Doy mil y una vuelta en la cama, no paro de mirar la hora, los chicos no han regresado y es tarde, el reloj marca las 2 horas y aún no llegan, tomo mi móvil.
Espero que ya estén de vuelta y no estén ebrios y menos tú Sebastián
Le envío un mensaje a mi odioso pero este no llega se queda en una rayita, espero unos minutos pero aún no le llegan, mi desespero es tal que levantándome de la cama le marco una y otra vez pero nada me envía a buzón de voz, los nervios se apoderan de mi <<no puede ser posible que me haga esto, no este día>> caminando de un lado a otro escucho la puerta de la habitación abrirse, de inmediato voy a su encuentro y ahí está, notoriamente pasado en alcohol.
—¿Qué haces despierta?— pregunta caminando y pasando a mi lado.
—¿Es enserio? Llegas aquí a esta maldita hora ¿Y eso es lo único que dices?— le miro furiosa —Sebastián van dando las 3 y mírate joder... Nuestra boda es más tarde— me acerco a él y le huelo la camisa —¡Estabas con otra mujer!— le grito empujándolo —¿me estabas engañando?— me mira con seriedad mientras se tambalea —eres un imbécil— susurro.
—Dices otro taco y te ira mal— dice despacio y arrastrando las palabras.
—¿A mí me irá mal? ¿Estás hablando enserio? Por un coño has sido tu el que a llegado aquí tarde y borracho, hueles a perfume de mujer— no dejo de gritar los celos me están matando, no entiendo cómo pudo estar con otra mujer.
—Esa puta boca— gruñe más alto —estaba con los chicos, nena por favor tranquilízate y desnuda a tu marido— se sienta en la cama, más que cabreada con el florero en mano voy al baño y llenándolo de agua fría vuelvo con él y levantándolo se la vierto sin miramientos —¿Qué coño haces?— grita está vez.
—Lárgate de la habitación no voy a dormir contigo, no puedo creer que te pusieras en ese estado horas antes de nuestra boda y sé que has estado con otra mujer, otras veces llegas y enseguida corres a mí y esta vez solo me has pasado por el lado, siquiera me has mirado, pero... claro con esta panza no soy apetecible para ti— las ganas de llorar me invaden, quiero estamparle el florero en la cabeza.
—No me iré a ningún lado, me quedaré aquí contigo— da unos pasos en mi dirección —si tu enojo es porque no podías contactarme ok... Lo acepto los chicos me obligaron a apagar el móvil para poder divertirme, si no me abalance hacia ti es por mi estado y no quiero golpearte— me abraza —deja lo fiera nena, jamás te engañaría eres mi vida y me pareces sexy aún con mis hijos en tu vientre— su beso apestoso a alcohol quita todas las dudas que hay en mi —guarda las garras gatita— susurra al separarse de mí.
—Nuestros hijos— le aclaro como siempre —vamos a ducharte— digo un poco más tranquila —aún estoy enojada Sebastián, no tenías que haberte pasado en tragos— le reprocho. Entramos al baño me desnudo y entro con él a la ducha, le desnudo y tiro la ropa al piso —vamos flexiona las rodillas para lavarte el cabello— mi chico se pone a mi altura y yo procedo a ducharlo, sus manos en mi vientre me hacen reír.
—Si mis amores, papá está aquí jodido y en problemas pero aquí estoy— mis hijos forman una fiesta, siempre que pasan horas sin escucharlo al hacerlo se ponen histéricos. Sus manos suben a mis pechos y los masajea —están enormes— susurra —joder nena no hagas eso— gruñe, le estoy lavando la polla, sonrío, quizás así pueda follármelo sin que se mida.
—¿Te gusta lo que hago cielo?— pregunto en un susurro —¿No te gustaría una mamadita?— me mira a los ojos y sé que lo tengo ganado su dureza me lo confirma —vamos a la cama —cierro la llave y busco las toallas, aún se tambalea, se envuelve en la que le doy mientras yo me seco. Llegamos a la cama y lo acuesto, trepándome sobre él inicio a besarle el cuello, no quiero pensar en ese olor a perfume que lleva.
—No tendré sexo contigo— me dice serio y eso me sorprende —¿Crees que por estar algo ebrio me voy a dejar llevar?— me aparta, mi corazón se acelera de inmediato —y no me salgas con eso de "me engañaste" porque no lo he hecho ¿Cómo fue posible que permitiste que otro hombre entrara a la casa? ¿Creíste que no me daría cuenta?— mi respiración se vuelve entre cortada, Daniel le ha dicho, sabía que pasaría eso —¿Sabes lo que más odio de esto? Que tú me hagas escenas de celo aun cuando sabes que estaba con los chicos incluido tu padre, me acusas siempre de serte infiel cuando sabes que no es así y ahora aprovechas que no estoy para contratar a un maldito bailarín, vamos nena ¿Por qué tan callada?— su voz de aparente diversión me congela el alma.
—Yo... Yo no fui... Mikeila me ha dado esa sorpresa... Pero sabes que no pasó nada, eso fue un simple baile Sebastián...— susurro la mar de nerviosa —cielo no quiero una discusión no ahora, nos casaremos en unas horas y míranos ¿Crees que es bueno iniciar así? Sé que eso estuvo mal pero fue un regalo de mi amiga ¿Que esperabas que hiciera?— me hago la víctima, eso se me da bastante bien. Sin decirme nada y aún desnudo se levanta de la cama y se mete a la habitación que es nuestro closet —amor ¿Qué haces ahí?— pregunto levantándome, no quiero que se vaya, no ahora.
—Quédate en la cama— le escucho gruñir, me paro en seco y vuelvo a subir, la incertidumbre de lo que puede estar haciendo ahí me tienen al borde de un colapso ¿Se abra cansado de mis escenas? —sin duda este embarazo me la ha puesto difícil— le escucho pasado unos minutos —tus celos, tus enojos y tus arranques— le veo salir con algunas cosas en la mano —me has tratado de matar, porque eso haces cada vez que me tiras cuántas cosas veas a tu alcance. Acuéstate— me ordena, mi respiración se agita, llega a mi altura y suelta las sogas que llevaba en las manos a mi lado —que te acuestes te he dicho— vuelve a ordenarme con más firmeza.
—Cariño estás pasado en tragos— le miro sin hacerle caso, aún recuerdo la última vez que se dejó llevar y me lastimó —es mala idea lo sabes— su mirada me da temor, no se mueve ni un centímetro y en su gesto veo que esto lo hará sí o sí.
—No te lastimaré— frunce el cejo —no otra vez, estás embarazada y jamás haría algo que pueda ocasionarte un daño ni a mis hijos— lo dice no muy convencido, lo conozco. Acaricia mi mejilla, su tono de voz es calmado —siempre me pides que juguemos y ahora quiero hacerlo, mereces un castigo por lo que has hecho hoy— le miro con ojos entre cerrados.
—¿Así que pretendes dejarme a medias? Joder Sebastián que eso solo me enojaría, no quiero estar enojada contigo...— me pongo en pie y le abrazo por la cintura —cielo si quiero jugar contigo, quiero que me enseñes todo ese mundo pero no quiero que me castigues de esa manera, no ahora— beso su pecho y alzo la mirada para mirarle a los ojos — deja lo irracional por esta vez por favor— le hago pucheros, sin duda el saber que mi hombre quería jugar conmigo me excita pero que me quiera castigar me quitan toda ilusión —¿Por qué solo no me haces el amor salvaje como llevas tiempo sin hacérmelo?— mi amor me mira aún serio, le ruego con la mirada, no quiero discutir no ahora, no puedo permitir esos juegos que tanto quiero con él, me puede lastimar lo sé.
—Odio que me hagas esas miradas y no pretendía dejarte a medias, solo quería enloquecerte hasta que me exigieras que te poseyera como un loco— escuchar eso me excita y mucho.
—Dios mi amor para exigirte eso no hacen falta los juegos, hazme tuya y hazme saber quién manda— muerdo sus pectorales con algo de fuerza —te deseo ahora— mi hombre da un gruñido que me estremece de pie a cabeza, mi bajo vientre sufre un espasmo y se humedece de inmediato, me acuesta en la cama y abriéndome de piernas hunde su cara entre ellas, no está teniendo tacto y eso me gusta, esto promete. Su hábil lengua pasea por cada rincón de mi sexo, desde los pliegues de los labios menores hasta el clítoris, mi cuerpo tiembla de una manera brusca, la sensación es tal que mi cuerpo se calienta de manera rápida, mi corazón bombea sangre de manera explosiva, mi hombre me hace saber que tan deseoso está, me devora, me saborea, me succiona y pasa con delicadeza sus dientes atrapando mi botoncito de placer, mi respiración se agita de manera caótica, está intensidad casi es
Cómo cada vez que hay una festividad la casa está de locos, todos eufóricos y los minutos se pasan como si fuesen segundos, no he dormido nada y poco he podido ver a mi futuro esposo, solamente me ha dado que desayunar y desapareció, me ha dicho que no está molesto conmigo por lo de ayer, pero que no volverá a tocarme... Eso me tiene mal.Aun cuando no demuestro mis nervios estos me están consumiendo silenciosamente, mi boda será en unas cuantas horas y ya iniciando el día hemos recibido dos llamadas de Silvia pues algunas cosas están saliendo mal y aun cuando encontramos solución nos retrasan en algunas otras, no estar presente en los arreglos de mi propia boda me pone cardíaca.—¿Qué estás mirando?— pregunto parándome junto a Mikeila quien tiene una cara de lujuria que ni un padre se la quita, desde el altillo mira hacia la primera planta.<
Al entrar por la enorme puerta de la Catedral Metropolitana de São Paulo "Catedral da Sé" observo a todos los presentes, mi corazón late muy deprisa, estoy a solo unos paso de volverme la esposa de Sebastián Miller, de mi odioso mi desequilibrio emocional. Al mirar al frente ahí está mi precioso hombre de pie en el altar, aquel smoking gris claro con camisa blanca y moño del mismo color, le queda preciso, está perfecto. Mi hombre sonríe y aquella emoción que noto en su rostro llenan de emoción el mío, presionando con fuerza el brazo de papá trato de que mis nervios no me dominen, no creí posible que este acto que ahora deseo con todo mi ser me pusieran de esta manera.—Dios...— susurro por aquel nerviosismo que no me deja en paz.—Tranquila pequeña todo está bien— la suave voz de mi padre hacen todo por relajarme pero sus intentos son
—Sebastián ¿Qué está pasando?— mis nervios incrementan y los malos pensamientos llegan a mí, esa mujer conoce a Sebastián y está interrumpiendo nuestra boda.—No pasa nada nena, no sé quién es esa— puedo ver su mandíbula tensa aún bajo su espesa barba, miro nuevamente a la mujer y esta está siendo sacada a rastras por los guardas espaldas.—¿Cómo no va a pasar nada?— pregunto intranquila —Sebastián esa tipa ha entrado aquí y a dicho tu nombre, se le
Las horas pasan y llega la hora de tirar el ramo de flores, las chicas se posicionan y sin más lo tiro y me volteo para ver quién lo atrapó, pero lo que veo me hace soltar una carcajada, Mikeila tiene el ramo sostenido como balón de fútbol americano y Luna lista para patear y lo hace, debo agacharme para que no me golpee.—¡Que viva la soltería!— grita Miriam alzando las manos al aire y todas las presentes casadas y solteras chillan, eso me hace reír y más por la cara de los hombres.—Está canción— esc
—Me encanta— confieso, cada caricia, cada contacto, cada aliento que sale de su boca y toca mi piel es una deliciosa descarga de excitación que recorre mi cuerpo. Al sentirlo entrar de esa manera tan mimosa mis uñas se clavan con fuerza en su espalda —es muy grande... Aahhh— jadeo, la excitación tan exorbitante que siento por él y las ganas de sentirlo como un animal es casi dolorosa, este placer que me hace sentir es único, mi amor sabe cómo hacérmelo —me tienes de vuelta y media— me besa y nos tragamos nuestros gemidos, se siente delicioso, sentirlo entrar y salir es lo más placentero que he sentido en toda mi vida, mi hombre como siempre es fuego, cada vez que hacemos el amor nos entregamos uno al otro con una pasión incontenible. Mis gemidos no cesan y sus besos me ponen más ardorosa.—Gatita no sabes cuánto me encantas— lame mi cuello desde la base
Ha paso un mes, mes en que la fiesta no se acababan, mi hombre estuvo de cumpleaños y celebramos una gran fiesta. Sebastián ha cumplido su palabra no me ha tocado y eso me vuelve loca, sin poder hacer nada más debo darme placer a mí misma. Nuestra estadía en Río está siendo perfecta aunque Joseline no se despegue de Sebastián, esos dos solo se la pasan trabajando y mi odioso no me permite ir a los clubes o a los hoteles con él ¡Esta imposible!—No irás al centro comercial sola— me gruñe molesto —Daniel irá contigo y no se apartará de ti ni un segundo— furiosa le miro por el espejo.<
Al terminar el café y una porción de postre que me supo a gloria las chicas se despiden y quedamos para otro día.—¿Está bien?— pregunta Daniel una vez bebe de su botellín de agua.—Cada palabra que dices es más larga— digo con sarcasmo, los bebés me están presionando la vejiga y es incómodo.—¿Puedes dejar de ser tan toca pelotas?&mda