Tradiciones parte 1

“Un nombre es importante…es lo mas valioso que tenemos…te hace saber quien eres, te da tu propia identidad…no tener uno es demasiado triste…es como si solo estuvieses aquí, sin existir realmente…sin un propósito y solo esperando a la muerte”

La luz de nuevo la golpeaba en la cara, era el amanecer de un nuevo día, el sol se colaba por su ventanal obligándola a levantarse de la comodidad de su cama, Isobel se sintió extrañamente conmovida, aquella sensación que le dejaba ese nuevo sueño había sido tan real que aun la sentía a flor de piel…se recordaba a si misma diciendo esas curiosas palabras al hombre que se ocultaba en las sombras y que le decía palabras que no logro escuchar en respuesta.

Dando un vistazo a su alrededor, se sentía extrañamente fuera de lugar, como si sus ojos hubiesen estado viendo otra cosa y no su habitación en la que por un momento se sintió ajena y extraña, estirando sus brazos y bostezando profundamente, se levanto fuera de sus cómodas sabanas y camino hacia el baño, mirándose al espejo se arrojo un beso y se guiño a si misma un ojo.

– Eres una mujer preciosa que no tiene que estar pensando tonterías – Isobel se dijo a si misma haciendo intencionadamente de lado de nuevo a sus extraños sueños.

Eran ya casi veinte días desde que llego a vivir a Sibiu con su abuelo en aquel pueblito tan rustico, el agua tibia resbalaba sobre su cuerpo desnudo, el olor a jazmín de su jabón de baño inundaba sus sentidos, aquella sensación tan agradable era la mejor para iniciar un nuevo día con toda la energía del mundo a sus pies, acariciando suavemente su humedecido cabello castaño sacando del todo rastro del shampoo, recordaba de nuevo a aquel misterioso autonombrado conde que se apareció frente a ella hacia ya casi dos semanas, sus ojos ámbar que parecían ser de oro eran algo que había descubierto imposibles de borrar de su memoria, eran tan misteriosos y tristes que la habían logrado conmover e intrigar a niveles que ni ella misma entendía. 

Saliendo de la ducha y dejándose caer sobre la cama, Isobel sintió como algo se enterraba en su espalda, incorporándose para ver la razón de aquel doloroso pinchazo, pudo ver de nuevo aquella vieja joya descansando entre sus sabanas…tomando aquel hermoso objeto lo observo con detenimiento y por primera vez pudo leer lo que parecía ser un nombre grabado sobre el rubí…podría jurar que ese nombre no había estado allí la primera vez que lo vio.

– Izebel de Bourgh – leyó en voz alta y para si misma la hermosa castaña.

Era curioso, aquel nombre se parecía mucho al suyo y sin embargo no reconocía el apellido que acompañaba a este, quizás su abuelo sabría quienes eran ellos…aunque, de nuevo, aquella joya aparecía de la nada sobre su cama, cada mañana al despertar la encontraba allí sin importar en donde la pusiera la noche anterior, era un situación que comenzaba a volverse exasperante, recordando las palabras de su vieja nana, ella creía que la hermosa gargantilla había pertenecido a su abuela en su juventud y que formaba parte de seguramente otras joyas que habían sido parte del ajuar que su difunta abuela había tenido con ella antes de casarse, Nicoleta le aseguraba que el espíritu de aquella hermosa mujer era el causante de las repentinas apariciones de la joya que parecía tener vida propia y se negaba a separarse de su lado…aunque por supuesto, ella no podía creer en eso, la única explicación que encontraba a tan extraño evento, era que había vuelto a sufrir de sonambulismo como cuando era una niña pequeña y era ella misma la que sacaba la joya y la colocaba a su lado, no podía ser nada mas que eso.

Decidiendo colocar aquella hermosa joya bajo su almohada para ver si surgía algún cambio, Isobel se termino de vestir para luego bajar a desayunar con su abuelo, era sábado, al día siguiente seria su descanso y ya esperaba con ansia aquello, tenia un extraño y abundante deseo de ir a pasear por los bosques de la abadía en busca de algo nuevo para pintar en lienzo.

– Buen día abuelito, nana – saludo Isobel tomando una manzana.

– Buen día hija, hoy puedes llegar más tarde si así lo deseas, después de todo es un día santo y de gran celebración para el pueblo, esta será tu primera fiesta de “Troitsa”, y es tradición que los templos sean decorados con flores y hojas verdes, para demostrar que el divino aliento de Dios viene a renovar toda su maravillosa creación…es una ceremonia sagrada y los monstruos no pueden salir ni de día ni de noche hasta que esta finalice – dijo el viejo Velkan entusiasmado.

– La ¿troitsa? – cuestiono Isobel.

– Quiere decir el día de la sagrada trinidad divina, el padre, el hijo y el espíritu santo…hoy el pueblo está de fiesta – dijo el animado anciano.

– Se lo que es…es solo que no imagine que aquí celebraran eso, una vez vi una fiesta patronal así en Rusia y pensé que era tradición de ellos, supongo que me equivoque – respondió Isobel entre risitas.

El semblante de Velkan se tornó serio, cosa que hizo temblar ligeramente a Isobel.

– No es solo una tradición de Rusia, el día de Pentecostés es sagrado en estas regiones, desde la madre Rusia, Valaquia y por supuesto Sibiu…es el día en que Dios desciende de los cielos para encerrar a los demonios y que sus hijos podamos caminar en la penumbra en paz…es la única noche y madrugada que podemos celebrar la gloria de Dios sin que aquellas bestias sedientas de sangre nos ataquen – dijo Velkan muy serio y firme.

– Si, es una fiesta muy bonita mi niña Isobel, estoy segura de que te encantara, aunque claro, este viejo gruñón todo lo exagera como siempre, originalmente se tenia la creencia de que en esta noche llegaban bendiciones desde el cielo y se elegia en estas fechas a un nuevo cazador para enfrentar a los strigoi cada cincuenta años, pero obviamente todo son falacias, aunque por supuesto, siempre es buena cualquier excusa para celebrar – dijo entre risas Nicoleta.

– Es verdad, esta noche se elegirá a un nuevo cazador entre los Antonescu, ya pasaron los cincuenta años desde que se eligió al último, su familia es de esas pocas que aun mantiene vivas sus tradiciones, casi puedo asegurar que será el buen Emmeran el elegido – dijo Velkan asintiendo.

– ¿Te refieres a Emmeran Antonescu? El es mi jefe de médicos…me cuesta creer que el vaya a acceder a algo como eso, es un hombre de ciencia, no cree en esas supersticiones – dijo Isobel frunciendo el ceño.

– Puede no creer en ellas, pero si su destino es ser elegido como un nuevo cazador, no podrá negarse a ello – respondió Velkan con seriedad.

Isobel no respondió, aunque si que tenia preguntas para su apuesto jefe.

El camino hacia el hospital le estaba resultando mucho mas ameno que otras veces, los locatarios decoraban con mucho animo sus locales, flores blancas y moradas, así como hojas verdes…todo lucia mucho mas colorido y rustico de lo habitual y le agradaba, había notado desde días atrás como la gente en el pueblo parecía mucho mas acarreada y presurosa, ahora entendía que todo ello se debía a la celebración que daría lugar esa noche.

Dejando su bicicleta en el lugar destinado, Isobel entro al hospital y se quedo sorprendida al ver a la hermana Jenica decorando como lo hacia la gente afuera.

– Buenos días Isobel, llegas en un buen momento, ¿Me puedes alcanzar esas flores? – pregunto la monja que estaba trepada sobre unas viejas escaleras plegables.

– ¿Qué haces ahí? Te caerás, debiste pedirle ayuda a Emmeran o a alguno de los muchachos – dijo Isobel mirando a la monja decorando parte del techo.

– Emmeran no ha venido hoy, debe prepararse para la ceremonia del nuevo cazador, su familia ha dicho que el es nuevo elegido de Dios para las siguientes décadas – dijo con normalidad la hermana Jenica.

– Mi abuelo me ha dicho algo de eso esta mañana, aunque no pensé que Emmeran se prestaría para algo así, siendo el hombre de ciencia que dice que es – dijo Isobel cruzando sus brazos.

– No lo creas así…aun cuando Emmeran no es como sus familiares y ha puesto su fe en la ciencia, no puede rechazar las tradiciones de su familia, después de todo, son ritos que han hecho desde hace cientos de años – respondió Jenica mirando a una extrañada Isobel.

– No sabía que su familia fuese tan antigua – dijo la castaña francamente impresionada.

– No deberías sorprenderte tanto, tu familia es tan antigua como la de Emmeran, los Bennet fueron los fundadores de este pueblo, ven a la fiesta, te sorprenderá el papel que tiene tu abuelo en la celebración de esta noche – dijo Jenica con una sonrisa.

Isobel se sintió sumamente curiosa, su abuelo no le menciono nada sobre su papel en la fiesta y ya quería averiguar cual seria ese.

– ¿Me puedes pasar las flores ya? – pregunto Jenica entre risas a la despistada chica.

– Oh si, lo lamento – dijo Isobel también riendo.

El olor fácilmente reconocible impacto de lleno a su nariz, mirando con extrañeza a las flores en su mano Isobel las extendió hasta las de la monja que las colocaba en forma de cruz sobre la entrada al área de pediatría.

– ¿No crees que la flor de ajo puede causar alguna alergia a los niños? De todas maneras ¿Por qué exactamente esta flor? He visto a los locatarios decorando sus entradas con ellas, no tenia idea que fuesen precisamente de ajo – dijo Isobel mirando extrañada la decoración hecha por la monja.

Jenica observo el semblante curioso y molesto de Isobel, ella no sabia en verdad nada sobre esas tradiciones, por es era que se sorprendía tanto, era curioso que siendo una Bennet fuera tan ajena a todo ello.

– La flor de ajo es una planta santa que se usa desde tiempos remotos para alejar el mal que se esconde en la niebla, no le hará daño a los niños…y también revise el expediente de todos ellos para averiguar si alguno pudiese ser alérgico, si no me crees puedes mirar por ti misma, nunca haría nada para lastimar a mis pequeños – respondió Jenica con amabilidad.

Isobel relajo su postura ante aquello, era verdad, aunque apenas y si conocía a la hermana, sabia que era incapaz de hacer algo que pudiese dañar a los infantes.

– Bien, te creo…pero sigo sin entender ¿porque exactamente ajo? – cuestiono de nuevo Isobel.

Jenica bajo de las escaleras, aquella hermosa cruz de flores ya protegía la entrada donde descansaban los pequeños enfermos y las ventanas también habían sido ya decoradas con las mismas hermosas flores moradas.

– Es para evitar que entren los strigoi…la flor de ajo los ahuyenta, es una flor sagrada que se usa desde hace siglos en la región para protegerse de ellos – respondió la hermana Jenica aun mirando aquella cruz de flores.

– ¿Strigoi? – cuestiono Isobel recordando que su vieja nana había pronunciado esa palabra en el desayuno.

– Un vampiro – respondió Jenica con seriedad para luego entrar a ver a los pequeños, dejando a Isobel sola con sus muchos pensamientos.

Aquella palabra, se volvia mas comun cada dia...aquel pueblo tradicional y supersticioso quizas, aun tenia mucho para mostrarle. 

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