Capítulo II

Narra Amelia.

Me desperté con un sudor frío, sentía un hormigueo en el cuerpo que me resultaba difícil de explicar. Era como si me devorara el éxtasis y me liberara el placer. Cada mañana me despertaba de la misma manera: sonrojada, sudorosa, sintiéndome exhausta y deseando más de él, de ese hombre de  ojos cambiantes de color verde. Desde que me mudé a Chester he soñado con este hombre misterioso y no sabía la razón. Toda mi vida, nunca esperé necesitar a un hombre, pero este, sea quien fuera, había creado un vacío que sabía que solo él podía llenar.

Me quite las sábanas un poco desorientada. Creo que este pueblo me estaba afectando. Todo era demasiado misterioso, habían una familia que al  parecer gobernaba todo, estos eran los Black, Pero ciertas personas me daban una sensación sobrenatural; sin embargo, sabia perfectamente que  no había forma de que existieran ese tipo de  cosas. Quizás se debía  porque la mayoría de las personas Vivian  alrededor del bosque, yo no estaba acostumbrada a vivir en un lugar   rural, pero mí situación de independizarme  me hizo migrar a un lugar más económico. Me duché, me vestí con jeans y camisa campesina con unos zapatos de plataformas. Luego fui a la cocina y me serví un café, después salí rumbo a mí trabajo, laboraba en una de las  dos  cafeterías del pueblo. Ingresé al vestidor de los empleados. Dejé mí bolso y me puse a buscar mí uniforme que consistía en un vestido color marrón, luego busqué mis tenis y por último me coloqué  el gafete con mí nombre. Luego de unos minutos mí compañera Ericka, entró a toda prisa.

—Buenos días—le dije.

—Hola Amelia—respondió ella   cambiándose  de ropa apresuradamente, siempre llegaba tarde, según sabía era por su novio quien se quedaba a dormir con ella y eso la retrasaba—.El tonto de Emilio me retraso de nuevo, pero eso es la consecuencia de tener un hombre tan ardiente como él en la cama —mencionó sin pena alguna—. ¿Sabes? Creo que necesitas un hombre parecido a él —añadió está vez viéndome con picardía.

Normalmente, simplemente ignoraría eso, pero hablar de citas me hacía sentir incómoda, era como si estuviera traicionando a mi visitante nocturno, aunque no tenía ningún sentido. Tenía casi tres meses de vivir en Chester y aunque un par de hombres me coqueteaban nunca me interesó seguirles el juego.

—Quizás lo haga—mencione pensativa. Según algunas amigas tenía un cuerpo con las curvas adecuadas  y una cara bonita a pesar de no usar mucho maquillaje—. ¿Dónde se supone que voy a encontrarme uno?—le pregunté.

—Tal vez deberías pasar por Búfalo Street, uno de estos días, ahí está  lleno de hombres que no podrán apartar los ojos de ti. Eres bastante sexy —me aconsejo, se trataba de un bar—. Además ahí fue donde conocí a Emilio—añadió con un gran suspiro—. ¿Te gustaría venir  conmigo a arreglarnos las uñas en el spa después de nuestro turno?— preguntó después.

Iba a rechazar la invitación, pero sinceramente, me vendría bien un poco de mimos.

—Si me encantaría—respondí. Después de unos minutos. Salimos, nuestro jefe estaba limpiando el estante principal—.Buenos días señor Jones —lo salude con una sonrisa. Él era un hombre de mediada edad muy conservado,  él administraba está cafetería y su esposa el complejo departamental Granada. Ambos eran muy buenas personas, lo supe cuando me dieron este empleo y cuando los conocí más profundamente.

—Buenos días Amelia—respondió él de la misma manera.

***

Después de un día cansado Ericka y yo llegamos al spa. Cómo era un pueblo turístico habían muchos lugares de relajamiento, y de compras. El spa era uno de ellos. No me gustaba gastar mucho dinero, pero había trabajo duro estos meses y me merecía gastar un poco para consentirme. Ericka se hizo primero un facial. Yo opté primero hacerme un masaje antes de hacerme las uñas.

—Ah, esto es justo lo que necesitaba—le dije  a la masajista cuando estaba relajada. Pero  lentamente me fui quedando dormida, luego el chico de mis sueños apareció en mi cabeza, volviendome loca con sus besos  y su toque, pero de repente  me desperté de una sacudida.

—¿Estás bien?—me preguntó la masajista.

—Sí. Lo siento, supongo que no me di cuenta de que me había quedado dormida—le dije apenada.

—¿Quién es Alessandro? preguntó la masajista.

—¿Qué quieres decir?—pregunte, levantando mi cabeza  para verla.

—Gritaste su nombre. No conozco a nadie por aquí con ese nombre. ¿Podría ser de donde vivías antes? —preguntó.

—No. No conozco a ningún Alessandro—conteste aturdida.

Ella me miró pensativa.

—De acuerdo, terminé con el masaje, ahora siguen tus uñas—mencionó ella, agradecí que cambiará de tema, era algo que jamás me había pasado. Decir el nombre de alguien que ni siquiera conocía era bastante extraño.

Luego del spa me dirigí a mí departamento, durante caminaba iba pensando en el hombre de mis sueños, de repente vi unos locales que no había visto antes,  ni siquiera me había dado cuenta que me había alejado de la zona donde yo vivía, todavía no  conocía todo el pueblo así que me dio pánico haberme perdido. Busqué mí celular y use el navegador, vi que había  una parada de autobús cerca así que caminé un poco más, pero en ese instante vi a un grupo de personas en mí camino, eran tres hombres y uno de ellos era mí jefe. Sin embargo, entre ellos había un rostro familiar, mí boca se abrió y mis piernas se sintieron como si estuviera a punto de   doblarse al ver al hombre de mis sueños a pocos metros de distancia.

Nota: Está es una historia corta. Espero que sea de su agrado.

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