CAPÍTULO 2

Da suaves golpes en mi gorra y busco en mi bolso los lentes de sol con desesperación. Cuando los encuentro me los pongo con las manos temblorosas y lo veo sentado a mi lado.

—Hola. —Levanto un poco la cabeza, aún así hay sombra sobre mi rostro y no puede verme muy bien.

—Tanto tiempo sin verte, ¿qué tal va el baile?

—Muy bien... ¿Y a usted que tal le va con su lujosa vida?

Chasqueo la lengua y sonrío mientras observo su bello rostro. Sus ojos azules me estudian con entusiasmo y reprochan mis lentes.

—Haces trampa, así nunca podré saber quién eres.

—Esa es la idea, ¿no? —Sonrío y tomo mi bolso para irme.

—Espera, no te vayas ¿Por qué eres así? —Me sujeta de la muñeca y tengo que volver a sentarme por la especie de energía que recorre mi cuerpo.

—¿Me sigues, verdad? ¿Cómo eres capaz de reconocerme donde sea? —Miro su perfil sin perderme ningún detalle, ahora sé que tiene un lindo lunar negro en la barbilla.

—¿Y quién se perdería algo de ti?, si eres inolvidable. Además, siempre llevas la misma gorra y lentes. ¿Sabes?, hoy entrevisté a una chica muy parecida a ti, pensé que eras tú, hasta tiene el apellido Jackson, pero es imposible... La chiquilla es quisquillosa y tiene demasiado carácter, me intriga. Sus voces también son un poco diferentes...

Trago en seco y me tranquilizo rápidamente, así que sí sospechó de mí.

—Yo solo bailo, esto es lo mío, ya sabes. —Me aclaro la garganta y cambio de tema—. ¿Por qué me buscas?

Siento una especie de confianza mutua, como si ya nos conocieramos de antes.

—No voy a negar que me atraes, pero eres la única persona con la que me siento capaz de ser yo mismo. No sé si lo entiendas... Quizá porque no sé quién eres, ni cómo te llamas, tampoco conozco tu rostro... —Sonríe y observa mis lentes de sol.

—Osea que..., ¿normalmente no eres así como lo eres conmigo, pero sientes que conmigo te sientes como eras antes? ¿Algo así? —Me burlo de mí misma y eso le arranca una sonrisa, esa que no vi en ningún momento que estuve a su lado hoy.

—Exacto. —Sonríe con amargura—. Cuando la mujer que más amé se fue con otro, no pude confiar en nadie más. Me volví un resentido con todos y con la vida. Ese día que te vi bailando, me transmitiste tanta alegría y ganas de saber más de ti. Me haces sentir como si regresara al pasado, cuando era tan feliz y avivado como tú.

—Lo siento mucho, de verdad.

Su rostro se ensombrece.

—Yo también —responde con una expresión ida.

Nunca me imaginé escuchar las confesiones de un hombre con el corazón roto.

—¿Puedo saber tu nombre? —Solo quiero escucharlo, que parezca que yo no sé quién es él.

—Llámame Matt. —Se acomoda el cabello y me regala una sonrisa preciosa, la más preciosa que he visto en toda mi vida.

—Llegué a un orfanato a la edad de diez años, con golpes, sucia, hambrienta y sin memoria. Luego de eso esperé por años a que me adoptaran, pero los intentos fallaron y me quedé allí, creciendo en soledad. Cuando conocí a mi mejor amiga Katy, juntas cambiamos la ira, la depresión y el rencor por el baile y el canto. Aquello nos ayudó a sanar y hasta hoy esperamos la recompensa que la vida nos tiene guardada. La espero con paciencia y alegría, porque sé que mi felicidad está cerca, puedo sentirlo.

»Quizá ya te han dicho que el tiempo lo cura todo, aunque a veces nuestro corazón no olvida nunca... Lo que quiero decir es que nunca dejes de sonreír, tienes una sonrisa hermosa, la más hermosa que he visto en mi vida. No te amargues por alguien que vive feliz sin ti. Muchas veces sufrimos, pero la vida nos tiene preparado algo mil veces mejor allí afuera y para obtenerlo tenemos que ser pacientes y esperar con entusiasmo, ¿me comprendes?

Su expresión es neutral, espero no haber dicho algo malo.

—Eres hermosa. Nadie me había dicho algo así, vaya... eres como un ángel.

Su exquisito aroma a una fruta cítrica entremezclada con madera de algún tipo, me envuelve por completo. Le doy un corto abrazo y acaricio su ancha y fuerte espalda, reconfortándolo. Mi corazón late desbocado, respiro agitada, me he quedado sin aliento.

Se separa y me observa con dulzura. Parece que en realidad es un hombre muy bueno y sensible. Lo han lastimado. De repente ya quiero que sea el día siguiente, así sea solo para verlo y escuchar su voz, oler su fragancia, ver sus hermosos ojos como el azul del cielo mirarme y descongelar su corazón con mi calidez.

—¿Nos veremos de nuevo? —Se separa de mí y acaricia mi mejilla con dulzura. Asiento y le brindo una sonrisa, su mirada se queda fija en mis labios—. ¿Te llevo a tu casa?

—No hace falta, yo...

Me interrumpe con un casto beso en los labios y me toma del cuello, acercándome más a él, casi queriendo fundir mi cuerpo con el suyo. Me besa dulcemente. Susurro sobre sus deliciosos labios que pare, pero parece no oírme y tengo que levantarme rápidamente para escapar de aquella sensación abrumadora.

Mis piernas parecen no responder, por lo que me apoyo en la pared, quedando acorralada. Las luces automáticas se apagan, dejándonos a oscuras, solo la lámpara pública alumbra de forma tenue. Con su mano traza la forma de mis pómulos, nariz, ojos, cejas y barbilla, imaginando cómo soy en realidad. De pronto, para y se aleja, viéndome con culpa.

—Lo siento, no quise ser impulsivo… —susurra mientras me brinda una leve sonrisa—. Espero verte de nuevo...

Se marcha pareciendo avergonzado por lo que hizo. Yo me quedo aquí con las piernas temblorosas y los labios palpitantes, hinchados y llenos de deseo hacia él. Es como un ángel y un diablillo, posee ojos fríos y dulces a la vez, el corazón hecho piedra y tiene todo lo que se necesita para convertirse en mi perdición...

A las siete y media de la mañana me encuentro frente al ascensor, sopesando la decisión que he tomado, pensando si no me voy a arrepentir en algún momento. Oprimo el botón con decisión y espero que las puertas se abran, cuando el pitido anuncia que el ascensor ha llegado, levanto la vista y para mi sorpresa, me encuentro con aquellos pozos azules en los que me pierdo de inmediato.

¿Cómo puede ser alguien tan perfecto? ¿Cómo pudo alguien hacer de mis emociones un revoltijo en cuestión de horas?

—Sabía que aceptaría. —Me sonríe levemente y se acerca un poco—. Llevo prisa, pero regreso enseguida. Espere aquí.

Basta aquel gesto para hacerme enrojecer y provocar que contenga la respiración. Su exquisita fragancia invade mis fosas nasales al pasar por mi lado, provocando que cierre los ojos y recuerde lo que pasó ayer por la noche. Me enloquece tan solo recordar la presión de sus labios carnosos sobre los míos.

Sube al elevador mientras continúa hablando por teléfono. Esa voz sensual me hace salir de mis pensamientos y de inmediato abro los ojos de golpe. Mi corazón empieza a latir desbocado, siento mis mejillas arder y mis manos temblorosas, las cuales muestran el nerviosismo fuera de control al saberme evidenciada. Paso una mano sobre mi cabello suelto y tomo una gran bocanada de aire, calmando así mis emociones revolucionadas.

Miro hacia atrás y la sangre por poco se me hiela al ver a Libby casi asesinarme con la mirada, me observa de una forma totalmente llena de odio e implacable.

—Buenos días, Libby, ¿qué tal amaneces? —La saludo amigablemente.

Me acerco a ella, intentando aligerar el horrendo ambiente, no obstante, me fulmina aún más con aquellos ojos verdes.

—Buenos días. —Recoge sus carpetas y desaparece rápidamente contoneando las caderas.

—Por Dios... —Cierro los ojos y suspiro con pesadez.

¿No he firmado el contrato y ya soy enemiga de la encargada de recursos humanos?

Me giro hacia la entrada. Una melodiosa voz femenina acompañada del sonido de unos zapatos de tacón, se anuncia por sí sola.

—Buen día. —Saludo a la mujer y ella me responde con una gran sonrisa.

Me quedo estupefacta al ver el cierto parecido que tiene con Libby, excepto que esta mujer es extremadamente elegante, imponente y preciosa. Su cabello es rubio y rizado, su rostro luce inundado de pecas y sus buenas curvas la hacen resaltar entre las demás mujeres, no tiene nada que envidiarle a nadie.

—¿Y el gruñón de Matt? —habla con la recepcionista, parece que se conocen desde hace mucho tiempo—. ¡Aquí estás! —grita con entusiasmo al verlo pasar.

Matthew aparece frente al ascensor y ella corre para abrazarlo calurosamente. Él le corresponde un poco incómodo y mira hacia todos lados, esbozando una expresión desencajada.

—¿Qué tal? —Carraspea y no mira el rostro de la mujer.

—Ay, que serio te pones. Ni te imaginas qué...

Dejo de escuchar su conversación y me acerco a la recepción para reposar mi espalda sobre la pared curva. Pero, de repente siento mucho mareo y mis manos heladas. ¿A qué se deberá esta sensación de debilidad? He desayunado bien esta mañana y anoche comí bien también. Es extraño.

—Es una pena... —La recepcionista suspira con pesar y observa a Matthew y a su amiga.

—¿Qué es una pena? —interpelo a la señora regordeta.

¡Juro que tiene cara de chismosa!

—Hubieran sido una hermosa pareja, pero ella regresó con su ex esposo y se volvieron a casar. Yo creo que el señor Matthew la ama en secreto, pero no lo acepta.

Siento que me han lanzado una cubeta de agua con hielo. Mi corazón de nuevo late desbocado y un sentimiento de decepción profunda se instala en el, haciéndome sentir como una imbécil e ilusa. Aprieto mi bolso con fuerza y camino decidida hacia ellos, aprieto el botón del elevador que lleva directo a la presidencia y las puertas se abren de inmediato.

—Con permiso... —Me disculpo y entro sin volver a mirarlos.

Las puertas se cierran despacio, observo las miradas de ambos sobre mí y aparto la vista. Creo que estoy experimentando lo que es tener celos, y eso, es algo muy tonto de mi parte. Cuando he llegado al décimo piso, salgo y espero que mi jefe aparezca. Luego de unos minutos que me parecen eternos, lo veo salir del elevador.

—Entremos... —Se adelanta y camina con la seguridad de siempre.

Lo sigo con el entrecejo fruncido. Cierra la puerta detrás de él, luego de haberme cedido el paso con caballerosidad.

Tomamos asiento en silencio y él pone el contrato sobre la mesa, sonriendo con malicia.

—¿Pensó la decisión con detenimiento?

Posa sus ojos como el cielo sobre los míos, y de repente toda la ira que siento desaparece. Es tan bello.

—Sí, señor, he decidido trabajar para usted. —Le sostengo la mirada y él también a mí.

—Muy bien. Entonces creo que es momento de firmar el contrato. —Me tiende una pluma de las caras y eleva una ceja.

La tomo y sin pensarlo dos veces escribo mi nombre con una bonita caligrafía que ensayé.

—Todo listo. —Dejo la pluma a un lado y una leve sonrisa se dibuja en mis labios.

Si supiera que está interesado en mi otro yo y no en la mujer que ahora tiene frente a él, la que verá a diario. Experimento un sentimiento de culpa, por lo que se me borra la sonrisa de la cara.

—Bienvenida a Vineyard Agency y felicitaciones. —Cierra el contrato y lo guarda bajo llave.

—Gracias. —Le agradezco.

Observo su hermoso perfil y su piel de un tono perlado que brilla un poco debido a la tenue luz.

—Tutta mia... —susurra mientras continúa organizando cosas en los cajones de su escritorio.

Es una frase que no entiendo, pero que ha calado en lo más profundo de mi ser, hasta el punto de erizar los vellos de mi cuerpo.

—¿Disculpe? —Espabilo algunas veces, tratando de encontrar relación alguna con aquel acento encantador.

Se alisa el saco y humedece sus apetecibles labios.

—Ve con Libby, ambas tienen asuntos que atender esta mañana. Como puedes ver, ya tu escritorio está completamente dotado con los implementos que necesitas.

Fija su atención en la pantalla de su tableta y me ignora.

—Entonces, hasta luego señor.

Doy la media vuelta y salgo de la oficina, encontrándome frente a frente con Libby.

—¡Oh, a tiempo! ¿Cómo hacen para estar todos tan sincronizados? —Sonrío debido a su rapidez, pero ella ni se inmuta.

—Vamos por tu dotación... —habla de mala gana.

Ahora soy yo quien casi la fulmino con la mirada y sigo sus pasos apresurados. Bajamos al primer piso, caminamos hacia el fondo de las oficinas y entramos en una pequeña habitación repleta de uniformes y zapatos, pero la mujer desvía su vista a la gran caja que se encuentra a un lado de los percheros.

Se agacha y la toma, después me la entrega con mal talante y va hacia la salida. No comprendo su actitud, pero le resto importancia y tomo la caja entre mis brazos con dificultad.

—¡No, no, no! Nunca permitiré que una hermosa dama cargue eso. A ver, bella...

Me giro al escuchar una voz bastante masculina, pero con un acento italiano marcado que llama mi atención por completo. Reprimo mi cara de sorpresa al ver un hombre tan hermoso como Matthew caminar hacia mí y sonreír mostrando su perfecta dentadura. Es alto, fornido, su piel es la más pálida que he visto, tiene ojos verdes, cabello rubio y unos labios bastante sensuales. Jamás me había rodeado de tanta perfección junta.

—Gracias… —Me quedo atónita

—¿A dónde te diriges, bella donna? —Sostiene la caja y me habla con un poco de dificultad, parece que no sabe español a la perfección, pero aún así le entiendo.

Me observa con sus grandes ojos verdes, los cuales parecen brillar cuando le sonrío.

—Al piso diez.

Espabilo algunas veces al darme cuenta que trata de traducir las palabras en su mente, sus gestos son graciosos.

—Donde está Matt. Piso diez, sí... ¿Vamos?

—¡Vamos! —Le respondo con la misma efusividad.

En el camino hacia la oficina, no hablamos mucho, solo nos reímos de sus ocurrencias. Ya me hacía falta hablar con alguien agradable en este inmenso lugar.

—¿Y cuál es tu trabajo aquí? —Me mira de reojo mientras nos acercamos a la gran puerta.

—Soy la nueva asistente del señor De Vineyard. —Le sonrío y miro sus ojos juguetones que parecen estudiarme.

—¿De verdad? —Abre la puerta y entramos.

—Sí, de verdad...

Fijo mi vista en la extraña expresión que ha puesto de pronto, mira hacia al frente y luego carraspea, entonces yo también lo imito, buscando lo mismo que él ve, pero la imagen me deja sin aliento: Matt y Libby parecen haberse estado besando muy acaloradamente, ya que se limpian con disimulo el labial rosa y toman distancia.

Siento una corriente tibia recorrer todo mi cuerpo, mis dientes castañean y mis manos se han vuelto temblorosas. Es como si me hubiesen explotado la burbuja en la cara.

—Creo que mejor nos vamos, cuando se ponen así es mejor irse. —El chico se rasca la cabeza, notoriamente incómodo y me guía rápidamente hacia la salida.

Agradezco que nos haya sacado de allí, no hubiera soportado ni un segundo más.

—¿Cómo que cuando se ponen así? —susurro en un hilo de voz, me encuentro totalmente decepcionada.

Se gira hacia mí con una expresión de curiosidad.

—Esos dos... son novios. Debí suponer que no lo sabías. —Se encoge de hombros y deja la caja en el suelo.

Un par de segundos más tarde, Libby sale con una sonrisa victoriosa y limpiándose el labial corrido, como una completa arpía. Ni siquiera pide permiso y golpea mi hombro haciéndose la inocente. Dudo si lo que acabo de ver en realidad pasó o soñé despierta. Espero que todo esto sea un malentendido, o Matt va a tener que salir de mi vida así como llegó.

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