Capítulo 4

Damian

Mi vida es una locura total, a veces suelo ser aburrido, grosero, me burlo de las cosas y a veces rudo. Me gustan las carreras ilegales, mi trabajo se basa en cosas ilegales: drogas y armas. Mi jefe es como un padre para mi, aunque tengo mis padres vivos y los adoro,  mi hermana de 15 años es una princesa aunque de vez en cuando le sigo los talones para que no se tope con un Imbécil como yo.

Vivo solo por mi trabajo y porque me gusta estar solo. De vez en cuando viene una que otra chica a mi cama, de todas las que han pisado mi casa, solo la torpe no la puedo olvidar. No estoy enamorado,  pero tiene un algo que me tiene pegado a ella.

Hace días se hizo amiga de Michael Gutierrez y de Flor Galviz, ya investigué a esos dos y nada fuera de lo común,  aunque no me fío del imbécil de Michael, odio cuando con su perfecta sonrisa la hace reír o cuando la abraza. Ella se ve jodidamente tierna cuando habla, come, sonríe. Es torpe pero tiene sus encantos.

Todos los días voy hasta su barrio y observo su puerta,  ella o alguien de su casa duerme tarde. Las  luces aún a las 1 de la madrugada están encendidas. 

Ya casi es hora de marcharnos a casa y le he pedido que me haga las tareas de química,  no se por qué,  si soy bueno con los números y esas cosas.

Ella aceptó ir a mi casa, en unos minutos la recojo en el parqueo.

La campana suena y salgo como si la escuela estuviese en llamas. Voy hasta mi nena negra y la enciendo.

-No me voy a subir a esa cosa -dice haciendo que me de la vuelta.

-Esa cosa tiene nombre, es una moto,  dale,  sube, es lejos  -digo pasándole un casco.

-Maldigo el día que te rompí el celular -dice refunfuñando mientras se coloca el casco.

Se sube a la moto y me abraza con fuerza.  Quisiera hacer rugir la moto, pero no quiero que muera del susto.

Llegamos a casa luego de que casi me sacara las tripas mientras me abrazaba.  Ella pasa y me pide un poco de agua.

-Ahí está el refrigerador -digo yendo hacia la habitación para ponerme cómodo. 

Luego de ponerme un polo de tirantes bajo, y ella está comiendo como si fuese su último día de vida, la observo tomar de la taza se leche y guardar un poco de pan en su cartera, me escondo y ella vuelve a guardar otro trozo de pan, después de unos minutos ella termina de comer y aparezco.

-Mmmmm, tenía  hambre y comí algo -dice limpiándose esos labios rosados pálido que piden a grito besarlos. Sacudo mi cabeza por el estúpido pensamiento.  Ella se sienta en la mesa y toma los cuadernos,  empiezo a observar sus movimientos,  sus gestos, estoy embobado.

-¿Qué edad tienes?  -pregunto cerca de ella.

-18 ¿ y tú?  -pregunta sin dejar de escribir.

-20 -digo y ella me mira.

-Pensé que tenias algunos 25 -dice mirándome de arriba abajo.

-Que tonta -digo tomando mi teléfono.

La Llevé a su casa y me fui directo a la casa de mi jefe, hoy llegaría un cargamento y debo ir hasta el muelle.

-Antes de que te vayas, necesito un favor -dice levantándose de su escritorio.

-Ordene -digo arreglando mi chaqueta para ocultar la pistola.

-Me han informado que mi hijo está vivo y el imbécil de Felix del que te hablé,  sabe de él -dice frunciendo las cejas -Búscalo y sácale la verdad a golpes -ordena arreglando su pelo negro y con algunas mechas blancas por las canas.

-Cómo guste -digo saliendo del lugar.

Después de ir al muelle y fijarme que todo esté tal y como de envió para acá,  recibí una llamada de la torpe, ¿que querrá?  Ni idea.

Me estaciono en la puerta de su casa y ella abre inmediatamente yo toco.

-¿Qué se te ofrece? -pregunto al verla algo tímida.

-Me prestarías 3,000 pesos, prometo pagartelo a fin de mes -dice mordiéndose el labio.

-¿Y si no consigues el dinero para regresarme lo, cómo lo pagarías?  -pregunto acercándome a ella.

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