Capítulo 1

—Puedo sentir tu mirada en mí—dijo, mientras sonreía aun más. Sentí como mi cara empezaba a arder, maldije en silencio y volteé la cara.

— Aquí en la Avenida, gira a la derecha. Vivo a las afueras, más alla de la Policía—dije, sin saber que más decir. Me había atrapado viendolo descaradamente. Puedo imaginar la cara de estúpida que puse al verlo. Lo poco que había visto, gritaba perfección. Envié todos esos pensamientos a un lado y decidí llamar a Katie. Cogí el celular, fuí a llamadas recientes y marqué. Contestó casi enseguida.

—Estuve a punto de tener un maldito ataque, ¿que carajos pasó?—gritó, desde el otro lado.

—Cálmate Katie, estoy bien, ya estoy regresando a la casa—le respondí, mientras ví que pasamos la estación. Estoy cerca. Nos vemos mañana en la Uni, descansa y no te preocupes.

—Está bien, lo siento, pero es que escuché un sonido brusco y luego tú diciendome lo del casi choque y yendote. ¿Cómo pretendes que reaccione a eso?—siguió ella.

—Lo sé, lo siento. Todo esta bien, ya hablamos mañana. Te quiero.—dije y colgué. Me recoste en el asiento, mientras ví que estabamos a unos 5 minutos de casa. Que rara situación, si no hubiese sido porque habia estado bebiendo, no hubiese permitido que este tipo me trajera a la casa, pero no me quedaba de otra. Una futura abogada becada de la universidad, no debería tener problemas con las autoridades, o mi beca estaría en peligro, apenas la había conseguido este semestre, no podía perderla enseguida.

—Nos estamos acercando, disminuye la velocidad—le dije al sujeto que estaba a mi lado, sin regresar a verlo.

—Vives algo alejada. ¿Vives con tus padres?—preguntó él. No estaba tan borracha como para decirle la verdad, y no estaba loca como para decirle que vivía sola a las afueras de la ciudad.

—Si, vivo con mis padres.—respondí, mientras él asintió. —A 100 metros, en la casa a la izquierda.—añadí. Una vez aparcamos el carro, noté su deportivo detenerse en la carretera. Lo regresé a ver, aún no podía ver sus ojos.

—¿Nos bajamos?—pregunté.

—Sí—respondió. Abrí la puerta del auto, viendo mi celular y notando todos los mensajes que me habían llegado diciendo feliz cumpleaños. Rodeé el carro, aún mirando el celular. Cuando empecé a sentir su perfume, estiré la mano.

—La llave—dije, sin levantar la mirada. Había recibido un par de mensajes de mi ex-novio. No pensé que me fuera a escribir. Me había dejado hace un par de meses, porque supuestamente no le daba importancia a nuestra relación. No me importó mucho, lo quería, pero ciertamente tenía  cosas más importantes que hacer. Alguien se aclaró la garganta y comencé a levantar la mirada.  Mientras lo hacía, noté cosas que no habia notado antes, gracías a que ahora si había luz suficiente. Sus hombros anchos y músculos eran muy notorios a través de la camisa blanca que llevaba puesta. Cargaba unos jeans desgastados azul oscuro. Un poco de barba había empezado a aparecer, pero cuando llegué a sus ojos, perdí el aliento. Sus ojos penetrantes eran verdes y azules, claros, demasiado claros. Mordí mi labio y tragué saliva. Este tipo era demasiado guapo, un Dios griego. Sus ojos se oscurecieron adoptando un color cerúleo brillante, mientras fruncía el ceño.

—Deberías cerrar esa boquita, pequeña.—dijo el sujeto. Mientras su boca se torcía en una sonrisa. Me gusta su sonrisa y él era un idiota. Salí de mi estupor y noté como mis mejillas empezaban a arder de nuevo. Genial, dije para mis adentros.

—Dame las llaves—dije, quitando mi mirada de su cara y su cuerpo. Estaba empezando a tener pensamientos sucios con un completo extraño. Vi una figura acercarse, era otro hombre, cargaba una camiseta roja que asentaba sus musculos y unos jeans oscuros, cuando la luz llegó a su cara, estuve a punto de empezar a babear. ¿Acaso el mundo me estaba bendiciendo?

—Tenemos que irnos—dijo él, mientras ponía sus ojos en mí y fruncía el ceño. Lo observé por un momento. Su mandíbula era definida y sus labios estaban apretados . Al parecer no le gustaba esta situacion o ¿tal véz no le gustó que su amigo me trajera hasta acá?. No es que me importara de todos modos. Sus ojos eran de un raro color gris y tenía al igual que Dios Griego 1, las pestañas y las cejas espesas. Su mirada era penetrante, como si buscara algo dentro de mi, pero al mismo tiempo era hipnotizante. Me sentí algo incomoda y mareada, por lo que giré mi cara hacia otro lado, el alcohol no ayudaba me estaba entorpeciendo cada vez más mis sentidos.

—Ya sé— respondió el Dios Griego 1.

—Aquí están tus llaves—estiró su mano, posando la llave sobre mi palma. El retiró su mano y frunció el ceño de nuevo. Me pregunto que estará pensando, pensé.

—Gracias por traerme—le respondí, queriendo entrar a la casa. Aún podía sentir la mirada del Dios griego 2 en mí lo regresé a ver y levanté la ceja. Sonrió y se dió la vuelta. Lo observé irse.

—Hasta pronto—dijo Dios Griego 1, mientras seguía al otro. Fije mi mirada en él, y vi como mi regalo de cumpleaños se alejaban en dirección al carro deportivo. Me dirigí a la casa y cuando iba a abrir la puerta, noté que la cerradura estaba abierta. Una corriente recorrió mi espalda, avisandome del peligro, no era la primera vez que sucedía, por lo que sabía que algo estaba mal. Me di la vuelta, dispuesta a escapar y llamar a la policia, pero alguien me agarró por la espalda y me tapó la boca, arrastrandome dentro haciendo que recibiera un par de golpes.

—Calla, zorrita.—alguien me dijo al oído, mientras ponía un cuchillo en mi cuello.

—¿Quién eres tú?— espeté, casi sin aliento. El cuchillo, estaba pegado a mi piel. La casa estaba oscura, pero pude escuchar un par de murmullos. 

—Te hemos estado observando. Sabemos que vives sola en esta casa y vinimos a hacerte companía—dijo el tipo que me había arrastrado dentro. 

—¡Sueltame!—solté un grito ahogado mientras las lágrimas empezaban a arder detrás de mis ojos. Sabía que era en vano gritar, pero queria intentarlo. Vivía a un par de kilómetros de la policía, pero nadie me escucharía. Nadie vendría.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo