La vieja abadía en el bosque parte 2

Sueño, aquel trance, en el cual, el cuerpo humano se somete a diferentes etapas, primero, el adormecimiento que pasa a un sueño ligero, luego una etapa de transición que te lleva al sueño profundo, que finalmente nos lleva al estado Rem, la ultima etapa del ciclo del sueño…aquella que nos transporta a un mundo paradójico donde nuestros vividos recuerden vuelven a nosotros…la respiración se acelera, aparecen los clásicos movimientos oculares y surgen también las pesadillas más vívidas…la fase donde se almacenan memorias perdidas de tiempos no recordados.

Isobel despertó de golpe, la noche parecía llegar a su fin, el sol comenzaba a coronarse detrás de las lejanas montañas, una espesa capa de neblina parecía retirarse hasta los bosques que rodeaban la antigua abadía, riendo para sí misma se preguntó la razón de aquellos sueños disparatados que parecían comenzar a acosarla cada noche desde que cumplió veintiún años, dolorida por haberse quedado dormida en el pequeño balconcito, se levantó del frio suelo para darse una ducha caliente y comenzar los trámites correspondientes para iniciar su vida laboral como médico en aquel pintoresco lugar de ensueño.

Una luz rojiza se reflejaba en el techo aun prístino de su habitación, buscando la fuente que producía aquel curioso reflejo se encontró con una hermosa gargantilla que yacía tirado donde ella se había quedado durmiendo, levantándolo del suelo observo con detenimiento la delicada joya, parecía muy antigua y la gema preciosa en el centro podría jurar era un rubí genuino, perlas negras se aferraban alrededor de la gema, oro solido era lo que sostenía al centro aquella extravagante pieza de arte, era muy hermoso, podría jurar que databa del siglo XVI si no es que era más antiguo. 

– Es hermoso…quizás alguna vieja joya familiar – se dijo a si misma Isobel.

El baño había calmado el dolor en la mayoría de sus músculos, el desayuno había sido exquisito, como era de esperarse de su vieja nana Nicoleta, el abuelo seguía durmiendo, según las palabras de su nana, había pasado la noche en vela como solía hacer en las noches de neblina, esperando ser atacado por algo desconocido, su viejo abuelito era muy supersticioso, podía notarlo al mirar todas aquellas imágenes religiosas que decoraban algunas paredes, sobre todo las entradas de la vieja casona así como las ventanas, aquello no le molestaba, no se consideraba particularmente religiosa pero no molestaría a su cansado abuelo con charlas ateas, bebiendo de su café miraba la pantalla de su laptop, todo había quedado en regla y le habían enviado sus horarios de trabajo en el hospital, cerrando la pantalla y estirándose, miro por la ventana el agradable día que hacia afuera, era un clima excelente para salir a dar un recorrido por aquellos lares.

El viejo collar que encontró en sus aposentos se resbalo del bolsillo de su suéter, era buen momento para preguntar a su nana sobre aquello.

– Nana, dime, ¿reconoces este collar? Lo he encontrado tirado en mi alcoba – pregunto Isobel queriendo averiguar si aquella delicada joya era parte de alguna herencia familiar.

La vieja mujer observo con detenimiento aquel objeto.

– No lo recuerdo mi niña, como no recuerdo muchas cosas, ya estoy muy vieja…quizás era alguna de las joyas que uso de soltera tu abuela, después de todo aquella habitación le perteneció a ella en su juventud, tu abuelo me pidió limpiarla para ti, si la has encontrado quizás es porque tu difunta abuela desea que la tengas contigo, como un amuleto para la buena fortuna – dijo Nicoleta devolviendo la joya a Isobel.

– ¿Eso crees? Bien, la guardare en alguno de mis cajones, es demasiado costosa y llamativa para llevarla puesta en la calle – dijo Isobel entre risitas.

Colocándose sus cómodas zapatillas deportivas, sus más cómodos jeans y su viejo suéter holgado que llevaba sobre si rastros de pintura, la hermosa castaña se aventuró a explorar los alrededores.

Avisando a Nicoleta, salió en dirección al bosque de la vieja abadía llevando consigo a su inseparable compañera, la libreta de dibujo que viajaba con ella a todas partes, así como su paleta y pincel, sintiéndose lista se encamino decidida a plasmar la belleza antigua de los bosques rumanos con la hermosa abadía como su nueva protagonista, la belleza de aquel lugar y el olor a aire limpio la reconfortaban, poco a poco aquella antigua y bellísima estructura que se erigía orgullosa sobre el pueblo y los bosques comenzaba a mostrarse ante ella, un riachuelo de agua limpia trazaba los limites más adecuados para acercarse a la vieja abadía, sentándose cómodamente sobre el césped, comenzaba a delinear los trazos para plasmar la belleza natural que la rodeaba así como el precioso e imponente priorato casi en ruinas que se hallaba solemne frente a ella, aunque tenía la sensación de estar siendo observada, sin prestar atención a ese curioso sentimiento se enfrasco en su arte como solía hacer cuando decidía pintar algo.

Ojos de oro fundido admiraban a la figura femenina que se hallaba sentada casi sin elegancia y escribiendo algo desconocido sobre el césped, deseando poder bajar para atender el mismo a su ya esperada y ansiada visita, se limitó a observar a aquella joven mujer desde las sombras en la vieja Abadía, aquella que gozaba de la radiante luz del sol que lo mantenía a él en un penoso claustro, se quedó durante horas observando con detenimiento casi cada rincón de aquel bosque siniestro que al él le pertenecía para luego tomar nota en aquel muy grande y extravagante cuaderno colorido, sus ropas harapientas no restaban a su belleza, sus ojos de cielo parecían genuinamente cautivados por la naturaleza que la rodeaba, después de un largo rato finalmente la hermosa joven se levantaba de aquel sitio para luego acariciar sin recato alguno sus posaderas logrando hacerlo sonreír, la tarde había comenzado a caer y la bella castaña se marchaba abandonando sus bosques.

Aun preso dentro de las penumbras de la abadía, aquel hombre de pálido y hermoso aspecto miraba hasta perderse a Isobel Bennet…anhelando sentir una vez más aquel aroma que a pesar del paso del tiempo no olvidaba…la niña asustada que se encontró perdida hacía varios años en la soledad de sus bosques neblinosos había crecido en una mujer realmente hermosa…pero ella, lo había olvidado…como cada mañana lo olvidaba después de visitarla en sus sueños…

Isobel miraba de nuevo aquellos hermosos y solitarios bosques, mirando su nueva obra de arte decidió decorar con ella su habitación…aquel lugar definitivamente le gustaba y podía sentir su corazón diciéndole que nuevas aventuras la esperaban desde hacía mucho en ese sitio.

Aquellos ojos de fuego, volvían a sus memorias desde sus sueños, aquel hombre que se escondía en las penumbras de los recovecos de su mente solo era un producto de su vivida imaginación…pero de alguna manera lo sentía más cerca que nunca.

La vieja abadía en el bosque, aquel pueblito rustico y lleno de antiguas leyendas, un nuevo comienzo para ella, Isobel Bennet lejos estaba de descubrir los secretos que aquellas tierras antiguas tenían para contarle.

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