Ahora ¡Soy La Reina! (Dúologia Reina, Libro 1)
Ahora ¡Soy La Reina! (Dúologia Reina, Libro 1)
Por: Melanie Fraser
Prólogo

¿Puede un viejo sentimiento despertar cuando se tiene el corazón blindado y los sentimientos congelados?

Aquí estoy nuevamente, un día más para soportar y aguantar sus miradas, sus señalamientos y sus burlas, este mundo es una mierda con todo y sus prototipos. Eso diría si fuera una tía fuerte y segura como las demás, pero el caso es que pienso que abajo de todo eso aquellas personas son buenas, solo deben comprender que no todos podemos ser como ellos quisieran.

Cabello negro largo, pero siempre recogido y despeinado, ojos marrones, labios carnosos, altura normal, pero con un gran defecto, poca autoestima. Mi timidez y poca confianza en mí son siempre la causa de mis problemas. Siempre he sido una mujer muy cohibida, desde niña hasta la actualidad, a mis 24 años solo he tenido un novio, novio que me dejó por otra chica más guapa que yo; allá donde vaya todos me miran como el bicho raro que soy. 

Estoy de camino a mi trabajo, ese a donde quiera que mires te topas con mujeres delgadas, no es que yo sea gorda, pero la ropa de lana ancha que uso, no me favorece, además ellas son preciosas, y los hombres sexys y musculosos, aun no sé qué hago en esta empresa, no cumplo mucho con el estereotipo… ¡Ah, ya lo tengo! Soy una de las mejores en RR.HH., arreglo todo el desastre que hacen en la planilla, soy quien da la cara por todos los errores de esta empresa en contra de los empleados, esa a la que le dicen lo que quieren y no pasa nada porque soy la sosa y la menos importante. 

Es muy temprano cuando entro en la oficina, soy la primera en llegar, así que dejo mis cosas en mi escritorio, enciendo la computadora y voy a la pequeña sala donde tenemos una cocina que parece de juguete, es tan minúscula que apenas caben tres personas. Tomo la jarra para llenarla con la cantidad exacta de agua, la vierto en la cafetera, coloco el filtro y agrego el café para luego encenderla. El café debe estar listo, soy la chica del café.

—Eh... Cat eres tú— La sexy y profunda voz de Mike resuena a mi espaldas, nervios, eso siento cada vez que me mira, me habla o pasa a mi lado. Mi corazón late con fuerza, me giro muy despacio.  

—Buenos días Mike— le sonrío un poco avergonzada y sonrojada, siempre lo estoy ante él, aún no sé por qué me siento así, me gusta demasiado, pero en todo caso me debería de sentir apenada y no avergonzada. 

—¡Vaya! huele a café, me gusta que lo prepares tú— pasa a mi lado y roza levemente mi brazo, solo ese pequeño roce hace que mis mejillas ardan aún más.

—Si, me sale bien, eso creo…— Me sonríe y va a al frigorífico que tenemos, abre la puerta y saca un botellín de agua. ¡Madre mía, que cuerpo! Esos músculos tan definidos; este hombre es el morbo en persona. Alto, rubio oscuro, ojos verdes, barba perfectamente recortada; se le ve de maravilla, cuerpo atlético y ese perfume que desprende seguridad y dice a gritos, “soy el rey”, “todas me desean y todas caen ante mí”. Debo estar mirándolo con demasiada insistencia, porque me saca de mi sueños.

—Catrina, ¿Estás bien?— Me mira. Dios esa preciosa y profunda mirada que me deja sin habla siempre, me absorbe por completo.

——Si... Si, si estoy bien— Tartamudeo como una tonta, como la tonta que soy, no sé que estoy haciendo, él jamás se fijaría en mí. Salgo del lugar, no dejo que me conteste o que diga palabra, lo dejo ahí bebiendo de su botellín de agua. Voy a mi escritorio y me pongo a lo mío, así soy yo, solo trabajo y más trabajo, joder, no tengo una vida más allá de mis libros, series, leer el blog de mi escritora favorita, escribir y escuchar música, aunque también cocino, eso se me da bien y me gusta. No salgo de fiestas, no asisto a las reuniones que hacen mis compañeros en clubes o bares, yo siempre los evito aunque mi mejor amiga siempre trate de convencerme, ella es sexy, no tiene de que preocuparse. 

— Ca-aat...— Escucho su cantarina voz, es Miriam mi mejor y loca amiga. 

—Que-ee... —Le canturreo en respuesta.

—¿Lista para esta noche de viernes descontrolada, llena de alcohol, baile y diversión?— ¿Por qué no puede dejarme en paz con eso?, ¿Porque insiste cada vez que hay una salida?, ¿Porque no solo pasa de mi como hacen los demás?

—Esta vez sí debes ir Catrina, no puedes faltar— Asegura Mike acercándose a nosotras. 

—No iré y lo saben— sigo con la vista en mi pantalla. 

—¡Ah! Por cierto, ya está el café— deja sobre mi escritorio mi taza con café. 

—Dos de azúcar y vainilla agregada— sonrío soy amante del café con vainilla, pero soy más amante a que él recuerde esos detalles —lo siento Miriam, no sabía que ya estabas aquí— se disculpa caminando a su escritorio un poco más allá que el mío, es un pecado que este en ese lugar, está a mi vista y me distrae demasiado. 

—Venga hombre no te preocupes, aunque no me enojaría si lo fueras a buscar, ya sabes que estoy aquí, ¿no?— le sigue con la mirada y mantiene su ceja izquierda enarcada —y tú…— prosigue centrándose en mi esta vez. —Debes ir hoy, y no quiero un no como respuesta— se va y desaparece en la pequeña cocina, no me da tiempo de renegar. 

—Escúchala Cat, debes ir créeme— pongo los ojos en blanco al escuchar a Mike, no iré por mucho que me inciten. 

Pasan las horas y van llegando mis compañeros 

—¡Cat…!— la irritante voz de Jennifer me taladra los tímpanos, suspiro es viernes y me queda todo el fin de semana para descansar de ella —Cat... Mi compañera favorita... ¿Estas más bonita cariño? ¿Estas dejando lo soso?— pregunta lo suficientemente alto y con tono de burla para que todos la escuchen, algunos se ríen, otros prefieren pasar de todo esto. 

—No, no lo he dejado Jennifer, ¿Algo en lo que te pueda ayudar?—  se arregla su rubio y oxigenado pelo y parpadea varias veces provocando que sus falsas pestañas llamen la atención, sus labios pintados de un rojo puta, hacen una mueca. 

—De hecho, debes arreglar esto— tira una carpeta en el teclado de mi computadora, provocando que se me borre todo lo que había adelantado. ¡No puedo creerlo! ¿porque es tan mala?

—¡Aaiiss! lo siento querida, no quería que pasara eso— su disculpa es tan falsa como sus tetas operadas.

—No pasa nada, Jenniper, ¿Me decías?— quiero que se vaya pronto de mi espacio.

—¡Ah! Sí, en la sucursal de Texas hubo varias fallas en las marcaciones y los empleados hicieron reclamo y quieren pronta respuesta— sin más da media vuelta y se larga moviendo las siliconas que tiene por culo, resoplo, esto no puede ser posible es la segunda vez en dos meses. Trabajo en la compañía central de New York, es donde llevamos los controles de todas las sucursales del país, estas empresas de mercadotecnia no deberían tener estos problemas, va de mal a peor la calidad de la empresa. 

—¿Estas bien?— pregunta mi amiga —si quieres voy ahí y le arranco sus extensiones una a una, tú solo dímelo— sonrío, siempre me defiende de la plastibruja como le llamamos a Jennifer.

—No, tranquila, puedo volver a hacer lo que tenía adelantado— tomo la carpeta en mis manos y la hago a un lado, eso quedará para el lunes, ya tengo demasiado trabajo. 

—Esa plastibruja, no sé cómo puedes aguantarla, yo la hubiese mandado a la shit desde hace mucho. Gracias a Dios no vendrá hoy a la reunión, se va a ver a su noviete súper pijo que dice tener, no sé porque ese tipo no se la lleva de una vez para alegrarnos la vida a todos— le miro y suelto una apenada risa. 

—Nadie en sus 5 sentidos y cuerdo pasa más de un día con esa loca, ¿crees tú que él se la llevará? No pidas lo imposible amiga mía, además ¿No ves que siempre se queja de que él está ocupado? Pues de eso nada, ha de estar huyendo de ella para tomarse un respiro— me sonrojo por las cosas que digo, Miriam es la única que me hace expresar de esa manera,  pero eso sí, solo lo hago con ella y no puedo evitar sentirme mala persona. Mi amiga se carcajea y todos nos miran, le hago callar y regresar a su puesto de trabajo. 

El día pasa muy rápido, tenía mucho trabajo, pero aun así adelanté mucho más para que mi lunes no sea tan pesado, ¡venga como si eso fuese posible!

—Vaya, somos los que más trabajamos— dice Mike levantándose de su silla. 

—Al parecer somos los esclavos de TecnoMark— apago mi computador y recojo mis cosas. Que bien disimulo frente a él.

—Sí y más hoy que todos quieren irse de juerga, me imagino que tenían citas en el salón y con el barbero— le miro mientras pongo mi bolso en mi hombro, es verdad y Miriam es una de esas. 

—Pero apenas se han ido a las 17 horas y han quedado a las 20 horas, no lo entiendo— niego con la cabeza y sonrío, no sé para qué se arreglan tanto si siempre quedan desastrosas para cuándo terminan la noche.

—Ya los conoces— espera que me ponga a su altura, caminamos a la puerta y él pone la alarma —Pero ya, hablando de ti, debes ir Catrina, no faltes por favor, si quieres voy a por ti— me quedo de piedra ¿El ofreciéndose a ir a por mí? Bueno la verdad es que él siempre ha sido así de lindo conmigo y es eso lo que me tiene enamorada de él, pero él es lindo con todos, es el lindo Mike después de todo. No debería ilusionarme. 

—No lo sé Mike, sabes que no me gusta, nunca voy a esas reuniones, prefiero leer, escuchar música, escribir o cocinar— me encojo de hombros. 

—Bien si no vienes yo iré a tu casa— dice como si nada, los nervios se apoderan de mi, ¿Qué dice?

—No, no voy a permitir que dañes tu salida por mí— se detiene, llama el ascensor y este se abre de inmediato, subimos y me mira. 

—Entonces vendrás, no me decepciones Cat— bajamos directo al estacionamiento, se despide y se va, no espera una contestación o mi negativa. Camino al lugar donde he aparcado mi coche, mi bebé, esta algo viejo, pero no quiero cambiarlo, me gusta. Miriam dice que un día me dejará tirada en la calle a media noche en medio de un diluvio, ella no le tiene el menor amor a mi Rose. Monto en mi preciado auto, enciendo la radio y la preciosa voz de Ed Sheeran sale por las bocinas,  amo a ese hombre, no más que Michael Bublé, pero lo amo. 

Al llegar a mi casa, mi perrito Blackie, un hermoso Caniche Toy, me saluda alegremente como todos los días, lo tengo desde hace 3 años, desde que lo vi en aquel callejón me enamoré de él. Era apenas un cachorro, lo rescate y lo traje conmigo y aquí estamos amándonos como dos locos. 

—Hola precioso, ¿Me extrañaste?— me tiro al piso para darle mimos él me ladra y lame toda mi cara, cuando ya está satisfecho deja que me ponga en pie, me cuesta mucho dejarlo solo en casa, es lo único que tengo aquí cerca de mí, mis padres viven en California. Cuando les dije de hacer una vida en New York casi mueren de un disgusto, irme al otro lado del país no fue nada agradable para ellos, que su niña como ellos me dicen, esté lejos de casa no era bueno, me creían muy joven, pero aquí estoy desde mis 20 años. Me tiro al sofá y pienso en lo que ha dicho Mike, quizás no es mala idea ir. 

Estoy en mi auto son las 20 horas, me debato entre ir o no ir, tengo una lucha interna, no quiero pensarlo más, así que arranco el coche. ¿Qué puede pasar? 

No estoy segura de mi vestimenta, me he puesto un vestido con mangas 3/4 en negro y su largo es hasta un poco más abajo de las rodillas es un traje cerrado no me gusta mostrar nada,  me dejé el cabello en una coleta alta.

Llego al lugar, es una discoteca en el letrero pone "Fun" salgo del coche, hay personas fuera y todos me miran, algunas chicas cuchichean entre ellas y eso me incómoda mucho, entro al lugar y al fondo están mis compañeros, Miriam es la primera en verme. 

—¡Llegaste, has venido!— grita y me abraza, Mike me mira y sonríe, todos me saludan y tomo asiento en uno de los sofás, Mike se sienta a mi lado. 

—Gracias por no decepcionarme Cat— me dedica esa preciosa sonrisa, ¿Que dice? ¿Quién puede decepcionarlo a él?

—No es fácil decepcionarte, siempre perdonas cuando eso ocurre— es demasiado bueno.

Las horas pasan y creo que me he pasado de crusher, ¡Que bien le va el nombre! Miriam me arrastra a la pista donde están casi todos. Bailan una música cañera, nunca la había escuchado y vaya que soy fan de la música, escucho de todo. La música es rápida y muy movida, la pista está muy llena, todos se divierten incluida yo, por primera vez no soy el centro de atención, todos pasan de mí. Al fin me divierto sin sentirme cohibida, estoy dando todo de mí hasta que un tipo pasa por mi lado y me empuja con fuerza con tanta que tambaleo, la gravedad se vuelve mi enemiga y los tragos no me ayudan mucho.

—A un lado, pequeño sol de mediodía. El convento queda en otra parte— grita el chico burlón, y otro que le acompañaba agrega.

— Aun no estamos en Halloween y la monja ya anda suelta— al oír esas palabras mi corazón se oprime. Caigo al piso con tal fuerza que me golpeo el costado derecho, mi amiga trata de levantarme pero no puede, solo me levanta un poco y vuelvo a caer, la vergüenza no me deja estar, todos se ríen de mí, la música por pura mala suerte para, escucho palabras desagradables, frases hirientes "mira no se puede ni levantar", "No le queda dignidad que perder”, "por Dios que estaba pensando al venir aquí vestida así", ¿Cómo pueden ser tan insensibles? ¿Cómo es que se nota tanto que soy así? Mike, llega a nosotras y me ayuda a levantarme.

—¿Estás bien Catrina? — no le miro, no le hablo, busco apoyo en unas de las mesas cuando de pronto esta se voltea y todo lo que había sobre ella me cae encima, empapándome. Las risas no se hacen esperar, una vez de pie voy a los sofás por mí bolso, casi me resbalo por el líquido derramado y salgo corriendo del lugar a medida que escucho gritos "Cuidado te caes", “No la empujen”, “Con esa cara ni el diablo sale” llego a mi coche y lo enciendo, me echo a llorar, no debí venir, debí quedarme en mi casa viendo películas. Fue entonces que comprendí y aprendí que el mundo es un asco, que los estereotipos son el pan de cada día, donde una mujer por ser gorda no encaja en la sociedad, me di cuenta de la triste y cruda realidad.

Conduzco entre lágrimas hasta llegar a casa, donde frente al espejo que tengo en la puerta de mi habitación me miro, me odio, me produzco asco ¿Por qué soy así? ¿Por qué no puedo ser segura de mí, ser atrevida? Mi teléfono suena una y otra vez, pero no lo atiendo y me apresuro a apagarlo.

Vestida con un pantalón de chándal enorme, un suéter de algodón de esos que hacen las abuelitas, y helado en mano, me siento en mi sofá a ver Lucifer, por lo menos ese egocéntrico y pretencioso demonio no se burla de mí y vaya que es guapo.

Media hora después escucho el timbre, suspiro sé que es Miriam. Sin muchas ganas me levanto y abro sin mirar a quien, solo siento un abrazo y mis lágrimas salen como unas cascadas de mis ojos, mi amiga, esa que jamás me deja sola está aquí apoyándome nuevamente. Una vez logro separarme de ella cierro la puerta y vamos al sofá.

—¿Estás bien, bonita?— acaricia mi cabello mientras yo limpio mi cara.

—No, no lo estoy Míriam, ¿Cómo pueden ser las personas tan malas?

—Porque son unos malditos idiotas que no ven sus propios defectos y que no ven más allá de la superficie— ella tiene razón, estoy por creer que las personas malas son malas y punto, esta media hora la he tomado para meditar y pensar, después de esta vergüenza no iré más a la empresa, no aquí por lo menos.

—Pediré un traslado a Washington— mi amiga me mira con el asombro dibujado en su precioso y perfecto rostro —no me mires así, sabes que en Washington estoy con menos presión y estaré más cerca de mis padres y...

—No, no puedes hacer esto Catrina...— me interrumpe —no puedes... Estás acostumbrada a estar aquí...— le miro, yo igual la extrañaré mucho.

—Lo siento Miriam... Por favor apóyame en esto ¿sí?— mi incondicional amiga me abraza y con eso sé que tengo todo su apoyo, me hará bien cambiar de aires, aun siendo una sosa, cohibida y penosa chica me gustan los retos en cuanto a conocer lugares se refiere.

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