Capítulo 6

Al llegar bajó del taxi sin pagar y corrió al interior del teatro riendo por los pitillos que daba el hombre, se lo merecía por tonto. Tras registrarse fue a los camerinos para cambiarse de ropa, ella y su compañero harían una versión más moderna del lago de los cisnes y en su solo haría una interpretación más común como el “Tchaikovsky la bella durmiente”.

—Por Dios Nef, estamos atrasados, salimos al siguiente— Nefertari inició a desnudarse frente a su amigo, era gay así que no le importaba, estaba apresurada y no llegaría tarde a su presentación —te ayudaré con el peinado— se ofreció él al ver que terminaba de vestirse.

—¿Son muy buenos? ¿Qué tal los jueces?— preguntó algo nerviosa.

—Tranquila, somos mejores que ellos y estoy seguro que seremos uno de los elegidos. Nos ganaremos a los jueces y esto será regalado— dijo con confianza, él tenía la certeza de que ganarían, habían practicado mucho y Nef era una excelente bailarina.

—Si lo dices lo creo— aplaudió Nef.

—Michael y Nefertari, es su turno— los apresuró la organizadora. Ambos salieron al escenario, los dos con corazones acelerados y con unas inmensas ganas de ganar así que se olvidaron de todos, incluso de los jueces e iniciaron a interpretar la pieza que les tocaba a ellos.

Su mente en blanco, su cuerpo ligero y sus sentidos centrados en una sola cosa, la música… el aire siendo su amigo y sus movimientos su mejor aliado. Nefertari como siempre que interpretaba una canción lo daba todo de ella, cuando bailaba era libre, se libraba de las preocupaciones y su mente y cuerpo eran uno solo. Sincronizados a la perfección y lo más importante, estaban en paz.

Al terminar agitada y nerviosa miró al jurado que no hizo ni un gesto, habían tenido la misma respuesta que los demás. Triste por aquella reacción ante una gran interpretación fue a los camerinos con su compañero de baile, este la abrazó y besó su cabeza.

—Tranquila cisne, seremos elegidos— Nefertari sonrió, él siempre hacia lo posible por verla sonreír —ahora vamos a cambiarnos para ir a ver a mi rayito de luz— Nef agrandó más su sonrisa y se apresuró a cambiar.

Pensativa, triste y preocupada no solo por la reacción del juez sino que ya estaba en su realidad, una realidad donde su hija estaba enferma y viviendo en un hospital, miraba por la ventanilla del auto. La semana había sido larga para ella, apenas dormía tres horas entre cuidar de su hija, trabajar y ensayar, pero eso no le importaba, no cuando era por atender a su hija y practicar para alcanzar sus sueños. Cuando esa bebé llegó a su vida supo que no sería fácil y ella se prometió no rendirse jamás así que no lo haría.

—No puedo dejar de pensar— miró a su amigo —no hicieron ningún gesto Michael… ¿Qué se supone que hicimos mal? Lo hicimos perfecto, vi las grabaciones, tú viste las grabaciones, la vimos… ambos— rascó su cabeza en el lado del moño deshaciéndolo un poco.

—Tranquila, no quiero que te estreses, fueron meses de práctica y quizás los sorprendimos y por eso fue sus reacciones— miró de reojo a su cisne y después miró nuevamente la carretera —debemos esperar un par de meses y ver que salió como resultados— Nef asintió.

—Tienes razón, ahora solo debo centrarme en mi hija, ya participamos y solo queda esperar, dimos lo mejor, ¿Verdad?— Michael asintió sonriendo.

—Esa es mi cisne— acarició ligeramente su rodilla y después aceleró un poco más, tenía ganas de ver a la bebé.

—Finalmente estás aquí— los interceptó Isabella —te estaba llamando Nefertari, ¿Dónde tenías ese móvil?— Nef le miró alarmada.

—Yo… yo…— trató de buscar su móvil en el enorme bolso pero Isabella la interrumpió.

—Vamos… ya— le ordenó, Nef no se movió del lugar y sus ojos se cristalizaron, le había pasado algo a su hija y ella estaba en esa estúpida presentación —oye tranquila…— Isabella la abrazó —lo lamento… lo lamento… es que estoy emocionada— se separó de su amiga y la miró a los ojos, al ver sus lágrimas correr por sus mejillas se las limpió y sonrió —lo siento tanto— Nef se echó a llorar, si algo le hubiera pasado a su hija en su ausencia no se lo hubiera perdonado nunca.

—No me hagas más esto Isa… casi morí— Michael miró con reproche a Isabela quien rodó los ojos.

—Cuando vean de que hablo me van a entender, vamos— tiró de su amiga rumbo a la habitación de la niña. Al entrar Nef miró a su hija y vio sus mejillas rosas y sus labios tenían un color carmín pálido pero hermoso.

—¿Qué?— preguntó caminando hacia su hija —tiene color… mi hija tiene color— la nena miró a su madre y sonrió feliz, si bien aún se le veía mal estaba mucho mejor que días atrás.

—¿Qué está pasando?— preguntó Michael acercándose a la cama junto a Isabella.

—Es un aparato que se utiliza con batería— tomó el objeto —lo tiene que llevar siempre, a todos lados pero es mejor que estar internada— sacó una preciosa bolsa con brillos en color rosa —miren, lo meten aquí y nadie se dará cuenta. Se llama dispositivo de asistencia ventricular— Nefertari se levantó y corrió hacia su amiga y la abrazó con fuerza.

—Gracias… gracias Isabella— ahora lloraba de la felicidad.

—No es una cura pero podrá estar en casa y tendrá más tiempo para esperar el nuevo corazón— sonrió —esta misma noche te podrás ir a casa cariño— Nef se limpió las lágrimas y también abrazó a su amigo, todos estaban felices y más la nena por su bolsita brillante y rosa de Minnie.

—Estoy tan feliz por esta noticia— susurró Michael —es que Dios… siempre te veía tan preocupada y esa falta de sueño Dios— acarició la mejilla de Nef, iba a proseguir pero su móvil sonó. Después de responderlo resopló —mie hermano nuevamente en la cárcel, voy por él. Lamento no quedarme más y no poder llevarte a casa— se disculpó.

—Tranquilo, tomaré un taxi. Nos vemos después y dile a ese desastre que se porte bien— Michael se despidió de las tres chicas sonriendo.

—Yo iré a hacer el papeleo, tú quédate con la nena. Si quieres pido permiso y las voy a dejar— al ver la negativa de Nef no insistió, tomaría el taxi en la puerta del hospital y no era peligroso.

Con papeles en mano, bolsas al hombro y su pequeña hija en brazos montó al taxi que se paró frente a ella sin ni siquiera detenerlo, era lo bueno del hospital.

—Hoy es mi día de suerte— sonrió una vez estuvo dentro —gracias por detenerse— no obtuvo respuesta pero eso a ella no le importó, tenía a su bebé en brazos y ella estaba feliz, estaba sonriendo y por primera vez en mucho tiempo su color había permanecido en sus mejillas y labios, pero aquella burbuja se reventó cuando el hombre dio un frenazo, al ver por la ventanilla fue consiente que tres autos habían encerrado el taxi —¿Qué está pasando?— preguntó asustada, la nena inició a llorar, sintió la tensión de su madre.


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