Capítulo 3.

Al cabo de media hora, terminé con el trabajo pendiente en la cafetería, me cambié de ropa y salí con gran ilusión con destino al centro de la ciudad. Entré establecimiento por establecimiento ofreciendo mis servicios, pero en cada lugar exigían algún tipo de experiencia. No poseo nada de lo que piden, por lo que resignada, desanimada y cansada de caminar me senté en una silla a las afueras de un restaurante lujoso. Mis pies dolían mucho y masajee mi tobillo adolorido, cuando de pronto una mujer muy elegante se acercó. Era rubia, alta, vestía un hermoso traje rojo y un escote bastante pronunciado. Pensé que sus planes eran sacarme a las patadas de donde me encontraba, pues no estaba consumiendo nada.

—Lo siento mucho. Estaba descansando los pies. Llevo caminando mucho tiempo, pero ya me iba— me levanté de prisa y, con una amable sonrisa, me detuvo.

—No te estoy diciendo nada, belleza. Solo vine a saludarte. Dime, ¿cómo te llamas? — hasta su voz salió en un ronroneo muy cautivador.

Es muy extraño que una mujer tan hermosa como ella se acerque a mí, pero solo por educación decidí responder su saludo.

—Soy Lili Guerrero, un placer — nos estrechamos las manos, y sonrió ladeado.

—Margaret McCann. Soy representante y me gustaría que trabajaras para mí. Claro está, sí así lo deseas. Verás, estoy en búsqueda de chicas que deseen participar en un evento muy importante que anualmente se da lugar en el sector más exclusivo de la ciudad. ¿Qué dices? ¿Te ánimas?

Sus palabras me dejaron impactada, la emoción y los nervios de tener una oportunidad como esa frente a mis ojos me llevó a tomar una decisión precipitada.

—¡Gracias! Digo, sí. Por supuesto. Precisamente me encontraba buscando trabajo. ¿Qué tengo que hacer?

—Ve a esa dirección mañana a las diez de la mañana. Allí te diré cuál será tu trabajo —recibí la tarjeta negra con letras doradas que sacó de su bolso y la miré perpleja.

—Allí estaré.

La Sra. Margaret asintió, se giró y caminó hacia el auto lujoso que la esperaba a pocos pies nuestro.

La felicidad no cabía dentro de mi pecho. Regresé a la casa con una enorme sonrisa que ni siquiera Sandra o mi hermanastra podrían borrar con sus insultos. Por fin me voy a deshacer de esa soga que ha estado atada a mi cuello. Aunque estaba llena de inseguridades, me hacía ilusión pensar en el trabajo que irán a ofrecerme.

Desperté temprano en la mañana para dejar todo hecho, no sabía qué excusa iba a darles para ausentarme de la casa, pero la hora pactada estaba cada vez más cerca. Para mi desgracia, Sandra no fue a trabajar hoy, algo que incrementó mis nervios. Me alisté casualmente y preparé un vestido veraniego en un bolso pequeño, sea como sea, iré a esa entrevista.

—Mocosa, ve de compras. Necesito que me traigas todo lo de la lista. ¿Entendido?

Tomé la larga lista entre mis manos y salí apresuradamente de la casa sin decir nada más. Mis manos sudaban solo con pensar en la entrevista. Por dentro me sentía muy ansiosa. Estoy a punto de dar el primer paso a la llamada libertad. Mi única angustia era mi papá. Es muy probable que se ponga triste si algún día no me ve regresar a la casa. Aun así, la decisión ya la he tomado.

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