Capítulo 3: La Hija del Alquimista.

   El cielo estaba cubierto de estrellas y cada una de ellas era un sueño hermoso. La luna estaba especialmente hermosa en su día, desde tiempos inmemoriales la adoraban porque de ella habían nacido maravillas…

Annie se había lavado el cabello dorado, lo peinó, perfumó y lo llevaba en una larga trenza llena de flores. Se había puesto un ligero vestido morado y sandalias de piel atadas con cordones que le llegaban hasta las rodillas. Alrededor del cuello llevaba una gargantilla de oro adornada con zafiros que le hacían juego con los ojos.

Louis estaba deslumbrante envuelta en satén blanco, aunque su figura mostraba demasiado. Pulseras de plata en las muñecas y una rosa blanca a modo de aguja en el moño castaño.

Recorrieron la plaza llena del humo de la comida, el olor del vino, el ron, la cerveza y otras bebidas. Por todos lados había bullicio: los espectáculos, los duelos de jaques y magos errantes. Un hombre de túnica verde a rayas rojas se subió a los hombros de otro azul a rayas amarillas. Cada uno con una sarta de cuchillos en las manos. Luego comenzaron a hacer malabares para el horror del público… Todo el mundo miró asombrado. Hasta que se subieron a los hombros de un tercero vestido de dorado y negro con una máscara de chacal pintada de oro. Louis Leroy le apretó la mano… los malabaristas entrechocaron los cuchillos y se encendieron en llamas doradas que bailaban sobre las hojas, las lanzaban y las atrapaban al ritmo de los tambores mientras una apretada y ruidosa multitud los aclamaba. A pesar de toda la emoción, se sentía muy tranquila. Annie no había vuelto a soñar desde hace varias noches, su último sueño había sido sobre árboles que corrían detrás de ella.

 Jean les ofreció un trago de una extraña bebida verde… Louis hizo una mueca cuando la probó. Luego el muchacho se lo ofreció a Annie y la probó... Era fuerte, mentolada, el calor le bajó por el pecho con un escozor.

Jean Rude era un muchacho risueño de cabello negro y ojos cafés. Se estaba dejando crecer el bigote pero apenas era una pelusa en su labio. Tenía un brazo escayolado, el mismo brazo que Annie había visto romperse cuando se cayó de un árbol…

<<Eso también lo vi en un sueño>>.

Nadie trepaba mejor que Jean, pero en el sueño ella veía a Jean subir un árbol que llegaba hasta los confines de un cielo despejado, demasiado azul. Él había perdido su corazón en la copa del roble, escaló y escaló, hasta que llegó a una gran rama donde un cuervo del tamaño un perro le sacó un ojo y cayó al vacío… Annie había intentado advertirle que no subiera nunca más a un árbol, inclusive quedó como una tonta al explicarle su sueño…

–Mon coeur?

–Era de cristal…

Pero Jean prestó oídos sordos y el cuervo de otro joven llamado Camielle Daumier robó la varita de roble de la familia Rude. La varita fue a parar al colosal roble que reposaba contra el edificio vecino a la bibliothéque. Jean rabioso subió mientras Annie angustiada no hizo más que llorar... Trepó como un lémur, pero una rama se había podrido y se le había quedado en la mano mientras se caía… escuchó como su cuerpo aterrizaba sobre el brazo con un profundo crack.

Se rompió un brazo y dos dientes...

Compartieron la bebida mentolada de Jean mientras veían a dos jaques intercambiar tajos, desnudos, mientras un mago errante de túnica morada bailaba sobre un suelo en llamas… Cuando la música cesó, uno de los jaques se retiraba con una herida sangrante en el pecho musculoso. El jaque movió la espada en el aire mientras pedía un retante. Una mujer de la multitud se acercó con una fina espada que brillaba con la luz del espectáculo. Jean abrió la boca como un idiota cuando la mujer se desnudó, tenía piernas musculosas y unos grandes pechos de pezones rosados, su cintura describía una grandiosa curva y se batió a duelo con el homme hasta que los dos estuvieron bañados en sudor. La danza terminó cuando la mujer de rizos negros le dibujó una profunda sonrisa roja en un muslo al jaque… Cuando le vio bien el rostro, se dio cuenta que era Miackola.

Mia hizo un movimiento de revés y llamó cobardes a los hombres.

Al final, el mago errante de morado alzó las manos al cielo y llamas verdes salieron con un estruendo mientras las monedas llovían… Y luego el mago de verde y rayas rojas soltó los cuchillos dorados y levanto las manos, hizo que los árboles de la plaza se movieran de su sitio. Los hommes envueltos en disfraces de hojas cosidas se adentraron en su círculo de fuego. Jean y Louis fueron a un lugar más apartado y Annie los siguió dejando todo el bullicio atrás. Llegaron hasta un callejón más vacío lleno de fresnos y bancos.

<<Los arboles>> no pudo evitar recordar aquel sueño, quizás hayan sido las especias en el aire… Pero el sueño regresó más vivido: estaba sola en un bosque oscuro, el viento hacía susurrar las hojas en una lengua olvidada, las ramas crujían y se mecían… Hasta que sus raíces salieron de la tierra y fueron tras ella, tenían caras sonrientes, malévolas y tristes. No supo cuánto estuvo corriendo pero llegó a un claro del bosque. Bajo sus pies descalzos había un suelo de mármol blanco con restos de ramas chamuscadas esparcidas en todo el lugar, en el centro había una estatua de mármol negro perfectamente tallada de su padre. Lord Verrochio estaba desnudo con un temple de piedra, majestuoso, tenía el brazo perdido labrado en oricalco hasta el codo. La maleza se había apoderado de él, abrazándolo. Cuando se acercó a verlo, había sobre sus ojos ciegos una venda negra. Intentó quitársela, pero la estatua cobró vida y la estranguló…

Su padre estaba resentido con ella porque había robado la vida de su madre. <<Lady Annie>> se llamaba su madre… Cuando su padre la miraba podía sentir en aquellos ojos vacíos una profunda tristeza.

–Lord Verrochio amaba mucho a tu madre–le había dicho Misa, el ama de la casa–. Tú le recuerdas mucho a ella, no lo culpes.

Pero su padre había sido otro. Ella lo recordaba como un hombre risueño que le acariciaba el cabello al dormir y le contaba que hacía en el château… Incluso tras perder casi todo el brazo en la Maison de Noir. Seguía sonriendo y llevando la cape noir con orgullo, tal como se lo había prometido a Lady Annie. <<Cambió>>. Algo, o alguien lo hicieron cambiar. Sus ojos ya no brillaban. Pasaba días y noches en la Maison de Noir o en el Château de la Coupe y siempre estaba rodeado de alquimistas que secreteaban… Annie los había escuchado desde su habitación a través de las delgadas paredes…

–Abrimos los sepulcros–pero el alquimista bajó la voz y no volvió a escuchar…

–Nunca debimos–escuchó otra voz más asustada…

Luego la voz prominente de Lord Verrochio:

–Si las leyendas son ciertas en los secretos de los antiguos reyes está el poder…

<<Poder y secretos—en las profundidades de Gobaith, el roi Julian había confinado el conocimiento de los antiguos, pero nadie sabía dónde... Todo fue alrededor de ochocientos años cuando ocurrió el primer levantamiento de los dragones durante la alianza de los Wesen y los Scrammer, donde ambas familias sufrieron perdidas y los Wesen se extinguieron…—. El Unicornio volvió a ganar, pero al hacerlo vio la muerte que traían consigo los conocimientos antiguos>>.

En algún lugar cercano, alguien tocó la cuerda de un arpa… Una nota aguda recorrió el lugar como una campanada. Se habían sellado los recuerdos y el saber. <<El auténtico fuegodragón, los hechizos de proyección, las deidades, los secretos de la larga vida, las panaceas, la maeglafia antigua–todos los grandes misterios que los alquimistas luchaban por rememorar. El roi Julian había prohibido la alquimia en su mandato, pero muchas prácticas habían permanecido ocultas–… Todo lo que tienen ahora son siglos de fracasos y perdidas>>. Su propio padre había perdido la mano al manipular fuegodragón.

–Los engendros de Julian–había escuchado decir a su padre.

Un bardo sentado en un solitario banco comenzó a tocar una melodía cargada de melancolía como si cada nota arrancará un pedazo de su alma…. Era rubio y vestía de blanco y morado. Su voz melodiosa era dulce como una gota de miel al final de la garganta:

Quiero confesarte que ya tengo la certeza, de que tu recuerdo vive adentro de mi piel…

Tengo un corazón que está perdiendo la cabeza, porque se dio cuenta que ha caído ante tus pies…

Unos ojos luminosos se acercaban a ella con rapidez… un gato naranja saltó de un tejado hasta un banco frente a ella y la miró como si fuera una persona…

Busco algún pretexto para acercarme a tu lado, si me sale bien tal vez parezca accidental.

Por fin usaré todo el coraje que he guardado, para confesarte lo que nunca pude hablar…

Miró en derredor. El bardo siguió cantando, a sus pies llevaba una olla de hierro con unas cuantas estrellas de bronce y un orión de plata… Louis y Jean se besaban con pasión recargados sobre un viaje fresno. Ella estaba sola.

¡Acuérdate de mí!

Por si tu corazón buscá algún dueño, o si quieres mil besos en un sueño... o si quieres más noches de las que no te den ganas de dormir…

El gato comenzó a seguirla, amenazante. Retrocedió un paso y luego otro, sentía las tripas revueltas, tenía miedo.

–La hija del alquimista–se dió de espaldas contra Camielle Daumier. El cuervo en su hombro profirió un graznido.

Se apartó de él y el gato le pasó entre las piernas con un cosquilleo gélido. Aquel cuervo negro como el carbón siempre revoloteaba en torno al joven <<nahual>>. Los Daumier alegaban ser nahuales: personas que podían poseer el espíritu de los animales. Eran una familia extraña, arrogante y estricta. Camielle poseía aquella extraña mirada, enferma. Él decía poder poseer al cuervo y volar, era una magia increíble, pero también malvada, porque la usó para lastimar a Jean.

–Salü–saludó Annie. Tenía la voz entrecortada–… Ca-Camielle…

El joven pálido miró a su gato con un extraño orgullo.

–A diferencia de los magicians—dijo como para si–. Nosotros podemos poseer animales y mucho más–aunque todos los demás niños decían que él sólo podía poseer a su cuervo–. Mi hermano tiene un lobo negro y mi padre un par de halcones… Tuve un tío que poseía un oso pero cuando lo poseyó estaba hambriento y se comió su cuerpo. También hubo varios Daumier que poseyeron a tigres, manticoras y dicen que hubo uno capaz de poseer a un dragón. Los antiguos Daumier se transformaban en animales, e incluso dicen que los primeros de nuestra familia eran animales que tomaron forma de hombre y mujer.

–¿Por qué me dices todo eso? –Preguntó, temerosa.

–Porque somos la familia más grandiosa: el unicornio, el dragón… Todos se inclinan temerosos del nahual. –Todo lo que dijo lo hizo odiarlo aún más… Odiaba aquellos ojos violáceos–. ¿Te gusta mi gato? –Sonrió. Tenía el cabello plateado muy largo y una boca pequeña y cruel. Llevaba un collar hecho colmillos de distintos animales en torno a un cuello muy menudo–. Se llama Silencioso.

Era un palmo más alto. Bajo toda aquella superficie de demencia había un brillante desquiciado. Ojos y Silencioso eran sus armas.

–C’est… Oui, beau–señaló con debilidad.

<<No se atreverá a hacerme nada porque le tiene miedo a mi padre>> pensó, esperanzada.

–¿Quieres tocarlo? —Camielle sabía que intimidaba y eso parecía causarle un horrido placer. Silencioso se le enroscó en el tobillo…, y Ojos se le posó en el hombro a Annie. Sentía la frialdad de unos ojos violáceos a través de los ojos negros del cuervo.

–Le chat…?

–Est de mon uncle–aseguró Camielle–. Ya no lo quiere, le gusta mucho mas volar. Es muy útil no ser visto ni escuchado.

Annie sintió como se le congelaba la sangre cuando vio el brillo rojo de la macha en la luna reflejado en la hoja negra de un puñal. Parecía una mancha de sangre… Una sombra negra de ojos rojos se movió detrás de Camielle…

–Donde ha estado un nahual puede entrar otro–recorrió el filo con un dedo–. Y un gato puede hacer muchas cosas mejores que volar–colocó el puñal contra la mejilla de Annie. Era frío. Una lágrima rodó sobre el acero negro. Los ojos de Camielle centelleaban, divertidos–. Es antiguo, así que no te atrevas a sangrar sobre él. –El mango era de cornamenta ribeteada de plata. Quizás la hoja era de hierro de cometas…

–S’il vous plâit…–susurró aterrorizada.

La sombra negra tomó a Camielle del brazo. El cuervo graznó asustado, el gato soltó un siseo rabioso y el nahual se lo pensó de nuevo y escondió el puñal. Era tan alto como Camielle y su mirada de rubí hizo que se le borrara la sonrisa del rostro. Era él… <<Mi héroe de rojo y negro>>. No pasó mucho hasta que Camielle se marchó y el joven de cabello rojo y azul se sentó junto a ella.

–¿Estas bien mademoiselle? –Su voz era un matiz de fuegos cálidos.

–Todo–estaba a punto de entrar en pánico, ¿por qué le estaba hablando? Sentía un hueco en el estómago–… T-to-todo está bien.

–No es bueno que vaya sola. Déjeme acompañarla.

Le tendió su brazo y Annie lo estrecho. Él era importante, daba miedo. Era alto y fuerte… Junto a él se sentía capaz de hacer cualquier cosa y era todo un caballero: la hizo reír, le ofreció una taza de leche caliente endulzada con miel… Y la dejó hablar. Ella le contó quien era Niccolo, de cómo Jean se cayó del roble y que le daba mucho miedo el cuervo de Camielle. Se olvidó por completo de Louis y de Jean, de su padre y de todos. Pasaron por la plaza del Héros Rouge con la estatua adornada por un montón de velas rojas… La luna pálida lucía un mechón rojo sangre, una línea espectral de ensueño, un puente de maravillas. Se veía tan lejos y tan increíble…

–¿Sabe usted por qué festejamos a la luna? –Pregunto Annie con tono cómplice, quería demostrarle lo inteligente que era. Una mujer echó un zarzal de hierbas secas en un brasero… El humo llenó toda la plaza y sintió como se le coloraban las mejillas–. Había maravillas…

–… que bajaron de ella—completó el joven, la luz de luna bañaba su cabello formando ondulaciones rojas, azules, grises…–. Lo cierto es que ella es el testigo de nuestra existencia. Ha visto a los antiguos nacer y morir, imperios levantarse y decaer. Honramos a los ancestros, a los dioses antiguos y a nuestra existencia misma a través de ella: divina, eterna y misteriosa.

–Cest beau–la luna blanca se fue tiñendo de rojo. <<Amour>> le había dicho Louis.

–Esto también es hermoso–le acarició una mejilla con aquellos dedos enguantados, suaves y negros.

–Comment? –Sintió como se le enrojecían.

–Tiene una muy bella sonrisa mademoiselle.

Annie lo sujetó con más fuerza, aferrándose a él, no quería perderlo. No quería volver a sentir asustada, paralizada, sola… Caminó con él hasta donde el mago errante vestido de morado con un estrafalario sombrero de rayas blancas, negras, azules y moradas. <<Su cabello también es morado–advirtió Annie con un ladeo de cabeza–. Y huele a incienso, a frutas y a una desesperada tristeza>>. En sus manos llevaba un saquito de cuero con el que arrojaba polvillos finos a un gran brasero de hierro con forma de trébol.

Las llamas purpureas se alzaban tan altas como él.

–Vengan dioses antiguos–un ayudante pelirrojo de rostro pecoso le alcanzó un largo cayado de roble rematado en oro macizo. Arrojó un muérdago al fuego y extendió el báculo–. Déjenme verla una vez más…

Las llamas se convirtieron en una mujer de fuegos purpúreos. Sus cabellos bailaban, era luz y estiró los brazos ardientes en torno al mago morado. Pero cuando se cerraron para abrazarlo, ella despareció, llevada por el viento… Annie vio unas cuantas lagrimas caer desde unos ojos grises ocultos por el ostentoso sombrero y la barba purpura descuidada.

–Los muertos deberían descansar, no ser llamados a la vida otra vez–pronunció el joven. Aunque él también tenía los ojos vidriosos.

<<No llores por favor…>>

Aun así, sentía un regusto amargo, la bilis en la garganta. El resto de la noche se llenó del humo y el bullicio, los hombres bebían y reinaban estruendosas carcajadas. Pasaron junto a uno dormido o posiblemente muerto que apestaba a ron. Un jaque vestido sólo con unos pantalones le lanzó una espada fina a un magician de cape rouge mientras lo maldecía. El magician tenía una horrorosa cicatriz en un ojo ciego. Alto e imponente, de hombros anchos y unos brazos como fuelles. Pateó la fina espada a sus pies y desenvainó un grueso mandoble entre palabras obscenas. Annie olió su esencia. Era una persona horrible: olía a pelo quemado y a incendios, era como un demonio rojo… Las rodillas le temblaban con mirarlo, ese hombre debió haber quemado vivas a un centenar de personas, lo podía ver, sentir, todo ese dolor escociéndole la piel… Los caminos que unían la quintaesencia, mostraban aquella <<verdad>>…

El jaque le sonrió enseñando unos cuantos dientes de plata. Tenía un pecho musculoso enmarcado en sigilos de maeglafia, símbolos de una antigua lengua, marcas azules que evocaban poder. Levantó los brazos apretando los gruesos omoplatos y describió un fiero arco con un destello plateado que impresionó al público, tenía una espada ágil y grácil comparada con el grueso mandoble. El magician de la cicatriz se quitó la cape rouge dejándola en el suelo. Abajo llevaba una túnica negra que se le ceñía al robusto cuerpo. El jaque parecía estar en trance, rezando en alguna lengua olvidada. Sus sigilos azules brillaban cuando se movía: pasaban del azul al verde y luego al dorado. Se lanzó sobre el otro... 

Fue el movimiento más rápido, fuerte y brutal que había visto… El magician iba a levantar la espada para detenerlo, pero lo pensó mejor y retrocedió. La hoja cortó el aire con tanta fuerza que los oídos de Annie silbaron… Y lo siguió atacando. El jaque bailaba con mucha agilidad evadiendo al homme de la cicatriz que apenas se defendía, describió un círculo alrededor de los tajos violentos de su oponente, dando estocadas, cortando… el magician retrocedió bañado en sudor, sangraba por un centenar de cortes a través de la túnica ceñida, parecía un borracho dando tumbos. El magician, herido, aulló y describió círculos con torpeza. Dolorido, se acercó como una presa rabiosa, tomó el brazo del jaque en un movimiento desesperado, y lo lanzó al suelo con una enorme fuerza. Annie pensó que se lo había roto por como escuchó los huesos crujir… el magician fue a rematar al jaque que se levantó rápido como un zorro, esquivó el grueso mandoble y con un limpio tajo le cortó el vientre al magician.

  Un horroroso grito se levantó por encima del escándalo de la multitud… Parecía que iba a morir por la forma en que se apretaba los intestinos… Estaba famélico, casi sintió lastima por él. Sentía mucha repulsión y ver toda esa sangre la hizo abrazar al alquimista… Por otro lado, los ebrios vociferaban maldiciones y bebían como si fuera una pelea de perros.

  <<¿Se divierten? >> Aquello la enfermaba, nunca iba saber la respuesta. Un cuerno de vino voló desde la multitud y bañó al perdedor que gritó y se retorció por el ardor.

  El jaque inclinó la cabeza, depuso su espada fina y se alejó un poco malogrado… Pero el magician herido soltó un gruñido casi animal, susurró unas palabras y de su brazo brotó una lengua de fuego dorado que envolvió al jaque con un quejido. El aire se llenó del aroma a pelo quemado y piel chamuscada, había una pincelada de perfume de… <<Grosellas–Annie intuyó un pensamiento flotante, lo captó–: Una casa vieja que arde en las llamas junto con viejos recuerdos. ¿De quién era aquel pensamiento?>>.

El grueso y afilado mandoble del magician de la cicatriz se abrió paso entre las sienes del jaque envuelto en llamas con un reguero de sesos, huesos y sangre… uno de los ojos cayó cerca de donde estaba ella. Soltó un grito y sintió fuertes horcadas, pero el joven le cubrió los ojos y la envolvió con su cuerpo.

<<Es muy cálido>> pensó apartando las náuseas de su mente.

–Vámonos mademoiselle.

El lugar se llenó de festejos, vitoreos, aplausos y el chocar de las bebidas. Cuando abrió los ojos estaba lejos del ruido, de la sangre, de los hombres y las mujeres malvadas… de todo, menos de aquel… ¿aquel?

–Comment tu t’apelles? –Preguntó risueña.

–Mon nom est Sam.

Tal vez podía sonar fantasioso, pero…

–Lamento si vio eso–parecía triste.

–Calme–sin darse cuenta lo tenía tomado de la mano, el guante era terso y duro. <<No está bien>>. Nada estaba bien con lo que acababa de ver, el mundo daba vueltas a su alrededor, quería que la abrazaran, la consolaran… pero–… Bon, ganó el magician al final… ¿por qué?

–Así es la vida, no se deja de luchar hasta que se muere. El morir implica dejar atrás todo por lo que has peleado… Los primeros que habitaron esta isla debieron sentirse frustrados. Estaban muertos pero por alguna razón seguían caminando, arañando el suelo y teniendo hijos. –Sus ojos parecían fijos en algún recuerdo, viendo más allá…

La acercó a él, su pequeño cuerpo se pegó al suyo, sentía su calor ¿O ella estaba acalorada? Era un palmo más alto y la miraba, no a ella, a sus ojos… ¿a sus labios? Su rostro se acercó, aquellos ojos sangrientos se desvanecieron. Su beso era un cosquilleo en toda la boca. Una corriente energética recorrió su cuerpo a toda velocidad, dando vueltas y retumbando… Sus labios eran miel pegajosa y suave, tenían un afrodisiaco más poderoso que la Lujuria... Era un beso suave, quizás el más suave que sentiría en su vida… Sus bocas se unieron, era pasión, ternura, gentileza… El calor le nació en la boca con un profundo ardor y le recorrió el pecho, el estómago… Ya no necesitaba respirar pues sus pulmones se llenaban de calor… ¿Era amor?

El rostro gentil de Sam apareció flotando ante ella con una sonrisa.

–¿Estoy soñando? –Dijo sin pensar.

–Quizás–le respondió. Su aliento olía a canela, nuez moscada, vino y… <<azafrán>>…, quemaba. Su esencia hermosa era como perfume de rosas y un profundo abandono, le faltaba algo–… Dicen que morir es como soñar, es mejor vivir…

La besó otra vez… Sus manos acariciaban su cabello, sus finos rizos de oro fundido.

–¿Te necesito? –Confesó Sam… casi como un susurro.

–Y yo a tí–quería besarlo, besarlo toda la noche, que aquel sueño no acabará.

–Esto es más grande que ambos, pero… es necesario. Lord Verrochio... No. Tu padre, él me quitó algo muy importante. –La miró con tristeza, como si le hubieran quitado sus sueños y esperanzas.

–¿Qué? –<<Bésame>>–… Lo que sea… sólo dilo y bésame.

–Es solo una cosa, un objeto que no pertenece a Lord Verrochio. Pero no quiero…

La amaba, ella lo sabía. Lo sentía a través del camino invisible que los unía… Y él no quería meterla en problemas, pero si de verdad quería ganarse su amor debía hacerlo, por él.

–Lo hare–respondió Annie acercando su rostro al de Sam… Lo necesitaba cerca, bajo su piel.

–Primero, déjame amarte toda está noche–confesó él, sonrió y le dio un beso. Y otro, y otro… y la noche se llenó de maravillas. Pero desearía, que no hubiera sido así… 

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