Un amor de niñera
Un amor de niñera
Por: Justa Margarita
Capítulo uno

Me desperté sobresaltada, miré mi reloj de mesa y daban las ocho y diez minutos, por lo visto mi despertador había conspirado contra mí justo en el momento más importante de mi vida.

— Freya, que llegas tarde. — escuché la voz de mi hermana tras la puerta.

—Ya voy.

Tenía una entrevista que hacer a las nueve y no quería perdérmelo por nada del mundo. Me levanté a toda velocidad y me metí en el cuarto de baño, me cepillé los dientes y me di una ducha rápida, tenía que llegar a tiempo si quería conseguir el puesto de niñera. Salí del baño, me envolví en una toalla y me puse una falda ajustada que me llegaba un poco por encima de las rodillas, acompañado de una blusa azul de algodón de mangas largas. Até mi cabello en una cola y me puse solo un poco de maquillaje, eché un último vistazo en el espejo, suspiré profundo y me dije "Freya, tú puedes hacerlo. Este trabajo es tuyo". Sonreí, cogí mi bolso donde ya tenía guardados mis documentos y salí a la cocina donde se encontraba Maura, mi hermana y su novio. Maura preparaba el desayuno mientras Iván le hacía compañía con una revista sobre la mesa.

—Buenos días Freya. — saludó Iván con una sonrisa.

—Buenos días y, por última vez, deja de llamarme así.

—Lo que tú digas, Fresa. — gruñí, ese chico me ponía de los nervios.

—Ya basta chicos —intervino Maura— hoy es tu día, has de tomar un buen desayuno para que todo te salga estupendo. —este era el consejo de mi hermana quien me estaba extendiendo un plato de sándwich.

—Gracias, — cogí el plato—aunque dudo en que comerte un sándwich antes de una entrevista sea suficiente como para librarte de nervios y de un posible: "no estás contratada".

— A ver si opinas lo mismo cuando consigas el puesto.

Me zampé el sándwich lo más rápido que pude y me bebí un vaso de zumo.

—Bueno, te dejo hermana y a tí también pesado. —dije refiriéndome a mi cuñado quien sonrió por mi comentario.

—¡Qué te vaya bien! —gritó Maura mientras yo cerraba la puerta tras de mí.

Salí a la calle, y hacía un día precioso, presentía que todo podía salirme bien, solo tenía que darme un poco de prisa, le eché un último vistazo a mi reloj de mano y me quedaban al menos veinte minutos para la entrevista. Anduve lo más rápido que pude, mi intención era pillar un taxi.

Una de las razones por la que quería conseguir el puesto era porque de esa forma podría independizarme, es decir, no tendría que seguir viviendo con mi hermana y su novio. Era vergonzoso y me sentía fuera de lugar. Tenía muchas cosas que conocer e iba hacerlo, tenía que  lograrlo. Estaba pensando en ello cuando de repente pasó un auto oscuro junto al charco de agua que se encontraba justo en la acera donde me encontraba y... ¡puf! me mojó por completo. Era increíble, ni en mis peores pesadillas me habría imaginado eso, ¿es que el mundo se estaba confabulando en mi contra precisamente en ese día que era crucial para mí? Me quedé paralizada, no podía regresar a mi casa a cambiarme e ir a la entrevista, no me daría tiempo suficiente, llegaría tarde, no había nada que se pudiese hacer. De pronto el auto que me hizo el grandioso favor de estropearme la entrevista retrocedió de nuevo hasta alcanzarme. Me preparé todo el insulto posible para descargarlo contra dicho degenerado, tal vez de esa forma me sintiera menos acabada. Se abrió la puerta trasera y del auto salió un apuesto joven, pelo bien cortado y vestido con un traje que bien podría costar una fortuna. Aunque tenía el fruncido, era hermoso, seguía paralizada pero no podía dejar de mirarlo, era tan bonito que solo me vino una imagen en la mente.

—Caramelo. —dije en casi un susurro.

—Señorita, ¿se encuentra bien? — preguntó preocupado, pero me distraje con el sonido de su voz. 

— ¿Qué? —de pronto reaccioné y volví en mí. —Lo dudo, estoy a punto de perder un empleo.

—Siento mucho que mi chófer le haya manchado y me gustaría ayudarla.

—¿Cómo? —lo miré sorprendida, ¿en serio pretendía ayudarme? —Dudo que eso sea posible, solo me quedan — miré de nuevo mi reloj veinticinco minutos—forcé una sonrisa.

—Entonces mi chófer la llevará a su entrevista, claro, después de que pasen por mi estilista. —dijo fijándose en mi ropa y yo hice lo mismo. —No debería perderse su entrevista, pediré un taxi—observó también su reloj de mano—debo trabajar.

No me lo creía, ¿en serio pensaba ayudarme? Los conductores no se molestan tanto y mucho menos los millonarios.

—No, no debería preocuparse tanto, ya me las apañaré. —Aunque muy en el fondo no estaba segura de eso.

—Aceptará mi propuesta. —dijo seriamente, bueno, más de lo que ya era. Me abrió la puerta trasera del coche—O nos arrepentiremos los dos, usted porque lamentará no haber aprovechado esta oportunidad de llegar a tiempo a una entrevista, que supongo le importa mucho, mientras yo lamentaré haberle estropeado a alguien la oportunidad de conseguir lo que supongo habrá luchado por alcanzar.

Lo miré estupefacta, por lo visto él tenía todas sus ideas claras. No me lo pensé más, de todas formas, no tenía suficiente tiempo para pensar en lo que debería hacer. Me subí al auto y el apuesto joven de quien no sabía nada, cerró la puerta, se acercó a la puerta del conductor y le dio ciertas instrucciones a su chófer para después alejarse, seguro a conseguir un taxi, ¿se podía ser más considerado?

El chofer me condujo hasta donde se suponía que se encontraba la sastrería del hombre apuesto que acababa de conocer, la verdad es que en el auto se sentía a gusto. Condujo lo más rápido que pudo y en cinco minutos se estaba deteniendo junto al local.

—Es aquí. —habló el chófer desde el asiento delantero, cuando ya empezaba a creer que no tenía voz. — Y, siento mucho lo de la ropa. —dijo cuando había abierto el coche entregándome una tarjeta.

—Descuida.

Salí del auto y subí unos cuantos escalones que conducían hasta el local. Una vez delante suspiré antes de abrir la puerta de cristal y ya dentro me quedé aún más alucinada cuando vi todo lo que había dentro. Era precioso, aunque la mayor parte de ropa era de hombre; bien ordenado y luminoso. Se me acercó un hombre de media altura, algo calvo pero agradable a la vista, vestía decente, pero era obvio que uno que trabajaba en un lugar como este fuera a la moda. Me observó de arriba hacia abajo y negó con la cabeza.

—¡Hola! ¿Puedo ayudarla en algo señorita? — preguntó de modo orgulloso.

—Espero que sí. —le ofrecí la tarjeta— Me han enviado aquí y me han dicho que podía mostrarles esto.

El hombre lo tomó dudoso y leyó la tarjeta, de pronto se le iluminó el rostro.

—Por supuesto que podemos ayudarla, está en buenas manos. Venga, acompáñeme.

Lo seguí hasta las estanterías.

—Supongo que necesita cambiarse eso que lleva puesto. —comentó mientras rebuscaba entre los tendederos. Revisé de nuevo mi ropa y suspiré.

—Así es señor y si no le importa tengo mucha prisa, tengo una entrevista.

—Por favor no me llame señor. — sugirió mientras sacaba un vestido y me lo pegaba al cuerpo para que lo cogiera. —Soy Berman.

—De acuerdo Berman, un placer. — seguimos caminando por las estanterías.

—No he oído tu nombre.

—Ah, cierto. Soy Freya. —hablé mientras lo seguía.

—Bien Frey, ¿puedo llamarte así? — iba a contestarle, pero me interrumpió. — ¿De qué conoces al señor Laurent?

—La verdad es que no lo conozco. —él se detuvo y me entregó una chaquetilla. 

—¿Que no lo conoces? —preguntó mirándome a la cara —¿Y cómo es que has acabado con una tarjeta suya?

—Es una historia complicada. —fue lo único que pude decir, quería acabar ya de una vez y acudir a mi entrevista.

—Ya veo que no puedes. — dio la vuelta y siguió su camino—Vamos a por un bolso y unos zapatos.

—Pero ya los tengo, solo necesitaba...

—Ehh, — me detuvo. —estás en mi tienda y todos los que te vean deben saberlo, por lo que has de estar perfecta. — sacó unos zapatos y una bolsa. — No dejes de seguirme. Te mostraré dónde cambiarte.

Lo seguí cargada con todo lo que me había entregado. Berman me mostró un vestidor y me metí en él. Colgué la ropa nueva y me quité la ropa que se había manchado. Tomé el vestido nuevo hasta que me fijé en la etiqueta, era muy caro. Ni en mis mejores sueños podría pagarlo, tomé la chaquetilla y miré su etiqueta, era igual de cara por no mencionar los zapatos y la bolsa.

— ¡Berman! —lo llamé desde dentro del vestidor. —¿No tienes algo menos caro que esto?

—¿Quieres que te recuerde la hora o es que ya no te interesa tu trabajo? — preguntó él— No tienes que preocuparte, todo está a cuenta del señor Laurent.

Miré de nuevo la hora preocupada, me quedaban solo catorce minutos. Me puse el vestido y la chaquetilla que me quedaban a la perfección. Me ajusté el bolso nuevo y rápido metí mis cosas en él. Me calcé los tacones preciosos que me habían entregado y salí del vestidor. Berman que estaba esperándome, me vio y se sorprendió.

—Estás alucinante. Si tu entrevista para modelo, no dudes que será tuyo. Y eso es decir mucho viniendo de mí, créelo.

—Gracias —respondí amable y sorprendida, no sabía que él fuera del tipo amable—pero no soy modelo.

—Pues qué lástima. Y, por cierto, no te llevas tus cosas.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Son horribles y mandaré tirarlos.

—Pero yo...

—Ehh — dijo mostrándome la hora— llegas tarde.

Suspiré derrotada y me dirigí a la puerta.

—Gracias de todas formas por todo. 

Salí y me subí al coche que todavía seguía esperándome y me llevó hasta mi entrevista, esperaba conseguirlo.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo