Capítulo 5

Rebeca

Lo vi devorar casi toda la carne de ese pequeño conejito, yo ya no podía más, tenía que comer algo o volvería a desmayarme.

—¡Espera! No te lo acabes, comeré ese pedacito.

—¡Como ordene la princesa! —Se burló de mi — ¿Quiere que le sirva alguna ensalada o un postre tal vez?

—¡No te burles! Debes entender que no estoy acostumbrada.

—Y tú debes entender que no todas las personas nacemos con los privilegios que tú tienes.

—Lo siento, no quise ofenderte.

—Pues lo hiciste, espero que el equipo de rescate llegue pronto, en cuanto los escuche, saldré corriendo a buscarlos para que deshacerme de ti, no sé dónde tuve la cabeza cuando te saqué del rio, debí dejar que te ahogaras.

—Gracias por salvarme y por curar mis heridas.

—Aquí tengo más analgésicos, debes tomarlos dos veces al día, para evitar que sientas dolor.

—¿Cómo es que sabes tanto?

—Cuando vives como yo, la vida se encarga de enseñarte.

—¿Vives aquí solo?

—Sí, ¿Acaso ves a alguien más?

—¿Por qué eres tan grosero? Eso me gano por querer ser amable con alguien como tú, total ¿A mí que me importa?

—¡Exactamente! ¿Qué le puede importar la vida de alguien como yo, a alguien como tú?

—¿Y cómo soy yo, según tú?

—Hija de padres ricos, presumiendo y gastando el dinero que tú no has ganado, vanidosa, con la única meta en la vida de ir de compras y de conseguir un marido rico, que te de la misma vida que te ha dado tu padre. ¿Me equivoco?

Le contesté furiosa, aunque sabía que no se había equivocado ni un poquito en juzgarme.

—¿Y eso a ti que te importa? ¿Acaso yo tengo la culpa de que mi padre sea rico? Y tampoco tengo yo la culpa de que haya personas como tú, que viven en la miseria.

—Tienes razón, tú no tienes la culpa, la culpa la tienen hombres como tu padre, que, teniendo las posibilidades para hacerlo, niegan a personas como yo, oportunidades de ir al colegio, de conseguir un trabajo, de aprender a ganarse la vida, prefieren lanzarnos una moneda que darnos un empleo.

Al escuchar sus palabras me di cuenta de que era un joven muy desafortunado, resentido con la vida y con la sociedad.

Recordé cuando en alguna ocasión yendo con mi padre en su auto, un muchacho vendiendo flores se acercó y mi padre le arrojó unas monedas al piso —¡Bestias! — Gritó —el gobierno debería encerrarlos a todos, son una vergüenza para la sociedad.

Qué diferente se veía el tema desde otra perspectiva, mi padre, era amable y divertido, pero definitivamente, aunque me doliera reconocerlo, era un hombre que le daba mucha importancia a las clases sociales.

—¡No tienes ningún derecho de expresarte así de mi padre! En dado caso es culpa del gobierno, que no hace nada por crear mejores oportunidades para evitar que haya tantos indi… bueno, personas como tú.

—Jajajaja. ¿Ni siquiera puedes decir la palabra? ¡Vamos! Termina de decir lo que ibas a decir, indigentes.

—¿Sabes cuál es el problema contigo? Que eres un indigente mu arrogante.

—Y tú una niña mimada y caprichosa que no entiende nada de la vida.

Iba a contestarle, pero se salió dejándome con la palabra en la boca, debo reconocer que me sorprendió su forma de hablar, no hablaba como una persona sin estudios, se expresaba correctamente y parecía inteligente […]

Liam

Estaba cansado de pelear con ella, sin duda era hermosa, pero tenía un carácter que volvería loco a cualquiera, fui hasta dónde se encontraba el campamento para ver si alguien había regresado, pero no había nadie, no se escuchaba ruido, para esta hora, yo esperaba ver helicópteros buscando, sin embargo, no se escuchaba nada.

La temperatura estaba descendiendo, parecía que una gran tormenta se acercaba, iba a ser mi primera nevada en la cabaña, seguramente también era el motivo por el cual todavía no había señales de que la estuvieran buscando, era peligroso que los helicópteros se aventuraran a sobrevolar la montaña en medio de la tormenta.

Regresé para prepararme, había reforzado la cabaña, pero todavía no probaba su resistencia y ahora no solo estaba yo, también debía cuidar de esa niña caprichosa.

Cuando entré, ella dormía, seguramente por el efecto de los analgésicos, su piel estaba erizada por el frio y su cuerpo comenzaba a temblar, afuera los copos de nieve habían comenzado a cubrir el bosque con un manto blanco, encendí una fogata, y la cubrí con la piel de oso, era lo más abrigador que tenía, debía mantenerme despierto, no podía permitir que la fogata se apagara, porque moriríamos envenenados por el monóxido de carbono presente en el humo, aun cuando había hecho una especie de chimenea para dejarlo salir, era bastante peligroso por el espacio tan reducido.

—Tengo hambre—balbuceó, era lógico habían pasado muchas horas desde que comimos, ya era de noche, así que su estómago debía estar vacío.

—Rebeca, vamos come un poco, le día una buena porción de frutos y de nueces y los devoró rápidamente.

—¿Cómo te llamas?

—Liam.

—Liam, tenemos un problema, necesito ir al baño.

¡Rayos! No había pensado en eso, ella tenía inmovilizada la pierna y también un brazo, para ello le rompí el pantalón, pero cómo iba lograr que fuera al baño sin lastimarla y sin comprometer sus fracturas.

—No podrás levantarte, y salir.

—Solo quiero orinar, ¿Tienes algún recipiente?

—No, pero espera, tengo una idea, solo que tendrás que tolerar el frio por un momento.

Ya había reparado la silla, así que, con mucho cuidado le rompí el resto del pantalón dejándola solamente en bragas y la senté en la silla.

—Trata de sostener tu pierna con la mano que tienes libre ¿Puedes? Voy a llevarte afuera, te sostendré en el aire por unos segundos y harás lo que tengas que hacer, prometo que no voy a verte.

—Está bien, pero debes quitarme las bragas o las mojaré.

¡Maldición! Nunca en mi vida había visto una mujer desnuda, solo en revistas y libros y no pude evitar sonrojarme.

Cargué la silla y salimos, la espesa capa de nieve me cubría los pies hasta el tobillo.

—¡Rápido o morirás de hipotermia!

Le arranqué las bragas y no pude evitar ver su zona íntima, la tomé por debajo de los brazos y la sostuve en el aire por unos segundos, para que orinara, tomó la tela de las bragas rotas y se aseó lo mejor que pudo, y volvimos adentro, cuidadosamente la volví a colocar sobre el manto de piel de conejo, pero estaba temblando de frío, su rubia cabellera estaba escarchada de blanco, y su chaqueta deportiva estaba empada, y además estaba desnuda de la cintura hacia abajo.

Le quité la ropa mojada, dejándola desnuda por completo, la cubrí con la piel de oso y avivé el fuego para generar calor, pero ella no dejaba de templar, y sus labios se habían puesto morados, sus dientes rechinaban y estaba comenzando a adormecerse, tenía que hacer algo pronto o la perdería por hipotermia, sólo había una forma de ayudarla, y era usando mi calor corporal, ya que yo inexplicablemente había desarrollado la habilidad de regular mi temperatura.

Me quité el suéter que estaba mojado, y el pantalón también, quedé completamente desnudo, y me recosté junto a ella pegando mi cuerpo lo más posible al suyo.

Al sentir mi calor,  hundió su rostro en mi pecho, poco a poco dejó de temblar, y se quedó profundamente dormida.

También me quedé dormido, ella se encargó de despertarme abruptamente.

—¿Qué es esto? —Su mano debajo de la piel de oso, se había encontrado con mi miembro completamente erecto —¿Me violaste? ¿Te aprovechaste de que estaba dormida y me violaste?

—¡No, no, no, te juro que no! Me puse rápidamente de pie, sus ojos recorrieron mi cuerpo, sonrojándome, sus mejillas se pusieron totalmente rojas cuando se dio cuenta de que no podía dejar de ver mi virilidad, rápidamente me coloqué el pantalón —Lo siento, de verdad lo siento, yo solo te di un poco de calor, porque estabas a punto de morir de hipotermia.

—Está bien, te creo, solo porque no siento nada diferente en mi cuerpo, supongo que, si me hubieras violado, sentiría algo diferente, también ponte el suéter, te vas a congelar.

Recordé la ropa que había robado, en su campamento y me coloqué la camiseta y una chaqueta deportiva.

—Vaya, te ves muy bien con esa ropa, hasta pareces una persona decente.

—Sí, supongo que las personas solo tienen valor para ti, cuando usan ropa de marca.

—No, no te confundas, te puedes poner toda la ropa de marca que logres robar de los excursionistas, pero nunca serás como ellos.

—Afortunadamente nunca seré como ellos, es increíble que te haya salvado la vida dos veces, y sigas pensando lo peor de mí.

—¿Por qué tendría que agradecerte? Seguramente disfrutaste mucho, restregando tu… cosa esa en mi cuerpo desnudo.

—Jajajaja, ¿Mi cosa esa? ¿Es en serio? Se llama pene, y no, no lo disfruté, pero déjame decirte que eras tú la que se tallaba a mi cuerpo como gata en celo.

—Ni en tus sueños más perversos lograrías que yo quisiera algo contigo.

—¿Estás segura? ¿Podrías jurar que lo que viste no te gustó ni un poquito?

Se sonrojó y volteó la mirada con un gesto de puchero, pero no contestó, estoy seguro de que mi cuerpo desnudo, no le fue indiferente, aunque lo negara.

Rebeca

Fue bastante incómodo que me tuviera que ayudar a orinar, le pedía a dios que pronto me encontraran porque no sabía que iba a hacer si me daban ganas de defecar, no podría soportar la vergüenza.

Dios, ¿Cómo era posible que un chico que vivía en esas condiciones, me gustara tanto? Su cuerpo era perfecto, sus músculos parecían tallados a mano por los dioses del olimpo y su miembro erecto, ya lo quisiera el mejor actor porno que hubiera visto en alguna película.

Si tan solo no fuera un indigente, me podría enamorar inmediatamente de él […]

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