Capítulo 1.

Daniel.

Siempre pensé que la vida seria lo mismo, que enseñaría en la misma escuela primaria, que vivirá siempre junto a Elizabeth, y que quizá, en algún punto de la historia iba a conseguir lo que tanto había anhelado, sin embargo, si esto último no sucedía nunca, entonces no tenía nada por lo que no sentirme agradecido.

Después de todo, había logrado la mayor parte de lo que había querido, y lo había hecho junto a ella, por eso fue que me tomo tanto tiempo comprender como era que todo aquello había comenzado, como habíamos caído en ese vórtice y, sobre todo, como nos habíamos perdido en el y en el proceso.

-¡Daniel! ¡Daniel! - Me grito Luis mientras se acercaba corriendo hacia donde yo estaba.

-¿Qué pasa, hombre? - Le pregunte mientras lo veía con el ceño fruncido y terminaba de guardar los trabajos de arte de los niños en el maletín color café.

-¡Tengo buenas noticias! - Luis se veía extasiado, e incluso en algún punto creí que iba a ponerse a llorar, sin embargo él solo me abrazo, y me conto la noticia.

Aquella que no sabía que iba a cambiar mi vida.

-¿Qué noticia? - Le pregunte, riéndome de su euforia.

-He conseguido un par de toques, no son nada del otro mundo, pero he conseguido que alguien pueda escucharnos, ¡Hermano, van a darnos una oportunidad! - Grito y entonces yo tuve que disculparme con la madre de uno de mis alumnos que pasaba a nuestro lado.

-¿De qué demonios estás hablando? - Inquirí.

-Un amigo de mi primo ha comprado una pequeña cadena de restaurantes al sur del país, y le he pedido que nos permita tocar un par de noches en sus restaurantes, ¡Y ha dicho que si!

-¡Joder, Luis! - Me pase la mano por el cabello castaño, y lo mire con los ojos bien abiertos, no podía creer lo que me estaba diciendo, si bien no era gran cosa, era algo, algo que podía significar mucho, tal vez no ahora, ni en un futuro próximo, pero esperaba que algún día… - ¿Y qué es lo que tenemos que hacer? - Pregunte contagiado de la emoción de mi amigo.

-Deberemos conseguir como irnos, será como una gira de amateurs, supongo que necesitamos una caravana, donde podamos ir y vivir este par de semanas, y algo de dinero para la manutención.

-Espera, ¿No van a pagarnos nada?

-No para empezar - Luis entendió a lo que me refería y adopto una actitud seria - No pueden darnos nada porque no somos nadie todavía – Explico - Pero en cuanto hagamos que la gente nos conozca, tendrán que darnos algo por cada uno de nuestros toques ¡Vamos, amigo! Es mejor eso que nada.

-Si, por supuesto que sí, pero no puedo dejar a Lizzy aquí valiéndose por sí misma, sabes que a duras penas nos alcanza con lo que yo gano, y tampoco puedo llevarla conmigo.

-¿Por qué no?

-Porque no puedo decirle que abandoné su vida de un día para otro, mucho menos por algo tan incierto, y está por otro lado la casa - Solté un bufido.

-¿Qué hay con la casa? ¿Qué pasa?

-Esta mañana el cartero nos ha llevado una notificación del banco, si no pagamos las cuotas del crédito nos la quitaran, es lo único que tenemos, y no puedo arriesgarme a perderla, Lizzy se moriría - Recordé la forma en la que Lizzy me había sonreído cuando compramos la casa, y como paso los siguientes dos meses pintando las paredes con sus colores, arcoíris y pinturas que yo realmente nunca había entendido del todo.

Solo sabia una cosa, que esas pinturas significaban que ese era nuestro hogar, y que ella lo amaba.

-Sera solo un mes.

-Cuatro semanas pueden ser mucho, Luis - Sentencie.

-¡No te preocupes! Vamos a encontrar que hacer - Me dijo, sin embargo pude percibir ese leve tono de derrota en su voz, sabía que era una oportunidad que probablemente no nos la iba a conceder nadie más, por lo menos en mucho tiempo, pero también debía entender que no podíamos irnos sin más, por lo menos yo no, tenía responsabilidades, y un empleo que podía brindarme una cierta tranquilidad mientras lo mantuviera.

No podía simplemente echar a la borda mi vida, por cuatro semanas que por como yo veía las cosas eran las más inciertas a las que nos podíamos enfrentar jamás, y no podía hacerlo, sobre todo, porque por encima de cualquier cosa estaba Lizzy, y a ella no la iba a poner en un segundo plano ni siquiera por mis sueños.

Ella era lo primero, y lo segundo, ella era todo, y no sabía si Luis alcanzaba a entender eso, pero así eran las cosas, y yo ciertamente no quería que fueran diferentes.

-Por supuesto que encontraremos una solución - Palmeé su hombro, y asentí.

-Salúdame a Elizabeth, ¿Quieres?

-Por supuesto - Luis dio media vuelta, metió las manos en los bolsillos de sus pantalones caqui, y caminó calle abajo mientras yo sacaba las llaves del auto de mi chaqueta y entraba en el.

Supe que me gustaba la música desde que encontré el viejo saxofón de mi abuelo en el estudio de nuestra antigua casa, y me quede allí en esa habitación durante horas mientras intentaba adivinar como era que funcionaba aquel artefacto, recuerdo haber dado unas treinta vueltas alrededor de él, apreté uno que otro de sus botones dorados, y entonces me rendí, no era capaz de hacer que ese objeto tan extraño hiciera absolutamente nada, y empezaba a aburrirme.

En ese momento, el abuelo entro en el estudio, me vio frustrado y se rio a carcajadas a costa mía, tomo el saxofón, metió la boquilla en medio de sus labios, y con sus pulmones, viejos pero fuertes, comenzó a tocar una melodía que a mí me fascino.

La semana siguiente a eso, el abuelo me regalo un saxofón de juguete, y me enseño como era que se usaba, me conto su historia, me hablo de Nueva Orleans, de sus festivales, me hablo del jazz, del blues, y de todos aquellos ritmos de los que yo resulte enamorándome.

Supe que amaba la música justo allí, cuando de lo único que quería saber era del saxofón, de su historia y de todo lo que podía hacer con él, tome clases de música, asistí a recitales, conocí a Luis, un gran vocalista, nos reuníamos un par de veces después de la escuela para poder tocar y cantar un poco, crecimos juntos y después de eso la vida se volvió algo más complicado, y me enamore de algo más que del saxofón.

Me enamoré de Lizzy, de sus ojos verdes, de su piel blanca y delicada, de su cabello corto negro, y entonces de lo único que quise saber era de ella, quise conocerla por completo, su historia, sus pasiones, sus amores, y en ese momento entendí, que aunque no había podido estar presente en su pasado, iba a hacer hasta lo imposible por acompañarla en el futuro.

Ella se había convertido en mi música, y en mi saxofón, ella era lo que yo quería tocar y venerar cada minuto de cada día.

Nunca fue algo banal, no fue simplemente atracción, yo me había enamorado de Elizabeth desde que nuestros ojos habían hecho contacto y la había visto sonreír como los mismísimos ángeles, me enamore antes de besarla, de tocarla, e incluso mucho antes de dirigirle la palabra, y sabía que no había nada en el mundo capaz de cambiar ese sentimiento, ni siquiera ella, Lizzy podía cometer todos los errores que le viniera en gana y yo iba a seguir adorándola.

-¡Has llegado temprano hoy! - Ella salió de su estudio de pintura mientras se acercaba a mí y me daba un casto beso en los labios.

-¿Qué ha sido ese recibimiento? - Le pregunte mientras la tomaba de la muñeca llena de pintura y le impedía apartarse de mí.

-¡Lo siento! - Comenzó a reír - Pero estoy llena de pintura y no quiero dañar tu ropa.

-Tendrás que buscarte una excusa mejor que esa - Yo la junte a mi cuerpo, lleve mi mano derecha a la parte trasera de su cuello donde reposaba un moño despeinado, y la acaricie.

-Tengo un lienzo a la mitad en nuestro estudio - Aseguro entretanto me daba otro beso en los labios - Estoy llena de pintura hasta en los oídos - Siguió besándome - Y por si fuera poco, en la tintorería nos odiaran por llevar ropa manchada de pintura - Se burlo de la mujer que siempre nos observaba como si estuviéramos a punto de hacer algo ilícito.

-La mujer de la tintorería no podría odiarnos más de lo que ya lo hace - Recordé mordiendo levemente su labio inferior.

-Además… - Susurro levantando una de sus piernas.

-¿Además que? - Arrastre a Lizzy hasta la pared lateral derecha del corredor de nuestra casa, una de las pocas que no estaba llena de las acuarelas, ella se recostó, y yo la aprisione con mi cuerpo.

-Me he quedados sin argumentos - Me miro con los ojos brillantes, y se mordió el labio con esa sensualidad que me pertenecía únicamente a mí.

Baje mi mano de la nuca de Lizzy, pasándola lentamente a través de su cuello, y de sus clavículas, y desabroche los botones del overol ancho que llevaba puesto, la prenda cayo hasta estar en su cadera, dejándola a ella exhibida ante mi usando únicamente un top sin mangas negro que resaltaba sus pezones totalmente erguidos.

Lizzy tomo la pequeña prenda entre sus manos, y se deshizo de ella, para acto seguido comenzar a hacer lo mismo con la camisa que yo estaba usando en ese momento, paso sus dedos a través de todo mi torso, y el ardor en mi espalda me dijo que me había rasguñado.

-¿Y si te digo que te amo? - Susurro desabrochando mis pantalones.

-¿Y si mejor me lo demuestras?

Termine de quitarle el overol a Elizabeth, la bese desde el abdomen hasta aquellas partes a las que solo yo había tenido acceso nunca, acaricie, lamí, y chupe todo su cuerpo, como si fuera la primera vez, como si nunca la hubiera probado.

Y entonces estuve sobre ella tirados en el suelo, con marcas de pintura morada sobre todas aquellas partes en las que ella me había tocado, entrando y saliendo de su cuerpo, reclamándola como mía, y recordándome a mí mismo, lo bien que se sentía estar a su lado.

Si, Lizzy era todo lo que necesitaba en la vida, no importaba la música, no importaba el resto, ella era suficiente para creer que la vida era buena.

-¡Dios! - Ella gimió mientras yo me corría dentro de ella y apretaba la cadera - Eso ha sido delicioso - Soltó en medio de un jadeo.

-¡Vaya que sí! - Exclame tendiéndome a su lado - Creo que la pared ya no esta tan limpia ahora - Señale.

Ella la miro, se río, y entonces negó con la cabeza - Tendremos que hacer algo con eso, se ve fatal – Señalo - Parece una mancha.

-A mí me gusta como esta, esos somos nosotros.

-Si, en nuestra faceta más cavernícola - Se burlo.

Un silencio se extendió entre nosotros mientras veíamos como la casa se oscurecía a medida que iba anocheciendo.

-Luis ha ido a verme a la escuela hoy - Solté.

-¿Ah sí? ¿Qué te ha dicho? - Ella se incorporó ligeramente y se recostó desnuda sobre mi pecho.

-Ha conseguido que toquemos un par de noches en algunos restaurantes al sur de Estados Unidos.

-¡Tiene que ser una broma! - Ella se sobresaltó, y se puso en pie de inmediato - ¡Eso es estupendo! ¿Por qué no lo has dicho antes?

-Porque estaba ocupado en algo más - Secunde su acción levantándome del piso - Y porque no se si podamos ir.

-¿Qué? ¿Por qué no?

-Porque para eso necesitamos dinero.

-¿Y qué? Tenemos algunos ahorros y no creo que necesiten mucho, ¿O sí?

-No, no necesitamos mucho, pero no habrá paga, y claramente no podre enseñar en la escuela esos días, necesito más que solo el dinero para irme, necesito algo que te pueda dar tranquilidad mientras no estoy, y creo que ya sabemos a qué están destinados los ahorros - Suspire.

-A la hipoteca.

-Si, no podemos quedarnos sin esta casa.

-No, no podemos - Elizabeth comenzó a caminar desnuda alrededor de todo el pasillo - Siempre podemos, ya sabes…Vender la casa, pagamos al banco el saldo restante de la deuda y nos quedamos con algo nosotros.

-No vamos a hacer eso. Tu no quieres hacer eso.

Vi la forma en la que Lizzy se mordía las uñas de las manos, y entonces detuve su caminata sin destino, al enfrentarla pude ver sus ojos preocupados que empezaban a empañarse.

-No, por supuesto que no quiero hacerlo, pero tengo miedo, Dani - Acepto.

-Vamos a salir de estas.

-¿Y qué hay de tus sueños? ¿Qué hay con ser un gran saxofonista? ¿y con los sueños de Luis?

-Eso puede esperar.

-¡Pero no es justo! - Me grito, a veces olvidaba lo sentimental que podía llegar a ser Elizabeth, toda una bomba de emociones que podía estalla en cualquier momento y por cualquier razón, aunque realmente en ese momento la entendía - ¡No es justo que tengamos que decidir entre una cosa y otra! ¡Deberíamos poder pagar la casa y al mismo tiempo cumplir con nuestros sueños!

-Y vamos a hacerlo, Lizzy, en algún momento la vida será diferente.

-¿Y si no? ¿Qué si siempre vamos a estar así? Yo no quiero pasar el resto de mi vida en este dilema - Ella se puso el overol.

-Te prometo que será diferente.

-Cuando estemos viejos van a querer echarnos del asilo por no poder pagar con las cuotas - Lizzy se sentó nuevamente en el suelo, y se tapó la cara con las manos mientras sollozaba.

-Existen asilos gratuitos.

-Esos son terribles.

-No puedes saberlo si nunca has estado en uno.

-Tampoco quiero averiguarlo.

-Lizzy - Me acuclille frente a ella, e intente hacer que quitara las manos de su rostro para que pudiera verme - Elizabeth, mírame, todo va a estar bien, ¿Sí? Nuestra vida no será así por siempre, y si es que llegase a serlo, nos tenemos el uno al otro, eso es suficiente, ¿No lo crees?

Ella levanto el rostro, me vio, como analizando cada uno de mis rasgos, y entonces frunció los labios sin soltar palabra alguna.

-¿No es suficiente para ti? Porque por lo menos para mí, si lo es, si te tengo a ti, el resto no es tan importante.

-Debo ir a darme un ducha - Ella se puso en pie y subió las escaleras dejándome allí con un interrogante al que ella no le había dado respuesta.

Decir que me daba miedo que Lizzy se fuera de mi lado seria mentira, en realidad confiaba lo suficiente en ella como para saber que no me haría eso, sin embargo me daba miedo que en un par de años más, ella se sintiera arrepentida del tiempo que paso conmigo, de no haber hecho otras cosas, e incluso de haberse casado conmigo siendo tan jóvenes, después de todo, Elizabeth tenía apenas veinticuatro años, se suponía que debía estar viviendo los mejores años de su juventud, y sin embargo ahí estaba, sufriendo por no tener lo suficiente como para salir al mundo y comérselo.

Mientras escuchaba el agua correr en el baño del piso superior, entre en el estudio de Lizzy, y vi el lienzo sobre el que había estado pintando antes de que yo llegara, había manchas rojas, blancas, purpuras y azules sobre la pintura, y aunque nunca lo había intentado, en ese momento yo realmente habría querido saber que era lo que significaban aquellos borrones, de alguna forma me habría gustado que se tratara de mí, y que aquellos trazos dijeran lo mucho que me amaba.

Porque, aunque sabía que ella lo hacía, en ese momento necesitaba oírlo, necesitaba saber que, aunque no tuviéramos dinero, yo era suficiente para ella, tanto como ella lo era para mí.

Con la cabeza llena de mil demonios, subí a la habitación, y esperé sentado en la cama hasta que ella saliera de la ducha, ¿Cómo es que la vida podía ser algo tan diferente de un momento a otro?

-¿Qué quieres para cenar? Estaba pensando en pedir una pizza - No sé porque no le dije algo más, debí haberlo hecho, algo sobre nosotros, sobre ella o lo que había pasado, sin embargo en cuanto la vi salir envuelta en una toalla blanca, lo único que se me ocurrió preguntar fue sobre la comida, como si no hubiera ya bastantes cosas alrededor.

-Lo siento - Ella se acercó a mí, y me abrazo por la espalda, juntando sus manos en mi abdomen y descansando su barbilla en mi hombro - Lo siento por todo.

-No tienes porque - Asegure girando levemente la cabeza para poder verla.

-No quiero ser un impedimento para ti, no quiero que creas que tienes que cuidarme, porque no tienes que hacerlo en lo absoluto.

-No debo, pero quiero.

Elizabeth me dio un beso en la mejilla, y yo le sonreí.

-Creo que estamos perdiendo el tiempo - Sentencio.

-¿Por qué?

-Estamos a treinta minutos en auto de las vegas, deberíamos estar en camino allí para conseguir el dinero que necesitamos.

-¿Cómo se supone que haremos eso?

-¡Piensa Daniel! - Ella salto en la cama y se acercó a su armario - Tienes tu saxofón, y todo el talento, lo único que necesitamos es pararnos en una acera donde haya mucha gente con dinero, y esperar a que se impresionen, no tenemos que pedirlo, solo tenemos que mostrar el potencial que tienes.

-Tienes que trabajar mañana temprano.

-¿Y eso qué? Voy a ir contigo hasta que ya no haya nadie quien te escuche.

Ella comenzó a vestirse, y yo no pude hacer más que seguirla.

En menos de lo que habría pensado estábamos en el auto, con rumbo a las vegas, el saxofón en el maletero, y llenos de esperanza.

-Esta ciudad es impresionante - Susurro Lizzy a mi lado mirando embelesada a través de la ventana del copiloto.

-¿Qué te parece el Caesars Palace?

-Es perfecto - Me respondió - Hay mucha gente con dinero allí.

-Justo lo que necesitamos.

En cuanto estuvimos un par de calles cerca, aparcamos el auto en un estacionamiento cercano, y entonces caminamos hasta estar frente a uno de los hoteles más importantes y lujoso de todo Las Vegas.

Las personas iban y venían, atraídos por el lujo, la música, la comida, los restaurantes y los automóviles, todos incluidos Lizzy estaban hechizados por el encanto de la ciudad nocturna.

-Aquí estará bien - Dijo Lizzy, pero sabía, por la forma en la que se movía inquietamente, que ella estaba tan nerviosa como yo, sin embargo, yo simplemente le di un beso, saqué el saxofón de su estuche, el cual puse abierto frente a mí, y comencé a dedicarle la siguiente melodía.

Todo eso era para ella, yo estaba allí por ella.

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