Capítulo 4.

Markus había decido ir a un lugar más cómodo que su oficina. Además no quería tener que lidiar con los de limpieza. A su lado estaba la rubia sosteniendo entre sus dedos el cheque que le había dado. Tenían bastante privacidad por la pared que había entre su chofer y ellos dos.

— Sigo diciendo que es demasiado dinero para mí. Esto es más de lo que pedí —habló después de unos minutos en silencio.

— El dinero no es problema para mí. Quiero que esta noche hagas valer todo lo que estoy invirtiendo en ti. Quiero que sea bien compensado —la vio con mucha curiosidad—. Tengo una duda, señorita Walsh.

— ¿Cuál? —preguntó nerviosa por esa pregunta la cual ya se estaba imaginando.

— ¿Eres virgen? —preguntó directo, y sin vueltas. Luisanna sintió como su rostro se ponía de un color rojo intenso.

— S-sí —bajó la mirada y guardó el cheque en uno de sus bolsillos.

Markus se acercó a ella haciendo que la  menor jadeara por la tremenda cercanía de sus rostros. En cambio Markus sonrió de forma seductora mordiéndose el labio inferior.

— Así que... —sus manos fueron directamente hacia el cinturón de este y lo quitó—... Esta parte de tu cuerpo no ha conocido el placer alguna vez —metió sus manos dentro de su ropa interior.

Luisanna gimió con fuerza, eso era demasiado para ella.

— Así me gusta, espero que seas así en la cama. Me gustaría probar nuevas posiciones en la cama y además me parece que nos llevaremos muy bien—besó el borde de sus labios.

Luisanna sólo se quedó callada, tenía una única cosa en la mente.

Todo por mi hermana.

Todo por mi hermana.

Todo por mi hermana.

Se repetía una y otra vez en la mente.

El carro se detuvo en el estacionamiento subterráneo de un gran edificio y Luisanna se preguntó qué hacían allí. Markus le indicó a su chofer que se podía retirar y que no necesitaría de sus servicios hasta el otro día en la mañana con el encargo que le había ordenado.

Tomando de la cintura a la pequeña rubia fueron directamente hacia el elevador. Markus marcó el único botón verde que había allí y este comenzó a ascender.

Soltó la cintura de Luisanna cuando la cámara que había en este dio la vuelta hacia ellos para grabar sus movimientos. Markus le hizo una seña a la pequeña rubia y esta asintió mirando hacia otro lado.

Una vez que el elevador se detuvo Markus sacó una llave dorada y la introdujo en el cerrojo y abrió la puerta. Acorraló a la menor en la pared más cercana dentro del departamento y comenzó a besar sus labios de forma desesperada.

Metió su lengua en los lugares pocos explorados de la menor por un hombre.

— Ven, vamos a mi habitación. Estaremos más cómodos —tomó la mano de la rubia y la guió por el pasillo hacia su habitación.

Una vez allí dentro comenzó a quitar las prendas de esta sin esperar un solo instantes. 

Por último le terminó de quitar los pantalones la llevó hacia la cama solamente en ropa interior de un color blanco con encaje que lo ponía más duro de lo que ya estaba. Se mordió el labio contemplando el cuerpo acostado en su cama con esa ropa interior tan sexy que poco estaría en su campo de visión.

Se quitó el saco y luego la camisa dejando su abdomen marcado. Rió con altanería al escuchar y ver un gemido por parte de Luisanna.

— Descuida, esta noche podrás tocar todo lo que querías y yo no pondré resistencia alguna —sonrió de lado, y se quitó las demás ropas.

Luego se subió encima de la menor y besó sus labios con intensidad. Mientras Luisanna no se quejara todo estaría bien. Besando sus mejillas, luego sus párpados, bajo hasta su cuello dejando grandes marcas, las manos de Luisanna se pusieron en sus hombros deteniendo su tarea.

— No deje marcas, por favor. Son imposibles de ocultar —susurró jadeando.

— Eso es lo que menos me preocupa. Yo pagué para tenerte en mi cama y haré lo que quería con tu cuerpo, Así que sólo déjate llevar —ordenó y volvió a su tarea.

Todo por mi hermana.

Todo por mi hermana.

Todo por mi hermana.

Se repetía una y otra vez.

Sentía como los dientes de Markus se trasladaban a cada partes de su cuello dejando marcas entre placenteras y dolorosas. Markus no detenía su tarea. No, estaba seguro que aunque una gran parte del cuerpo de Luisanna se negara él lo estaba disfrutando al máximo.

Se despegó de su cuello y fue directamente hacia su clavícula y luego hacia sus pechos muy hermosos y de gran tamaño, le quitó el brassier, lo tiró al otro lado de la habitación tomando uno de ellos con su mano  y empezó a acariciarlos.

Siguió dejando marcas en su paso, escuchando los pequeños y bajos gemidos.

— Levanta las caderas para mí —dio unas cuantas palmadas en esa área.

Luisanna hizo lo pedido y Markus terminó de quitarle la ropa interior. Suspiró feliz al ver su parte femenina bien mojada y lista para él, estaba orgulloso de haber logrado eso.

Besó por la parte baja de su estómago y luego su parte íntima. Bajó con su lengua lenta y tortuosamente para hacer sufrir a la menor con cada pequeña lamida de su boca.  Subió la mirada para encontrarse con los ojos de la menor entré cerrados mirándolo mientras su espalda subía arqueándose y soltando una que otras maldiciones.

Lamiendo con más rapidez que antes sostuvo por la cadera de su amante para que no siguiera moviéndose mientras le siguiera dando placer. Jamás se había detenido con alguna amante para darle algún tipo de placer, eso jamás. Sólo era a lo que sabían que iban y listo.

Haciendo fricción en el clítoris de la menor; deslizó su lengua por dentro con si fuera un pene y empezó a embestirla. El orgasmo de su amante está próximo, yendo más rápido para que alcanzara su cometido, no fue necesario que la rubia lo retuviera, se había corrido con fuerzas soltando un sin números de maldiciones.

Markus se acercó a ella con los labios manchados de su esencia y beso sus labios de forma placentera.

— Señor Pisinis...

— Shh. Esta noche me llamarás Markus, sólo Markus —la cortó.

Ella asintió y Markus se acercó al buro que estaba para tomar un condón y lo puso a un lado de la menor.

— Voltéate —ordenó, palmeando el trastero de Luisanna.

Luisanna asintió dándose la vuelta. Suspiró con los labios temblorosos, desde que había aceptado ser amante del señor Pisinis por esa noche, todo daría un giro inesperado.

Mordió su labio sintiendo como los dedos de su jefe entraban de golpe dentro de su vagina. Algo dentro de ella se había abierto y no de la forma agradable. Cerró los ojos con fuerza cuando Markus comenzó a moverlos en forma de tijeras, no, no lo estaba disfrutando.

Markus hacía un gran esfuerzo en no dañar tanto a su pequeña amante esa noche, la estrechez que sus dedos sentían era impresionante. Aplicó más humedad en la cerrada entrada para poder seguir entrando con mucha más facilidad.

Sonrió de lado cuando su pequeña amante gimió justamente en donde había rozado esa parte dentro de ella.

Yendo más rápido con sus dedos se acercó aún más a su espalda y la mordió dejando una nueva marca en su cuerpo. Siguió dejándole marcas las cuales se tornaban rojas y otras morado oscuro.

Sacó sus dedos y vio como la espalda del menor se tensaba.

— Tranquila, Luisanna, ahora viene la mejor parte de esta velada —ronroneó en su oído.

Tomando el condón lo colocó sobre su erección, guiando su miembro había la entrada de la menor y entró lentamente. Esa posición le hizo soltar un par de lágrimas, la estaba tratando como una puta. Quiso decirle que cambiaran a otra pero temió que se enojara con ella.

Cerró los ojos tomando con una de sus manos la cintura de Luisanna y con la otra guiando su pene hacia su entrada. La entrada de Luisanna se abría paso a paso de forma dolorosa para ambos, pero más para la pequeña rubia.

Soltando un suspiro de alivio Markus se mantuvo quieto por unos breves momentos antes de comenzar a dar leves embestidas para que Luisanna se acostumbrara a la invasión.

Luisanna tembló cuando de un momento a otro Markus aceleró las embestidas tocando una y otra vez su punto G.

Era el dolor mezclado con el placer, todo era tan nuevo para ella. Un jalón en su cabello hizo que gritara sacando la cabeza de la almohada.

— Quiero que gimas para mí —mordió el lóbulo de su oído izquierdo.

Luisanna intentó no hacer lo pedido, bastante humillación fue aceptar esa proposición y que ahora tenga que gemir por pedido de su jefe.

Una nalgada le hizo soltar un gemido lastimero.

— Te di una puta orden, Luisanna, y espero que la cumplas —mordió su espalda aún más fuerte.

Luisanna no le quedó de otra que comenzar a gemir, no es porque estuviera fingiendo sino porque las embestidas eran entre placenteras y dolorosas para su vagina. Markus sonrió satisfecho, al escuchar a su amante era mil veces mejor que haber escuchado a alguna otra.

Aumentando las embestidas tomó con ambas manos las caderas de la rubia entrando y saliendo, una y otra y otra vez.

Luisanna gimió ocultando su rostro otra vez en las almohadas, tomando su clítoris entre sus dedos masturbándose al ritmo de las embestidas. Demasiadas emociones encontradas, cada embestida que le daba el mayor era entre placentera y dolorosa.

Aunque más dolorosa que placentera, debido a que los dedos de Markus se clavaban en su cadera a cada vez que se impulsaba.

Markus por su parte soltaba gruñidos de excitación única, se sentía en el cielo. Nunca había estado con alguien que fuera tan deliciosa.

Gimió alto cuando las paredes de Luisanna se pusieron más estrechas, signo de que se había corrido y fue tan fuerte que manchó las sábanas y eso lo llevó a correrse también dentro de ella en el condón.

Cayó sobre la rubia aplastándola con su gran cuerpo y se quedó quieto mirando hacia la ventana del balcón.

Salió de su interior y luego la volteó para darle un pequeño beso en los labios. Se quitó el condón y lo tiró al suelo.

— Hay que darnos un baño y hacer la segunda ronda en el baño. —dijo seductor.

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