mi hermano Isaac pero al p***r por su habitación lo vi dormido, el ruido se intensificó, alguien estaba buscando algo en los cajones.

Bajé lentamente sin hacer ruido y me quedé tiesa al ver la silueta de un hombre, grande, alto, vestido de negro y llevaba una gorra que le tapaba parte de la cara. Lo primero que se me cruzó por la mente fue que era un ladrón, o que alguien se había quedado después de la fiesta. No sabía quién era pero no estaba lista para averiguarlo.

Escondí la luz de mi celular y me volteé lentamente lista para subir y llamar a la policía, pero como toda típica película de terror, en lugar de guardar mi celular en el bolsillo de mi pijama, decidió estamparse en el suelo.

El golpe atrajo la atención del hombre, ya que volteó y sentí su mirada penetrante.

Corre.

Mis piernas no querían moverse.

M****a.

El tipo empezó a caminar hacia a mi con pasos amenazantes.

Doble m****a.

El hombre sacó un cuchillo.

Triple m****a.

Cuando finalmente mis piernas decidieron moverse, el hombre estaba muy cerca de mi, pero eso no me detuvo, seguí corriendo.

Mi respiración estaba agitada y sentía miedo, justo cuando estuve a punto de llegar a la habitación de Isaac, mis piernas se enredaron haciendome caer de cara, carajo.

Volteé y vi al tipo, parada en frente, al parecer tenía una buena contextura y tenía un pasamontañas en su rostro, no podía reconocerlo y no sabía que carajo hacía en mi casa, estaba más confundida que espermatozoide en garganta.

Él, en un rápido movimiento, se colocó encima, con una mano tomó mis muñecas y las puso encima de mi cabeza, y sus piernas inmovilizaban a las mías y a mi cintura.

Estaba atrapada

¿Así iba a morir? ¿Sola? No era justo, no había tenido un amor épico, ni había comido bien los últimos días, tampoco había visto a mamá y quería p***r más tiempo con Isaac.

—Así que eres tú— su voz era muy ronca, tanto que daba miedo.

Parpadeé.

Pues si cabrón, soy yo, quien más.

—Te he estado buscando durante años, toda mi gente— a pesar de no ver sus ojos sabía que me estaba analizando— y aquí estabas, escondida en un puto pueblo, perra.

—No se de que estas hablando— agradecí  que mi voz saliera segura y no temblorosa. No me gustaba alimentar a los demás con mi miedo.

El hombre apretó aún más su agarre haciendo que suelte un quejido.

Quería gritar para despertar a Isaac pero si lo hacía, lo iba a poner en peligro porque parecía que este hombre no tenía idea de la presencia de mi hermano en esta casa.

— Para que no causes desastres, te asesinaré, aquí y ahora.

Ay no. Mi corazón latió más veloz, y empecé a moverme desesperada por salir de ahí.

No entendía una m****a a que se refería, de seguro me estaba confundiendo con otra persona pero su seguridad me demostraba lo contrario.

De repente, los ojos del tipo se transformaron en un azul brillante, y su rostro sufrió una metamorfosis alucinante, parecía un monstruo.

¿Qué rayos?

Esta vez sí me asusté, aún más.

Sentí un dolor insoportable en mi cuello, que recorrió todo mi cuerpo,  había pasado muy rápido, me estaba mordiendo el cuello y sentí la sangre fresca salir de mi sistema.

Quise luchar y no rendirme. Pero me di cuenta que a veces tener ese pensamiento no te salva, como ahora. A veces ser fuerte no es suficiente.

Y de repente, todo se hizo negro.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo