Capitulo cinco

Marcus

Vamos en mi auto con una Katherina muy entusiasmada mirando por la ventanilla, su cara es un libro abierto, puedo leer cada expresión que hace, hasta ahora he visto curiosidad. No sé por qué la invité a venir, solo sé que la quiero cerca de mí todo el tiempo que sea posible, sería capas de detener el tiempo con tal de estar con ella sin límites.

La observo de reojo y fue muy mala idea, tiene sus labios entre abiertos, a mi mente llegan recuerdos de unas horas atrás, casi la beso dos veces, estoy jugando con fuego y sé que me quemaré, es imposible no querer besarla, morder esos carnosos labios, querer jugar con ellos, debo cambiar mis pensamientos o haré una locura.

—¿Tienes frío? —la pregunta más estúpida solté.

—No, —susurra. —Se está muy bien aquí. —me da una corta mirada y vuelve a mirar por la ventana.

Hay algo que no entiendo, algo esconde, pero ¿Qué? ¿Qué podría ser? Su forma asustadiza de ser, el pedir disculpas por todo, me volveré loco de tanto pensar, si es que sus labios no lo hacen antes.

—¿Dónde vamos? —pregunta mirándome.

—Sorpresa, —respondo sin mirarla. —No seas ansiosa. —ahora si le doy una corta mirada, tiene sus ojos puestos en mí.

—¿Es lejos? —su voz sale temerosa y no me gusta.

Giro bruscamente el volante, dándonos un sacudón por el cambio de velocidad, me orillo y estaciono a un costado de la carretera, no me importa los insultos recibidos, solo la mujer que esta a mi lado, que en este momento está más blanco que un papel, creo que fui muy brusco.

—¿Qué… que haces? —tartamudea y tiembla en su lugar.

—Cálmate, —declaro exasperado por su actitud. —¿Me dirás a que le temes? —giro en mi lugar para observarla.

—Nada, solo quería saber si faltaba. —mentira, me miente pero ¿Por qué?  

—Katherina no soy un niño y sé que me escondes algo, dímelo. —niega temblorosa. —Será mejor que la verdad salga de tus labios. —sigue negando y agacha su mirada.

—Quiero volver, —su voz sale en un susurro lastimero. —Por favor. —suplica.

Me estoy cansando de su actitud temerosa, paso mi mano libre por mi cabello desordenándolo, trato de buscar palabras bonitas para hablarle, ¡carajo! Que difícil es, no estoy acostumbrado a ser dulce, solo en pensarlo se me revuelve el estómago, sin embargo cuando la observo mi duro y frio corazón late dándole vida.

—Disculpa, soy un bruto. —levanta la vista, mostrándome que esta aterrada. —No sé cómo tratar una mujer. —le soy sincero.

Se forma un silencio incómodo, ella no responde nada y yo no sé que m****a decirle para tranquilizarla, no se me da hablar con una mujer, siempre es lo mismo las invito a un cuarto de hotel y aceptan sin más preámbulo.

—¿Puedes llevarme? —asiento frustrado, no quería alejarme de ella. —¿Queda muy lejos? —clavo mi mirada en ella que está enrojecida.

—¿Quieres ir aún? —pregunto incrédulo.

—Si, si aún quieres llevarme. —levanta un poco la vista y me sonríe, ¡maldita sea!

—Por supuesto, —el entusiasmado ahora soy yo. —Por mi bien deja de sonreírme así. —advierto encendiendo el auto.

—Perdón, —vuelve a bajar su mirada. —¿No te gusta? —pregunta avergonzada.

—El problema es que me gusta demasiado. —las palabras escapan de mis labios sin pensarlo.

Le doy una mirada de reojo, baja su mirada más avergonzada, la dejo tranquila no quiero asustarla, sé que saldrá huyendo de mí, sus actitudes me lo dicen. Después de media hora más de viaje en un profundo silencio, escuchando nuestras respiraciones, llegamos a la enorme reserva natural nacional Stolby (Pilares). 

Estaciono el auto algo alejado de la zona, está todo muy oscuro, se aprecia mejor de día, aunque de noche se puede ver una hermosa noche estrellada como de ahora. Observo a mi acompañante que mira todo con el ceño fruncido.

—Llegamos. —anuncio.

Me bajo antes que ella y voy del lado del acompañante para abrirle la puerta, la ayudo a bajar y sostengo sus cuadernos, sigue mirando todo sin comprender.

—No preguntarás donde estamos. —la tomo de la mano tirando de ella para que camine.

—¿Dónde estamos? —su voz sale en un susurro, me detengo de golpe haciendo que choque su cuerpo con mi espalda. 

—Katherina, —me giro quedando frente a frente. —No debes temerme, nunca te haría algo. —le recuerdo.

—Lo se Marcus, —me sonríe, por instinto hago presión en su mano. —No te temo, no a ti. —su afirmación me deja algo confundido.

—Vamos, —tiro más de su mano, la cual no quiero soltar. —Estamos en la reserva natural de Stolby (Pilares), se aprecia más de día, pero la noche estrellada y la luz de la luna que refleja sobre las grandes piedras de granito te encantara. —no escucho respuesta solo nuestros pasos.

Caminamos unos 500 metros en completo silencio, uno cómodo, nada que ver con el anterior, me tengo en una zona rocosa, con un acantilado a nuestro lado, algo peligroso, para mí no, ya que conozco este lugar como la palma de mi mano.

—Llegamos, no te alejes que es peligroso. —la hago sentar en una roca alta.

—Gracias Marcus. —mi nombre en sus labios me está volviendo loco.

—De nada Katherina. —se sonroja, parecemos dos niños jugando con nuestros nombres.

Le paso sus cuadernos, los toma entre sus manos, comienza a sacar unos lápices, se acomoda mejor quedando a mi lado, mirando en mi dirección, la observo de reojo quiero ver sus expresiones, es tan angelical, es todo lo contrario de lo que estoy acostumbrado, ella es suave, dulce, sencilla, introvertida, callada, y muy obediente. Siempre preferí las mujeres frías, sin compromisos, nada románticas, las que no quieren problemas y compromisos, las que son de una noche y nada más, aunque con ella es diferente.

Hace más de una hora que está dibujando sin parar, arruga su ceño de una forma muy tierna, ¿Qué me haces Katherina? Nada me ha parecido tierno antes de ti, está haciendo demasiado frío, el otoño esta a días de entrar y las temperaturas aquí son muy bajas.

—Listo. —salgo de mis pensamientos cuando escucho su suave voz.

—¿Qué dibujaste? —pregunto queriendo ver, cierra su cuaderno de golpe. —Muéstrame. —niega frenéticamente.

—No. —se levanta de su lugar, hace un paso atrás, soy más rápido que ella y la tomo por la cintura pegándola a mi cuerpo. —Marcus. —susurra con sus labios temblorosos.

—Muéstrame, —acerco mis labios a su oído. —Katherina no nos iremos si no me muestras y está haciendo frío. —mi aliento choca en su cuello.

Temblorosa me pasa el cuaderno, solo alejo una mano de su cintura, tomo la hoja y observo lo que dibujo, soy yo mirando las estrellas, tengo facciones relajadas pareciera verse un brillo en mis ojos que no veía hace mucho, es perfecto una obra de arte. Busco su mirada que esta baja, enrojecida por la vergüenza, presiono su cadera con mi mano que aún seguía ahí. 

—Mírame, —niega. —Katherina mírame. —ordeno duro, levanta un poco la vista dejando ver esas mejillas teñidas de rojo. —¿Por qué me pintaste? —necesito que me lo diga.

—No hay una razón. —hago más presión en sus caderas.

—La hay, —acerco mis labios a los de ella. —Necesito que me la digas. —estamos tan cerca que nuestras respiraciones se mezclan, sus ojos van a parar a mis labios.

—Pinto lo que me apasiona, lo que me gusta. —en todo el tiempo que llevo de conocerla, nunca la sentí tan segura de sí misma.

No puede decirme eso y pensar que no abra consecuencias, no aguanto más y estampo mis labios en los de ella, sin embargo no me responde se queda inmóvil, acabo de cometer un error.

☆☆☆☆☆☆☆☆☆☆

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo