Primer Contacto

En definitiva, Meghan, vio lo que pasó con Donnovan y no es un secreto para nadie que ha estado detrás de él desde secundaria y tampoco es un secreto que por fortuna «para mí», sus encantos no han tenido efectos en él. Sigue por el pasillo hasta su clase. Debo agradecer que este año no tenga ninguna con ella y con la adrenalina a mil, salgo corriendo hasta tropezar con Lee.

 —¿Qué dem...? ¡¿Sam?! ¿Dónde está el fuego? —me rio como loca y tiro de su camisa hacia abajo para susurrarle:

—En los ojos de Meghan, acabo de toparme con ella en los pasillos y creo que soy un jodido, ¡Fénix!

—Muy graciosa, a ver cuéntame… ¿Qué te pasó con la perra esa?

—Olvídalo, nada importante. —Le digo y seguimos hasta el salón de clases de Historia.

Hoy tocaba la I Guerra Mundial con el señor Johnson, él es amable, en sus cincuenta y tantos, es el maestro más paciente que conozco y por lo tanto sus clases son aburridas para la mayoría de los estudiantes, a mí me parece… Lindo.

Las clases pasan sin mayor eventualidad; hasta llegar a la de psicología. Para mí es tediosa, prefiero cálculo. Sin embargo, hoy se torna interesante, ya sentada en mi escritorio el salón comienza a llenarse y recuerdo que compartiré ésta clase con Pay, para mi desgracia y soledad, también está Donnato; el chico italiano por el cual mi mejor amiga suspira desde hace casi un año y con el cual ha hecho algunos avances, por lo tanto, sé que el lado derecho de mi escritorio estará vacío, bajo ningún concepto perderá la oportunidad de sentarse a su lado.

Y en efecto entra al salón y ni se acerca a donde estoy. Solo me guiña un ojo en cuanto se sienta con su adorado tormento. Ya casi suena la campana y mi lado sigue vacío. Tengo la esperanza que, si no se estoy al lado de Paython, pues estaré sola y justo antes de que entre la Dra. Sparks, maestra de la clase, veo entrar a Donnovan. No esperaba tener ninguna clase con él.

El tiempo se detiene por no sé cuántos minutos, mientras camina hacia el único lugar disponible, a mi lado. Sus ojos azul claro como día sin nubes, pasan revisando el salón hasta llegar a mí y su expresión de… ¿Alegría? ¿Satisfacción? No sé decir bien lo que refleja al darse cuenta de que solo quedaba el puesto a mi lado. Su cabello rubio cayéndole en la frente y recortado a los lados enmarcando su perfecto rostro de niño bueno, pero travieso, hace que pierda el sentido de espacio-tiempo en esa vista. No puedo alejar mis ojos de él y caigo en cuenta que se sentará a mi lado. ¡Por el resto del año escolar!

—Hola Samantha, al parecer seremos equipo —una sonrisa de medio lado se dibuja en sus labios.

¡Dulce Jesús, está será la mejor clase del mundo!

—Eh… Sí, eso parece, por lo menos no me tocó con Mike alergias alegre. Y llámame, Sam, ¿de acuerdo? —Su expresión se vuelve condescendiente al mirar la esquina donde está Mike, con su pañuelo y gafas empañadas. ¡Qué… perra… soy…!

El sentimiento de culpa me invade por soltar esas palabras. ¡¿Qué pensará Donnovan de mí?! —Eh… digo no es que sea malo es solo que…

—Bueno, me alegro de ser tú salvador. —¡Oh santos cielos, Batman!  Me interrumpe y siento ese calor correr hasta mis mejillas. Tomando un mechón de mi cabello entre sus dedos y bajando un poco su tono de voz, se acerca como para contarme un secreto me dice:

—De verdad me agrada mucho éste color. —Mi sonrisa avergonzada no se hace esperar y por supuesto que el calor que siento en mis mejillas a causa del sonrojo tampoco.

—Gracias, aunque las verdaderas gracias hay que dárselas a Paython, ella fue la responsable de esto —Exclamo señalando al escritorio donde está la susodicha. Y ella por supuesto levanta su mano para saludar, pendiente de lo que pasa con Donnovan y conmigo.

Suena la campana al entrar la Dra. Sparks, haciéndonos prestar atención al frente.

—Buenos días jóvenes, futuro incierto de este país. Espero que el nuevo año les sea placentero, ya que durante el curso ahondaremos en el estudio de la Psiquis humana y a partir de hoy trabajaremos en parejas, de tal forma que sus respectivos compañeros de escritorio serán sus parejas durante el resto del semestre.

Donnovan me mira y guiña un ojo y claro, mi cara se vuelve un volcán como era de suponer. Mientras la Dra. Sparks, continúa.

»Nuestro cerebro es un total y complejo laberinto de interacciones que ni siquiera notamos, así como cada uno eligió donde sentarse, no es destino, es decisión inconsciente. Su cerebro, mis alumnos, se siente satisfecho con la elección que tomo sin siquiera consultarles, por lo tanto, están donde están ahora, y continuaremos así. Para el primer trabajo necesito un ensayo de estas decisiones inconscientes que toma su cerebro, así aprenderán que no es destino, ni suerte. Se me entregará a mitad de semestre sin prórroga.

La clase sigue durante media hora más, hablando de esas decisiones y sus consecuencias. Suena la campana para el almuerzo, al fin de la hora, todos salen casi en manada, sé que Pay siempre espera para salir de último lugar, por lo que me acostumbré a eso. Sin embargo, me sorprende ver a Donnovan aún sentado, sin intención de salir junto con la estampida de gente.

—Hola Don, ¿qué te pareció la clase?

—Hola Paython, es bastante interesante eso de las elecciones que hace nuestro cerebro sin consultar —responde mirándome directo a los ojos y sonriendo hasta derretirme.

—Nos vemos chicas —se despide levantando su morral, no sin antes, derretirme con un nuevo guiño—, Por cierto, Paython, buen trabajo. —La alaba, refiriéndose a mí cabello.

—¡Wow Sam! ¿Qué pasó aquí durante estas dos horas de clases?

—¡Nada Pay! Fue amable es todo, no significa nada. ¡Aunque no te niego que me comienza a gustar mucho más psicología! —Nos reímos como locas psicópatas, por suerte ya no había nadie en el salón.

Llegamos a la cafetería para encontrarnos con Lee, que con su más de un metro setenta de estatura, es visible a kilómetros, aparte que es uno de los chicos más sexy y mejor vestido del colegio. Es un bombón y lo sabe, es el partido perfecto para cualquier chica o… chico.

—Hola de nuevo nenas. ¿Qué traen ahí? —interroga arrugando la nariz.

El nuevo menú de la Sra. Fisher, por ser descubierto, tenemos que gastar los tickets de la cafetería, claro que en su mayoría los comercializamos a un justo precio para comprar los suministros de nuestros verdaderos almuerzos, que cocino en mi tiempo libre y cero supervisiones en casa, debido al trabajo de asistente de vuelo de mi mamá y mi sentido de la responsabilidad. Mi madre solo contrata a la señora Toullen, por tres días a la semana para hacer las labores de la casa y por lo general, termina antes del atardecer, por lo que, con tanto tiempo libre a mi disposición, me llevó a descubrir mi pasión: la cocina, de la cual mis dos mejores amigos se sienten muy atraídos o mejor dicho sus estómagos, pero con el estrés mental de mi cambio de look no pude concentrarme en hacer nada.

—¡Extraño tu lasaña, Sam! —Se lamenta Paython al mirar su bandeja de comida con cosas irreconocibles.

—Lo siento Pay, de verdad no tuve tiempo para cocinar ayer, pero mañana traeré algo, lo prometo.

—Bueno, aquí está mi parte para la semana —anuncia Lee, entregándome un rollito de dinero. Ruedo mis ojos con una sonrisa y los tomo.

—¡Dios! Me siento como una prostituta recibiendo su paga —completo mi comentario aleteando mis pestañas en su dirección y nos reímos los tres.

—Pues déjame decirte, que en la cocina te mueves como toda una profesional veterana.

Paython hace los suyo a continuación.

—Y ésta es mi parte, como yo soy la que te lleva de compras, ya saqué mi diez por ciento para gasolina.

—Está bien, después de la escuela vamos —Y para salvar la tarde saco de mi morral tres barras nutritivas de cereal con un jugo de naranjas para compartir.

Mis amigos me ven como una súper heroína en estos momentos. Pero justo en ese instante se hace un silencio sepulcral en la cafetería y unos susurros comienzan a escucharse, nos volteamos a ver cuál era el problema y vaya sí lo vimos. Un chico con aspecto de malo, de piel oscura, muy alto, como mínimo un metro noventa, jeans rasgados, franela negra con cuello en V y una chaqueta de cuero con gafas oscuras haciendo su entrada triunfal, desde luego es el chico nuevo de este año. Parece mayor de lo que debería y obvio, Meghan está a su lado intentando ligar como de costumbre. Se quita las gafas para descubrir sus ojos verde olivo, muy impresionante, lo admito, es genial su aspecto, pero algo en él se siente tan… oscuro que no me agrada.

Pasea por la cafetería como buscando algo o… a alguien, sin encontrarlo por la cara de disgusto que pone.

A su lado, Meghan lo arrastra hasta su mesa a un lado de la puerta de salida con sus “amigas” y demás atletas.

—¡Wow! Que bien luce, a pesar de sus pantalones que obvio, no son de diseñador.

—Lee… olvídalo, ni siquiera sueñes con ligártelo, sólo hasta salir de este pueblo. —Lo regaña Pay.

—No seas intensa, solo estoy admirando el nuevo material educativo. ¡No estoy diciendo que lo quiero para mí! Aunque nunca está de más preguntar, seguro lo hago caer.

—¡Calma Perras, no se peleen por el hueso cuando ya la carne la tomó otra! —concluyo refiriéndome a Meghan, nos miramos los tres y las risas salen en cascada.

Después del almuerzo las clases fueron en picada, deporte no se me da, es sencillo, todos los objetos esféricos con aire por dentro me odian. Lo único que lo salva es la Señora Marks, la mejor profesora en todo el instituto, ya que me deja de lado para evitar accidentes y me envía a hacer trabajos escritos para compensar mis faltas atléticas.

Saliendo de clases junto con Pay, voy al mercado por provisiones. Ni loca voy sola, es una tienda exclusiva, el chico que atiende en la sección de carnes es manitas largas y si te descuidas te mide y te pesa, lo peor es que es familiar del dueño por eso se toma las confianzas. Lee se fue a su casa, tiene clases de Cello, su padre lo obligan a tomar lecciones en casa, aunque tiene talento innato se le hace cuesta arriba solo porque no es su elección.

Tomamos un carrito y comenzamos a meter de todo un poco para los almuerzos y postres, mi cabeza rodaría si no le hago a Pay sus panecillos de fresa, salimos sin contratiempos. Martín el chico de las carnes le teme a Paython «ni idea del porqué». Pagamos rápido y nos vamos directo a mi casa, llenamos la despensa y la nevera y en ese momento el teléfono suena.

—¿Hola?

—Hola cariño, ¿cómo te fue en tu primer día de clases? Cuéntamelo todo —Mi mamá pide más información.

—Bien mami, todo estuvo muy normal.

—Cariño, espero que éste sea un año excelente, y bebé quiero disculparme por no estar ahí contigo.

—No te disculpes, si no fuera por tu trabajo, no tendríamos comida en la mesa.

—Oh, cariño… de verdad creo que eres la mejor hija del mundo —dice con emoción en su voz.

—¿Dónde estás, mami?

—Estoy en Suiza y te compré el juego de cuchillos que tanto querías, corazón. Estaré en casa pronto, tengo que irme, te llamo donde haga escala. Cuídate, te amo.

—También te amo, mami. Cuídate y gracias por los cuchillos, sé que los voy a amar.

Mamá es asistente de vuelo; como dije antes y desde la desaparición de mi padre, ella se ha hecho cargo de nuestra vida, es mi ídolo y la amo por encima de cualquier cosa. Somos como hermanas, más que madre, amigas y si nos ven juntas es lo que parecemos. Mamá me tuvo tan joven, fue amor a primera vista «con sinceridad, no creo en el amor de ese tipo», es lo que dice ella. Y jura que hasta el día que desapareció Samuel Grimm, la amaba de manera loca y apasionada. A decir verdad, no lo recuerdo. Mami dice que cuando tenía un año, una noche salió a trabajar y no regresó. Era guardabosques, la policía lo buscó por un tiempo, pero fue como si se lo hubiese tragado la tierra, hasta el sol de hoy no se sabe de él.

—¿Y bien, ¿cuál es el rumbo de Joane? —inquiere Pay rompiendo mi línea de pensamiento.

—Suiza y con cuchillos nuevos, ¡para mí! —Aplaudo con emoción y hago mi baile de la victoria particular.

Pay rueda los ojos. Ella, aunque adora mi comida, no comprende mi obsesión por los cuchillos «ni yo lo entiendo», pero me encanta la cocina más por manipular los cuchillos que por cocinar, ya que en otras aéreas de mi vida el manipularlos sería… bueno, medio raro.

—Bueno, pongamos manos a la obra, esa comida no se hará sola.

—Ja... lo dices como si tus manos fueran a hacer alguna cosa con la comida, excepto hojear las páginas del libro de cocina mientras yo cocino —digo enfatizando el “yo”.

—Vamos, sabes que se me quema hasta el agua. —Si hay algo en lo que Pay nunca mentiría es sobre sus pocas habilidades culinarias. Es más que pésima.

—Lo sé, pero… me gusta que lo admitas, ¿te quedarás hoy?

—¡Claro nena, hoy es noche de chicas!

—Falta Lee, es una lástima que su padre sea tan conservador. A mi parecer, y solo es especulativo, esa es la razón por la que Lee está tan frustrado con su vida.

—Hum… No lo había pensado antes, pero es probable. Aun así, me encanta que sea como es, no hay mejor amigo en el mundo.

Termino de cocinar y empaquetar todo para el almuerzo de mañana y los próximos tres días, limpiamos y Pay mete al lavavajilla los trastos sucios. Acto seguido, nos vamos directo a mi habitación, la mejor parte de la casa. Me encanta mi espacio propio, tiene una ventana enorme que da a una pequeña terraza con tres tumbonas, una pequeña mesa de mimbre y en una esquina del balcón tengo un colchón con cojines, es el lugar perfecto para ver las estrellas, la habitación en sí es muy espaciosa y mi cama, ni hablar. Por lo general, las noches de chicas son en mi casa, ya que, mi mamá casi nunca está y lo hacemos cada quince días, de preferencia los lunes para compartir los planes de la semana y por supuesto, el tema infaltable de Paython White. ¡Chicos!

Ya instaladas con pijamas y nuestros respectivos tazones de cereal, porque con lo que cociné me niego en rotundo a seguir en la cocina, Pay llama a su mamá antes de que se duerma para asegurarle que estamos bien.

—Sí, mamá ya me cepillé el pelo… no mamá, no hemos cenado… en cuanto lo haga me cepillo los dientes —en su dramatismo gira los ojos con fastidio, pero sé que adora a su madre—, está bien mamá, nos vemos después de la escuela, besos y a los gemelos diles que los amo.

Los hermanitos de Pay que son como sus hijos, Christopher y Cameron, de cinco años, fueron nuestros juguetes cuando estaban más pequeños, ya no se dejan de nosotras, solo para sacarlos al parque o por helado.

—Listo, y ahora cuéntame. ¿A quién le pusimos los ojos este primer día? Apartando a la belleza rebelde que entró en la cafetería, muy mal acompañado, por cierto —está hablando del chico nuevo que por alguna extraña razón me causo escalofríos espeluznantes.

—¿En serio? La verdad es que no me agrada ese chico, hay algo en él que… no me gusta. Además, sabes a la perfección que no me fijo en cuanto hombre aparece en mi campo de visión.

—Pues deberías, tu “TOC[1]” —aquí hace las comillas con sus dedos— con Donnovan, te ha hecho rechazar y olvidar que el resto de los especímenes existen. No te niego que está como lo receta el doctor, pero Sam... Si nunca le demuestras lo que sientes, la medicina jamás te va a sanar… y sería una lástima que pases el último año de colegio como los anteriores, suspirando por los pasillos. —Odio cuando se pone filosófica.

—Lo sé Pay, lo sé… y solo que, no está en mí. Yo no soy Meghan, no puedo de buenas a primeras lanzarme y menos sin tener la seguridad de que él siente algo por mí o por lo menos, sentir que hay cierto interés en mí. —Bajo la cabeza hasta mi tazón de cereal medio lleno y sin muchos ánimos de terminarlo, Paython aparta el tazón y me toma las manos.

—Nena, el que no arriesga no gana, ni pierde y si no das a conocer tus sentimientos, jamás podrás retirarte o avanzar. —Con esas palabras proféticas dichas nos vamos a dormir. Las palabras de Paython vuelven pesadillas mis sueños.

Entonces me encuentro siendo perseguida por algo mientras me arriesgo a ir a la casa de Donnovan a contarle mis sentimientos. De repente, en un callejón oscuro, a unos metros de mi destino lo veo a él y estoy aterrada y sofocada por lo que sea que me persigue, no sé qué era en específico, solo sentí algo oscuro y sé que iba a hacerme daño.

Donnovan está vestido de una manera extraña, un par de pantalones de cuero crudo negro pegado al cuerpo, y una camisa en igual tono con una especie de arco sofisticado en su mano izquierda y en su espalda un carcaj con un puñado de flechas.

Se ve en realidad, sexy y peligroso, si no fuera por el pánico que siento por la cosa persiguiéndome, estaría babeado en mí sueño. Él se ve confiado y siento que es capaz de protegerme de lo que sea que viene por mí. Logro alcanzarlo en mi carrera desesperada y se ve sorprendido al verme.

Me toma la mano y de un momento a otro mi sueño cambia, estamos en mi habitación, ya no lleva ese extraño y sexy atuendo, está como siempre lo veo en la escuela. Sin embargo, lo noto distinto, en sus ojos, hay algo… algo que nunca había visto y es entonces que lo entiendo, está mirándome de esa forma que me hace sentir como si pudiera meterse en mi alma, y mi corazón casi se me sale del pecho mientras lento y pausado se acerca más a mí, el primer contacto real que tengo con él y es en un sueño.

¡Es tan injusto!

Con sus manos comienza a rodearme la cintura y su cuerpo entero entra en contacto con el mío, la escasa pijama con la que me acosté anoche hace que sienta el más mínimo roce de su cuerpo, su respiración y la mía mezclándose y entonces… un beso.

Nunca me han dado un beso y lo estaba imaginado tan real, tan vívido que casi me desmayo, un roce de labios, sutil y delicioso, en tanto, él me abraza profundiza el beso con sus labios carnosos y deliciosos con verdadero arrebato.

Siento que es mucho más que un simple impulso como si fuese puro… amor, como si nos perteneciéramos, como si de verdad yo estuviera destinada a él y es éste el único lugar en el que necesito estar, entre sus brazos.

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[1])TOC: trastorno obsesivo compulsivo, Paython hace alusión de una manera exagerada a esto por el enamoramiento que tiene Samantha hacia Donnovan.

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