Capítulo 2

Estornudé.

Y no solo eso, no fui capaz de cubrirme la boca y la saliva lo cubrió, pero como yo no soy de esas personas que solo estornudan una vez si no varias veces, tuve que cubrirme la boca y fue en ese preciso momento cuando impedí mi estornudo que me di cuenta que mi nariz estaba escurriendo mis mocos directo a mi boca.

Uh.

Limpié mi rostro rápidamente con mi camisa sintiendo mis mejillas sonrojarse por lo que había acabado de hacer, apenas me atreví a alzar la vista, sus ojos tenían unas espesas pestañas largas y oscuras como si fueran un marco para el azul verdoso de su iris, me veía fijamente pareciendo curioso y pasó una mano por su cuello donde al parecer le había llegado mi saliva.

—Lo siento —hice una mueca—, no tengo coronavirus, si eso te hace sentir mejor...

Él no dijo nada, tal vez estaba ideando una manera de asesinarme. Creí que era solo un cuerpo atractivo, pero su cara era incluso más atrayente, y lo admitía era más atractivo que mi crush.

Hey, concéntrate es el crush de Ana.

El código de amigas me impedía seguir mirándolo embobada, así fuera solo para admirarlo. Aparté la mirada sintiendo la vergüenza de lo que acababa de hacer, esto era pasar pena a lo grande.

Me acerqué a la secretaria Pamela entregándole mi justificación, actuando como si no hubiera estado escuchando su discusión y ahora tenía un chisme completamente jugoso y prohibido en mi poder. Ella limpió rápidamente una lágrima que escurría de su ojo e inhaló su nariz tupida.

—Estas alergias son terribles, creo que hay mucho polvo por aquí —comentó Pamela forzando una sonrisa—, ¿Cómo te sientes Darcey? Ana me comentó de tu terrible enfermedad, ¿qué era?

Claro alergias, actúa como si no te hubiera atrapado señora Pamela.

Es decir, yo había estornudado también, pero evidentemente ella había estado llorando.

Sabía que su matrimonio estaba en problemas, Ana siempre me comentaba que sus padres estaban por divorciarse, pero nunca lo hacían y durante las vacaciones en los mensajes que intercambié con Ana ella me dijo que ahora sus padres estaban reconciliados y que estaban organizando celebrar una boda de renovación de votos... que engaño.

—Ya estoy curada —me limité a decir forzando una sonrisa—, adiós y tómese algo para esa alergia...

...Que sé que es mentira.

Ella afirmó con la cabeza y me hizo un gesto de despedida, me di media vuelta y salí de la secretaría. Todavía no podía creerlo, la señora Pamela metiéndose con un chico de la edad de su hija cuando recién su esposo quería renovar sus votos matrimoniales con ella, qué traición, la decepción hermano.

Entré al comedor y tomé una bandeja todavía pensando en lo que había ocurrido, me senté en la mesa con mis amigos, Guillermo hablaba muy animado del equipo de futbol soccer, él siempre había permanecido al equipo pero esta vez era el arquero principal en vez de estar en la banca como los años anteriores, nosotros cuatro éramos amigos desde que iniciamos la escuela; Cloe, Guillermo, Ana y yo, todos sin poder encajar muy bien con los demás y unidos cuando la profesora nos juntó porque no estábamos en ningún grupo para los trabajos grupales, ahí supimos que nos caíamos bien entre todos y no nos separamos nunca más, Cloe le confesó sus sentimientos hacía tres años a él, y Guillermo —quien no tenía ni idea— dijo que ella también le gustaba, desde entonces estaban juntos.

—¿Viste a mi mamá en secretaría? —preguntó Ana luego de un momento, enrollando la pasta en el tenedor y llevándose un enorme mordisco a la boca, noté que tenía unos moretones en sus brazos pero sabía que ella practicaba Karate fuera de la escuela y supuse que era por eso.

No solo vi a tu mamá, sino que vi a tu crush que al parecer es su amante.

Iba a contestar con algo menos hiriente, cuando de repente todo el comedor quedó en un extraño silencio, Ana había dejado de masticar y tenía la mirada fija en la puerta al igual que Cloe y Guillermo, como si por medio segundo todo se hubiera paralizado, me estremecí un poco por ese extraño momento de elipsis y vi hacia la puerta para ver lo que todos estaban viendo.

Lide.

Pero no solo él, Lide iba con otro chico a su lado, era rubio y a pesar de la distancia notaba que sus ojos eran de un azul intenso, ambos tenían la misma altura, su vestimenta también parecía costosa y bien combinada, una chica caminaba en medio de ellos, su vestido blanco floreado de rosas rojas y lucía un gran moño rojo sobre la cabeza que combinaba con su labial del mismo color, parecía sacada de un personaje de una película ochentera pero eso no la hacía menos atractiva, de hecho era realmente llamativa, parecía toda una modelo, que envidia.

Todos en el comedor parecieron despertar del embrujo y volvieron al ruido normal de hablar entre ellos con gritos y risas estruendosas.

—Vaya manera de llamar la atención —murmuró Guillermo volviendo a enfocar la mirada en su comida, al parecer ellos eran de esas personas que tenían mucha presencia en cualquier lugar y jamás pasaban desapercibidos.

—¿Todos ellos son nuevos? —pregunté confusa, jamás los había visto, y no entendía qué hacían en una escuela pública de una pequeña ciudad como lo era Pemblik, ellos debían estar en Hollywood firmando películas para adolescentes hormonales, yo sería una de esas adolescentes.

—Son hermanos o trillizos no lo sé —dijo Cloe—, La chica se llama Calma, el moreno es Lide estudia con nosotros y el chico rubio es Odín, los asignaron en secciones diferentes.

—Estás jodiéndome —dije sin poder creer que pudiera llamarse así—. ¿Odín, Como el dios del trueno?

—No, de hecho Odín es el dios de la guerra —dijo Guillermo.

Como sea, seguía teniendo un nombre de un dios, y vaya que le hacía justicia.

—Vienen para acá —dijo Ana interrumpiendo mi asombro—, shhh...

Nos callamos cuando los tres pasaron con sus bandejas por nuestra mesa, Calma y Odín pasaron con la mirada fija al frente, Odín parecía serio y ligeramente fastidiado; como la expresión que tenía Lide antes en clases, sin embargo Calma tenía sus ojos verdes muy abiertos y una ligera sonrisa de autosuficiencia en sus labios, no sabría decir si vi bien, pero todos llevaban solo fruta y jugo en sus bandejas ¿acaso eran vegetarianos?

Observé a Lide caminar de la misma manera que Odin, pero por medio segundo noté como sus ojos se desviaron hacia mí y me tensé por un momento al creer que iba a estornudarme encima por venganza o algo así, pero él continuó su camino hacia las mesas del fondo donde había mejor luz por los grandes ventanales.

—¿Te miró? —dijo Ana confundida volteando a mirarme con algo de confusión y tal vez... ¿envidia?

—No —dije intentando hacerla pasar por paranoica.

—Sí, la miró —corroboró Guillermo con algo de desprecio en su voz—, estas dos semanas que llevan aquí son como una especie de superestrellas engreídas, nunca miran a nadie ni mucho menos saludan a nadie.

Bueno, me miró porque lo bañé en saliva.

—Solo estás celoso porque Lide y Odin se integraron al equipo de futbol y ahora son parte de los principales —dijo Cloe—. Escuché que en su otro país ellos eran parte de la selección nacional de la liga juvenil, son profesionales.

Vaya, ¿eran profesionales del futbol?, ¿entonces qué rayos hacían aquí?

—¿De qué país son? —pregunté porque realmente no parecían ser de este país, o... de este mundo.

—¿Por qué mierdas preguntas tanto por ellos? —dijo Ana ahora apuñalando su pasta, su semblante era enojado—, es mi crush, te dije que ni lo pensaras, puta.

Apreté los labios, ella siempre tendía a decirme cosas ofensivas, probablemente porque sabía que nunca le respondía de la misma manera, yo prefería mantener las cosas en paz e ignorarla.

—Solo era curiosidad —dije con el ceño débilmente fruncido, jamás la había visto tan celosa, ni mucho menos de mí, por Dios, Ana era mucho más bonita que yo.

De seguro Lide me había mirado porque además de estornudarle encima, escuché su extraña conversación incriminatoria, pobre Ana, ella no tenía ni idea que de hecho era su mamá la que estaba con él, que horrible.

—Todos nos hicimos las mismas preguntas de Darcey hace dos semanas cuando aparecieron —dijo Cloe mirando a Ana—. Además, Darcey tiene su propio crush que la ignora y ni sabe que existe, Sebastián.

—Vaya, gracias —dije con sarcasmo—. Y es: "Sebastian", sin el acento al final.

Y tenía razón, siempre me ignoraba y ni sabía de mi existencia.

Como si lo hubiera invocado Sebastian entró al comedor, su caminar era muy relajado, hombros hacia atrás balanceándose ligeramente al ritmo de sus piernas como si practicara una pasarela de Calvin Klein, lucía una franela azul y unos simples blue jeans, su cabello oscuro un poco corto peinado hacia arriba y sus ojos avellanas sin mirar a los lados solo fijos al frente, como si tuviera el mundo a sus pies.

Involuntariamente sentí mi corazón acelerarse y mis manos comenzaron a temblar, hasta ahora no me había dado cuenta que no le había dado ni un solo mordisco a mi almuerzo, evité mirarlo enfocando mi mirada en la mesa cuando lo vi acercarse, siempre me volvía diminuta y tonta cuando él estaba cerca.

—Uh, ¿viene para acá? —dijo Ana.

Sentí que me dio un infarto.

—¡¿Qué?! —murmuré sin aliento, siempre pasaba por nuestro lado o simplemente se detenía mesas antes.

—Sí, si viene para acá —susurró Cloe.

Apenas vi el reflejo de su ropa y sus zapatos negros deportivos cuando se apoyó de la mesa justo a mi lado, alcé la vista sintiendo que iba a desmayarme, pero para mí consuelo o mejor dicho; decepción, él estaba viendo a Guillermo.

—Hey, tenemos práctica a las 2 no a la 1 como habíamos planeado —dijo Sebastian, su tono de voz era melodioso y tenía un acento un poco mimado—, al parecer un idiota mojó la cancha interna en la mañana y todavía está algo resbalosa, así que practicaremos en la cancha del patio, pero estaba disponible a las 2. Necesito que lo escribas por el grupo, a mi teléfono se le murió la batería y se me olvidó el cargador.

—Yo tengo uno ¿quieres que te lo preste? —alguien gritó.

Tardé un momento en comprender que había sido yo la que había hablado en tono tan afinado y de manera tan repentina que Sebastian y la mayoría en la mesa se sobresaltaron, malditas hormonas desordenadas, pero es que quería que por primera vez me viera y de algún modo supiera que yo era el amor de subida.

Cálmate Darcey, no puedes ser tan obvia.

Por primera vez en este año Sebastian me miró, sus labios se estiraron en una ligera sonrisa y sentí como mis mejillas se sonrojaban a medida que sentía un extraño calor invadir mi cuerpo, ¿habían cerrado las ventanas o era yo la que estaba acalorada?

Sí, creo que era yo la que estaba calentándose aquí.

—Eso sería espectacular, Hermosa —dijo Sebastian, observé como su sonrisa se ensanchaba y me mostraba sus dientes, Hermosa, estaba segura de que iba a sufrir de un infarto, no solo me había hablado, me había llamado hermosa.

Despegué la mirada de él pestañeando muchas veces para intentar enfocarme, abriendo el bolso detrás de mí silla y noté que el cierre estaba un poco abierto, uh, de seguro lo había cerrado mal antes, saqué el cargador pero casi al mismo tiempo saqué una especie de sobre marrón enredado en él, ¿y este sobre? No era mío. Saqué ambas cosas y le entregué el cargador a Sebastian con una sonrisa de feliz cumpleaños que parecía pegada a mi rostro.

—Gracias, Hermosa —dijo—. Tú estás en el grupo de danza ¿no?, te lo devuelvo en la tarde.

Me quedé por un momento estupefacta, ¿él sí sabía de mi existencia y de hecho sabía que estaba en el grupo de danza?, no sabía cómo sentirme o reaccionar, tragué saliva pesadamente y afirmé con la cabeza casi creyendo que era un sueño.

—Sí, sí, danza —murmuré intentando dejar de pestañear con rapidez—. Ballet, yo. Tú. El futbol. Gracias.

Apreté los labios intentando evitar seguir pasando vergüenza por mis palabras enredadas y sin sentido.

¿Gracias por qué estúpida? ¿Por prestarle tu cargador?

Sebastian me ofreció otra sonrisa extraña probablemente notando mi actitud nerviosa antes de guiñarme un ojo e irse, maldición, me sentía expuesta y estúpida, solté el aire que había estado conteniendo casi sintiéndome desinflarme como uno de esos muñecos de aire.

—Eso fue muy difícil de ver —se burló Ana—. Cuanta torpeza junta...

Entrecerré los ojos hacia Ana, ella siempre era un poco tosca a la hora de hacer comentarios acerca de mi torpeza o peso, pero era algo de lo que ya estaba acostumbrada, me hacía sentir que no era como las demás chicas o como ella que tenían todo bajo control y parecían simplemente modelos de televisión.

—Algún día te darás cuenta que no tiene un pito de oro —dijo Guillermo dándome una palmada en la espalda y Cloe le dio un codazo en las costillas causando que él soltara una queja junto con una pequeña carcajada, giré los ojos sintiéndome lo suficientemente avergonzada como para aguantar sus burlas y dije para cambiar el tema:

—Como sea, necesito que me presten sus cuadernos para pasar las clases de las dos últimas semanas.

Cloe me prestó sus cuadernos, y luego cambiaron el tema a las noticias que habían estado dando de qué hablar éste último mes sobre el asesino en serie que marcaba a sus víctimas días antes de asesinarlas, los últimos casos habían sido en la capital del país, y era escalofriante porque mi papá vivía en un pueblo cercano a la capital y yo pasé las vacaciones ahí. Luego hablaron de que la semana pasada un estudiante intentó incendiar el salón de física apropósito pero lograron apagar el salón, obviamente sin encontrar culpables.

Por un momento me distraje viendo el sobre marrón que había aparecido en mi bolso, toqué el papel de cartulina, no estaba sellada, así que lo abrí con facilidad y saqué una simple nota de adentro donde leí:

Te espero en la entrada de la escuela a las 4 pm. -Lide.

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