Mi ancla, mi fuerza

Nefer pestañeó tantas veces que le dolió procesando la imagen delante de ella una vez que se giró para encontrarse con un hombre normal, pero sabiendo que era otro dios escondido bajo un disfraz humano. No lo podía creer. Como si con uno no bastara ¿ahora dos?

Se giró lentamente sosteniéndose del lavamanos. Podría de nuevo caer y ya había pasado esa vergüenza una vez, dos no estaba en los planes. Gracias a ese primer encuentro con Anubis creyó que estaba preparada sicológicamente, tremenda mentira.

El hombre frente a ella, si, dentro del baño de mujeres, se la comía con la vista a pedacitos. Y no hacía nada para ocultar este hecho. Anubis lo hacía igual a cada rato, por no decir todo el tiempo, pero no la hacía sentir de manera tan sucia. Ya era suficiente con sus demás clientes.

Su estatura rivalizaba con la de Anubis.

Al menos comían carne 20 veces al día porque esos cuerpos tonificados de envidia no podían salir solo de ejercicio ni gimnasio. Su cabello era

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