Sigues Siendo Mía (Saga Posesivos-Libro 3)
Sigues Siendo Mía (Saga Posesivos-Libro 3)
Por: Katy Guardado
Capitulo uno

Leyna

Miro al pequeño Karan como come del pecho de su madre, es un niño muy alegre y vivaz para los diez meses que tiene, el tiempo pasa rápido, más sin él, borro esos pensamientos idiotas de mi mente.

—¿En qué piensas? —pregunta mi amiga, niego.

—Nada importante. —siempre es la misma respuesta, sé que Marlene no me cree sus gestos lo dicen.

—Leyna soy tu hermana del alma sé cuando mientes. —se levanta con el mini clon del griego en brazos.

—Si sabes, no preguntes. —respondo mordaz, para que deje el tema de lado.

—Me preocupas Leyna, —pone a mi sobrino en el piso con sus juguetes. —¿Cuánto tiempo a pasado?

—Más de un año, —respondo en un susurro. —Para ser exactos diecinueve meses. —se forma un nudo en mi garganta por las ganas de llorar.

—Es hora de que hagas tu vida Leyna. —niego porque prometió que volvería, por lo menos eso dijo el día de la boda.

—Lo intento, pero es difícil. —se acerca a mí, me rodea con sus brazos.

—Juro que lo mataré, no entiendo por qué no ha vuelto, ya paso el año que dijo. —asiento ante su reclamo.

—¿No has hablado con él? —niega. —Gavrel tampoco sabe nada. —una idea cruza por mi cabeza. —¿Estará bien? —hierva mala nunca muera.

—Sabemos como es Leyna, mi hermano es un idiota. —tiene razón, pero mi corazón no asimila que él no vaya a volver. —Hablaré con mis padres, ellos deben saber algo.

—No. No quiero un sermón de Blaz ya tengo suficiente con Vivenka que me presenta a todos los hijos de sus amigas. —las dos soltamos una carcajada, su madre puede ser algo intensa cuando se lo propone.

—Mi madre no cambia más. —escuchamos la puerta ser abierta es el griego que viene de entrenar con Cecilio. —¡Llegaron! —Marlene se acerca a su esposo.

—Si agapí (amor). —Leandro responde el beso de mi amiga.

Me acerco a donde esta Karan para jugar con él, tomo un auto de plástico haciéndolo mover por el piso, el pequeño ríe divertido, ama este tipo de juguetes creo que tenemos un futuro piloto en la familia.

—¿Cómo estás bellissima (hermosa)? —Cecilio deja un beso en mi mejilla, parpadeo un par de veces, porque este italiano sexy me abruma demasiado, es la mejor forma de olvidarte de cierto idiota.

—Hola boser bub (chico malo), —le doy una sonrisa corta. —Bien ¿y tú?

—Bien, ¿Qué harás en la noche? —Cecilio y yo no hemos vueltos grandes amigos.

—Nada, ¿qué tienes en mente? —su sonrisa me dice que no será nada bueno.

—Un par de tragos, algo tranquilo. —se encoge de hombros.

—Cecilio la última vez que salí contigo nada fue tranquilo. —niego divertida. —Casi terminamos en la cárcel si no hubiera sido por Gavrel.

Y es verdad, Cecilio tiene una debilidad por las motocicletas, nos pasamos dos luces en rojo, la policía nos persiguió, si no hubiera llamado a Gavrel durante la persecución estaríamos en la cárcel en este momento.

—El ruso me cae bien. —giro mis ojos porque el ruso y este loco han formado una amistad.

—Y tú a él, si no ya te hubiera golpeado por ser mi amigo. —niega divertido.

—Sabe que te cuido mia adorabile signora (mi bella dama).

—Si tú lo dices. —reímos los dos, mientras Karan comienza a llorar, el griego se acerca rápidamente y toma a su hijo en brazos.

—¿Qué planean? —pregunta Leandro, mientras calma a su hijo.

—Salir por unos tragos. —responde Cecilio ayudándome a levantarme del piso, porque estábamos con el pequeño griego.

—Por favor díganme que no se meterán en problemas, —los dos negamos como unos niños pequeños. —No quiero ver a mi suegro enojado, no es agradable. —Leandro hace una mueca comienzo a reír.

—Blaz es un amor. —digo con ironía, Cecilio y el griego niegan frenéticos.

—Ningún Fischer lo es, —me tenso en mi lugar, porque el idiota lleva ese apellido, Leandro lo nota. —Discúlpame Leyna.

—No pasa nada. —niego, no tiene la culpa.

—Bueno, no me has dicho ¿vamos por esos tragos? —Cecilio trata de sacarme de ese momento incómodo.

—Si vamos. —total ¿qué puede salir mal? Nunca se sabe.

Termino de colocarme mi labial rojo, me doy una mirada de cuerpo entero en el espejo de mi cuarto, me gusta lo que ven mis ojos, una chica de ojos grandes y expresivos de un azul verdoso, soy muy alta mido 1,78 cm, podrías ser modelo, si podría, pero prefiero las letras y la verdad amo la comida, como para estar haciendo constantes dietas y pasarme la vida en un gimnasio.

En fin como les decía me miro por última vez, donde apruebo mi vestimenta, que es un vestido negro con tirantes pegado al cuerpo, pero tiene mangas tres cuarto de tul transparentes, la falda negra me llega arriba de los muslos, pero el tul hasta mis rodillas, tiene unas flores bordadas en colores vivos, una belleza me le dio Marlene para mi último cumple años que fue hace un mes, donde él no estuvo, alejo todo pensamiento que me lleve al idiota.

Busco mis sandalias de tacón negro me las coloco, cuando termino de atar mi cabello en un medio moño siento el timbre sonar, me dirijo rápido a la puerta no quiero dejar a Cecilio esperando por mí.

Abro la puerta y me encuentro a un impresionante italiano delante de mí, ¿Dios de que lo hizo? Si no lo tuviera delante, diría que tanta perfección no puede existir.

Sus típicos jeans gastados, su campera de cuero negra, con su camisa blanca con tres botones desabrochados dejando a la vista sus tatuajes y diciéndole al mundo que es un chico malo.

—¿Me dejarás entrar? —escanea todo mi cuerpo y como cada vez que lo hace me incomodo —Te ves hermosa.

—Gracias tú también, —me sonrojo porque no es un secreto que Cecilio trato de seducirme, pero le aclare que solo obtendría mi amistad. —Iré por mi bolso. —digo mientras termina de entrar.

—¿A cuántos tendré que golpear? —me grita porque estoy en mi cuarto recogiendo mis cosas.

—A nadie Cecilio, ya te pareces a los demás, —estos hombres son insoportables. —Son muy posesivos.

—Ya les dijimos que es con lo que queremos. —se encoge de hombros, mientras niego, ¿te quiere?, no quiero saber.

—¿Nos vamos? —pregunto cambiando de tema.

—Si mia adorabile signora (mi bella dama). —niego divertida porque a Cecilio le encanta decirme así.

Hace rato estamos en la discoteca, hemos bebido algunos tragos y bailado hasta que me duelan los pies, ahora estamos hablando muy cómodos en uno de los reservados del bar, cortesía de Leandro, este lugar es del griego.

Le aviso a Cecilio que iré al baño, me dirijo hasta los sanitarios una vez dentro hago mis cosas, acomodo mi maquillaje que estaba un poco corrido, cuando salgo me dirijo a la mesa y encuentro al italiano con una hermosa morena, decido no molestarlo así que me dirijo a la barra por otra cerveza.

—¿Me das otra? —le pregunto a Nikolái el barman, me escanea con la mirada y asiente.

—Toma preciosa, —cuando estoy por tomar la botella toma mi muñeca. —¿Leyna cuándo me darás una oportunidad? —pregunta gritando sobre la música.

M****a, Nikolái es un ruso hermoso, pero todavía amo a alguien más, cuando voy a responder siento una voz a mi espalda que hace que mi corazón se detenga.

—Suéltala, —ordena. —Si no lo haces te golpearé.

Giro un poco mi cabeza para ver sobre mi hombro y no puedo creer lo que ven mis ojos, es Dereck Fischer, el mismo que viste y calza. ¿Qué hace aquí? Pero la gran pregunta es ¿con qué derecho se cree este idiota para dar órdenes?.

Le enseñaré quien es Leyna Müller.

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