7. Hospital

No entendía cómo había podido suceder, pero se encontraba en frente del hospital; no tenía a nadie hospitalizado y no se encontraba enfermo, pero allí estaba dispuesto a entrar. Quería subir a su auto y regresar a su casa, pero no podía, había algo que lo atraía hacia ese lugar que era difícil de describir ¿Por qué últimamente le sucedían cosas raras? Después de pensárselo durante un buen rato, decidió atravesar la puerta principal de dicho hospital, no sabía qué era concretamente lo que buscaba, pero seguía caminando mientras buscaba con la mirada algo que lo llamara la atención. Atravesó algunos pasillos hasta dar con un cuarto y vio algo que lo llamaba mucho la atención; a través de la pared de cristal podía ve a un señor enfermo acompañado de su esposa que estaba muy preocupada, parecían muy necesitados. Se conmovió y quiso ayudarlos, no entendía el por qué, pero habían sido los únicos que lo habían llamado la atención.

 Despacio entró en la habitación y las miradas de ellos se volvieron hacia él extrañadas.

—¿Quién es usted? —preguntó Carla.

—Disculpen, pasaba por aquí y se me ocurrió entrar a saber que tal lo llevaban—sentía que sonaba ridículo—la verdad es que no sé por qué, pero me gustaría ayudarlos.

Carla y su esposo se miraron sorprendidos.

—¿Por qué cree que necesitamos su ayuda? —ese era Roberto.

—Como les dije, no lo sé, pero me gustaría hacerlo. Si me lo permiten por supuesto.

Después de confirmar que sus intenciones eran honradas, le explicaron la situación en la que se encontraban. Daniel los escuchó con atención, después de platicar un rato con ellos los dejó y se fue a hablar con el doctor y pagar con todo lo que necesitaran para hacer posible una buena operación, una vez acabado regresó al cuarto, pero no pudo entrar porque de pronto se encontró con algo que debió haber supuesto desde el principio. Debía haberlo visto venir, todo lo raro que últimamente le pasaba tenía que ver siempre con ella, Sídney, estaba dándole un beso a su padre en la frente, era tan tierno, pero ¿Qué era eso que siempre lo atraía hacia ella? Empezaba a enfurecerse, quería despedirse de la pareja, pero ya no podía, ella lo había fastidiado todo, empezaba a sentirse mal de nuevo. Les echó un último vistazo y salió de ese lugar cuando estaba entrando el médico en la habitación.

 El doctor entró con algunas enfermeras.

—¿Sucede algo? —preguntó Sídney que no entendía nada.

—Hemos de llevarlo al quirófano, ya pueden operarlo.

—¿Qué? pero ¿cómo?

—Alguien se ha ofrecido a pagárnoslo todo—le respondió su madre tomándole de la mano. Las enfermeras lo condujeron a la sala de operaciones mientras ellas se quedaban a esperarlo en el pasillo.

—¿Cómo es que alguien lo ha pagado todo? No entiendo nada mama ¿me lo explicas por favor?

—No lo conozco, solo sé que ese tipo vino y sin más decidió pagarlo todo, se veía tan buena gente. —suspiró su madre.

—¿Y lo aceptasteis así sin más? —estaba alterándose—¿seguro que no quería nada a cambio?

—Por supuesto que no, sabes muy bien que no aceptaríamos dicha ayuda.

—Pues entonces no me cabe en la cabeza… a no ser que...

—¿Qué?

—¿Cómo era ese tipo?

—¿Qué quieres que te diga? Es alto, guapo, pelo negro, ojos azules…

Ya no hacía falta que continuara, Sídney se apoyó contra la pared, cerró los ojos y suspiró. Debía por lo menos haberlo supuesto, era él, había vuelto hacerlo.

Desde aquella noche se encargaba de que sus problemas fueran resueltos ¿pero ¿cómo se enteraba? Y ¿Cuándo podría volver a resolver sus problemas sin que tuvieran que ver con él? Se levantó de repente y se dirigió hacia la salida, esperaba encontrarlo allí, no tenía por qué molestarse en resolver sus problemas, llegó en la salida, pero él ya no se encontraba allí. Se sentó en las escaleras y cayeron de sus ojos unas cuantas lagrimas ¿Por qué su vida daba tanto asco? Y ¿Por qué Daniel tenía que estar en todos sus malos momentos?

El fin de semana fue largo, lo bueno de todo es que su padre había salido ya del quirófano y la operación había sido exitosa. Habían regresado a la casa y se dedicaban a cuidar de Roberto y mimarlo mientras se recuperaba del todo. Durante esos dos días, Sídney había tenido tiempo de pensar sobre lo que le diría a su profe, a pesar de todo había salvado a su padre por lo que iba a agradecerlo y olvidar por un instante el hecho de que él estuviera en su vida indirectamente.

 Una vez que hubieron acabado las clases de Daniel y los alumnos estuvieran abandonando la sala, Sofía se acercó a Daniel quien estaba recogiendo sus cosas para marcharse.

—Mi padre se encuentra bien gracias a usted—Daniel levantó la mirada y la observó. —no tenías por qué hacerlo, pero lo hiciste por eso quería agradecértelo y si pudiera hacer algo por usted solo tiene que decírmelo.

Hubo un minuto de silencio y Daniel seguía mirándola, viniendo de él no era nada extraño.

—No sé si es posible,—dijo al fin—pero lo único que deseo es que procure que me aleje de usted.

A Sídney se le hizo un nudo en la garganta, no iba a pensar que la odiaba, al fin y al cabo, estaban coincidiendo en algo. Apartó un mechón de su pelo por detrás de la oreja.

—Si pudiera librarme de los problemas créeme que gustosa lo haría, más eso no depende de mí—suspiró y continuó segundos después—pero descuida, lo intentaré solo me gustaría pedirle que procure igualmente no meterse en mi vida, ya me encargo yo de mis problemas.

Dicho eso salió del aula de clase. Así que de eso se trataba, no se había dado cuenta, en verdad ella tenía razón; todas las veces que se había acercado a ella había sido porque estaba en problemas a los que él había resuelto, no era nada normal ¿Por qué le sucedía eso solo a él? Se sentó de nuevo sobre el asiento y pasó sus dedos sobre su pelo, se sentía confundido, sentía que estaba siendo castigado por ser…MISÓGINO.

Sídney salió de la sala algo furiosa, pero se calmó; si iba a enfadarse por cada cosa que dijera o hiciera Daniel estaba totalmente perdida dado que le quedaría mucho por lamentar. Se dirigió al patio, estaba dispuesta a marcharse a su casa cuando de pronto lo vio. Era un chico de pelo castaño. Estaba de espaldas, llevaba en manos un cuaderno y un lapicero, probablemente estaba dibujando algo sentado en uno de los bancos. Sin saber por qué, se acercó a él y precisamente aquel muchacho estaba dibujando a una estudiante que sonrientemente estaba charlando con sus amigas.

—Es preciosa—dijo Sídney con una sonrisa amable. Él se volvió y la miró.

—¡Vaya! Tú también lo eres y mucho—contestó él con otra sonrisa llena de sorpresa.

—Gracias por el cumplido. ¿Te gusta?

¿te refieres a dibujar o a ella?

—A ella obviamente.

—Supongo, pero a penas la conozco.

—Entonces no te atreverías a hablar con ella.

—Empiezo a creer que tengo los mismos genes que mi hermano—dijo fingiendo estar pensativo.

—¿Y eso? —quiso saber ella.

—El nunca habla con ellas. Y aparte de eso, no estudio aquí.

—Ah ¿y cómo es que has llegado hasta aquí?

—Mi hermano imparte aquí, lo estoy esperando.

—Pues no creo que tarde en llegar. Ha sido un placer hablar contigo.

—El placer ha sido mío.

—Y… procura no ser como tu hermano, si quieres volver a saber de ella, acércate y pídele su número, eres tan guapo y listo que ninguna te lo negaría.

—Gracias por el consejo—le sonrió encantado.

Sídney se disponía a ir cuando él le detuvo.

—Por cierto, me llamo Nicolás.

—Yo Sídney, espero volver a verte.

—Yo digo lo mismo. —estaba tan absorto en su belleza que no dejó de observarla hasta que desapareció.

Daniel llegó unos minutos después.

—Nico ¿Qué haces aquí?

—No puedes creerte lo que me ha pasado, he conocido a dos de las chicas más hermosas que he podido conocer.

Daniel lo estaba mirando sorprendido.

—¿Intentas decirme que has llegado hasta aquí por chicas?

—Mmh—se lo estaba pensando y Daniel lo miraba interrogativo. —ya no estoy seguro, quizás sea el destino. Pero en realidad quería verte.

—Nunca vienes a verme en la universidad.

—Bueno, dado que estás pensando abandonarlo, quería saber qué era lo que estabas dejando ir. —siempre tenía respuesta para todo.

—Si crees que voy a presentarte a la chica de la que te hablé por error, estas totalmente equivocado.

—¿Qué te hace pensar que estoy aquí por eso? ¿Es que no te fías de mí?

—¿Será porque sé cómo funciona tu cerebro? Déjame pensarlo, pero mientras tanto sube al coche ya, voy a dejarte en casa.

 Subieron al auto y se dirigieron a la casa.

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