Capítulo 4

Días más tarde me comprometí oficialmente con Alfredo, dejándole en claro que sí no me acostumbraba a estar en pareja de nuevo se rompía todo. Aquello cambió un poco las cosas; Cada vez pasaba menos en casa y los viajes al campo se incrementaron. El sexo volvió a dejar de ser considerado como algo novedoso y cada vez me entregaba menos. Mí compañero no me reprochaba nada y es más, intentaba consolarme diciéndome que comprendía y que no podía obligarme a nada porque era yo quien decidía qué era lo que yo quería hacer con mí cuerpo. Se notaba que Sole lo tenía adiestrado y eso me gustaba.

El susodicho también anduvo cambiando. Se sacó el gorro de lana que había usado durante todo el invierno y en su cabeza había florecido una hermosa melena de pelo crespo. Limpió la casa, cambió los muebles de lado, su amigo Raúl le regaló unos cuadros  y entrar ahí ya no era  desagradable. Fue a verlo Leonardo también, su viejo amigo de infancia que estaba viviendo en México y que yo solo conocía por Skype, cuando bebían y se contaban sus vidas a larga distancia hasta altas horas de la noche. No tuve la suerte de conocerlo físicamente esa vez, puesto que me había quedado fuera y si me enteré de lo bien que lo pasaron fue gracias a una transmisión en vivo que hicieron por instagram, haciendo música y cantando, hilarantemente borrachos. El vídeo tuvo bastante interacción, incluso con gentes que no eran sus amigos (Bueno, me las di de sicópata y revisé su perfil. ¿Y qué?).

Creo que ahí comenzó a retornar su alto concepto de si mismo y a ir lentamente abandonando su depresión. El susodicho andaba algo más alegre y en términos de responsabilidad paternal había mejorado harto; Los días sábado me pedía pasar la noche con Santi si o sí además de los domingos. Yo accedí, aprovechando ese tiempo para pasarlo a solas con Alfredo, con quién tenía cada vez menos sexo. Jamás comprendí como es que me aguantaba tanto, porque un hombre, pese a esforzarse al máximo por ser un feministo ejemplar, jamás iba a dejar de ser hombre.

Durante la semana previa al estallido social, Leonardo se quedó toda la semana en casa acompañando al susodicho tras un viaje al sur que hizo. Apenas llegaban de trabajar como músicos callejeros me iban a quitar a Santi, quien se divertía con ellos, disfrutando oírlos ensayando canciones que al menos yo nunca había escuchado en ninguna parte. Solía disfrutar el show asomando mí cabeza hasta la ventana y una vez que me fue a ver Alfredo, aquel espectáculo lo puso nervioso y le advertí que si volvían sus inseguridades nuestra relación se iba a ir a la mierda. Todo aquello me daba rabia de mí misma porque cuando éramos pareja con el susodicho, cada vez me importaba menos su cagada de música (Ahora me importa cero). Un día jueves, tipo dos de la madrugada, aún habían luces encendidas y tenía muchas ganas de fumar y crucé el patio. 

—Habla más despacio, huevón— Oí que decía el susodicho- Las paredes tienen oídos.

—Yo pienso que deberías intentarlo con Ramona, perro— Le respondía su amigo— No sé si te fijas, pero como que te mira con deseo. No se de dónde sacaste que te miraba como un perro con tiña. Me mentiste, perro.

—Nadie te ha mentido, huevón. Ramona no me quiere. Además que ya hizo su vida de nuevo. Ella espera huevadas de mí que no puedo cambiar, estoy cagado.

—Por lo menos admite que aún te pasan cosas. Entre ella y Karla, uf, perro, la distancia es enorme. Ramona es preciosa perro, preciosa, además de inteligente.

¿Quien chucha es Karla? Me pregunté. Recordé que era una ex pareja del susodicho. Una vez me metí a su perfil y la encontré una morenaza exquisita. Eso sí al parecer no tenía mucho en común con el, puesto que se notaba demasiado que pertenecian a mundos distintos. 

— A la mierda— Respondió el susodicho— Hay que aprender a estar solo, a sentirse bien estando solo ¿Te quedan cigarros?

— No hay cigarros, perro. Eso significa que es hora de irse a dormir. Mañana es día laboral.

— Quiero fumar, huevón, estoy desesperado. Podríamos ir a la Copec.

— Fumemos este pitito primero, perro. Hagamos las cosas por orden.

Golpeé la puerta y ahí estaban, fumando marihuana. Leonardo me ofreció y yo rechacé. El susodicho miraba el aire, mientras comenzaba a cantar uno de esos temas que no conocía, a un volumen bien personal.

— ¿De quien es esa canción?— Pregunté.

— De mi perro bien perro— Respondió Leonardo, golpeando el hombro del susodicho—. Manu Chao es una mierda al lado de él.

Me reí con ganas. Me agradaba ver al susodicho tan bien acompañado.

 — ¿Tienen cigarros?— Pregunté, únicamente con el fin de ocultar que estaba espiando la conversación. 

— Iré gustoso a comprar, chamaca— Dijo Leonardo, fingiendo un acento mexicano que le salió perfecto —Perro— Dijo, refiriéndose al susodicho— ¿Me prestas a Morello?

Morello era nuestro perro al igual que Chinaski. Cripy era de Ágata.

— Llévate a los dos— Dije— Anda con cuidado.

Una vez que Leonardo salió con los perros, el susodicho pasó al baño y luego se encerró en la pieza. Golpie la puerta y tras no oir respuesta la abrí.

— ¿Que onda?— Me preguntó, haciéndose el soñoliento.

— ¿No quieres que te ayude a lavar la loza? Tienen la cagada con tu amiguito. ¿Hace cuántos días que no lavas los platos? Tenías bien bonito aquí antes de que llegara Leonardo.

El susodicho levantó las rodillas y apoyó su codo, al mismo tiempo afirmándose la cabeza con la mano. Parecía un escénico gesto de concentración.

— Mirá, Ramona— Me dijo, haciendo especial énfasis en ese tono de voz ronco que tenía- Yo no me meto en tus cosas. Si querés sugerirme algo o amonestarme verbalmente, te sugiero que te atengas solo a lo que corresponde, o sea nuestro hijo. ¿Estamos?

Me dio risa aquel tono de voz tan formal que utilizó para responderme. Opté por considerarlo un ataque y respondí:

 — Santi viene a jugar acá a veces y tienes todo cochino, así es que deberías preocuparte más de la limpieza.

— Bueno, será hasta el sábado entonces. Yo mañana tengo un compromiso.

Hizo un gesto y continúo.

— Bah. No debería darte explicaciones. Yo no hago eso con tu vida.

Me dio rabia su respuesta, tal vez porque había algo de verdad en ella o porque el susodicho se esforzaba bastante porque la cosa fuese así. Aún así me lo tomé como una ofensa. Comencé a gritarle.

— ¿Por qué tienes que ser tan mala onda huevón? ¿Acaso no puedes hacer un esfuerzo y llevarte bien conmigo?

El maldito sonrió irónicamente. El sabía que su sarcasmo era mí punto débil. Hablaba con toda la calma del mundo.

— ¿Quieres que seamos amigos? Stop. No, no se puede. La amistad no se fuerza, ni se debe forzar. Los amigos uno no los elige, simplemente llegan. Supuestamente son la luz al final del túnel y tú al menos no lo eres.

— Nadie te está pidiendo ser amigos— Le dije, bastante alterada—Es solo llevarse bien. ¿Tanto te cuesta?

El maldito volvió a sonreír irónicamente. Se rascó la cabeza.

— Entonces si querés que tanto nos llevemos bien. ¿Puedes cerrar la puerta y apagar la luz? Más rato tengo que levantarme temprano.

No apagué la luz, pero si me mandé un portazo de aquellos. Leonardo regresaba con los cigarros, mientras me alejé como pude a mí casa con tal de que no me vieran las lágrimas. 

Me metí a la cama y Santi dormía tranquilamente. Lo miré detenidamente y era igual al susodicho, a quien en ese momento odiaba con todas mis fuerzas. Apagué la tele y todo y golpearon la ventana de mi pieza. Era Leonardo.

 — Toma, Nena— Dijo— Te voy a regalar está cajetilla de cigarros, solo con la condición de que me des uno y te lo fumes conmigo.

— Dale— Respondí— Me coloco pantuflas y salgo.

Volví a encender la tele y salí. Leonardo estaba echado en la hamaca que hay en la parte de atrás del patio.

— ¿Que pasó Ramona?— Me preguntó.

—¿Por qué lo dices?             

— No lo sé.

Fumamos incómodamente en silencio. Leonardo era muy atractivo, tenía un aire despreocupado y rústico que le sentaba. Su barba rubia y sus ojos verdes más su mohicano combinado con tatuajes y un cuerpo muy bien cuidado debía ser furor entre otras pibas y es más, lo más probable es que si me vieran caminando con el por el pueblo hablarían pestes de mí, solo por el hecho de ir acompañada de el. De todas maneras no me gustaba y es más, me provocaba algo extraño, una sensación que influía fuerte y directamente hacia mis sentimientos al susodicho.

— ¿Todavía te gusta mi perro querido? ¿No?

Leonardo me inspiraba mucha confianza. Sin embargo jamás iba a hacerle aquella clase de confidencias.

 — No debería responderte esto— Dije riéndome, casi volviendo a sentirme la adolescente que alguna vez fuí- Si me gusta o no me gusta, ¿Que importa ahora? Tu amigo me debe odiar.

— ¿Te parece si nos tomamos una cerveza?— Propuso— Hay algo interesante por ahí que quizá deberías saber o intuir, pero me imagino que tienes clarísimo que a veces el odio y el amor se confunden, ¿O me equivoco?

Iba a responderle que sí pero en ese mismo instante me llegó un mensaje de Alfredo, preguntándome si me podía llamar. Lo pensé por breves instantes, mientras Leonardo simplemente llegaba con las cervezas sin esperar mi respuesta.

— ¿O estás con él?— Escribió Alfredo.

Leonardo me pasó una de las latas y la chocó con la mía. Como veía que yo estaba escribiendo en el teléfono, el hacía lo mismo. 

— Púdrete— Le escribí.

— ¿Que pasa?— Me preguntó Leonardo.

— Alfredo— Le respondí— Cree que estoy con tu amigo. 

Tomé el teléfono y lo dejé a un lado. Leonardo le enviaba un audio a alguien, en un inglés perfecto. Mirándolo bien sabía la sensación que me provocaba; al ser amigo de un tipo tan cool como él, el susodicho aumentaba bastante su plusvalía ante mis ojos.

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