Capítulo 3

Ya no sabía que camino tomar todo estaba boscoso, ni siquiera se veía el humo de la mansión, al parecer nos hemos perdido, observó a mi novia, luce pálida y cansada, su brazo no ha dejado de sangrar, corte un pedazo de su vestido y ate en su brazo, se quejó varias veces en toda la noche, espero no se haya infectado, ahora ya es de día, mi reloj marca exactamente las 6: 15 am, observó mi celular y aún no hay señal del todo. ¡Demonios! Que haremos esto me esta desquiciado. 

- Alessandro –Susurro mi novia– Ahora  que haremos, estamos perdidos. –Sujete su rostro y la mire con una profunda tristeza.

- Lo único que puedo decirte es que te protegeré con mi vida si es necesario, te amo mi lucecita y no permitiré que te alejen de mi.

- Mataron a nuestros padres. – lágrimas empezaron a bajar por su mejilla, la abrazo con fuerzas y lloro a su lado. No tengo idea que camino tomar solo se que saldré de esta sea como sea. 

Empezamos a caminar por todo el bosque, sin encontrar rastro de nada, subí a mi novia en mi espalda mientras busco un lugar donde quedarnos, antes que seamos encontrados por esos matones, mis brazos los sentía  entumidos, pero decidí no quejarme, no tiene caso, mi chica está herida y no deseo mostrarle preocupación. 

- Alessandro, debes estar cansado, bájame caminaré, o quizá sea mejor que me dejes por estos lados, me siento como una carga... – Negué sin articular ni una sola palabra –  Por favor, no es necesario, no hay nada estamos perdidos. 

Me detuve pero sin bajarla de mi espalda. Suspiré aliviado al oír el ruido de un arroyo acá cerca.

- Mi amor, no te preocupes ya podremos tomar agua, escucho un arroyo no muy lejos, descuida tu solo deja a tu novio hacer esto. –Luz Clarisa acarició mi mejilla depositando un suave besó. – Saldremos de esta mi estrella.

Al caminar dentro de un callejón montoso encontré el arroyo gracias a Dios, se veía cristalino, baje a mi chica, la cual sonreía de par en par, ella admiraba el río asombrosamente, se notaba más que alegre.

- ¿Tu crees que podamos beberla – Pregunto insegura y mirando para todos lados. Me acerqué a ella, acaricie su mejilla depositando un suave beso.

- No dudes de eso, este Arroyo fue echo por Dios por lo tanto es sano, solo observa como cae de aquella cascada. Ahora vamos a tomarlo juntos. – ella asintió taciturna, la tomé de la mano y entramos juntos al río.

Luego de habernos saciado nuestra sed y tomarnos un chapuzón decidimos seguir nuestro camino, no fuimos tan lejos cuando encontramos una cueva.

- Dios se compadece de nosotros. 

- Su amor es así, pero debemos tener cuidado de que no haya nada ahí dentro, ojalá no sea peligroso.

- Esperemos que no, déjame iré primero pero no te muevas de aquí, grita cualquier cosa.  – le dije respirando profundo, camine rápidamente y sin importar nada entre a la cueva. No se veía nada mal, ni tampoco están oscuro, entre un poco más adentro y lo que vi fue maravilloso, un hermoso manantial. Sin más que esperar salí de ahí, observé a mi novia y la vi nerviosa y abrazándose así misma, sonriendo me acerqué, la abrece tan fuerte que hasta sus huesos las sentí.

-He regresado y todo está bien 

- Está todo seguro, no hay nada raro, algún animal devorador de humanos. – Susurro con miedo. 

- Mi estrella pasaremos la noche acá, no hay nada de eso, mañana saldremos en busca de una salida.

Luz Clarisa asintió suspirando, la tomé en mis brazos y entre con ella dentro de la cueva. Le enseñé el manantial y su triste rostro sonrió un poco,  aún no había oscurecido entramos y juntos nos baños sin dejar de vernos, moría por besarla, pero sabía que no era el momento por la situación que estamos atravesando, perdimos a nuestros padres, nos están siguiendo y ahora estamos perdidos, nuestra única  esperanza es seguir sin rendirnos, mientras nos bañamos me fijé en su herida, encontré unas hojas curativas y las aplique en su brazo, algunas son de menta muy buena para sanar con rapidez y eucalipto para la inflamación,  al salir del agua  tibia, se vistió con su vestido roto su piel ya estaba más pálida, se notaba que tenía mucho frio, me sali y me vestí, tomé mi saco y la arrope, para que dejara de tiritar por el frío, solo a esperar que sea otro día y salir en busca de alimento mientras seguimos sin encontrar una salida.

- Ya no duele mucho, muchas gracias Alessandro – Agradeció adormilada, sus pequeñas manos se enredaron en mi cintura,  la abrace dejando un beso en su sien. 

- No es nada pequeña, ahora acomódate bien y duerme. 

Sin más mi pequeña estrella, cerro sus ojos y se dejó llevar por el sueño. Mientras tanto mis ojos no podían cerrarse por el temor que sentía al no estar seguro de lo que nos esperaba al día siguiente.

****

El cántico de los pajaritos me han hecho despertar, el sol brillaba fuertemente haciéndome achicar los ojos, me fijé en Luz Clarisa y su rostro Lucía muy bien, observe su herida la cual ya no sangraba, gracias al cielo, sin hacer mucho ruido me levanté del suelo, decidido en buscar algo de comer, realmente me sentía cansado, atormentado y lo único que deseaba era salir de este lugar y proteger a mi novia. 

Camine unos 10 metros sin dejar de ver la cueva, a lo lejos vi unos árboles de fruta, corrí hacia el lugar boscoso y había muchos mangos, bananos y papayas, agradecido con Dios llore de alegría, subí y corte unos cuantas frutas, luego corrí hacia la cueva, Luz se encontraba caminando de un lado a otro. 

- Alessandro desperté y no te vi, estuve muy preocupada pensé lo peor, tenía miedo, dónde estabas porque me dejaste sola. –Replicó con un poco de molestia en su tono de voz sus ojos estaban llenos de lágrimas, cómo pensaría ella que la dejaría sola.

-Estrellita, No te preocupes jamás te dejaría sola, salí a buscar algo de comer y mira encontré muchas frutas – Le sonríe mostrando mis dientes. Mientras tanto comamos algo y luego busquemos cómo salir de este lugar.

Empezamos a comer y entre pláticas sonreímos y reímos un poco a la vez sentimos mucha nostalgia al pensar en nuestros padres, mi novia bajo la cabeza y sin poder contener mas sus lágrimas empezaron a brotar la abracé y le dije que todo esto acabaría, sólo tendríamos que tener fe en que saldremos de este lugar. 

Le pido a Dios que esto acabe de una vez y podamos salir cuanto antes de este bosque. 

Todo ocurrió en segundos cuando escuchamos varios disparos en el aire, Luz Clarisa grito muy asustada, se puso de pies toda nerviosa, la agarré de la mano y le dije que se controlara.

-Ya mi amor, esto acabará pronto tranquilízate por favor, ellos se darán cuenta que estamos aquí y luego será peor ya verás que esto acabará  -Ella negó tratando de alejarse de mí, los tiroteos seguían aún más. 

-No...Alessandro déjame, ellos me quieren a mí, soy mucha carga para ti, si me entrego esto acabará.

-Estás loca si piensas que te dejare ir.  –Los tiroteos continuaron a un más cerca de la cueva y sin percatarme, LuzClarisa salió de la cueva a toda prisa. 

- ¡Luz Clarisa no vallas!- Grité al ver a mi novia correr hacia el bosque montoso, sin más la seguí, los tipos estaban de espalda sin aún percatarse de nuestra presencia, mi novia empezó a caminar  a toda prisa, corrí con todas mis fuerzas y la atrapé, sostuve su mano y enojado  le pregunté si que demonios le pasaba, ella sólo lloro.

- Me entregare, por favor déjame a mí,  ya no puedo más con esto, siento que me muero, ya no quiero por favor lo mejor que puedo hacer es entregarme, ellos  sólo me quieren a mí, tu vete, sálvate... - Negando la tomé de la mano y la besé desesperado.

- Que no ves, que moriré si no te tengo a mi lado. 

Nuevamente otros dos tiroteos muy cerca de nosotros, mi corazón estuvo apunto de salirse al ver a los dos hombres muy cerca de nosotros.

-Este es el fin para los dos, entréganos a la chica y perdonaremos tu vida. –Luz Clarisa se horrorizo, su mano empezó a temblar, mire hacia los hombres y negué. Mire para todos lados y vi un gran barranco, sin importarme nada una idea loca se me vino a la cabeza, sostuve la mano de mi novia y empecé a correr con ella, todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos cuando nos lanzamos en el gran barranco, cerré los ojos y lo único que escuche fue la maldiciones de esos hombres. 


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