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Al otro día amaneció con sus pensamientos concentrados en la bailarina, no podía borrarla de su cabeza, le era imposible pasar por alto que existiera una mujer tan semejante a su esposa.

Él decidió regresar al club en la noche esta vez iría solo, quería volver a ver a Scarlet, pretendía solicitar un baile privado para verla de cerca sin que nadie los interrumpiera.

Dada la ocasión en que vería a una mujer casi idéntica a su esposa, él quiso celebrarlo a su modo, entonces fue a una tienda de ropa para caballeros y compro un traje costoso de paño italiano; se fue a la barbería y renovó su corte de cabello y se arregló la barba, por la noche se metió por un rato en un relajante bañó de burbujas y cantaba una y que otra canción romántica que recordaba por partes.

A las once de la noche salió del hotel, el hombre con su elegancia y su perfume llamaba la atención, cuando subió al ascensor varias mujeres recrearon la vista con el hermoso ejemplar de la creación masculina. Más aun llamó la atención cuando salió en un convenible y se marchó al club.

Cuando llegó al club pidió una mesa cerca de donde ella habida bailado, supuso que ese era su lugar habitual, ya que el día anterior varios clientes estaba allí esperándola. Le pareció algo extraño que no hubieran más caballeros aglomerados en ese espacio, pero sus pensamientos no fueron más allá y para matar el rato encendió un cigarrillo y pidió un whisky.

Pasó como una hora, ya varias chicas habían bailado, incluso dos lo habían hecho para él y otros caballeros que estaban cerca, pero Scarlet no se presentó a bailar. A Rodrigo se le irritó el ánimo, sintió como si le estuvieran tomando el pelo, aunque era algo irracional pensar de esa manera, pero ya se había puesto de mal genio y por dentro deseaba derribar el lugar; entonces le preguntó a otra bailarina por ella.

—Scarlet no vendrá sino hasta el próximo jueves.

Le dijo una de sus compañeras.

—¿Porque se fue si es fin de semana y se supone que hay más clientes por atender?

—Ella se fue de viaje por un asunto familiar urgente, pero regresará el jueves a trabajar.

Rodrigo salió irritado del club, se fue directo al hotel y allá se desquitó con todo lo que había encima de una cómoda, tirando las cosas y con la voz ronca decía:

—Debo esperar hasta el próximo maldito jueves para verla. No lo puedo creer.

Apenas era sábado, el domingo por la mañana le tocó regresar a Ciudad de México, pero tenía previsto volver a Los Ángeles el jueves cuando Scarlet regresara a trabajar.

A Rodrigo la semana se le hizo eterna, todos los días contaba los minutos y los segundos de cada hora, la impaciencia fue reinante en su estado de ánimo toda esa semana, su secretaria y el resto de sus empleados fueron víctimas de su mal genio, pues los azotaba todos los días con sus pedidos y sus inconformidades.

El jueves después del medio día viajó a Los Ángeles y no avisó a nadie a donde iba, ni siquiera Andrés conocía sus intenciones, era como un gran secreto que no quería compartir con nadie.

Esta vez Rodrigo no se esmeró tanto en arreglarse como la semana anterior, los días transcurridos lo habían llevado a poner los pies sobre la tierra, tenía en claro que esa mujer era solo una bailarina del club, no era su esposa y tampoco una dama que mereciera ser conquistada, tan solo había que darle unas monedas y de inmediato ella se activaría como una máquina tragamonedas a cumplir sus caprichosos deseos y fantasías sexuales.

Scarlet llegó esa noche a trabajar en el club con el ánimo decaído, cuando se estaba maquillando Leslie Y Sandra su otra compañera de trabajo notaron como estaba y le dijeron.

—Deberías tomarte un descanso esta noche, nosotras te cubrimos.

Ella a través del espejo las miró, sus ojos estaban tristes y había angustia en su rostro.

—Gracias chicas, pero ahora debo trabajar más que nunca, la operación del tumor de papá es muy costosa, no nos queda mucho tiempo, me ofrecieron millón y medio por mi apartamento en New York, eso solo alcanza para algunos gastos, aún falta más de la mitad.

Por la noche Rodrigo se marchó al club, él estaba impaciente por verla bailar. Cuando llegó se cercioró que ella estuviera allí, cuando lo comprobó pidió un baile privado. Pero ella ya estaba solicitada por dos clientes más que aguardaban en la mesa. Impaciente no le quedó de otra que esperar mientras Scarlet exhibía su cuerpo ante otros caballeros.

Pasó casi una hora y por fin llegó el turno del magnate.

Él pidió a la camarera que le sirviera coñac, se sentó con la pierna cruzada y mientras esperaba que apareciera la mujer encendió un cigarro, la forma como empezó a fumarlo evidenciaba el deseo que tenía de verla.

Ella apareció con un vestido largo de color vino tinto y tenía el cabello recogido en un moño, se presentó ante su cliente con una hermosa sonrisa y sus lindos ojos verdes estaban posados sobre él. La mujer parecía más una dama que una bailarina nudista, Rodrigo la miró fijamente y le desconcertó un poco su atuendo, se imaginaba que saldría con una falda muy corta con vulgares flequillos y un par de mallas; mas sin embargo no dijo nada, sino que puso el codo sobre el soporte del mueble donde estaba sentado y el dedo índice sobre la mejilla como expectante. Al lado del tubo había una silla sin espaldar, con esta Scarlet inició su sensual acto.

Rodrigo seguía desconcertado por la forma como vestía la bailarina, pero no pudo evitar compararla con su esposa, esta vez parecía que Scarlet a propósito quería parecerse más a ella; de pronto recordó una vez que él y Ángela iban juntos a una fiesta, Rodrigo estaba afanado, se hacía tarde y Ángela no salía de su habitación.

—Ángela por el amor de Dios vámonos.

—Ya voy.

—¿Por qué siempre eres así? —Ella con la puerta de su habitación cerrada le dijo duro para que él la escuchara.

—Porque soy mujer.

Él se estaba poniendo de mal humor:

—Si quieres me voy adelante y llegas a la fiesta cuando quieras en la madrugada.

Ella salió de la habitación sonriendo y estaba muy hermosa:

—Ay ya te pusiste de mal genio. —Él arrugó el ceño y respondió:

—Vámonos que ya se hizo tarde.

—¿No te gusta mi vestido? —Él la miró de arriba bajo y era un vestido largo de color vino tinto con pedrerías que hacían brillar sus hermosos ojos de gata; Rodrigo no podía seguir enojado al contemplar lo hermosa que se veía, sus mejillas se le sonrojaron y sus ojos llenos de amor se encontraron con los de ella.

—Sí, me gusta tu vestido, me gustaría ser él y estar sobre tu piel de flor delicada.

Él la agarró de la cintura y quería besarla, pero ella riéndose le dijo:

—Se me dañará el maquillaje y tendré que regresar a acomodármelo.

—No, ya es tarde mejor vámonos.

Scarlet giró alrededor del tubo con su largo vestido, cuando quedó de nuevo de frente a él jalo la varilla que le sostenía el moño, entonces su larga cabellera rojiza quedó suelta, pese a la diferencia del color del cabello Rodrigo comenzó a ver allí a Ángela, por varios minutos fue atrapado en la fantasía creada por sus dolorosos anhelos de volver a ver a su esposa.

Quitarse el vestido formaba parte de su acto, Scarlet comenzó a bajarse las tiras de los hombros y lo miraba con ojos seductores cuando de pronto él levantó su mano y le dijo:

—Detente. —Ella le miró la mano y vio que tenía un cigarro encendido. Rodrigo lo llevó a su boca. Con un tono de voz imperioso y semblante serio le ordenó:

—Continúa bailando, pero no te quites el vestido.

Scarlet rió por dentro, era como algo ilógico que un hombre pagara solo para verla bailar con un vestido que tapaba todo lo que se suponía él deseaba mirar.

El hombre tenía una mirada profunda y misteriosa, sus ojos no se los quitaba de encima ni por un instante, él estaba concentrado en ella y en llevarse el cigarrillo a la boca a cada momento, Scarlet que era una joven algo curiosa, mientras bailaba no podía dejar de preguntarse en qué estaría pensando, su forma de comportarse despertó en ella un sentimiento de inquietud, este cliente no era como los demás que había tenido en casi tres meses que llevaba trabajando como bailarina nudista.

Después que ella terminó su presentación Rodrigo decidió ir a beber una copa en otra parte, se metió en un bar de esos donde la gente solo va a charlar y a relajarse, allí no habían bailarinas ni música a todo volumen. Él se sentó en la barra y pidió un coñac, allí permaneció por un buen rato pensando en Scarlet, esa noche había descubierto que ella no se parecía a su esposa, en realidad eran idénticas, con la diferencia que Ángela era una dama refinada, mientras que esta era una vulgar bailarina, además era más joven que su esposa cuando murió.

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