Otro Sueño Extraño

El viaje fue corto y rápido, «o así lo sentí al estar con él». Recorremos el mercado, tomando lo que falta para la comida y hablando de las clases y los profesores, es como si llevásemos años conociéndonos y siendo amigos. Al llegar a la sección de carnes, donde siempre está Martín, el treintón medio sádico, noto algo extraño en él. No se ve nada bien, sus ojeras son interminables e incluso lo noto menos confiado. A pesar de no ser guapo, tampoco es tan desagradable, lo en verdad desagradable, es su actitud lasciva hacia el sexo femenino. Se voltea a mirarme y percibo cierto brillo en sus ojos, pero noto que Donnovan lo miraba por si se atreve a hacer o decir algo, retrocede y se dedica a seguir con lo que estaba haciendo, es decir, seguir acosando a su asistente.

Pago los insumos y nos vamos, al acercarnos a mi casa le digo—: Déjame meter las bolsas a la cocina y te llevo hasta tu casa. —Donnovan, se baja conmigo y con las bolsas en las manos entra por primera vez a mi hogar y a mi cocina, a mi santuario, donde me siento libre y feliz. «¡Que nervios!»

Se ve entre intrigado y curioso por ver mis espacios, mis lugares, absorbiendo todo.

—¿Paython va a venir luego a ayudarte?

—¿Conoces a Paython? Ella solo viene para poder comer y picar todo cuanto cocino y meter los trastes al lavavajillas; no es que me queje, por lo menos tengo compañía mientras mi mamá no está, pero como dijo en el almuerzo, hoy le toca cuidar a sus hermanos y siempre es hasta bien entrada la noche, así que hoy me toca sola. —subo mis hombros restándole importancia y en ese instante, mi teléfono suena y por la hora, sé que es mami.

—Dame cinco minutos y te llevo. —salgo corriendo en busca de mi mochila donde está mi celular para hablar con ella.

—¡Hola mami! ¿Por donde éstas? ¿Como éstas?

—Hola mi amor, agotada, estoy en Ámsterdam rumbo a Rusia y de allí a Brasil, para eso te llamo, me acaban de entregar el itinerario de vuelos y regreso para el fin de semana libre. Te extraño tanto mi amor… dime, ¿cómo van las clases?

—Como se esperaba mami, todo normal. —respondo, sin embargo, ella enseguida nota que no me extiendo en mi explicación.

—¿Segura que fue bien? Te noto… extraña mi amor, cuéntame. ¿Te pasó algo?

—No, mami es… que tengo tarea pendiente, no quiero que se me acumule ya sabes cómo soy. —ni loca le diría que tengo en nuestra cocina a un chico y no cualquier chico, sino, ese chico. No creo que le agrade mucho saber que estoy sola en casa con Donnovan, por mucha confianza que me tenga.

Está bien cielo, te dejo terminar tus tareas y así aprovecho descansar un rato antes de embarcar de nuevo, te amo hija. ¡Eres mi mejor hija del mundo mundial!

—¡Mami, soy la única hija que tienes! —retruco su comentario con una sonrisa en la cara, porque sé lo que me dirá a continuación.

—¡Debe ser por eso entonces que te quiero tanto! Cuídate, cariño—. Es la misma conversación desde niña, no se cansa y yo tampoco.

—Te amo, hasta mañana. —Y termino la llamada.

De regreso en la cocina, me encuentro con las bolsas de la tienda desempaquetadas y acomodadas lo mejor posible en la isla que separa la cocina con el comedor y Donnovan mirando la cantidad de fotos y mensajes dejados tanto por mi madre, Paython, Lee y yo en “la pizarra del olvido”.

Le decimos así a una pizarra acrílica que tenemos en la pared al lado del refrigerador, cuyos bordes están decorados con una cantidad de fotografías de todos nosotros, en distintas épocas de nuestras vidas y por supuesto no faltan donde hacemos payasadas. Y un sinfín de mensajes con marcador para no olvidar que falta leche o con unos simples; buenos días.

Mis mejillas hacen juego con mi pelo en el preciso instante en el que Donn, se vuelve al notar cuenta de mi presencia.

—Te pareces mucho a tu papá, claro una versión mucho más bonita y femenina. ¿Ese es tu papá verdad? —Señala una donde están en la playa con mami embarazada de mí, se gira de nuevo con una de sus sonrisas mágicas y mi corazón ahora deja de latir.

—Sí, es una de mis fotos preferidas, mi madre no me lo dice, pero a veces la noto con la mirada perdida en mi rostro y supongo que es buscando el parecido… —— ¡Bien, listo! ¡Vamos, te llevo hasta tu casa! —exclamo con un poco más de entusiasmo del que requiere el momento y así cortar la línea de pensamientos antes de desbordar el dique de mis ojos por la desaparición de mi papá, al que añoro cada día de mi vida.

No quiero parecer una llorona delante de Donnovan. «Así que lagrimitas: ¡Adentro!»

—¿Quieres que me vaya? Puedo serte útil —me contesta con una cara de cachorro abandonado.

—No, claro que no, y no te preocupes, pero mientras más temprano comienzo con la cocina más temprano podré dormir, es que al estar sola pues es un poco más pesado. Por suerte, es poca la cantidad para completar y, aun así, me llevará algo de tiempo.

—Entonces comencemos, no soy un chef profesional, sin embargo, bien lo dice el dicho: “las faltas de algunos son las ganancias de otros”, como les dije en el almuerzo, mi madre es un desastre en la cocina, hace solo lo básico y todavía así le cuesta. Por ello, mi hermano y yo, a marcha forzada aprendimos lo indispensable sin lastimarnos, si no cocinábamos, pedíamos a domicilio, dime que hay que hacer y listo.

—Bien, si no tienes nada más interesante en que perder tu tiempo… de acuerdo. —Sentencio cinco minutos después, al lograr salir de mi asombro.

Jamás pensé que tendría justo a Donnovan Hunter, toda una tarde, ni en mis más hermosos sueños estuvo la idea de compartir tanto tiempo con él.

—De acuerdo, además ningún tiempo contigo es perdido.

Me quedo sin palabras, ¿qué puedo responder a eso? Opto por la solución más rápida, giro sobre mis talones y comienzo a separar las cosas para preparar la comida.

«Él no está flirteando contigo, camina y sigue». Donnovan se acerca a la encimera y me dice:

—Entonces dime qué hacer —respiro profundo para tranquilizarme y le tiendo un tazón con verduras.

—Lávalas para comenzar a cortarlas y quítate cualquier prenda que tengas en las manos —hago alusión al anillo que veo en su anular derecho—, así evitamos contaminar la comida o cualquier accidente con el fuego. —Se queda mirando el dorso de su mano como sopesando si se lo quitaba o no. No entiendo, es solo un anillo y aquí no se le perderá. Eso sí, se ve que es antiguo, no muy grande, pero con unos grabados impresionantes. Me quedo admirándolo igual que él y con  rapidez baja la mano.

—Lo siento, pero no puedo quitármelo, si quieres lavo todo lo que quieras y te ayudo a limpiar en cuanto termines, si te parece bien. —Me quedo sorprendida, más, acepto su trato afirmando con un movimiento de cabeza.

«Hay cosas mejor no preguntar y que no necesitan explicación», con su expresión de disculpa me basta.

Cada uno se concentra en su tarea, lava lo que necesito mientras yo corto, proceso y cocino, al tiempo que conversamos de todo y de nada, nuestros gustos en música, series de televisión favoritas que por sorpresa entran en mi categoría de preferidas también, me cuenta de su ciudad natal, claro no recuerda mucho de cómo era. No obstante, asegura que tuvo una infancia muy feliz allá. Para ser nuestro primer día juntos como nuevos amigos, me parece más encantador y hablador de lo que imaginé.

«Munición para mi obsesión, ¡lindo!»

—Listo, el último empaquetado para guardarlo, toma te ganaste uno de mis pastelillos por ser tan buen ayudante, ahora deja que tome las llaves y te llevo a tu casa.

Me extraña ver zonas oscuras en la casa y al abrir la ventana me sorprendo. ¡Oh por Dios! se hizo de noche y ni cuenta me di, por lo visto las horas con él, vuelan.

—No, tranquila, deja que llame a mi madre así no tendrás que regresar sola, es peligroso para ti estar en la calle. —No discuto con él, sé que tiene razón. Tampoco me gusta estar fuera de casa en las noches y su tono protector me encanta.

Sale rumbo a la sala y de su bolsillo saca su celular, mientras llama, voy guardando los envases con las comidas en el refrigerador para no parecer una fisgona.

—En diez minutos estará aquí. —anuncia regresando a la cocina, me lavo las manos y sirvo dos cafés para esperar a que llegue su mamá.

—Excelente, mira acaba de estar, ¿cómo te gusta? —digo refiriéndome al café que se ha convertido en un gusto adquirido y ahora forma parte de mi vida.

—Para mí, con cuatro de azúcar, gracias. Es la única manera en la que puedo tomarlo, no me gusta mucho su sabor —con la boca abierta me volteo para entregarle mi taza, ya que es exacto como lo tomo y por la misma razón.

Me mira con media sonrisa en su boca y tengo que cerrar la mía para que mi baba no caiga en su café. Me toma la mano para agarrar la taza y retiro la mía sorprendida.

—Por favor, no pienses que soy raro, es solo que no acostumbro a tomarlo.

—Eh… no, no es eso, es… es… —«no es el mejor momento para que te trabes cerebro»—, es que así es como lo tomo y todos a mi alrededor ponen cara de asco con la cantidad de azúcar que me sirvo. —Le comento poniendo una nueva tasa para mí y levantando la suya para hacerlas chocar y me dice:

—Pues ya tenemos con quien disfrutar del café sin que nos vean mal. —Su carcajada de disfrute se mete hondo en mi corazón, haciéndolo latir al ritmo de su risa.

Un rato después y con nuestros cafés terminados, una bocina nos saca de la burbuja de comodidad en la que estamos.

—Debe ser mi madre.

—Vamos, te acompañó a la puerta. —respondo dejando las tazas en la mesita al lado de los muebles. Agarra su morral, le entrego de nuevo su pastelillo y tomo las llaves para cerrar una vez que se vaya.

Al salir por la puerta principal, vemos que su auto ya se encuentra estacionado en la entrada del jardín con su mamá adentro, quien baja la ventanilla del pasajero para saludar desde lejos.

—¡Hola Sam! Vamos hijo se hace tarde, casi llega papá a casa y todavía hay que pasar por la comida.

—Hola señora, Hunter —contesto subiendo un poco la voz y agitando la mano. Pensando en cómo sabe mi nombre de pila y en el hecho de que la señora Hunter, sí me llama por él.

«Y su hijo, no».

Descuidada como estaba en mis pensamientos, un calor inesperado irradia en mi cintura y me devuelve al sitio. Cuando miro ese punto caliente en mi cuerpo, la mano de Donnovan, esta posada justo ahí, con su rostro muy cerca del mío. Siento que el tiempo se ralentiza, para poder ver sus ojos hipnóticos con ese azul tan claro y hermoso muy de cerca.

—Nos vemos mañana Samantha, descansa y no se te olvide poner la alarma al cerrar la puerta. —Me recuerda con ese mismo tono protector de hace rato y se acerca para darme un beso en la mejilla que termina muy cerca de la comisura de mi boca haciendo que mis rodillas se derritan. Por suerte no tengo que caminar ya que estoy en mi casa.

«Y de todas formas… ¿Quién necesita rodillas?»

—De... de acuerdo hasta mañana. —No puedo pensar otra respuesta, porque mis neuronas están de fiesta con mis emociones y no me pasaron invitación.

Los miro irse calle arriba, solo cuando dejo de ver las luces rojas de su auto decido entrar.

No sé ni cómo llego a mi cama con el pijama y los dientes limpios. El repicar del celular en la mesita de noche, me regresa de donde sea que me he dejado con ese acercamiento de Donnovan, es Paython quien me escribe antes de irse a dormir.

Pay:

¡Cuéntamelo todo con todos y cada uno de los suspiros que te sacó papacito Donnovan! 11:10 pm.

Me río con ganas, ella siempre logra sacarme sonrisas y carcajadas todo el tiempo.

Yo:

No pasó nada, me acompañó, cociné, su mamá vino por él y se fue, punto. 11:11 pm.

Pay:

¡Ah, ah, mi reina de corazones, estás recortando las mejores partes! No me digas que no le sacaste ni un besito. 11:11 pm.

Lo pienso antes de contestarle porque si le cuento lo cerca que estuve de derretirme solo por un beso de despedida en la mejilla, sé que me recriminará por ser tan pasiva y no ser más lanzada con respecto a mis sentimientos por Donnovan.

Yo:

No. Pay nada de besos. No soy así y lo sabes, no sin saber a ciencia cierta que no me estrellaré contra una pared de concreto. 11:13 pm.

Pay:

Eres hermosa nena, tus sentimientos son los más tiernos y con el poder de tú corazón salvarás el mundo algún día, pero mientras aprovéchate, la vida es una sola. La próxima vez arriésgate. T.Q.M. 11:15 pm.

Yo:

Buenas noches, gracias por tus palabras, nos vemos, mañana paso por ti. 11:15 pm.

Así concluyo los mensajes y me voy a la cama. Me cuesta conciliar el sueño, al mirar mi despertador veo que es más de media noche y aún estoy despierta, mañana voy a parecer un zombi como no consiga dormirme de una bendita vez, me levanto a buscar un vaso de leche, tal vez logre dormir mejor después.

Estoy bajando las escaleras, pero noto diferente la sala, no sé qué es, pero estoy segura de que ese reflejo de luz blanquecina que pasa por los cristales de la puerta trasera no estaba cuando apagué las luces. Sigo la estela de esa luz que me atrae como si llamase mi nombre, no siento miedo solo curiosidad, ¿de dónde viene esa luz? Paso la cocina sin siquiera mirar a la nevera.

Atravieso la puerta y de repente estoy en otro sitio, no es el patio de mi casa con su césped recortado, ni las margaritas, girasoles y las diversas flores de mi madre, tardo unos segundos en reconocer el lugar. Es… el parque que está a dos cuadras de mi casa, no entiendo qué hago aquí, y más importante cómo llegué.

Ahora si comienzo a tener miedo, esto no está bien, camino de regreso a mi casa sin entender nada de lo que pasa, estoy descalza en pijama y algo lejos del resguardo de mi cama, por suerte, me puse mi mejor pijama anoche, «mejor, pero no lo más apropiado para estar fuera de casa», sino la vergüenza superaría mi miedo.

Paso la primera cuadra desde la calle y veo a Donnovan caminando como un depredador al acecho, buscando algo o a alguien, con el atuendo negro, el carcaj en la espalda y el arco con el que lo vi en mí sueño anterior. ¡Mí sueño…! Recuerdo y caigo en cuenta de que debí quedarme dormida y esto no es nada más que un sueño.

Se acerca a mí sorprendido y preocupado, lo noto en el cambio que da su forma de caminar, así como en su rostro, mira a mí alrededor, sigue buscando algo, al no hacer contacto visual con lo que busca se enfoca en mí.

—Hola Samantha, ¿no deberías estar en tu cama?

—Eh… esto… sí… sí debería, pero no sé cómo he llegado hasta aquí, estaba en mi casa sin poder dormir y bajé por un vaso de leche y una extraña luz… —Le digo tratando de explicar mi presencia en estas fachas y a esta hora, cuando de repente toma mi mano e interrumpe mi explicación al instante, la estática nos electrifica por un segundo, en ese preciso segundo estoy de vuelta en mi cuarto. Donnovan, aún tiene mi mano entre las suyas.

—No deberías salir de tu casa Samantha, no es seguro para ti, no por ahora de todos modos. —Esto último lo dice casi en susurro.

Suelta mi mano y se acerca a mí rodeando mi cintura, su otra mano sube hasta mi mejilla. Rozando con suavidad mi nariz con la suya y acercando su boca a la mía, fundiendo nuestros alientos. Mi corazón da un salto mortal hasta mi estómago y justo ahí, en ese instante, une nuestros labios completando un beso perfecto con sus suaves, carnosos y jugosos labios de un semidios como es Donnovan Hunter. «¡Y qué beso!» Tan suave y cálido, le di la vuelta al mundo en este momento.

—Me quedé con las ganas de besarte antes de irme, duerme Samantha y prométeme que no saldrás de tu casa sola. —Me urge al finalizar nuestro beso y veo en sus ojos que se encuentra tan agitado como yo, y preocupado a la vez.

—Está bien, te lo prometo. —Es todo lo que logro decirle, porque un sonido estridente, que me recuerda mucho como suena mi despertador, no para de escucharse, hasta que abro mis ojos.

Y en efecto, era mi despertador anunciándome la hora de levantarme, estiro mi brazo para callarlo todavía un poco aturdida con otro sueño extraño, maravilloso y como la otra vez, con el sabor y la sensación y la necesidad de que ese beso sea real.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo