Marcus
Vamos en mi auto con una Katherina muy entusiasmada mirando por la ventanilla, su cara es un libro abierto, puedo leer cada expresión que hace, hasta ahora he visto curiosidad. No sé por qué la invité a venir, solo sé que la quiero cerca de mí todo el tiempo que sea posible, sería capas de detener el tiempo con tal de estar con ella sin límites.
La observo de reojo y fue muy mala idea, tiene sus labios entre abiertos, a mi mente llegan recuerdos de unas horas atrás, casi la beso dos veces, estoy jugando con fuego y sé que me quemaré, es imposible no querer besarla, morder esos carnosos labios, querer jugar con ellos, debo cambiar mis pensamientos o haré una locura.
—¿Tienes frío? —la pregunta más estúpida solté.
—No, —susurra. —Se está muy bien aquí. —me da una corta mirada y vuelve a mirar por la ventana.
Hay algo que no entiendo, algo esconde, pero ¿Qué? ¿Qué podría ser? Su forma asustadiza de ser, el pedir disculpas por todo, me volveré loco de tanto pensar, si es que sus labios no lo hacen antes.
—¿Dónde vamos? —pregunta mirándome.
—Sorpresa, —respondo sin mirarla. —No seas ansiosa. —ahora si le doy una corta mirada, tiene sus ojos puestos en mí.
—¿Es lejos? —su voz sale temerosa y no me gusta.
Giro bruscamente el volante, dándonos un sacudón por el cambio de velocidad, me orillo y estaciono a un costado de la carretera, no me importa los insultos recibidos, solo la mujer que esta a mi lado, que en este momento está más blanco que un papel, creo que fui muy brusco.
—¿Qué… que haces? —tartamudea y tiembla en su lugar.
—Cálmate, —declaro exasperado por su actitud. —¿Me dirás a que le temes? —giro en mi lugar para observarla.
—Nada, solo quería saber si faltaba. —mentira, me miente pero ¿Por qué?
—Katherina no soy un niño y sé que me escondes algo, dímelo. —niega temblorosa. —Será mejor que la verdad salga de tus labios. —sigue negando y agacha su mirada.
—Quiero volver, —su voz sale en un susurro lastimero. —Por favor. —suplica.
Me estoy cansando de su actitud temerosa, paso mi mano libre por mi cabello desordenándolo, trato de buscar palabras bonitas para hablarle, ¡carajo! Que difícil es, no estoy acostumbrado a ser dulce, solo en pensarlo se me revuelve el estómago, sin embargo cuando la observo mi duro y frio corazón late dándole vida.
—Disculpa, soy un bruto. —levanta la vista, mostrándome que esta aterrada. —No sé cómo tratar una mujer. —le soy sincero.
Se forma un silencio incómodo, ella no responde nada y yo no sé que m****a decirle para tranquilizarla, no se me da hablar con una mujer, siempre es lo mismo las invito a un cuarto de hotel y aceptan sin más preámbulo.
—¿Puedes llevarme? —asiento frustrado, no quería alejarme de ella. —¿Queda muy lejos? —clavo mi mirada en ella que está enrojecida.
—¿Quieres ir aún? —pregunto incrédulo.
—Si, si aún quieres llevarme. —levanta un poco la vista y me sonríe, ¡maldita sea!
—Por supuesto, —el entusiasmado ahora soy yo. —Por mi bien deja de sonreírme así. —advierto encendiendo el auto.
—Perdón, —vuelve a bajar su mirada. —¿No te gusta? —pregunta avergonzada.
—El problema es que me gusta demasiado. —las palabras escapan de mis labios sin pensarlo.
Le doy una mirada de reojo, baja su mirada más avergonzada, la dejo tranquila no quiero asustarla, sé que saldrá huyendo de mí, sus actitudes me lo dicen. Después de media hora más de viaje en un profundo silencio, escuchando nuestras respiraciones, llegamos a la enorme reserva natural nacional Stolby (Pilares).
Estaciono el auto algo alejado de la zona, está todo muy oscuro, se aprecia mejor de día, aunque de noche se puede ver una hermosa noche estrellada como de ahora. Observo a mi acompañante que mira todo con el ceño fruncido.
—Llegamos. —anuncio.
Me bajo antes que ella y voy del lado del acompañante para abrirle la puerta, la ayudo a bajar y sostengo sus cuadernos, sigue mirando todo sin comprender.
—No preguntarás donde estamos. —la tomo de la mano tirando de ella para que camine.
—¿Dónde estamos? —su voz sale en un susurro, me detengo de golpe haciendo que choque su cuerpo con mi espalda.
—Katherina, —me giro quedando frente a frente. —No debes temerme, nunca te haría algo. —le recuerdo.
—Lo se Marcus, —me sonríe, por instinto hago presión en su mano. —No te temo, no a ti. —su afirmación me deja algo confundido.
—Vamos, —tiro más de su mano, la cual no quiero soltar. —Estamos en la reserva natural de Stolby (Pilares), se aprecia más de día, pero la noche estrellada y la luz de la luna que refleja sobre las grandes piedras de granito te encantara. —no escucho respuesta solo nuestros pasos.
Caminamos unos 500 metros en completo silencio, uno cómodo, nada que ver con el anterior, me tengo en una zona rocosa, con un acantilado a nuestro lado, algo peligroso, para mí no, ya que conozco este lugar como la palma de mi mano.
—Llegamos, no te alejes que es peligroso. —la hago sentar en una roca alta.
—Gracias Marcus. —mi nombre en sus labios me está volviendo loco.
—De nada Katherina. —se sonroja, parecemos dos niños jugando con nuestros nombres.
Le paso sus cuadernos, los toma entre sus manos, comienza a sacar unos lápices, se acomoda mejor quedando a mi lado, mirando en mi dirección, la observo de reojo quiero ver sus expresiones, es tan angelical, es todo lo contrario de lo que estoy acostumbrado, ella es suave, dulce, sencilla, introvertida, callada, y muy obediente. Siempre preferí las mujeres frías, sin compromisos, nada románticas, las que no quieren problemas y compromisos, las que son de una noche y nada más, aunque con ella es diferente.
Hace más de una hora que está dibujando sin parar, arruga su ceño de una forma muy tierna, ¿Qué me haces Katherina? Nada me ha parecido tierno antes de ti, está haciendo demasiado frío, el otoño esta a días de entrar y las temperaturas aquí son muy bajas.
—Listo. —salgo de mis pensamientos cuando escucho su suave voz.
—¿Qué dibujaste? —pregunto queriendo ver, cierra su cuaderno de golpe. —Muéstrame. —niega frenéticamente.
—No. —se levanta de su lugar, hace un paso atrás, soy más rápido que ella y la tomo por la cintura pegándola a mi cuerpo. —Marcus. —susurra con sus labios temblorosos.
—Muéstrame, —acerco mis labios a su oído. —Katherina no nos iremos si no me muestras y está haciendo frío. —mi aliento choca en su cuello.
Temblorosa me pasa el cuaderno, solo alejo una mano de su cintura, tomo la hoja y observo lo que dibujo, soy yo mirando las estrellas, tengo facciones relajadas pareciera verse un brillo en mis ojos que no veía hace mucho, es perfecto una obra de arte. Busco su mirada que esta baja, enrojecida por la vergüenza, presiono su cadera con mi mano que aún seguía ahí.
—Mírame, —niega. —Katherina mírame. —ordeno duro, levanta un poco la vista dejando ver esas mejillas teñidas de rojo. —¿Por qué me pintaste? —necesito que me lo diga.
—No hay una razón. —hago más presión en sus caderas.
—La hay, —acerco mis labios a los de ella. —Necesito que me la digas. —estamos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclan, sus ojos van a parar a mis labios.
—Pinto lo que me apasiona, lo que me gusta. —en todo el tiempo que llevo de conocerla, nunca la sentí tan segura de sí misma.
No puede decirme eso y pensar que no abra consecuencias, no aguanto más y estampo mis labios en los de ella, sin embargo no me responde se queda inmóvil, acabo de cometer un error.
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KatherinaLamanode Marcus en mi cintura y sus labios sobre los míos me tienen mareada, mi impulso inicial fue huir, sin embargo una energía magnética que desprenden nuestros cuerpos hace que me pegue más al ruso respondiendo a su beso, somos dos polos opuestos que se atraen, él es tan dominante, tan brusco, tan posesivo, todo lo contrario a mí que soy una oveja asustada.Sus labios me están devorando por completo, cada partícula de mi cuerpo se la está llevando sin ningún permiso y eso me aterra. Aprieta más mis caderas, siento como el cuaderno cae al piso, esa mano libre va a mi nuca inmovilizándome por completo, como si tuviera miedo que me aleje, aunque mi cerebro diga que debo huir, no puedo, no quiero, sus labios desprenden una calidez que me embriagan haciendo que mi corazón lata desenfrenado.Se aleja de mi boca para dejar besos en mi cu
MarcusSigo mirando el bendito dibujo que me regalo Katherina, hago mis manos en puños por la frustración que recorre mi cuerpo, ¿Quémierda hice? ¿Cómo se me ocurrió besarla? Peor aún alejarla de mí, maldito estúpido me he vuelto, parezco un puberto sin experiencia, en realidad no la tengo, con ella todo es nuevo, es un soplo de aire en mi vida.Golpeo el escritorio de mi oficina con rabia, no me perdonaré hacerla llorar, porque si me di cuenta como limpia sus lágrimas disimulando que nada había pasado, sin embargo ninguna palabra salió de mí, ningún sentimiento, nada que demostrara que tengo corazón, para mí es el motor de vida que tengo, algo físico, nada que ver con esas cursilerías a las que llaman amor, no está en mi diccionario esa palabra y menos el sentimiento.Debo trabajar, aunque no t
KatherinaArrastro mi maleta por los pisos lustrados del aeropuerto, estoy volviendo a España, pueden decirme cobarde, sin embargo no tengo ganas de que jueguen conmigo, no de nuevo, no juzgo a Marcus entiendo que es hombre y es más impulsivo que una mujer o por lo menos yo no lo soy, prefiero huir y no tener que seguir viéndolo, hacerlo sentir culpable o tener que vivir situaciones incómodas, no es mi estilo molestar a las personas, prefiero hacerme a un lado.Tomo asiento en los bancos, una lágrima rueda por mi mejilla, dejo que caiga total nadie me ve y si lo hicieran no me importa lo que puedan pensar, no hoy. Este mes en Rusia la pasé de maravilla compartir tiempo con mi padre fue lo mejor de todo, sin embargo debo irme, Victor está dolido porque lo dejo, creo que se había ilusionado con tenerme en su casa y empresa, su mirada rota hace mi corazón pequeño.Fla
MarcusHace media hora que traje a Katherina a mi casa, ni sé por qué la traje aquí, solo quiero que me diga que le sucede, a que mierda le teme tanto. No debería importarme lo que le suceda, sin embargo tengo un instinto sobre protector con ella, le hice una promesa y la voy a cumplir, nadie la dañara mientras que viva.La observo detenidamente, buscando la razón por la cual me tiene entre sus labios, la razón de que mi corazón lata desbocado cuando estoy a su lado, su bellezano es, estoy acostumbrado a tener mujeres tan hermosas como ella, reconozco que sus ojos grises llaman la atención de cualquier mortal, sin embargo su esencia me vuelve loco.Que mujer con el dinero que tienen sus padres viaja en un vuelo comercial, no usa guardaespaldas, no le interesan los lujos, en mi mundo esas personas no existen, todo es manejado por poder, al parecer esono le interesa, no est
KatherinaLas palabras de Marcus hacen que mi corazón latadesenfrenado, quedarme sin respiración, ¿Por qué ocasiona todas estas sensaciones en mí? No quiero cometer los mismos errores de nuevo, no podría recuperarme de algo así dos veces, con una vez aprendí la lección.—Marcus, no hagas promesas que no cumplirás. —advierto con tristeza, me encantaría que fueran reales.—Te he dicho que no soy un mocoso, —espeta fastidiado. —Se lo que quiero, y te quiero a tiKhrustal´nyy tsvetok (flor de cristal).No tengo tiempo a procesar sus palabras, porque me besade esa forma avasallante y posesiva que solo este hombre puede hacer, sus manos presionan mis caderas, llevo las mías hasta su pecho desabrochando los botones de su camisa, cuando lo logro, la abro para poder pasar mis dedos en sus pectorales marc
Marcus—Prométeme que no le dirás a mi padre. —es lo primero que dice, después de unos minutos en silencio.—Katherina, lo único que te prometeré será que nada ni nadie ta lastimara, —la abrazo más a mi cuerpo. —Lo demás se verá con el tiempo y las circunstancias. —no pienso prometerle algo que no podre cumplir después.—Está bien. —esconde su cara en mi pecho. —Tengo frío. —susurra.Me alejo de su cuerpo para sacar las sabanas, me quedo embobado observándola, es una mujer hermosa, sus cabellos rubios esparcidos por la almohada, su cuerpo desnudo, las marcas que deje en su pecho y cuello, la hacen la mujer perfecta, no necesita nada más.—Ven. —le hago un lugar a mi lado, se acerca como si fuera un dulce gatito. —Eres demasiado perfecta. —la aprieto a m
KatherinaSiento mi cuerpo ser movido suavemente, estoy muy cansada me gustaría dormir un poco, sin embargo los besos que recibo en mi cuello hacen que me despabile por completo, giro entre los brazos de Marcus que me mira con esa expresión estoica que siempre tiene en su bello rostro, es muy serio, pero me gusta así.—Duerme, —ordena, niego. —Hazme caso chiquilla. —arrugo mi ceño.—No soy una chiquilla. —susurro avergonzada.—Lo eres, —besa mi frente. —Eres mi chiquilla. —levanto la vista para observar sus ojos inexpresivos.—¿No te molesta que me quede? —trato de cambiar el tema.—No, si me molestaras no estarías en mi cama. —sus palabras son justas, ni más ni menos.—De acuerdo. —susurro escondiéndome en su pecho, iba a dormirme cuando recuerdo algo sumamente
MarcusBajo las escaleras para prepararalgo de cenar, "una ensalada" quiere, se volvió loca, comerá algo más como que soy un Vinográdov, esa chiquilla es demasiado hermosa para que haga dietas estúpidas y muera de hambre.Cuando llego a la cocina, busco en la nevera unas verduras para hacer la ensalada de la chiquilla y algo de carnes blancas, no me dirá que el pescado engorda, porque sería una vil mentira, comienzo a preparar todo mientras recuerdo mi conversación con Victor, si no fuera por el cuerpo de esa niña no hubiera hablado demás, aunque no me arrepiento.Flashback—¿Qué dijiste? —¡Mierda, estoy muerto!—Lo que escuchaste, —no pienso mentir. —Tu hija está en mi casa y en mi cama. —sigo observándola como si fuera un pervertido.