Capítulo 5.

Elizabeth.

-Es una lastima que tengamos que irnos tan pronto - Sentencio Daniel mientras terminábamos de recoger nuestras cosas en la habitación del hotel.

-Si… - Asentí yo sin darle mucha importancia a sus palabras, porque lo cierto era que desde la noche anterior, yo no había podido dejar de pensar en William, en su propuesta, en la oportunidad, en lo que pasaría de encontrarnos totalmente a solas y millones de cosas más, mi mente era por completo un vaivén de sentimientos, hipótesis e ideas que me tenían mareada.  

-¿Te sucede algo? - Inquirió Daniel con el ceño fruncido.

-No, nada.

Daniel se quedo dubitativo por un par de segundos, como si de alguna forma el fuera capaz de ver a través de mi alma y saber que había algo por lo que estaba atormentada, pero en esa ocasión, aquella habilidad de él no me convenia en lo absoluto, porque yo no quería que supiera que estaba pensando en otro hombre, no quería que se hiciera ideas erróneas en cuanto a William, o a ninguna otra persona.

-¿Qué te ha sucedido en la mano?

-¿Que? - Pregunte mientras dejaba a un lado la maleta en la que guardaba los equipos.

-¿Qué te ha sucedido en la mano? La tienes maltratada - Yo me fije en los rasguños alrededor de mi piel, y entonces como si lo estuviera viviendo a penas, la noche anterior se proyecto en mi cabeza como si de una película se tratase, y lo vi nuevamente a él, a William, a sus mano poniendo esa piedra preciosa en mi dedo, deslizándola con suavidad mientras me obligaba a tener los sentimientos mas contradictorios del mundo, mientras mi espina dorsal se erizaba debido a la electricidad que sus manos y ojos evocaban, y la culpa, y todo lo erróneo que era aquello que estaba haciendo y sobre todo, sintiendo.

-No ha sido nada, anoche cuando intente tomar una foto, la cámara se resbalo de mi mano, y cuando intente sostenerla con fuerza entonces me rasguñe con las uñas - Mentí, sorprendiéndome a mí misma de lo fácil que había sido hacerlo.

-Entiendo - Él musito - Han de haber quedado asombrosas las fotos, no puedo esperar para verlas - Él me sonrió no muy convencido.

-¿A qué hora te esperan en la escuela? - Pregunté cambiado al fin de tema por uno menos nocivo para mi salud mental.

-En la tarde, he quedado en dictar la clase de música a última hora – Respondió - Eso nos deja el tiempo suficiente para llegar, y arreglar todo lo que necesito.

-Por supuesto.

-Lizzy, ven aquí - Daniel se acercó a mí, me tomo de la cintura haciéndome quedar frente a frente con él, y entonces suspiro, y me vio a los ojos - ¿Hay algo que te esté molestando? - Inquirió moviendo uno de los mechones de mi cabello tras mi oreja.

-No, todo esta en orden, igual que siempre - Sonreí débilmente, pero sabía que él no me creía, no había forma de que lo hiciese, después de todo ni siquiera yo misma estaba segura de estar del todo bien, había muchas cosas pasando dentro de mí, muchas preguntas aglomerándose en mi cabeza, y no sabía que iba a hacer para lidiar con aquello.

Daniel me beso, y a pesar de que nuestros labios estaban unidos, y de lo mucho que yo lo quería, simplemente no era capaz de expresarlo, me sentía mal porque no era su rostro el que veía cuando cerraba los ojos, porque por algunos instantes imaginaba el sabor de los labios de William, imaginaba sus manos fuertes y experimentadas ahuecando mi rostro, y sabia que no era correcto, y no encontraba forma de obviarlo, William se había convertido en un maldito fantasma habitando en mi subconsciente, como si me estuviera gritando cosas al oído, como si me hubiera hechizado con esos ojos suyos y entonces ya no hubiera camino de vuelta.

No había vuelta de hoja.

-Daniel, cariño, debemos irnos ya si quieres llegar a la escuela a tiempo - Susurre apartándolo con suavidad de mí.

Él simplemente bajo la mirada al suelo, soltó un bufido pesado y se alejo derrotado de mi lado, como si de alguna forma alcanzara a saber todo lo que estaba mal conmigo.

-¿Sabes qué? Espérame un momento, tengo algo que hacer antes de irnos. - Le dije

-Por supuesto - Él no preguntó, y yo no le iba a dar mas explicaciones, así que antes de que tuviera la oportunidad de decir alguna otra palabra, yo salí de la habitación y me dirigí a la recepción del hotel.

-Disculpe, ¿Podría prestarme un bolígrafo y un trozo de papel? - Le pedí a la señorita tras el mostrador de recepción.

-Aquí esta - Me tendió dedicándome una amable sonrisa.

Yo le sonreí de vuelta y entonces escribí sobre el pequeño papel membretado con el nombre del hotel.

“59876294 llámame”

-Elizabeth

Puse sobre el papel, sin explicaciones, sin nada que agregar, yo solo necesitaba con urgencia que él me llamara, como si de repente él se hubiera convertido en mi oxígeno.

-¿Podría enviar esto a la habitación del señor William Fitz? - La mujer me miro con intriga, y el ceño incluso un poco fruncido, sin embargo yo mantuve mi inexpresiva sonrisa hasta que ella recibió el pequeño papel y aseguro que se lo daría.

Ya estaba, sabia que iba a volver a verlo, no sabia cuando, ni en que circunstancias, pero lo cierto era que aquel papel acababa de asegurarme que iba a tener la posibilidad de verlo incluso aunque fuera por una ultima vez, y eso era para mí, mucho más que suficiente.

No tuve la necesidad de volver nuevamente a la habitación porque en cuanto me di vuelta, vi la silueta alta, fornida y masculina de Daniel caminando hacia mí con la pequeña maleta que habíamos traído.

-¿Lista? - pregunto en cuanto me alcanzo.

-Por supuesto que si - Yo le sonreí, una sonrisa que esperaba que despareciera la turbada expresión que había sobre su rostro.

-¿Hiciste lo que tenías que hacer? - Inquirió con voz seria e incluso me atrevería a decir que poco serena.

-Si, de hecho, sí.

La mayor parte del camino la pasamos en silencio, yo miraba a través de la ventana el paisaje que dejábamos atrás y Daniel estaba concentrado en la carretera que tenia al frente, sin embargo sabia, por la expresión en su cara, que algo se cruzaba por su cabeza, tanto él como yo teníamos mucho en lo que pensar.

-Elizabeth, sé que no necesito hacerlo, pero quiero agradecerte por acompañarme, por darme ánimos y por estar conmigo sin importar cual sea la situación - Yo no dirigí mi mirada a él, ni siquiera respondí a sus palabras, yo solo me quede en completo silencio enmudecida ante sus palabras, porque de alguna forma sentía que aquellas palabras me habían atravesado el alma, como me estuviera agradeciendo por habernos cruzado en el camino de William.

Ninguno dijo nada más, el silencio volvió a envolvernos, los pensamientos a agobiarnos y el tiempo a jugar en nuestra contra.

Daniel entró acelerado en casa, subió a nuestra habitación, y se cambio de ropa con rapidez, yo por el contrario me quede en la cocina, y me prepare un te caliente.

-Volveré más tarde - Espeto con afán mientras tomaba las llaves del auto y salía por la puerta principal.

Nuevamente, yo no dije nada.

Mientras los minutos corrían dentro de la solitaria casa, yo me mantuve deambulando alrededor del teléfono, con mi taza de te en la mano, y cuando el aparato por fin sonó, sentí que el corazón se me iba a salir del pecho.

-¿Si? - Atendí a la llamada.

-¿Elizabeth? - Era su voz, era ese tono extrañamente encantador que solía usar cuando susurraba mi nombre y parecía que lo acariciaba entre silaba y silaba.

-William… - Sonreí como estúpida a través del teléfono, como si de pronto el pudiera verlo.

-Tengo que aceptar que haber recibido aquella nota tuya fue un poco extraño teniendo en cuenta nuestra conversación de anoche.

-Lo se y yo lo lamento, no era mi intención enloquecer de aquella manera, e irme, pero me desequilibre durante algunos minutos.

-No pasa nada, enserio. Elizabeth, ¿Para qué me has pedido que te llamara?

-Yo quería hablar a cerca de anoche, de lo que me dijiste en el bar - Solté sintiéndome momentáneamente avergonzada, notando el calor en mis mejillas que delataba lo coloradas que debían estar.

-¿Vas a aceptar mi propuesta? - La pregunta de William me obligo a permanecer en silencio durante algunos minutos, mordiéndome el labio para no decir algo de lo que después pudiera arrepentirme, jugando con el cable del teléfono durante esos pocos minutos en que ambos permanecimos en absoluto silencio.

-¿Vas a ayudar a Daniel con su carrera musical?

-Por supuesto que sí, te he hecho una promesa - Asevero con tono formal.

-Bien.

-¿Qué quiere decir bien?

-Que acepto la propuesta­ - Solté demasiado rápido, tanto que las palabras casi que salieron atropelladas de mi boca.

-Elizabeth, ¿Estas segura de lo que me estás diciendo?

-Por supuesto que sí, tú mismo has dicho que será solo una noche, ¿No es así? Será un momento en que podremos conocernos un poco más, supongo que hablar y ya está, ¿Estoy en lo correcto?

Él soltó una risa tímida que alcance a escuchar a través del teléfono.

-Estas en lo correcto - Sentencio - ¿Qué te parece esta noche?

-¿Esta noche? ¿Tan pronto?

-Te he dicho ya que no planeo pasar otro segundo de mi vida sin poder conocerte - Sentencio.

-De acuerdo.

-Enviaré un auto a recogerte esta noche porque dudo mucho que a Daniel le haga gracia verme frente a su casa esperando por ti, ¿Me equivoco?

-No.

-Entonces lo enviare alrededor de las 7 pm, nos vemos esta noche, Elizabeth.

-¿A dónde iremos?

-Sin más detalles - Dijo y entonces colgó, dejándome con el interrogante.

No sabia que era lo que ese hombre generaba en mí, pero entre más me acercaba, más ganas sentía de conocerlo, me sentía atraída por su vida, por su forma de ser, por su manera de mi mirarme y por todo de él.

El ocaso comenzó a extenderse antes que yo fuera si quiera capaz de procesar esa noche y de pensar en todas las posibilidades, después de hablar con William fue como si mi mente se hubiera quedado en blanco, me había cansado de pensar y suponer, de imaginar todas las cosas que podían salir bien y al mismo tiempo todo lo que podía salir mal, simplemente quería que aquella noche llegara, sin darle mas vueltas al asunto, William me había hecho un promesa, y tal y como yo veía las cosas, aquella era la mejor oportunidad de nuestras vidas, después de esa noche, el resto seria historia, y entonces Daniel triunfaría, nos mantendríamos juntos, y en algún momento remoto de nuestra vejez yo le contaría con pelos y señales como fueron las cosas, y entonces ambos no reiríamos de eso, y él me agradecería por haberlo hecho, ese fue el último pensamiento que tuve antes de que Daniel llegara a casa y el infierno se desatara entre las paredes que nos encerraban.

-¿Planeas salir esta noche? - Me pregunto en cuanto me vio sin siquiera saludarme.

-Si, había olvidado comentarte, pero William me ha invitado a una cena esta noche - Decidí que si quería irme en paz, lo mejor era ser lo mas trasparente posible, me había propuesta no acercarme indebidamente a William, eso quería decir que no iba a traicionar a Daniel, y por tanto no debía ocultarle nuestro encuentro, nada malo iba a suceder entre ese hombre y yo, y esa era la conclusión de absolutamente todo.

-¿A cenar? - Inquirió con el rostro contraído en una mueca.

-Si, a cenar - Reitere mientras me ponía un poco de mascara negra en las pestañas y algo de colorete rojo pálido - Es algo sin importancia.

-¿Algo sin importancia? ¿Te has visto ya como vas vestida, Elizabeth? - Soltó con rabia.

-Es lo apropiado para un cena - Levante los hombros, no llevaba nada del otro mundo o que pudiera considerarse inapropiado, tenía puesto un vestido azul oscuro con destellos brillantes que llegaba un poco más debajo de la mitad de mis muslos, era precioso, con un top alto ajustado y la falta suelta.

-No vas a salir con ese hombre – Dijo.

-Por supuesto que, si voy a salir con él, Daniel, él me ha dicho que puede hacerme un lugar en alguna galería de Nueva York - Tergiverse la verdad - ¿Sabes lo que significa eso para mí?

-¿Y sabes lo que significa para mí el hecho de que hayas aceptado salir con él a solas a cenar?

-No estaremos a solas - Mi intención era no mentirle, pero él me lo podía demasiado difícil, y entonces antes de meditar al respecto ya yo estaba diciendo alguna otra cosa que hacía que la situación se viera mucho menos peor de lo que él creía que era.  

-¿Y entonces?

-Estaremos con un amigo de William, dueño de algunas pequeñas galerías en Nueva York y alguna que otra en Brooklyn, ¿Entiendes que esto es algo de negocios?

-No me fio de lo que dices - Bufo claramente exaltado.

-No me importa si me crees o no, porque lo cierto es que voy a ir con él, esto es mucho mas importante que cualquier rabieta tuya, tu mismo lo has dicho esta tarde, he estado contigo siempre, en cada paso que has dado y has querido dar, te he apoyado incluso en aquellas cosas que han resultado un fiasco, ¿No puedes hacer lo mismo por mi tan solo por esta noche?

-Dejarte ir con él no es apoyarte, dejarte ir con él es permitir que… - Daniel se quedó en silencio, exasperado, midiendo sus palabras.

-¿Dejarme ir con él es qué?  

-Dejarte ir con él es como regalarte.

-No soy un objeto, Daniel, no me estas regalando a nadie, me estas permitiendo luchar por lo que amo y lo que me apasiona, si eso es un problema para ti, entonces debiste haberlo dicho desde mucho tiempo atrás.

-¿Qué significa eso?

-Que yo jamás te diría que no hicieras algo por mí, no me importaría si ahora decidieras coger una maleta e irte a través de todo el país simplemente para perseguir tu sueño, incluso aunque eso pudiera desestabilizar lo que tenemos ahora, incluso aunque significara pasar tiempo apartado el uno del otro. No me importaría que lo hicieras porque te amo, y porque sé que no hay nada en el mundo capaz de separarnos.

No sabia de donde había sacado la valentía para decir aquellas palabras, pero de lo que si tenía certeza era, que nunca estuve mas segura de decir absolutamente nada más, Daniel y yo éramos una sola persona, y no me importaba lo que llegase a suceder, o todas las veces que William decidiera rondar por mi cabeza, aquello no iba a cambiar nunca.

-Esto es diferente, ¡Maldita sea, Elizabeth! Esto es diferente - Espeto con la mandíbula apretada.

-¿Diferente porque? ¿En qué se diferencia esto de todos los sacrificios que yo he hecho por ti?

-No quiero perderte - Murmuro al fin, las palabras salieron casi como un gemido lastimero mientras mi corazón se sentía estrujado ante su expresión, ante sus ojos mirándome como un niño inocente e indefenso.

Yo me acerque tambaleando hacia él.

-No vas a perderme, no hay forma en que yo te abandone a ti, ¿Lo entiendes?

-No sabes de lo que estas hablando, Lizzy

-Creme cuando te digo que no planeo apartarme de tu lado.

-¿De verdad crees que no me di cuenta de la manera en la que se miraban anoche mientras yo tocaba o mientras estábamos cenando? ¿De verdad crees que estoy tan ciego?

-No era ninguna mirada fuera de lo normal, Daniel, te estas poniendo paranoico, él es una persona nueva que ha llamado nuestra atención, ¿Acaso tú no te sentiste maravillado por ese hombre?

-Por supuesto que sí, y es justamente a eso a lo que me refiero. Él tiene cosas que maravillan a las personas, que las obligan a permanecer con él, nos ha tenido a su lado desde el minuto en que lo conocimos, hemos estado a su entera disposición y antojo desde entonces.

-¿Y crees que eso es algo malo?

-Si sabemos manejarlo, no lo es, pero si se sale de nuestras manos, entonces nos veremos envueltos en una red en la que me temo que los únicos que van a perderse somos nosotros - Creo que nunca vi a Daniel tan desesperado como en ese momento, y realmente quería hacer algo para que se sintiera mejor, pero mi decisión no iba a cambiar, y sabía que más tarde que temprano Daniel estaría agradecido por eso.

Porque jamás me permitiría que los años siguiesen corriendo y que nosotros estuviéramos en el mismo punto de la historia únicamente porque yo no fui capaz de ir a cenar con un hombre que al fin y al cabo me agradaba.

-Ya tengo que irme - Dije en cuanto me di cuenta que un auto negro y brillante había aparcado frente a nuestra casa.

-¿Vas a irte?

-Si, regresare temprano, no te preocupes por mi - Yo me acerque a él, y le di un beso en los labios que él no correspondió, solo volvió a tomar el blazer de su sastre y camino a mi lado.

-¿A dónde vas? - Le pregunte en cuanto el viento nocturno nos envolvió.

-Iré con Luis, en este momento ciertamente no deseo estar en esta casa - Soltó, alejándose rápidamente de mí, como si no quisiera verme subir al auto y marcharme, como si aquello augurara algo para él.

No pude evitar preguntarme si eso si iba a valer la pena, y no sabia si se debía a lo que Daniel me había dicho o a mis nervios que se incrementaban en cuanto el auto mas avanzaba, lo cierto era que a pesar de todo, ya no había nada que ninguno pudiera hacer, no había vuelta en el tiempo, lo hecho estaba y yo solo esperaba que fuera lo mejor.

-Señorita, hemos llegado - Dijo el chofer, en cuanto comenzó a detenerse frente a una casa preciosa.

El lugar era inmenso, había una fuente en la entrada, las puertas eran increíblemente altas, ¡Y yo que pensaba que el Caesars palace era lo más suntuoso que había entonces! Sin duda alguna la arquitectura del lugar era perfecta, no había detalle erróneo, cada cosa acompasaba con la otra, las flores, el jardín, el mármol, los diseños exteriores, era magnifico, increíble, y yo estaba ahí…

-Elizabeth - William me recibió en la entrada, iba vestido un poco mas informal de lo que lo había visto anteriormente, llevaba puesto un pantalón de traje color negro, y una camisa azul que tenia doblada en los brazos, no llevaba puesta una corbata, o nada adicional, era solo él.

Y me gustaba lo que tenia al frente… Ciertamente era un hombre atractivo, llamativo y muy masculino.

-Así que me has traído a tu casa - Murmure mientras nos adentrábamos más en el lugar.

-Esta no es propiamente mi casa – Sonrió - Es solo un sitio al que me gusta visitar, tengo muy buenas historias aquí.

-¿Entonces donde vives?

-Mayormente paso mi tiempo en el Caesars, y aquí y allá, no hay nada que me haya obligado a quedarme nunca en un solo lugar.

-Ha de ser interesante, ¿No es así?

-Si, por supuesto que lo es – El sonrió mientras me observaba- He pedido que preparen algo especial para nosotros - ambos entramos en un saloncito encantador, había una chimenea calentando el ambiente a un lado, un pequeño silloncito frente a ella, y una mesa dispuesta para dos a la derecha, la luz era tenue, el ambiente era incitante, y de repente yo sentía que necesitaba algo de agua.

Su rostro iluminado por las cálidas llamas de la chimenea no eran ciertamente la imagen que yo necesitaba en ese momento.

-Toma asiento - Me invito al silloncito, yo me senté, y entonces el camino hacia el minibar que había integrado a uno de los lados del salón - ¿Quieres tomar algo?

-Si, un trago estaría bien.

-¿Alguno en especial?

-No - Dije, y entonces el comenzó a servir un par de copas.

-Me alegra que estés aquí.

Yo asentí, y recibí la copa que él me estaba tendiendo, de inmediato le di un sorbo a la bebida que se deslizo amarga por mi garganta.

-Dime algo, Elizabeth, ¿Daniel sabe que estas aquí? – Inquirió - no es que ese sea el tema del que quiera tratar esta noche, pero hay un par de cosas que debo saber antes.

-¿Antes de que? - Pregunte con curiosidad.

-¿Daniel sabe que estas aquí? – Reitero.

-Si.

-¿Y sabe porque estás aquí? – Me llevé la copa a la boca, di un sorbo largo a mi bebida, y respondí tras eso.

-No.

-¿Por qué no se lo has dicho?

-Porque no quería que se preocupara por cosas por las que no tiene por qué preocuparse.

-¿Te preocupa que piense que algo puede pasar entre tu y yo?

-No va a pasar nada, así que mi preocupación nace de la imaginación de Daniel, no de la consecuencia de mis actos.

-Ustedes son ciertamente una pareja muy peculiar - Soltó una risa, y bebió de su trago.

-Somos una pareja que se ama, no veo que haya de peculiar en eso.

-Por supuesto que si - Se burlo.

No sabia que era lo que William había visto en mis ojos, no me atrevía a sacar conjeturas, sin embargo sabia que algo había notado, porque sus ojos estaban acribillando mi alma, y por un pequeño instante supe, que él no me creía, por alguna razón William Fitz no creía que yo estuviese enamorada, casi como si él alcanzara a ver algo que yo no era capaz.  

Tratando de alivianar la tensión sobre mis hombros, yo me terminé el trago y desvié la mirada de su iris en el que se reflejaban las llamas, había algo inquietante en esa imagen.

Y entonces antes de que yo pudiera poner algún tipo de objeción, William llevo su dedo pulgar hasta la comisura de mis labios, y recogió una gota de licor que se había derramado.

Él no me creía, sabia que era vulnerable, y en ese momento, yo tampoco sabía muy bien que pensar respecto a nada.

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