Los Rastreadores

La noche de ese mismo día, el chico de nombre Mitchell llegó para recoger a Nery, pero, por desgracia, su compañero también llegaba con él. Y lo peor no fue eso, sino que traían palomitas y varias películas que habían rentado. Y para rematar, fui yo quien abrió la puerta estando en pijamas; un pants rosa a cuadros y una camiseta de Jack Skellington y unas pantuflas de conejitos con enormes ojitos negros y nariz rosa. Era las siete y media, Cameron se había ido a despedir de su amigo hippie, Shaquille. Lo había visto en el entierro pero no pude memorizar su aspecto, pero se parecía a Cameron, solo que éste tenía el cabello como un rastafari. Aunque en otra ocasión me pudo haber caído de maravilla, de alguna manera ellos tenían una vibra salvaje y llena de historias acerca de sus viajes.

Oí el timbre y mientras Nery se ponía lápiz labial de un tono Berry Vamp, yo bajé para abrir la puerta. En realidad, había oído el rugir del motor de su camioneta y que él bajaba de ella para luego tocar la puerta.

—Hola. ¿Elisa? —Saludó Mitchell con una sonrisa, algo en él me hizo sentir que lo había visto en alguna parte y no era precisamente en el colegio ni en los pubs.

—Lisa. Espera un momento, Nery ya casi está lista —dije con fingida cortesía, no quería ver a nadie.

Todo el día en que estuve en clases, su compañero se la había pasado molestándome y ese era el motivo, había arruinado por completo mi día que estaba medio arruinado con solo verlo.

—Eh, pensé que ella querría ver unas películas. Traje palomitas. Ella me dijo que no quería dejarte sola, así que…

—Oouh.

No podía decir una cosa más absurda ¿Cómo se le ocurrió Nery darle la dirección de la casa y decir que me acompañaba?

Sonreí de la manera más patética, quería matar a Nery que bajaba de los escalones por haberle dicho eso al chico que estaba boquiabierto al verla vestida con unos pantalones ajustados y una blusa blanca que la hacía verse terriblemente atractiva, además de esa chaqueta de cuero y su delineado oscuro que resaltaba sus ojos azules.

—Hola —dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja llegando cerca de mí.

—Hola, te ves espectacular… Ah, y traje películas y palomitas, para que no tengas que dejar sola a tu amiga —explicó él, pareciendo nervioso.

—Qué considerado —no podía ser más patético, nunca había visto a mi amiga tan idiotizada por un chico—. ¿No crees que esa es una buena idea? —Me preguntó a mí.

—Sí —eso realmente me desagradó—. Aunque deberían salir, digo, yo solo sería…umm… ¿Nery, podrías venir un momento? —Y la llevé a la cocina.

Ella le sonrió, Mitchell desde luego era lindo, su sonrisa y esos ojos, comprendía que mi amiga estuviera así pero no podía soportar la idea de meter a un desconocido a casa.

—Creí que solo vendría a por ti —dije entre dientes.

—Sí, pero ¿acaso no es tierno? Pensó en ti.

—Es tierno, más que un oso de peluche, pero creo que no viene solo.

— ¡Eso es genial! Así podemos hacer una cita doble —sonaba terriblemente entusiasmada, como una mujer estúpidamente enamorada.

Cuando pensaba así no me gustaba en lo absoluto.

—Nery. Escúchame, estás bajo un poderoso hechizo de amor, así que todo lo que estás diciendo son idioteces.

—No seas idiota, estoy completamente enamorada.

— ¿Ves? Te estas contradiciendo —mascullé.

Genial, ahora él había salido del coche y subía por el porche.

—Hola —saludó casi queriéndose meter a la casa como si fuera la suya, sino fuera porque su compañero le impidió el paso.

—Demian, creo que fue mala idea rentar películas —concluyó el chico llamado Mitchell.

Si y No salieron de nuestras voces, Nery me fulminó con la mirada.

—Vamos, solo son películas —me rogó Nery en un susurro, suspiré, ella había hecho cosas por mí antes, y seguía cuidando de mí después de dos semanas de la muerte del abuelo, así que debía por lo menos agradecerle. Pero la idea de que ese chico estuviera aquí me daba una extraña sensación de que algo acabaría mal.

—Está bien —acepté de mala gana.

—No sabes cuánto te amo.

—Pondré a hervir agua para tomar algo caliente para saber cuánto —me crucé de brazos.

—Yo prefiero cerveza —dijo Demian sentándose en el sofá junto a su compañero cuando Nery se apresuró a invitarlos a p***r.

Apreté los puños, su voz podría ser seductora pero también estaba llena de orgullo y suficiencia.

La película no estaba mal, Rápidos y Furiosos 6, pero que Demian Passmore estuviera frente a mí y me mirara de esa manera mientras se comía las palomitas me hacía enfadar y quería golpearlo, enarqué la ceja para que viera que aun con esa mirada no provocaba ni un poquito de timidez en mí, me había puesto mi suéter de lana holgado nuevamente y quizá eso era lo que hacía verme de esa manera burlona.

«Maldito chico lindo.»

Nery estaba sentada junto a Mitchell y él le decía algo que supuestamente nadie debería oír, lamentaba tener que ser la excepción. Pero algo en él me avisaba que Nery no debería seguir con él, y no eran celos; ella era mi mejor amiga y estaba dispuesta a enfrentar su furia si llegaba a decirle que él no le convenía.

— ¿Te gustan los tatuajes con letras en arameo? —Me preguntó Demian después de que yo ganara en una competencia de miradas.

Me cubrí inmediatamente el dorso con la otra mano, se me había olvidado que lo tenía al descubierto, pero él sabía qué tipo de letras tenía a su alrededor, también tenía una aguda vista o ¿es que había estado observándolo mientras lo tenía en mi regazo?

Nery y Mitchell me miraron, especialmente Nery, que sabía el secreto que éste guardaba, les había contado a ella y a Cam lo del cuervo y también les había pedido que guardaran eso y creo que fue con el poder ocular, los veía y las pupilas de éstos se contraían y dilataban. Y antes de que respondiera, el timbre sonó.

— ¿Quién será a esta hora? —preguntó Nery extrañada.

—No lo sé —me levanté del sofá y fui a espiar por la ventana, no había oído que alguien se acercara con un flamante Chevrolet Tahoe negro.

— ¿Esperaban a alguien más? —Preguntó Mitchell observando la puerta.

—No —respondió Nery, imitándolo, pero dándome una mirada de temor.

Eran unos hombres vestidos de negro con franjas rojas; pero no eran del todo elegantes y su piel era oscura, tenían un aspecto de ser temibles, su presencia me hizo despertar algo y sentir correr adrenalina por todo mi sistema.

Eran ellos…

Los Rastreadores.

—Son… —no podía creerlo, mi voz se quería ir, mi corazón latía a mil por segundo, sentí hormigueos y se me erizó los vellos de mi nuca.

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