Capítulo 2.

Secándose las lágrimas con rabia salió del baño con rumbo a la habitación de su hermana, de nada valía estar así llorando en un baño de hospital. Estaba segura de que haría lo que fuera para salvar la vida de su hermana sin importar lo que tuviera que hacer. Tenía que buscar otro empleo de medio tiempo, o sea, trabajar de noche para pagar la cuota del hospital en Boston. 

Entró a la habitación de su hermana con una sonrisa falsa, no necesitaba que se preocupara por algo de lo cual no tenía idea de lo que sucedía. 

— Lu, llegaste. Pensaba que no ibas a venir hoy a visitarme —murmuró la pequeña Bismalie.

— Sabes que siempre vengo, aunque sea de noche a dormir contigo —sonrió de lado sentándose en la silla que estaba al lado de la camilla. 

— Sí, siempre vienes a darme un beso de buenas noches cuando no vienes en el día, eres la mejor hermana de todos —rió antes de toser. 

— No hagas esfuerzos, estás muy delicada y no quiero que nada malo te pase —dijo en forma de regaño. 

— No sé porqué te niegas a decirme que tengo, sabes que eres mi hermana y mi mejor amiga pero tengo el derecho de saber qué me pasa —se cruzó de brazos. 

— No sucede nada de lo que tengas que preocuparte, sabes que jamás te mentiría con algo que tenga que ver con tu salud —mintió—. Ahora dime como te fue el día de hoy sin mí. 

— Hoy vinieron personas a visitarme. Son muy chistosos todos, me hicieron reír aunque sea por un momento y eso me llenó de alegría —suspiró feliz. 

— Creo que te divertiste sin mí el día de hoy, sígueme contando —se sintió feliz de ver a su hermana a si de esa manera tan única. 

— Hicieron caras raras de esas que aparecen en la televisión, creo que son payasos, si eso.

— Es bueno saber que te estás divirtiendo mucho aquí dentro. 

— Tú no pareces feliz, siempre vienes con ojeras en los ojos y triste —hizo un puchero. 

— No estoy triste, es sólo que estoy cansada de tanto trabajo en la oficina, mi jefe es muy gruñón, pero es buena persona —intentó sonreír. 

— ¿Cuándo saldré de aquí? —preguntó confundida. 

— Saldrás pronto, te lo prometo. Saldrás más rápido que no te darás cuenta.

*****

Corría por los pasillos que daban hacia el estacionamiento de la empresa, había llegado hace unos cortos minutos atrás. Cuando llegó lo primero que hizo fue buscar los contratos que el señor Pisinis había olvidado en su oficina. Llegó al piso donde estaban los autos estacionados y vio a Markus parado de brazos cruzados esperándola. 

— Llega tarde, Walsh. Creí haberle dicho que tenía que estar aquí antes de la una y media —dijo mirando el reloj de su muñeca. 

— Lo siento, es que entré a revisar su oficina para saber si no había olvidado los papeles del contrato— dijo rápido, y sin pausas acercándose a Markus. 

— Lo dejaré pasar, Walsh, para la próxima no se salva —abrió la puerta del carro— Entre, que hoy irá conmigo. Así ahorraremos tiempo.

Luisanna asintió para luego entrar y esperar a que Markus hiciera lo mismo.

Markus le indicó al chofer que comenzará a conducir hacia el lugar programado para la reunión. Tocando el botón que estaba en el techo del carro, hizo que subiera una pared de metal para tener privacidad y que su chofer no se diera cuenta de nada de lo que pasaba del otro lado. 

— Háblame sobre nuestro futuro socio. 

Luisanna asintió pasándole un documento sobre lo pedido y ella se quedaba con unas copias de estos. 

— Ellos intentan hacer negocios aquí en Inglaterra debido a la baja tasa que hay en Canadá. No les fue posible hacer negocios en Estados Unidos por la taza alta que está sosteniendo ese país en estos momentos —dijo mirando las diferentes reacciones de Markus al ver las fotos pegadas en los documentos. 

— ¿Qué gano haciendo negocios con ellos? — preguntó, sin mirarla. 

— Según lo que pude investigar, la empresa de ellos se dedica a una Fundación en Alemania. Como sabe Alemania está pasando por una situación muy crítica en estos momentos, si usted, señor Pisinis, acepta hacer negocios con ello podría transportar más mercancía a otras partes del mundo y no sólo en Europa —cerró la carpeta esperando alguna reacción por parte de Markus. 

— ¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar? —la miró con una ceja levantada. 

Luisanna abrió los ojos como platos al escucharlo decir eso, Markus nunca había pedido su opinión para nada relacionado con algún contrato de la empresa. Se aclaró la garganta antes de hablar. 

— Creo que debe de considerar lo que sea que ellos tengan que decirle, si es que le conviene hacer ese tipo de tratos con ellos, si por mi fuera aceptaría hacer negocios con esas empresas que se dedican a salvar la vida de los demás —se encogió de hombros. 

— Sucede, señorita Walsh, que hay empresas que se dedican a estafar usando a fundaciones de gran y de bajos prestigios alrededor del mundo. Dejando millones de pérdidas a las empresas que donan su dinero a ciegas —acercó su rostro al de ella. 

— Cómo dije, señor Pisinis, yo lo haría sin pensar sólo en salvar la vida de personas inocentes, incluso por mí... —se calló de golpe al darse cuenta de que estaría contando demás a su jefe. 

Markus levantó una ceja al ver como su secretaria y asistente se quedaba callada antes de terminar la oración. Aun manteniendo la cercanía de ambos rostros pasó su lengua por sus labios y luego la miró serio. 

— Termine de decir lo que estaba por decir, Walsh —su aliento hizo que Luisanna se pusiera nerviosa, era exquisito y tenerlo tan cerca empeoraba las cosas para ella. 

— Creo que eso no será posible, señor Pisinis. Eso es algo privado de lo cual usted no tiene el derecho de saber al menos que esté escrito en mi contrato de trabajo y en ningún lado de este lo dice. Así que no hay más que decir —tragó con fuerza. 

Markus por su parte rió sarcástico, por la osadía que tenía Luisanna al hablarle así, aun teniendo tan cerca de su rostro. La actitud de ella era única para sólo tener veintidós años. 

— ¿Sabe una cosa, señorita Walsh? Tienes agallas para sólo tener veintidós años. Has superado a muchas de mis secretarias a lo largo de los años en los que he sido presidente de la empresa. Me gusta —se acercó un poco más a ella y Luisanna se echó más hacia atrás logrando que su cabeza chocara con el cristal de la puerta—, ¿Eres así en la cama? Porque me encantaría probarte de todas las maneras posibles y en todas las posiciones del kamasutra, tal vez hasta creamos nuevas posiciones —dijo coqueto, y los ojos de Luisanna se abrieron como platos al escuchar esas palabras salir de su jefe. 

— ¿Usted es...? —no encontró las palabras adecuadas para no ofenderlo. 

— Llegamos, Walsh —la interrumpió abriendo la puerta, y casi hace que Luisanna se caiga al piso sino hubiese sido por la mano que la sostuvo. 

Luisanna respiró varias veces antes de salir con los documentos en manos. Entraron al restaurante después de registrarse y que verificaran que la reservación estaba allí con los japoneses. Se acercaron a la mesa donde había tres personas; dos hombres y una mujer. Estaban vestidos con trajes que parecían a una buena distancia bastante costosos, aunque el de la mujer parecía más llamativo que el de los hombres. Era extremadamente coqueto. 

Luisanna tenía bien claro que no era el momento de tener una pareja. Se sentaron en los dos lugares vacíos enfrente de los japoneses, aunque la mirada de Luisanna era confusa, tenía entendido que los japoneses eran personas conservadoras, ósea, eran más discretos con la ropa que usaban. 

— Buenas tardes, señores, lamento la tardanza. Mi asistente y yo tuvimos un pequeño problema antes de llegar aquí. Por lo que retrasarnos un poco, esperamos que no haya problema con eso —dijo, con el mismo tono de voz de siempre, y ellos asistieron. 

— No se preocupe, señor Pisinis, también tuvimos que retrasarnos un poco antes de venir aquí —dijo la mujer, que los acompañaba, que al parecer era la traductora de ambos hombres. 

—Bien. Es mejor que comencemos con esto inmediatamente, tengo asuntos que resolver— ninguno se dio cuenta de la indirecta que había enviado hacia su secretaria y eso lo hizo reír por dentro. 

— Como sabrá, señor Pisinis, queremos hacer negocios con usted para poder crear una nueva Fundación en Latinoamérica. Hace unos meses intentamos en Canadá pero nos fue imposible hacerlo, porque no teníamos ganancias y también lo intentamos en Estados Unidos y tampoco teníamos ganancias. Lo único que me estamos pidiendo es que nos ayude con un pequeño monto de dinero...

— ¿En que se basa su empresa? —colocó ambas manos sobre la mesa. 

La chica le tradujo todo lo que Markus le había dicho y él vio como estos tragaban con fuerza. 

— Creo que hay un problema, señor Pisinis —susurró Luisanna, sólo para que Markus la escuchara—. Ellos sólo buscan hacer negocios con nosotros para poder llegar más rápido al poder, es decir, a los altos rangos de este país. 

— ¿Cómo sabe eso, señorita Walsh? 

— Es lo que ellos le están diciendo a la mujer. Se bastante sobre idiomas o mejor dicho sobre algunos idiomas entre los cuales está el japonés y ellos no pertenecen a ninguna fundación o algo por el estilo. 

Markus vio la pequeña discusión que tenían los tres y luego se levantó sin decir nada más 

— Me temo que tendrán que buscar a quien engañar con sus estafas —habló con indiferencia—. Disfruten de su tarde, la reservación ya está paga. 

Dicho eso salió de allí, sintiendo los pasos apresurados de su asistente detrás de él. Una vez que entraron al carro. 

— Se quedará horas extras, Walsh —los ojos de Luisanna se abrieron—. Y no es una pregunta. 

Conteniendo un bufido que quería salir de sus labios se cruzó de brazos mirando hacia la ventana.

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