Capítulo 2.

El sol se escabulló por la ventana. Los luminosos rayos dieron en mi rostro, haciéndome arrugar el entre cejo. Cubrí mi rostro con el edredón. Estaba sumamente agotada y mi cuerpo no daba para más, ojalá la noche hubiese sido más larga. La puerta se abrió chocando con la pared y alcancé a ver a Sandra, hecha furia me arrebató las cobijas tirándolas a lo lejos. Su mal humor era palpable en el aire.

—¡Levántate, maldita zorra! — vociferó, con los brazos en la cintura.

        Me levanté por inercia, con la mirada extraviada y me apresuré a preparar el desayuno para todos en la casa. Una vez acabé, pude disfrutar de una taza de café bien cargado. El día de hoy promete ser extenuante, pues no solo debo hacer los quehaceres de la casa, también debo ir a la cafetería de mi papá, ya que debo ayudarle con el inventario e insumos. No me pagan un solo centavo y, aunque me desmotiva ese hecho, planeo terminar con las tareas pendientes y así sacar algo de tiempo para buscar un trabajo.

Tan pronto como llegué a la cafetería me puse manos a la obra. Apenas era medio día y una pila de cajas todavía esperaba por mí. Agarré mi cabello en un moño revuelto, dejé la chaqueta en una silla y me dispuse a trabajar.

Pasadas las tres de la tarde, mi padre entró a la bodega, con una taza de café y unos bocadillos. Era en el único momento donde podía sentirme genuinamente feliz, pero a su vez, culpable, por no tener la suficiente confianza como para decirle lo que ocurre a sus espaldas. Por más que pasen los años, sigue siendo el mismo conmigo.

—Toma, mi amor. Descansa un poco.

     Lo único que no puedo comprender es el por qué se deja manipular de esa mujer. Sandra suele victimizarse delante de él, dando miles de excusas e inventando muchas mentiras. Como en esa oportunidad donde me obligó a realizar sus deberes, según ella porque le dolía la espalda y era un trabajo sumamente pesado para realizarlo por su cuenta, algo que no era cierto.

—Gracias papá. Ya me falta poco para terminar. En cuanto termine iré a dar una vuelta al centro comercial.

—Me parece bien, mi amor. De paso, mira algo para tu cumpleaños. Escoge lo que más te guste y luego me dices. ¿De acuerdo? — nos dimos un cálido y fuerte abrazo.

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