Capítulo tres

MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

Capítulo 3

Me levanté como era habitual para ir al colegio, evité encontrármelo. Salí con mi madre y después él con Rodrigo, cuando llegó al colegio solo cruzamos miradas llenas del mismo resentimiento de siempre.

—Si las miradas mataran, ustedes estarían muertos —comentó Katia.

—Tienes toda la razón, un día de estos vamos a terminar matándonos —escupí.

—Amiga, ¿estás segura de que lo que ambos sienten es odio? —Sonrió, la miré con el ceño fruncido.

—¿Qué insinúas? No ves que cada día nos soportamos menos, me choca tenerlo cerca, odio todo de él, es antipático, engreído, prepotente, amargado, me choca. Podría seguir y no terminaría nunca.

Cuando levanté la mirada él entraba con su novia tomados de la mano, Katia solo observaba, yo puse mis ojos en blanco.

—Si tú lo dices —se encogió de hombros.

—Conozco esa cara, ¿qué estás pensando? —Pregunté.

—No quisiera estar en tus zapatos el jueves —hizo una mueca exagerada.

—Ni me lo recuerdes, mejor cambiemos de tema. Ni te imaginas lo que pasó ayer.

Mientras caminábamos al salón le conté todo lo que pasó.

—¡Oh! por poco te acuestas con Juan, que nervios —susurró.

—La verdad no estaba muy segura.

En ese momento entró él profesor y Juan, lo ignoré, estaba molesta por salir corriendo como lo hizo. El día transcurrió con normalidad, a la hora de la salida Juan me alcanzó y me tomó del brazo.

—Amor, ¿estás enojada? —comentó Juan—,te invito a un helado.

—Saliste corriendo y me dejaste sola —Me crucé de brazos.

—Amor perdón, pero viste la cara de tu hermano, no quería problemas con él —Seguí caminando él tras de mí.

—Que no es mi hermano, aún así, él no tiene derecho de meterse en mi vida.

—Es tu hermanastro cariño, lo sé, pero no quiero problemas con él, ni mucho menos un golpe suyo, ya vez lo amargado que es —me abrazó, me besó, como decirles no a esos besos deliciosos.

—Lo que más rabia me da es que no pude estar contigo, era la oportunidad perfecta.

Le devolví el beso jugando con su lengua, provocando escalofríos en su cuerpo.

—Cariño, para eso tendremos mucho tiempo, no hay prisa —respondí.

Pasamos por un helado, dimos una vuelta por el parque y luego me llevó a mi casa. Entré y como siempre la casa estaba sola, mi madre casi nunca estaba en casa se la pasaba en el trabajo, ya me había acostumbrado a eso, a estar sola. Desde que mi padre se fue mi madre tuvo que trabajar mucho para darme todo lo que necesitaba, menos su tiempo y compañía. Cuando una madre tiene que hacerse cargo de sus hijos pasa la mayor parte de su tiempo lejos de ellos, aunque no les falta nada material les falta lo más importante su compañía y cariño.

A veces me sentía tan sola. Subí y me cambié de ropa, me puse una blusa de tirantes blanca y unos short cortos, recogí mi cabello en un moño alto, bajé y me acosté en el sofá. Tomé mi celular, revisé mis redes sociales, Juan tenía que irse a ayudarle a su padre. Katia tenía que ir a casa de su abuela, me puse a jugar con mi celular cuando se abrió la puerta principal, apareció mi querido hermanastro con Mateo.

—¡Que guapa estás Paola! — me saludó Mateo.

—Muchas gracias —respondí.

Álex solo ignoró y siguió su camino, Mateo parecía embobado mirándome, luego subió y se encerraron en su cuarto. Imaginé que para hablar de fiestas con licor y chicas. Me fui a la cocina y me preparé una rica fruta, estaba picando la fruta cuando entró Álex, traía una camiseta muy pegada a su cuerpo y una sudadera, como algo involuntario mis ojos se fijaron en su cuerpo, pero qué rayos me pasaba, tal vez quería ver si era verdad lo que decían todas, pero no, a mí me parecía horrible. ¡Que asco!

Abrió la nevera y sirvió un jugo, el silencio como siempre era tan cortante e incómodo, salió sin decir nada. Como siempre ignorándonos. Me serví mi fruta y salí al jardín. ¿Cómo hubiese sido mi vida si mi madre me hubiese dejado ir con mi papá? Seguro sería feliz, no viviría en el infierno donde estaba, como extrañaba a mi Papá.

¿Qué sería de él?

Esos pensamientos siempre llegaban a mí. Miles de preguntas llegaban a mí cabeza, preguntas que no tenían respuesta.

¿Dónde estará mi papá?

¿Pensará en mí?

¿Por qué nunca me buscó?

Terminé llorando y triste, pensando en que mi vida era un asco. Me tumbé en el césped con los ojos cerrados, solo lloré tratando de sacar ese dolor que llevaba adentro. Entré a la casa, subí a mi cuarto estaba tan distraída que no me di cuenta y me choqué con Álex solo me miró y seguí mi camino.

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Narra Álex.

—¿Qué le pasa a tu hermana? — preguntó Mateo.

—¡Que no es mi hermana, cómo te lo explico! — puse los ojos en blanco— ,esa está loca, seguro haciendo uno de sus berrinches, a mí que me importa lo que le pase a esa estúpida.

—No te enojes conmigo, al fin es como si lo fuera, bueno entonces no habrá problema, puedo hacer mi lucha —hizo un baile de cejas.

—¿De qué hablas? —pregunté.

—La detestas, pero no puedes negar que tu hermanastra está como quiere. Esa mujer parece una diosa, ese cuerpo esbelto y sus ojos divinos, esos labios carnosos provocativos.

—¿Estás ciego? No le veo ninguna gracia, es simple y no es de mi gusto, me parece horrible

—¿Tú estás ciego hermano?— Soltó una carcajada— .Paola está mucho mejor que las chicas con las que acostumbramos salir, esa mujer es divina.

—Tampoco es para tanto, el ciego eres tú, no es de mi gusto, tienes el camino libre si es lo que quieres, has el intento, pero la tonta esa tiene novio.

—Que mala suerte, pero haré mi lucha y tú me ayudarás, aunque sea para pasar un buen rato con ese cuerpecito.

—A mí no me metas en esas cosas, sabes que no la soporto, me asfixia tenerla cerca, la detesto.

—¿Seguro que la odias? —Fruncí el ceño, él soltó una carcajada—, no te enojes, solo era una broma.

Cambiamos de tema, luego de un rato se fue. No entendía que le veía, no tenía nada de gracia, era una caprichosa, grosera, orgullosa, soberbia, insolente, amargada, fastidiosa, podría seguir y no terminaría nunca, ¿dónde le veían la belleza? Mateo estaba ciego, jamás me fijaría en esa estúpida. Lo único que sentía por ella era odio, la detestaba con el alma. Subí a mi cuarto, cuando pasé por el frente de su habitación la escuché llorar, sentí algo extraño que no podía explicar, seguro solo satisfacción de verla sufrir, seguí a mi cuarto y la ignoré.

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Narra Paola.

Jueves…

Empaqué ropa cómoda como lo dijo el profesor, mi maquillaje que no podía faltar, algunas cosas que podría necesitar. Me puse un suéter azul, sudadera negra, solté mi cabello y me puse labial rojo, estaba lista para los días más horribles de mi vida. Estaba en la sala esperando a mi madre que nos llevaría al colegio, luego bajó Álex, llevaba puesta una pantaloneta y una camisilla negra.

—¿Lista querida hermanita para el infierno? —sonrió malvadamente.

—En cuatro años que llevamos viviendo bajo el mismo techo creo que es la primera vez que tendré que soportarte cerca tantos días, que más infierno que tenerte pegado las 24 horas —escupí.

—En eso estoy de acuerdo contigo mocosa — soltó una risita fingida—, tenerte cerca tanto tiempo ya me produce alergia.

Nos fulminamos con la mirada.

—Chicos, ¿listos para la excursión? — preguntó Rodrigo con una sonrisa.

—¿Cómo se sienten? —Comentó mi madre con ilusión.

—Normal — respondió Álex con frialdad.

—Nada del otro mundo —agregué.

Mamá y Rodrigo cruzaron miradas de tristeza porque nuestra relación no mejoraba, cada vez era peor.

—Arriba el ánimo, aprovechen el tiempo para conocerse el uno al otro — Rodrigo trató de animar la situación.

—Papá, no me interesa —respondió Álex.

—Álex tú eres el hombre de la casa, espero te comportes como tal, cuides y ayudes a Paola en lo que necesita, recuerda que es como tu hermana —indicó Rodrigo.

Puso sus ojos en blanco e hizo una mueca de fastidio.

—¡No necesito que nadie me cuide, le recuerdo que este estúpido y yo no somos nada! —exclamé molesta.

—¡PAOLA POR FAVOR! —gritó mamá.

—Por primera vez de acuerdo con la mocosa esa, nosotros no somos nada y jamás lo seremos que les quede muy claro —intervinó Álex.

Mamá se dejó caer en el sofá, empezó a llorar, Rodrigo la abrazó.

—¿Cuándo va a acabar esto por amor de Dios? —soltó Rodrigo lleno de frustración.

—¡Cuando ustedes desaparezcan de nuestras vidas! — respondí de mala manera.

Mamá se levantó me tomó del brazo con fuerza y con lágrimas me gritó.

—¡No más Paola, diario es lo mismo contigo, basta ya!

—Calma amor — Rodrigo intervinó—,esto no te hace bien, Paola y Álex sabrán comportarse, ¿verdad que podemos confiar en ustedes? Sólo necesitan tiempo.

—¿Cuánto tiempo? Cuánto más, a veces siento que no puedo más —Mamá lloró desesperada.

—¡Es lo más sensato señora, tomé su ropa y la de su hija y se marchan de mi casa! —escupió Álex fríamente.

Rodrigo levantó su mano estaba dispuesto a pegarle, pero mamá lo impidió. La situación era tensa podía ver odio en sus ojos, cómo siempre mi madre terminó llorando. La situación para ellos era realmente difícil y dolorosa, nosotros no los dejábamos alcanzar la felicidad que ellos tanto soñaban. Álex tomó sus cosas, fue el primero en salir, subió al lado del conductor luego subí yo en la parte de atrás.

—¡Como maldigo a tu madre y a ti, ojalá desaparezcas de mi vida! —Exclamó.

—¡Lo mismo pienso yo, m*****a la hora que aparecieron en nuestras vidas, tal vez en la dichosa excursión se nos cumpla el sueño alguno de los dos! —respondí de mala manera.

Rodrigo nos dejó en el colegio, nadie pronunció palabra. Todos estábamos reunidos en la cancha cuando llegó el profesor.

—Todos listos para salir, les recuerdo que en el instante que suban al autobús deberán estar con su respectivo compañero, no se alejaran por ningún motivo. El trabajo es en pareja, cada uno estará dispuesto ayudar a su compañero en cualquier dificultad por pequeña que sea, estaré evaluando su comportamiento. Les advierto nada de cosas malas en la noche, ya que también deben armar y pasar la noche en la misma tienda.

Esto parecía una película de terror, resulta que tendremos que ser como la sombra del otro, cómo íbamos a sobrevivir cuando ni siquiera nos soportabamos, eso sería muy difícil, en el fondo tenía miedo. No podíamos alejarnos del compañero que nos tocó, a Juan le tocó con otra chica, al igual que a Oriana. Álex le dio un beso a su novia antes de subirse al autobús, al igual que yo con Juan.

Al empezar el viaje solo podíamos contar con el compañero elegido, no podíamos tener contacto con los demás, a no ser una emergencia, esto parecía un castigo divino. Entre más nos odiabamos el destino más nos juntaba, cuando solo queríamos estar lejos del otro. Miré por la ventana y los demás estaban felices, hacían bromas, reían y nosotros parecíamos dos condenados a muerte. Sentía tanto enojo con la vida misma por todo lo que estaba pasando.

El viaje duró una hora. Llegamos a las afueras donde nos esperaba un señor que sería el guía, en ese lugar no había señal de teléfono estábamos incomunicados desconectados del mundo, aunque parecía un lugar muy bonito, se respiraba aire fresco, el primero en salir era él profesor y él guía, luego iríamos atrás por parejas a una distancia prudente, tomamos cuaderno y lápiz para tomar nota de todo.

Respiré profundo porque la tortura había llegado, era las nueve de la mañana y nos esperaban tres horas de camino. Caminábamos en total silencio, había muchos tipos de plantas, flores, insectos, trataba de seguirle el paso, pero él era deportista estaba acostumbrado, y yo no, ni al gimnasio iba, estaba cansada así que me detuve.

—¿Por qué te detienes?—gruñó.

—Estoy cansada —fruncí el ceño.

—Que floja eres —Puso los ojos en blanco.

—¿Cómo pretendes que te siga el paso? —me quejé.

Siguió caminando tomando nota de lo que veía, saqué mi jugo y me lo tomé un rico jugo de piña. Había llegado la hora de fastidiar, sonreí para mí. Se detuvo cuando llegó a la entrada del bosque, pasé por su lado y seguí, le mostré la lista que llevaba hasta el momento, al igual que él. Lo sentí incómodo, como si tuviera picazón en su cuerpo, se quitó la camiseta, abrí mis ojos como platos, su cuerpo era espectacular, todo su abdomen marcado lleno de cuadritos y unas líneas perfectas que marcaban su zona V, el ejercicio le sirvió mucho, pero que me pasaba, había visto cosas mejores.

—¡EH! —gritó—, no te quedes parada. Mírame, creo que algo me picó.

Me dio la espalda, yo estaba como embobada, pero qué rayos me pasaba. Sacudí la cabeza saliendo de mi trance.

—No tienes nada, seguro te picó un bicho no seas nena —solté una risita.

Seguí caminando con una ligera sonrisa, sabía que la comezón que tenía era porque había tomado jugo, él es muy sensible a la piña y con solo sentir el aroma o incluso que alguien tome jugo él siente picazón, pero solo fue un poco, no pasaría nada. Esa vez supe medirme. Me alcanzó y me tomó del brazo girándome hacia él, las gotas de sudor corrían por su cuerpo, pero por qué lo estaba mirando, además esos lunares en su cuerpo lo hacían ver feo, horrible, no sabía qué le veían, eso quería pensar yo.

—¿Fuiste tú verdad? —inquirió molesto.

—¿Ahora qué rayos hice? —exclamé.

Me solté de sus manos, se acercó tanto a mi rostro que sentí su aliento caliente en mis labios, me quedé inmóvil.

—Piña, tomaste jugo, por eso siento alergia —masculló.

—A mí me gusta el jugo de piña —seguí caminando—,que tú no lo puedas tomar no es mi maldito problema.

—Eres insoportable —gruñó—,solo lo hiciste por molestar.

—¡Ahora resulta que no puedo tomar el jugo que me gusta, tengo que hacer lo que la princesa delicada diga! —exclamé.

Frunció el ceño, sacó algo de su bolsillo.

—Ten, toma esta menta para que se te quite el aliento a piña, que es lo que me provoca la alergia —tendió su mano.

—¡Tú crees que voy a recibir algo de ti! —arqueé una ceja.

—¡Tú crees que yo te daría algo para aprovecharme de ti! — dijo en un tono burlón—, no, ni estando loco, tú no estás en mi lista, no me agradas para nada, aunque los demás dicen que eres hermosa yo no veo dónde tienes la belleza, no tengo tan mal gusto, eso se lo dejo a Juan.

—Lo mismo digo — levanté mis hombros, pero que se creía, porque me enojaba tanto—,no me fijaría en ti, aunque fueses el último hombre del mundo, cómetelo tú.

Seguí caminando y él tras de mí. Luego salí corriendo, él solo gritaba, estaba enojado, furioso, me causaba satisfacción verlo así. Sentí que me llamó por mi nombre y cuando giré literal saltó sobre mí, perdimos el equilibrio y caímos al suelo, él quedó encima de mí aplastandome con el peso de su cuerpo, nuestro corazón latía a mil por hora, me imaginé que era por la carrera que metimos, con la voz agitada exclamó.

—¡Te dije que te lo comieras y lo harás!

—¡No quiero! — Estábamos tan cerca que sentía su aliento en mi rostro, con voz retadora respondí—. ¿Qué harás?

—¡Como me chocas mocosa!

Puso los ojos en blanco, respiró profundo. Destapó el chicle y lo metió a mi boca, luego puso su mano sobre mi boca presionando con fuerza haciendo que me lo comiera, pataleé, traté de forcejear, pero él era más fuerte que yo, soltó una risita de triunfo.

—¿No que no?

—Quítate de encima —lo empujé—,me chocas.

Mi ropa estaba llena de tierra, me incorporé, estaba muy molesta. Seguimos nuestro camino, él caminaba tras de mí, luego de unos minutos, sentí algo que me golpeó la espalda, seguido de un gritó.

—¡SERPIENTE!

Ya imaginan los gritos que solté, parecía una loca, perdí el equilibrio y caí en un charco de lodo, él muy estúpido reía a carcajadas, no se podía negar que cuando sonreía se veía diferente, pero qué rayos te pasa Paola, repetía en mi cabeza.

—¡TE ODIO MIL VECES TE ODIO! —Grité furiosa.

—Querida hermanastra quedamos a mano —elevó una ceja.

Me incorporé, estaba llena de lodo, pero esto no se iba a quedar así, cuando dio la espalda salté sobre él rodeando su cuello con mis manos y su cintura con mis piernas.

—¡Suéltame, qué te pasa, estás loca! —gritó.

Empezamos a forcejear, él trataba de zafarse, pero con más fuerza me aferré, en un giro brusco caímos al suelo, pero fui más rápida quedando encima de él, tomé por puñados de lodo y los pasé con mis manos por su rostro.

—¡Eres una m*****a loca, estás demente, déjame! —me sujetó de las manos con fuerza. Estaba furioso.

—¡Ahora si estamos a mano! —Sonreí.

Por un segundo nuestros ojos se encontraron, era una rara sensación, él me alejó. Ahora los dos estábamos llenos de lodo hasta el cabello, parecía un niño haciendo berrinches, no saben como lo disfruté.

—¡Te odio m*****a mocosa, estás loca, qué estaré pagando yo para tener que soportarte! —gritó.

Me levanté y seguí mi camino, él seguía con su cara de amargado discutiendo, yo solo moví mis hombros y le saqué la lengua, que tontos, parecíamos niños.

»¡Paola eres una infantil, insolente, no te soporto! —exclamó.

—¡Pues somos dos! —me encogí de hombros.

Seguimos hasta que nos reunimos con todos, donde se hacía la primera parada para descansar. Nosotros éramos los últimos. Llamamos la atención de todos por la manera en la que llegamos, todos llenos de lodo.

—¿A ustedes qué fue lo que les pasó? — preguntó el profesor con mucha curiosidad.

Cruzamos miradas, si el profesor se enteraba de nuestra discusión era capaz de hacernos reprobar.

—Trabajo en equipo, ¿verdad Paola? —respondió Álex.

Asentí.

—¿Cómo en equipo? —indagó el profesor.

—Resulta que mi hermanita notó una planta extraña, quiso acercarse, pero estaba justo al lado de un pequeño barranco, resbaló cayendo en un lodazal, yo quise ayudarla y también me caí, pero al fin trabajando juntos y logramos salir.

—Excelente, los felicito, de eso se trata el compañerismo y el buen trabajo en equipo —el profesor sonrió.

Que bueno salió para mentir, al parecer el profesor nos creyó todo, descansamos unos minutos, tomamos un pequeño refrigerio y luego continuamos. No podía evitar recordar lo que pasó, sonreí, me causaba mucha gracia y no entendía el por qué, seguro por la cara que ponía cada que discutía y se enojaba.

Continuará….

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