Capítulo 2.

La tarde siguiente después de la escuela decidí salir a caminar al bosque, el aire era fresco y la lluvia no se veía cercana.

No al menos por ahora.

El andar sola me relajaba, aunque mi mamá y abuelo no estaban de acuerdo por los animales que habitaban en la zona. Algunas veces era peligroso, ya que los zorros o algunos otros rondaban cerca. Pero nunca me dio miedo encontrarme con alguno de ellos.

Si estaba en lo correcto los zorros eran mi animal favorito; valientes, persistentes, pero, lo que más me gustaba era que se les consideraba como el proyector de la familia.

Yo quería ser así en cualquiera de los dos momentos que la vida nos presenta, buenos y malos.

Me detengo cuando llego al árbol con un agujero en su tronco. Me agacho en busca de algo o alguien, específicamente.

Pero está vacío.

No está.

Una ramita cruje y me giro.

— ¿Me estabas buscando?

Su pelo está revuelto casi cubriéndole sus ojos, mis mejillas se sonrojan, y no entiendo el porqué.

— Y-yo no lo hacía.

— Ya veo. — sonríe y un hoyuelo aparece en su mejilla izquierda.

Se da la vuelta y empieza a caminar.

— ¿A dónde vas? — pregunto curiosa

— Al río, ¿quieres venir?

No respondo y solo lo sigo.

                                                                        ❃❁❃❁❃❁❃

Hay gente sentada alrededor del río, niños corren de allá para acá y un grupo de ancianos pescan charlando entre ellos. Nosotros sólo nos sentamos sobre unas rocas cerca del río.

Estando aquí me doy cuenta que nunca había venido con un extraño, lo digo porque ni siquiera sé su nombre.

Me olvido de ese pensamiento, cuando veo que se quita sus botas, calcetines y sumerge sus pies en el agua. Con mucha confianza, como si ver los pies de un desconocido fuera tan normal. A mí me avergüenza que vean mis pies, no sé si sea por mi color pálido o el simple hecho de que se arrugan con el agua, será eso.

Así que para distraerme pregunto algo que debí saber antes de haber venido hasta aquí.

— ¿Cómo te llamas?

— ¿Tú cómo te llamas?

— Te hice la pregunta yo primero — espeto.

— Yo después, así que dime.

No se lo diré, él primero.

Dirijo mi mirada hacia el río y me concentro en la corriente que fluye.

— Me gusta estar aquí — dice en voz baja.

Escucho su voz y creo que es sincero, no finge solo por quedar bien. Intento olvidar un poco mi pena y me quito las botas y los calcetines. Sumerjo un pie y después el otro hasta que el agua transita a través de ellos.

—También me gusta.

Se inclina sobre el río y hace un movimiento rápido con su mano provocando que me salpique agua en la cara.

— ¡Oye! — grito.

Sin pensarlo me levanto y comienzo a salpicarle también. Él brinca hacia adelante a por mí, y no tardamos mucho en empezar a corretearnos. Así, como si fuéramos conocidos.

                                                                         ❃❁❃❁❃❁❃

Poco después, caminamos para que el aire nos seque, ya que aquí el sol es inexistente. Hacemos el camino hacia las casas, pero se detiene en seco.

— ¿Qué ocurre? — me giro a verlo.

Se queda con la mirada fija, sin responder, solo levanta su mano dedo para que guarde silencio.

Sigo su mirada y ahí entre colores verdes, el color rojo se hace presente. Ahí parado esta un gran zorro, sus ojos ámbar nos miran fijamente y su cola la mueve de un lado a otro.

Es precioso.

Me quedo admirándolo. Podría jurar que es un sueño, pero sé que es real, porque el niño me tiene sujetada de la mano.

El zorro da media vuelta y se va corriendo a través de los árboles. No me di cuenta que manteníamos la respiración, no hasta que ambos soltamos un suspiro de alivio.

— Eso fue...

— Increíble. — termino por decir.

— ¿Qué dices?

— ¡Jamás había visto uno tan cerca! — respondo entusiasmada.

— Pensé que nos atacaría.

— No, no lo haría.

— ¿Cómo estás tan segura?

— Solo lo sé.

Bajo la mirada y veo que aún está tomando mi mano.

—Mhm... — sigue mi mirada.

—Solo era por si teníamos que correr — suelta mi mano y mete las suyas en sus bolsillos.

Volvemos hacia nuestro camino.

— Los zorros son rápidos y hábiles en observar, nos alcanzaría en caso de correr — afirmo.

— Me parece que a alguien le gustan.

— ¿A ti no?

Me mira dudoso.

— Podrían gustarme.

El cielo cruje y siento una gota caer en mi frente, ambos miramos con dirección al cielo y corremos.

Las pájaros vuelan sobre las copas de los árboles buscando refugio, charcos comienzan a formarse y mi corazón se siente feliz.

Mis botas están repletas de tierra. Estamos por llegar al pueblo, pero cuando me giro para despedirme, el niño extraño ya no está. Ni siquiera note cuando ya no estaba a mi lado.

Olvide decirle que me divertí, pero lo que más me decepciona es el no haberle dicho mi nombre. Me giro de nuevo con dirección a los árboles.

— ¡Brenna! — grito —. Mi nombre es Brenna.

Eso ultimo sonó más bien como un susurro, pero espero que el viento se lo lleve para que él pueda saber mi nombre.

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