Capítulo 7

Al entrar por la enorme puerta de la Catedral Metropolitana de São Paulo "Catedral da Sé" observo a todos los presentes, mi corazón late muy deprisa, estoy a solo unos paso de volverme la esposa de Sebastián Miller, de mi odioso mi desequilibrio emocional. Al mirar al frente ahí está mi precioso hombre de pie en el altar, aquel smoking gris claro con camisa blanca y moño del mismo color, le queda preciso, está perfecto. Mi hombre sonríe y aquella emoción que noto en su rostro llenan de emoción el mío, presionando con fuerza el brazo de papá trato de que mis nervios no me dominen, no creí posible que este acto que ahora deseo con todo mi ser me pusieran de esta manera.

—Dios...— susurro por aquel nerviosismo que no me deja en paz.

—Tranquila pequeña todo está bien— la suave voz de mi padre hacen todo por relajarme pero sus intentos son fallidos.

—Sí, lo sé papi— murmullo en un hilo de voz, solo a dos paso, estoy a dos pasos de subir al altar e iniciar está ceremonia, a solo dos paso de volverme la esposa de aquel hombre que pone mi mundo de cabeza y me crea todo tipo de emociones, solo un paso y ya estoy, me paro en seco y frunzo el cejo —¿Es una broma? ¿Esto es enserio?— gruño al ver aquella escena que sin duda jamás creí que pasaría en mi boda, no aquí, no en este día, mi respiración lucha por entrecortase pero debo permanecer con la cabeza fría, esto no es malo ¿O sí? La risa de mi padre y de los presentes no se hacen esperar.

—Tómalo con calma pequeña, es tu día vamos sonríe— los chicos se ponen en modo de defensa frente a Sebastián para taparme el paso, mi odioso sonríe y no me queda nada más que sonreír también.

—Son unos tontos, me las pagarán— les gruño a los caballeros de honor de mi futuro esposo, están Maverick, Luther, Christopher, Jefferson, Rocky y Mike, mientras tanto mis damas de honor son, Miriam, Mikeila, luna, Katherine, Joseline y Silvia. Los chicos vestidos con un smoking en negro y camisa blanca con moño, las chicas en unos vestidos largos escotados y con una apertura en la pierna del lado derecho en violeta, al subir mi hombre recorre mi cuerpo con descaro, mi vestido de boda es uno de encaje mangas largas sencillo pero precioso con la espalda descubierta hasta el nacimiento de mis nalgas y una cola extremadamente larga con unos preciosos detalles en el encaje.

—Estás verdaderamente preciosa— dice mi hombre tomándome de la mano, no se ha enojado por mi vestido, al contrario le gustó.

—Cuida de ella Sebastián, ahora es tu responsabilidad hacerla feliz— le aclara mi padre, mi futuro esposo le mira y dándole la mano asiente.

—La cuidaré con mi vida y le haré inmensamente feliz— mi padre con una preciosa sonrisa va junto a mi madre quien no contiene las lágrimas.

—Bien hijos míos podemos iniciar— dice el padre en inglés a petición de Sebastián, tanto su familia y amigos como la mía hablan el inglés y era mejor opción.

Todo va de maravilla hasta llegar al "yo me opongo" —¿Alguien se opone a esta unión de estos dos seres?—

Sebastián mirando de frente al público me congela la respiración, fue justo después de esta parte que me dejaron aquella vez y él ahora mira al público justo como lo hizo Alonso, mi corazón martillea con fuerza mi pecho pero al ver el gesto que hace con su saco de vestir me relajo, lo echa a un lado y deja a la vista un arma de fuego que a los hombres le causa risa y a las mujeres indignación. Cuando me di cuenta que mi hombre poseía esas cosas casi me da un ataque, pero ya estoy acostumbrada, sonriendo miro a los presentes, la cara de mi madre y suegra no tienen precio.

—¿Alguien que se quiera interponer?— pregunta mi amor con una seriedad que ni un beso mío se la quita, todos carcajean y niegan con la cabeza divertidos.

—Hijo mío estamos en el templo de Dios— dice el padre indignado.

—Tranquilo padre, esto solo ha sido para que cada quien tenga sus ideas en orden y no comentan una tontería— todos carcajean por lo tonto que está siendo mi odioso, no tiene remedio alguno.

—Dios santo con los jóvenes de ahora— niega el padre —como nadie se opone a este sagrado matrimonio pasamos a los votos— estoy feliz y nerviosa a la vez, llegó la hora de ser la esposa de mi amor.

—Yo, Catrina White te quiero a ti, Sebastián Miller como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida— miro a mi hombre a los ojos y desnudo mi alma con mis palabras —Sebastián Miller llegaste a mi vida de manera poco común, pero fue la perfecta para mí, te amé desde el primer momento que nuestros cuerpos se unieron, te amo como jamás había amado a alguien, quiero que sepas que estaré siempre a tu lado dispuesta a escucharte, ayudarte o simplemente para darte un apoyo, desde hoy estaré para ti siempre, si tienes un mal sueño o quizás un mal día ahí estaré yo dispuesta a hacerte olvidar lo malo y recordarte lo bueno— sonreímos —mi odioso... Dios cariño eres mi desequilibrio emocional y te adoro aun cuando eres imposible y así como prometo estar siempre para ti también te aseguro que te haré tomar muchos corajes— carcajeo en compañía de los presentes —pero no lo olvides siempre te voy a sonreír y te haré olvidar— a mi odioso no se le quita la sonrisa de la cara, la emoción se nos refleja a los dos, este es nuestro momento y es nuestra hora de ser feliz.

—Dios... Cuánta razón tienes gatita, un día me harás perder la cabeza y no la voy a encontrar ya más— se mofa provocando más risas

—Yo, Sebastián Miller hombre perfecto, guapo, inteligente, Playboy, no olvidemos exitoso hombre de negocios— mira al público y les guiña y si, ahí está mi pretencioso y egocéntrico hombre siendo él —te quiero a ti, Catrina White, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida. Te prometo cuidarte y hacerte feliz siempre— la risa da paso a la seriedad, esa que me encanta ver —como una vez te lo dije te lo volveré a decir, quizás aquí la mayoría y tal vez tú misma no crean en el amor a primera vista pero a mí me pasó, solo bastó una mirada tuya para que yo callera a tus pies, tú has sido mi salvación, tú has hecho de mí un mejor hombre, que en ocasiones no me soportes lo sé, pero cariño la única mujer que puede dominarme y aguantarme este carácter de mi...— calla al darse cuenta lo que iba a decir lo que me hace sonreír, las palabras de mi hombre me tienen cardíaca —digamos imposible, por eso debo cuidarte y protegerte como lo más preciado que eres para mí— suelta mis manos y acaricia mi vientre —tú me has dado lo más importante de mi vida, cariño sin ti mi vida era un desperdicio, no era nada, siempre, escúchame bien, siempre estaré para ti aun cuando tú creas que no es así, si tienes una tristeza, un dolor o simplemente estás enojada puedes contar conmigo porque haré lo imposible por verte bien, claramente si no soy yo el causante de tus penas— sonríe y me hace reír a mí —si es así mejor avísame para huir y seguir con vida— carcajadas generales, mi amor es un tonto —hablando seriamente gatita, siempre... Siempre estaré para ti aun cuando parezca que no quiero estarlo— sus palabras, sus gestos y con la determinación que lo dice me derriten el corazón y me hinchan de amor, ese es mi hombre y no lo cambiaría nunca en la vida.

—Entonces hijos míos... Los anillos por favor— cuando los traen el padre nos mira por turno —Sebastián Miller, ¿Acepta a Catrina White como su legítima esposa?— mi corazón late con fuerza, justo aquí me dejaron por otra, justo en esta parte sufrí por primera vez.

—Sí, acepto— escuchar eso me hacen respirar y dibujar una enorme sonrisa.

—Catrina White acepta a Sebastián Miller como su legítimo esposo?— miro a mi hombre como si lo estuviera pensando, no hablo, no hago ningún gesto, Sebas se pone serio inmediatamente y cuando va a decir algo suspiro.

—Seguiré siempre esta locura, si acepto— rio divertida al ver la cara de mi marido. Una vez nos ponemos las alianzas nos miramos a los ojos —los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.

—No sabes cuánto estaba esperando este momento, al fin serás la Señora Miller...— antes de que mi hombre llegue a mis labios nos vemos interrumpidos.

—¿Es una broma?— el grito de aquella mujer me borra la sonrisa de la cara —Sebastián Miller... Casándose con una mujer mucho más joven que él— miro a mi marido y a la mujer que está en medio de la iglesia por turnos, tras de esta puedo apreciar las miradas de mis suegros y luego la de mi cuñado, mi corazón va como caballo de carrera, el sudor fío recorre mi cuerpo y como si mis hijos me sintieran dan golpes certeros en mi vientre, la tensión y los miedos me invaden de manera impresionante.

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