8. Invitándola

Ya, estaba decidido; no volvería a regresar a la universidad a no ser que quisiera volver a saber de ella, pero eso no iba a suceder, iba a estar lo más lejos posible de ella y si eso implicaba que tenía que unirse a su padre en la empresa, lo haría. 

Se encontraba en su departamento haciendo los últimos retoques de lo que le quedaba pendiente sobre la universidad, tenía que dejar todo en orden. De repente se estaba abriendo la puerta y Nicolás era el único que tenía la copia de la llave de la casa. Se abrió la puerta y allí entraba él, sonrió al ver que encontraba a su hermano y se acercó a la mesa donde se encontraba trabajando con el ordenador.

—Hola broth—abrió la nevera y destapó un refresco volviendo a cerrar la nevera.

—¿A qué se debe tu inesperada visita?

—Sé que estas ocupado, pero necesito un libro para un trabajo de clase, ya sabes, hay que estudiar.

—¿Seguro hermanito?

—Claro, ¿por qué iba a pedírtelo si no?

—Eso me pregunto, dado que no te despejas de las redes.

—Bueno, ya sabes,—dijo apoyándose sobre una de las sillas—es bueno la originalidad como tú siempre dices, internet no es siempre fiable, así que pensé: ¿para que arriesgarme a una falsa información cuando puedo hacerle caso a mí querido hermano quien tiene libros de sobra?

Daniel se paró a mirarle, no estaba convencido de lo que decía, lo conocía muy bien y suponía que estaba tramando algo.

—Entonces dime ¿de qué se trata?

—El navegante, de Morris West.

—De acuerdo,—dejó convencerse—subiré a por el libro.

Cuando se hubo ido, Nicolás se dio prisa en curiosear en su ordenadora. Intentaba saber si Sídney era alumna suya e intentaba averiguar quién era aquella chica que había conseguido llegar hasta su corazón. Miró la lista y corrió directamente a la letra s, bajando un poco más con el ratón la encontró, sin duda era ella, no podía ser otra. Era alumna de su hermano, pero eso no probaba que fuera la chica del que el huía. Se mordía las uñas, pero obviamente eso no le ayudaba conocer la respuesta, debía pensar en algo para conseguirlo. Ojeó otros nombres, pero ninguno le llamaba tanto la atención como el de ella. Oyó que Daniel estaba bajando por lo que cerró a toda prisa la ventada que había abierto y regresó al otro asiento. Daniel traía el libro en manos. Regresó a su ordenador.

—Te he visto sobre mi computador.

—¿Así? Pues solo estaba curioseando.

—Está claro que este no es tu día de decir la verdad ¿cierto?

—Está bien, te lo confesare. Intentaba averiguar si conocías a una tal Julia Verne o Gabrielle.

—¿No estoy seguro por qué?

—Son alumnas tuyas, ¿ahora entiendes por qué preferí ojear en tu ordenador?

—Tengo cientos de alumnos, ¿se supone que he de conocer a cada uno de ellos?

—De acuerdo, en tal caso supongo que tampoco sabrás nada de Sídney nosequien.

Daniel lo miró casi sorprendido.

—¿De dónde sacas ese nombre? 

Nicolás sonrió victorioso, lo había conseguido, era ella, la chica del que él huía y que ahora conocía.

—Pues nada, solo me salió de repente—se alejaba de su hermano de espaldas mientras este lo seguía sigilosamente con la mirada.

—Nos conocemos muy bien muchacho, deja de mentirme.

—Es la verdad broth y si quieres te demuestro que solo he venido a por el libro.

Retiró el libro de la mesa donde lo había depositado su hermano, miró a Daniel de reojo quien seguía observándolo desconfiado. 

—Entonces dime, ¿de qué va el libro? Supongo que el profesor os habrá dicho algo—dijo cruzándose de brazos.

—Ah, pues de...—le dio un vistazo a la cubierta—ya sabes, trata sobre un navegante que no para de navegar, cosas así, pero seguro que al final encuentra su destino, un final feliz ¿no te parece? —observó de nuevo a su hermano quien parecía enfadado pronunciando su nombre entre dientes.

 Nicolás hizo como que miraba la hora en una muñeca sin reloj, quería escabullirse de su hermano.

—Vaya, se me hace muy tarde, he de empezar a estudiar, cuanto antes mejor, me lo enseñaste tú. lamento tener que dejarte—dijo dirigiéndose hacia la puerta. — si quieres te envío el resumen por email.

—¡Nico!—elevó un poco la voz esta vez.

—Adiós hermano, te quiero—y dicho eso salió pitando de allí cerrando tras si la puerta.

Daniel suspiró, pero no de alivio y se dejó caer sobre el sofá, si todo empezaba así cómo conseguiría alejarse de ella. Debía actuar rápido.

                                              

                                          ****************

Nicolás llegó en la universidad y esperó a la hora de la salida. Tenía tiempo para pensar qué le diría a Sídney, ella no podía saber que era el hermano del tipo que se había metido en su vida sin querer. 

Y a la hora de la salida, Sídney se disponía a recoger sus cosas, les habían comunicado que Daniel no volvería a impartirles más clases sin razones específicas, pero aun así podía pensar que había sido por ella ¿tanto la despreciaba? ¿Qué es lo que había cambiado desde aquella noche? Era amable, comprensible, bueno… pero ahora le trataba diferente ¿es que había hecho algo que no le hubiera gustado? O es simplemente porque se sentía obligado a ayudarla, no le había pedido su ayuda y le afectaba que le tratara de esa manera; se asustó cuando oyó que mencionaban su nombre, miró hacia la puerta donde aparecía Nicolás con una sonrisa que le devolvió las ganas de vivir, se levantó de su asiento y se acercó a él.

—Hola, no esperaba volver a verte tan pronto ¿qué tal estas?

—Yo estoy bien, gracias. Pero a ti te noto rara ¿estás bien?

—Claro, solo es una tontería ¿vienes otra vez por tu hermano?

—Tal vez suene raro, pero no, vine aquí para cumplir lo que me sugeriste y de paso verte.

—Así que hablaste con ella.

 —Sí y me invita a su cumpleaños.

—Vaya, es un paso enorme, me alegro por ti.

—Pero me gustaría que me acompañaras si no es mucho pedir.

—No sé, la invitación es para ti y además no creo que tenga tiempo.

—Por favor, solo serán unas horas, apuesto a que también lo necesitas.

Se lo estuvo pensando durante un buen rato y se dejó convencer.

—De acuerdo.

—¡Sí!— dijo emocionado— ¿te recojo?

—Creo que será mejor—le escribió la dirección en un trozo de papel y se lo entregó.

—Entonces, mañana a las siete. 

Su plan estaba saliendo a la perfección, ahora conocía a la única chica que había conseguido que su hermano tuviera algún sentimiento y no podía dejarla marchar, tal vez pareciera una historia de hadas, pero si era ella la que estaba destinada a aflorar los sentimientos de amor en su hermano, no iba a perder la ocasión de unirlos si ese poder estuviera en sus manos o en esa ocasión, en su mente.

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