Capítulo 1

Kiya

- Mamá, ¿dónde está el jefe pluma blanca? El señor todo seriedad y responsabilidad, el que nunca llega tarde a sus citas, el señor perfección. Me hizo ir a la oficina y el señor nomás no se apareció, me dejó plantada - 

-A miiiiiii, mamá, a miiii, a su hija, a su princesa más bella me dejó ahí esperando por él y ni un mensaje me mandó, por lo menos una señal de humo me hubiera mandado o una paloma mensajera como en su época–

-No puedo creer que mi padre me trate así, esto es maltrato puro, ¿qué será de mí de ahora en adelante? dios ya llévame diosito, mi padre me maltrata y mi madre me ignora, pobre de mí oh pobre de mí no sé qué voy hacer ahora– (aplausos para la dramática del día).

Se para con las manos en la cintura delante de su mamá que se encontraba preparando un pastel de chocolate, relleno de chocolate, cubierto de chocolate y espolvoreado de chocolate.

-Mamá, mamá te estoy hablando-

-Mamá me quiero morir-

-Mamá mi padre ya no me quiere, me ha cambiado por otra-

-Seguro tiene otra hija fuera de la familia y se ha convertido en su favorita, eso no, no lo puedes permitir, mamaaaaaaaaaaaaá, mamaaaaaaaaá.

A lo largo de 40 minutos Kiya siguió dramatizando y quejándose de su padre el Sr. Kurt Bemberg el gran magnate de las agencias automovilísticas y de las principales pistas de carrera en toda Europa, distinguido por su humildad y sencillez, siendo un hombre justo en los negocios, fiel a sus amigos y su familia que aquel momento la había dejado plantada sin razón alguna. Su madre la Sra. Elena Reichel no paraba de reír al ver a su hija como nunca antes, toda una loca energúmena poseída por el drama y la tragedia, pensando en qué momento su hija había ido a la escuela de actuación y dramatismo pues su humor pasaba de enojada a triste sin vacilación alguna, su hija ahora se encontraba poseída en su mal humor, aquel humor que sin duda alguna heredó de su padre.

-Por dios Kiya para, para, me estas volviendo loca, la cabeza me duele y hasta el chocolate se enfermó de escucharte, por el osito bimbo y todos sus panecitos dime, ¿De dónde sacas tantas cosas? y, ese drama tuyo me desquicia, si no fueras igualita a tu padre pensaría que no eres mi hija, que te cambiaron en el hospital al nacer, pero ya por favor contrólate o te mando al manicomio– dijo su madre, tratando de ponerse seria después de escuchar toda la cantaleta de su hija que se encontraba sumamente afectada.

Nunca en su vida nadie la había plantado, sabían que era de armas tomar e intensamente vengativa por lo que sus amigos, conocidos, hermanas y pretendientes siempre cedían ante ella sin más. Ahora probaba una sopa de su propio chocolate y tenía el sabor más amargo del mundo.

Cuando su padre llegó para disculparse con su hija y aclarar aquel mal entendido, ambas mujeres se encontraban en la sala de su casa, inmersas en sus pensamientos. La primera que lo vio llegar fue su esposa quien esbozó una sonrisa friolenta y angelical advirtiendo que se le avecinaba una tormenta, más bien un tsunami. El señor Kurt se dirigió a su hija, pero ella fue más rápida y parándose de pronto del mueble lo ignoró.

–Lo siento ya no tengo amor para dar- dijo Kiya caminando hacia la puerta principal.

Sus padres se quedaron mirándose uno a otro durante unos segundos, el dramatismo y gestos de su hija los hizo estallar en carcajadas que se escucharon en toda la villa, lo que dejó a Kiya aún más consternada por aquel bulling que sufría a manos de sus padres. Indignada salió corriendo, subió a su “bebé” como llamaba a su Audi y rechinando llantas abandonó la villa sin saber a dónde iba exactamente, nadie absolutamente nadie a lo largo de sus 27 años la hizo sentir tan mal, para ella era el fin del mundo.

Flashback

Mientras manejaba sin rumbo Kiya recordó que sus padres siempre habían estado para ella y todo lo que pedía se lo daban sin miramiento alguno, cuando sus hermanas nacieron el amor que su padre tenía por todas era incomparable, las princesas de papá, por mucho que se quisiera enojar terminaba siempre cediendo a lo que ella o sus hermanas pretendían.

A su mente vino el mejor y peor momento de su vida, en donde floreció todo el perriamor que profesaba. En su cumpleaños número diez, a pesar de su cara angelical, su tierno comportamiento, la diplomacia y elegancia que la caracterizaba también escondía gustos medios raros y poco comunes en niñas de su edad en donde todo era jugar al té y con muñecas, cosas que la tenían sin cuidado alguno, dado que todo ese protocolo barato como le llamaba no la hacía feliz y en su casa sus padres siempre se empeñaron por hacer que sus hijas buscaran su propia identidad y felicidad, aun en contra de lo que a veces pensaban ellos mismos.

Para esas fechas se estrenaba la película de “Fast & Furious 2” en donde el chiquito bebé  “Brian O’Conner” y el papi chulo “Dominic Toretto” daban clases de manejo gratis a larga distancia, ver aquellas escenas era todo un deleite a la pupila del público conocedor. Así que Kiya pidió una fiesta al más puro estilo de “Rápido y Furioso”. Su padre mandó construir una pista de carreras y compró coches parecidos a los que salían en la película, como dueño de las agencias más afamadas de Europa mandó construir un coche de edición especial para su hija, ese sería su regalo sorpresa aun cuando no estaba en edad de conducir, pero ¿qué no haría por su princesa?

Entre los invitados se encontraban los actores principales de la película, que vinieron a tomarse las fotos del recuerdo con su princesa y amigos. Todo aquello parecía un verdadero set de película del que mucho se habló en toda Grecia por largo tiempo. No existía antecedente alguno de una fiesta como esa y durante casi cinco años aquel acontecimiento seguía presente. Algunas chicas trataron de igualar el evento pero sus padres no estaban para nada convencidos, motivo por el cual  fue la envidia del colegio y la hacía sentir poderosa.

Recordar aquellos bellos momentos hizo que Kiya se estremeciera y pusiera en su cara un puchero de película, si alguien en esta vida era dramática era precisamente ella, como su madre siempre decía – Kiya si fueras actriz te aseguro que ganarías todos los premios del mundo, tú drama habló por sí solo-.

Fin del Flashback

Siguió manejando sin saber a dónde iba, lo único que deseaba era manejar sin parar, amaba la velocidad de los coches y la adrenalina que sentía al sentarse tras un volante, pisar el acelerador de su bebé era lo que más la tranquilizaba y en ese momento era lo que la hacía sentir bien (ella si me gana en dramas). Cuarenta minutos después llegó a su lugar preferido, el cual no visitaba desde hace un mes. Abrió apresuradamente el compartimento secreto del coche, de donde sustrajo algunos implantes y peluca para cambiar su apariencia al de una chica ruda. Las personas la recibieron con euforia, todos conocían lo que significaba tener a “K” con ellos, la chica que no sentía temor a la velocidad, lo mismo le daba enfrentar a principiantes que profesionales, sobre todo si eran hombres, verlos perder alimentaba su ego.

Solo cuatro personas estaban al tanto de la verdadera identidad de “K” y ninguno de ellos se encontraba presente esa noche, para todos era una chica de escasos recursos que participaba en las carreras para tener un poco de efectivo y sobrevivir, nunca imaginaron que fuera la heredera del Magnate en Coches Bemberg, la princesa que nació en cuna de oro. Aquella noche se sintió diferente, nadie la detendría, ni sus escoltas, ni su madre, ni sus mejores amigos, aquel día era solo ella contra el mundo, ella tomaría la decisión si ganaba o perdía, sólo ella sería la responsable, su mirada emitía un aura fría y terrorífica, hasta el viento sopló con miedo que a más de uno hizo estremecer.

La carrera estaba por comenzar, las apuestas corrieron como pólvora, el rumor de que “K” se encontraba en la plataforma se extendió a lo largo de toda la ciudad, verla correr era un deleite que pocos se podían dar, pues solo ella manejaba su agenda, no tenía contrato de exclusividad convirtiéndola en única e ingobernable. Esa noche decidió correr con su bebé demostrar que por algo era la reina de medianoche, más de uno quedó sorprendido por sus palabras, no era el coche con el que competía siempre, pero conociéndola algo tramaba y no estaban dispuestos a perder su dinero, pronto las apuestas rebasaban todos los récords. .

A lo lejos se escuchó el rugir de un poderoso motor de un Bugatti Type 57, ocho cilindros con diseño aerodinámico, negro como la noche, que se acercaba a ellos a vuelta de rueda y se detuvo a escasos dos metros, todo en ese maldito auto era negro por lo que no se apreciaba a las persona que se encontraba dentro, portaba como distintivo la letra D a los costados, nadie podía quitar la mirada de aquel bello ejemplar. Quienes conocían de coches sabían que no era uno cualquiera, provenía de una edición especial del que solo existían dos en el mercado.

Uno pertenecía a la princesa de la familia Bemberg, del que sólo se pudo ver unos cuantos meses dado que fue chocado a las dos meses de ser obsequiado, después desapareció del radar, el otro era un total misterio su comprador se mostró muy reservado y solicitó a la agencia en contrato de confidencialidad para que no se revelara la información y aquella noche estaban por conocer al prometedor dueño.

El conductor de aquel coche no salió como todos esperaban, en su lugar apareció su copiloto, un chico de chaqueta negra, 1.85 cm, cuerpo de infarto, cabello platinado, una sonrisa que hizo mojarse a más de una. Al abrir la puerta murciélago del impresionante auto se pudo apreciar unos asientos negros de piel costurados a mano con hilos de oro, sobre los asientos se encontraba bordado un logo que nadie supo distinguir. A paso tranquilo y tal cual un modelo en pasarela se acercó  a los organizadores de la carrera final para lanzar su apuesta contra la carta fuerte, como llamaban también a “K”,  cuando se acercaba el chico, con una expresión perversa “K” dijo - Santa virgen de la macarena si ese hombre se me acerca yo me lo tiro en la arena- todos rieron a carcajadas pues conocían que lo decía muy en serio, nada escapaba de sus manos.

En el fondo “K” se sintió ofuscada algo en su radar le indicaba que no eran buenas noticias, conocía de la potencia y de lo que era capaz el Type 57 pues ella era la dueña de la otra edición, pero no daría marcha atrás, si le tocaba morder el polvo lo haría dando pelea con su bebé, sólo ella era capaz de enfrentar al mismo diablo y darle consejos, se juró así misma, que si salía bien librada de ésta no volvería a la plataforma sin su auto de carrera, que jamás el impulso la llevaría de vuelta sin sus mejores armas, nadie vería a la Reina de la noche caer así tuviera que aprender a rezar el padre nuestro en ese momento.

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