Capítulo 4

Ricardo Fontebella había aparecido muerto en su mansión a orillas de la playa. Lo habían asfixiado. Sin embargo, las pruebas forenses señalaban que alguien llevaba meses suministrándole un medicamento que no necesitaba y que debilitó las paredes de su corazón. De no haber sido asesinado, igualmente habría muerto. Ricardo Fontebella tenía tres hijos, una nuera y dos yernos, seis nietos, una ex mujer achacosa y una nueva y flamante esposa 25 años más joven. Todas esas personas tenían un único interés en la vida, esperar que el anciano hombre de negocios muriera y cobrar la cuantiosa herencia.

Las pruebas indicaban que el asesino era una persona cercana, pues el fallecido apenas había puesto resistencia. Después de dos meses de análisis e interrogatorios yo había conseguido dar con la verdad. Fernando Fontebella, nieto mayor y favorito del occiso, tenía un romance con su abuelastra, con la cual compartía edad y amor por el lujo. Habían planificado la muerte del patriarca y lo habían estado envenado, hasta que uno de ellos se había cansado de esperar.

El problema es que no se ponían de acuerdo sobre cuál de los dos cometió el crimen final. La señora Fontebella aseguraba que había sido su amante quien asfixiara al abuelo frente a sus propios ojos, mientras que Fernando juraba jamás haber puesto un dedo sobre el muerto y que él había visto el cadáver solo después de que ella lo llamara.

Aquello se había vuelto un callejón sin salida. Ninguno de aquellos dos zopencos se armaba lo suficiente como para intentar salvar el pellejo del otro. Mis superiores continuaban esperando una confesión.

Llegué a casa. Estaba extenuada. Me quité el vestido corte princesa y me quedé en ropa interior. Saqué el informe del caso de mi maletín, subí los pies sobre la mesa del comedor y comencé a leer, una vez más. Eran cerca de las dos de la mañana.

El viernes habían llegado dos nuevas pruebas. Los niveles de dopamina del señor Fontebella eran realmente elevados al momento de su muerte. Así que, durante la asfixia, el occiso estaba dormido o teniendo sexo. Además, la señora Fontebella estaba embarazada de muy pocas semanas. Probablemente ni siquiera ella estaba al tanto de su estado. Tracé mentalmente mi estrategia, preparé un nuevo interrogatorio para los amantes y completé un nuevo reporte del estado de la investigación para entregarlo al día siguiente a mis superiores.

Al terminar, caminé hasta la nevera y tomé leche de la botella hasta dejarla prácticamente vacía. Me fui al baño. El agua corría hasta calentarse mientras me desmaquillaba frente al espejo. Entre a la ducha y dejé que el agua me cubriera por completo. Era una sensación placentera y relajada.

Mi mente divagaba entre el símbolo de la manilla de Marcos y el marido de Nina. Aquel tipo realmente me había fascinado. Su pelo largo, su cara sin afeitar, su estilo descuidado; tenía muchas papeletas para ser mi tipo.

Cerré el grifo. Estaba cada vez más agotada. Me puse unas bragas y una camiseta para dormir. Me dejé caer sobre las sábanas, pero no conseguí dormir. Marcos estaba muerto. Edna, la estrella cuasi-mundial, ocuparía titulares por semanas. Y yo, estaba en medio de todo eso.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo