CAPÍTULO XIII: En las buenas y en las malas

Las manos me temblaban, estaba sudando como si el cuarto estuviera a cuarenta grados de temperatura, si me hubiese visto en el espejo, probablemente habría encontrado a una Andrea pálida, lánguida y ojerosa, con enormes lágrimas amenazando desbordarse por mis ojos.

No sabía cómo sentirme. ¿Un hijo? ¿Debería estar feliz? Mi única preocupación era cómo Guillermo se tomaría tal noticia.

La voz de Gustav se escuchaba demasiado lejos para comprender algo de lo que balbuceaba. Si su moralidad se lo hubiera permitido, habría entrado al baño de mujeres solo para saber si estaba embarazada o no, pero yo no quería decírselo a nadie. Quería guardar este secreto durante el tiempo en que esa pequeña celulita se convirtiera en una persona; si tan solo fuera posible.

Estuve tanto tiempo dentro del baño que Gustav tuvo que ir por las llaves

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