Capítulo cuatro

Subí al auto con Alfred, el tipo era silencioso, como también amable. Minutos más tarde estábamos aparcando en el centro del niño. Bajé del coche y Alfred se quedó a esperarme. Subí las escaleras y entré. Crucé algunas salas donde se estaban tomando clases, obviamente era una escuela privada, pregunté por la dirección y me indicaron el lugar. Llegué y llamé a la puerta, me dieron permiso para entrar. Frente a mí había un niño de espaldas, ese debía ser Hazel y al otro lado de la mesa estaba una mujer. Me pidió sentarme. Me senté junto al niño que tenía la mirada puesta en sus pies tambaleantes.

—Hola Hazel. —lo saludé, pero no recibí respuesta alguna, solo su mirada que después regresó a sus pies.

—Hazel —habló la jefa de estudios— ¿nos esperas en el pasillo unos segundos?

Se puso en pie y salió por la puerta.

—Bien. —habló la señora—Esperaba que viniera su padre, pero ha venido usted.

—Soy su niñera.

—Nueva, supongo.

—Así es, me manda su padre ya que la noticia le ha pillado en un mal momento, sin embargo yo le haré llegar la información.

—De acuerdo. Como verá, la hemos hecho venir porque Hazel ha tenido una pelea con otro compañero. — escuchar eso me sorprendió, no me esperaba escuchar que un niño de tan solo cinco años se metiera en peleas. — Entendemos que lo esté pasando mal últimamente pero no toleramos que se peleen entre ellos por eso le expulsamos solo por el día de mañana.

—¿Puedo saber cuál ha sido el motivo de la pelea? —necesitaba saber.

—Ah... —miró sus cosas y volvió la mirada a mí —Su madre, su compañero, según Hazel, le dijo que está muerta y él le dijo que no era cierto por eso acabaron de esa manera.

Oír eso aún más me aterraba ¿la madre de Hazel estaba muerta? ¿Será que por eso Celestina no quería que se hablara de ella? De repente me vinieron muchas preguntas a la cabeza, pero no había quien me las respondiera.

—De acuerdo, hablaré con él.

—Debe hacerlo, ese niño necesita mucha atención, se siente solo y eso no debe ser normal en un niño de su edad.

Salí de la oficina y me encontré con Hazel en el pasillo, sentado en uno de los bancos haciendo tambalear sus pies y pegado contra la pared con la mirada al otro lado del pasillo. Me acerqué y me agaché junto a él.

—Hazel, ¿puedes escucharme? Soy tu nueva niñera.

—No necesito una niñera. —se puso en pie y caminó hacia la salida, lo seguí hasta donde teníamos aparcado el coche.

Alfred nos abrió la puerta trasera del coche y entramos. Intenté hablar con él durante el trayecto, pero fue inútil. Alfred nos miró desde el retrovisor y se encogió de hombros. Yo suspiré derrotada y me apoyé contra el asiento hasta que llegamos a la casa, esto iba a ser difícil.

Nos bajamos del coche y Hazel corrió hacia su cuarto. Entré en la casa y me encontré con Celestina y Cloe. Miré las escaleras por donde había subido el niño y dudé en seguirle.

—Es tu trabajo. —me recordó Celestina.

—Pero no me dejáis hacerlo. —me miraron sorprendidas —Se ha peleado con su compañero porque le dijo que su madre estaba muerta. —se miraron la una a la otra —Si no sé nada de su madre ¿cómo esperáis que lo ayude? —Celestina suspiró y se acercó un poquito a mí.

—Su madre no está muerta, recuérdale eso.

—¿Y eso es todo? —me sorprendía lo reservadas que eran ¿qué era eso tan importante que no podía saberse? Miré a Cloe, podría haberme dicho algo más de no ser por Celestina que la controlaba con la mirada, era increíble y eso me ponía furiosa.

—No necesitas saber nada más por ahora.

Las miré con indignación, subí las escaleras y atravesé el pasillo hasta encontrarme en la puerta de Hazel, llamé, pero como no iba a contestar, abrí la puerta para encontrarlo amotinándose la camisa. Me arrodillé hasta su altura para ayudarlo a abotonarse, aunque no conseguía que me dirigiera la mirada.

—Te creo Hazel. —le dije mientras lo ayudaba a abotonarse —Tu madre está viva y te quiere, mucho. —me miró y apartó de nuevo la mirada. —Sé que no quieres una niñera, me lo dijiste, por eso quiero proponerte un trato. —terminé de ayudarlo con la camisa y se sentó sobre la cama, al menos ahora me estaba mirando interesado. —Dame dos semanas y pediré mi renuncia, es que acabo de pedir el trabajo y no puedo de repente abandonarlo ¿me entiendes?

—¿Te irías? —oírle hablar me trajo gran alivio y quise sonreír, pero debía parecer lo más seria posible.

—Por supuesto, pero con una condición.

—Lo sabía.

—No querrás que me quede sin trabajo sin más.

—¿Qué quieres que haga?

—Quiero que en esas dos semanas me hagas caso en todo lo que te diga. No discutas, no me odies y sé un niño bueno.

—¿Cómo? —no parecía estar de acuerdo, yo me encogí de hombros. —Tú quieres que me vaya y yo quiero quedarme. Haces todo eso por solo dos semanas o tendrás que soportarme todo el tiempo que a tu padre le parezca bien y no creo que él tenga algún problema con eso.

—Está bien. —suspiró derrotado—¿Me lo prometes verdad?

—Por supuesto que sí. —sonreí feliz de que estuviéramos de acuerdo y sellamos nuestro trato con los dedos meñiques. —Ahora bajemos a la cocina a comer.

—¿Ese es mi primer castigo?

—Si es como te apetece verlo, pues sí señorito, esa será tu primera condena.

Se levantó de la cama con desgana y salimos de la habitación dirigiéndonos a la cocina, entramos y Celestina y Cloe nos miraban sorprendidas, sé que no se lo esperaban. Cloe se acercó al niño y se agachó ante él con una sonrisa.

—¿El señorito desea comer algo en especial? 

Hazel me miró y yo me encogí de hombros. Se volvió a Cloe y habló.

—Un sándwich y patatas fritas.

—Enseguida se lo preparo mi niño favorito. —le acompañó hasta la mesa y lo ayudó a sentarse. Pasó junto a mí y susurró—¿Qué le has hecho? —yo solo sonreí y me senté a la mesa con Hazel.

—¿Te traigo alguna fruta mientras esperas?

—Una banana, por favor. —vaya, aparte de lindo, era educado, le sonreí y me dirigí a la encimera a por una banana, regresando a entregársela.

—¿No te comes una conmigo?

—Si tanto insistes, pues claro. —volví y tomé una pera para mí volviéndome a sentar junto a él con la cesta de frutas por si él necesitaba comerse otra.

Minutos después su pedido estaba listo y se lo pusieron en la mesa con un vaso de zumo. Comió y bebió lo que pudo.

—¿Hay tarta? —preguntó.

—Lo siento, se acabó. —contestó Celestina, lo miré y no parecía contento. —Mañana llamaré para que traigan una.

—Está bien. ¿Puedo ir a mi cuarto? — me pidió, había sido muy bueno y no podía negárselo. Lo dejé irse.

El resto del tiempo me lo pasé con ellas hasta que Cloe se despidió, no trabajaba a tiempo completo, eso no lo sabía. Nos despedimos. Nos volveríamos a ver mañana sábado. 

Subí al cuarto del niño a ver como estaba, sorprendentemente estaba limpio, se había bañado y estaba jugando con su tableta tumbado sobre la cama.

—¿A qué juegas?

—Un combate entre capitán américa y spiderman.

—¡Wow! Suena interesante, ¿y quién gana?

—Lógicamente gana capitán américa. —sonrió al decir eso como si se esperase que lo supiera.

—¿Capitán américa es tu favorito verdad?

—Sí, ¿quieres jugar?

—No se me dan muy bien los combates.

—No pasa nada, te enseñaré. —se acomodó en la cama. —Dime quién es tu héroe favorito y configuraré el juego. —Si eso le hacía feliz por qué no intentarlo.

—Eh, ¿cuáles son mis ofertas?

—Tienes que elegir un personaje de los vengadores.

—No estoy muy segura. —no tenía idea.

—Está bien, ¿te parece bien si la vemos juntos?

—Sería un placer. —parecía emocionado y me gustaba verlo así.

Entró en vídeos y puso unos dibujos de los vengadores.

—Oye Hazel, para ser tan solo un niño eres muy limpio y ordenado.

—Mi padre se enfada mucho cuando me ensucio. —eso me sorprendió aún más. ¿Qué padre podría ser tan exigente con un crío?

Miramos los dibujos durante unos treinta minutos mientras me lo explicaba hasta que llamaron a la puerta, el padre de Hazel había regresado y quería vernos a los dos. Recé por que todo saliera bien, ahora iba a conocer a ese hombre tan estricto a quien no lograba entender.

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