Capítulo 1

Roma, Italia. 15 años después.

Como todas las mañana del último año, Nefertari se levantó al escuchar aquel balbuceo que le hincha el corazón de orgullo y se lo derrete a la vez. Una enorme sonrisa se le dibujó en el rostro al ver aquellos ojos grises tan pálidos que se podía pasar por trasparentes.

La bebé al ver a su madre sonrió de manera angelical y alegre, eso son ellas dos unidas: libres, felices, ocurrentes y muy activas.

—Ma… má… ma… má…— tendió sus manitos para que la tomara en brazos, su demanda fue cumplida inmediatamente.

—Hola cielito hermoso…— Nefertari le dio un beso en su pelo rubio como el sol. La nena es de piel pálida como la leche —¿Lista?— la bebé apoyó su cabecita en el hombro de su madre y poco después la abrazó por el cuello. Nef sonrió ante el gesto amoroso de su hija y se dirigió a la cocina, no va a hacer un día fácil, odia los jueves de cada semana, los odia con todo su corazón y es horrible, ella nunca odia nada.

—Aaammm— dijo la niña al ver que le preparan el desayuno —mamá aaammm— le señaló la estufa. Nef no pudo evitar reír al escuchar a su hija y lo demandante que es.

—De acuerdo cielo, déjame terminar el desayuno. No voy a tardar— se le quedó mirando a su hija y solo pudo pensar en cuando las cosas podían solucionarse para ellas dos. La vida es cruel como nadie e injusta como todos.

—Mamá ammm— refutó la niña mirando a su madre seria, es comelona y de no comer cuando tiene hambre se pone de mal humor —mamá ammm— un puchero se dibujó en la cara de la niña, sus ojitos y su naricita iniciaron a sonrojarse. Nefertari al ver que lloraría se apresuró a tomar cualquier cosa, en esta ocasión alcanzó el cereal y rápidamente le sirvió una porción a la nena.

—No cielo, mira, ammmm. No me hagas esto amor, no puedes llorar… no llores— su corazón latió con fuerza al ver que la niña no cambió su gesto, pero todo se alivió cuando sonrió e inició a llevarse las hojuelas a la boca —esa es mi niña— besó la cabeza de su hija y se apresuró a hacer el desayuno, la niña debe alimentarse bien.

Una vez Nefertari salió de casa con su hija y maleta al hombro paró un taxi y se dirigieron al lugar más triste del mundo y al que debían estar atadas siempre. No tiene más remedia que asistir aunque le doliera, siempre que va las noticias no son agradables, pero eso no le quita la poca felicidad que tiene, ella lo disfruta todo al máximo.

—Rayito de luz— todas saludaron a la nena quien ríe al ver a su alrededor, la conocen demasiado bien y eso es deprimente para Nefertari. Si no es porque les toca ir, es porque algo salía mal pero siempre vuelven de una u otra manera.

—Mira mi amor, saluda, tírales un beso— la niña que es una coqueta nata sonrió sin parar y con su manito tira besos a todos. Las risas y los suspiros de ternura no dejaron de escucharse.

—Nef, sigo esperando ese desayuno— Roberto quien siempre está buscando la posibilidad de tener un encuentro con Nefertari se colocó junto a ella —vamos, tienes tiempo— Nef detuvo su marcha y le miró sonriendo.

—Me encantaría ese desayuno— agrandó su sonrisa —pero deseo quedarme junto a mi hija— le guiñó —mejor que sea una cena— dando media vuelta y dejando al hombre cirujano emocionado siguió su marcha correspondiendo el saludo de todos los presentes.

—Pero miren quien ha llegado, la niña más hermosa de toda Roma— Isabella se levantó a recibirlas —se ve muy bien… miren eso…— la tomó en brazos y entre juegos la llevó a la camilla, eso asombró a Nef —estás un poco agitada cielo— miró a Nefertari a quien su mirada de preocupación salió inmediatamente —vamos a escuchar ese hermoso corazón— dijo la pediatra mirando nuevamente a la niña. Al colocar el fonendoscopio en el pecho de la niña se preocupó y aunque intentó disimularlo Nefertari logró verla.

—¿Qué sucede? ¿Está empeorando?— la mujer volvió a tomar a la niña en brazos y miró a la preocupada madre a los ojos y le dedicó una leve sonrisa —oh Dios mío…— se llevó la mano a la boca —solo ha pasado una semana desde que estuvo hospitalizada— respiró profundamente para no llorar, tiene que ser fuerte, tiene que estar bien para su bebé.

—¿La bebé se ha esforzado hoy?— Nefertari cerró los ojos con fuerza —tranquila, no te puedes culpar. Ella está en la etapa donde no deja de correr, trepar y hacerlo todo de manera intensa— Nefertari no soportó más y dejó rodar las lágrimas que se acumularon en sus ojos —tranquila, haremos unas pruebas para estar más segura— Isabella sabe que todo está mal, pero, ¿Cómo podría decirle a esa mujer que está sola con su hija lo que realmente escuchó? Le gusta su trabajo, pero en momentos como estos lo odia mucho y más por su relación con ellas. 

—Está bien… está bien… ella es fuerte, mi niña es fuerte— susurró tomando a la bebé en brazos, es verdad, su hija está más pálida a cada minuto más —¿Cuánto tendré que pagar por esos nuevos estudios? Isabella, la semana pasada lo terminé todo en los medicamentos— la mujer sonrió.

—Vamos, dame a la niña para que le hagan los estudios y nosotras hablaremos con Alfred, el jefe nos ayudará— en ese instante entró la enfermera que se encarga de la bebé cuando está en el hospital.

—Rayito de luz…— saludó emocionada a la niña obviando sus labios pálidos —vamos cariño, nos están esperando— la tomó en brazos y besó la mejilla de Nefertari —todo estará bien— la animó —vamos rayito, despídete de mamá.

—Te amo mi cielo, te amo mucho...— la nena miró a su madre a los ojos con intensidad, aquella mirada erizó la piel de Nef, sintió un miedo aterrador.

—Amo…— dijo la bebé sonriendo finalmente, Nefertari se aferró a todas su fuerza y autocontrol para no derrumbarse frente a su hija. La enfermera al verla conteniendo las lágrimas le acercó a la bebé para que le diera un beso y se la llevó a continuación.

—Vamos Nef… tranquila, tranquila— Isabella intentó consolarla —vamos a hablar con el jefe— Nefertari tratando de calmarse limpió sus lágrimas y asintió para después seguir a la mujer.

Ella está anuente de lo que pasa, ella sabe lo que puede pasar en cualquier momento, pero aun así le aterra la idea, le aterra que ese momento llegue y lo que más le duele es que no tiene ni como ayudar a su bebé.

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