Capitulo tres

Andre

Voy llegando al hotel donde voy a encontrarme con esa nimphe (ninfa), que Dios se apiade de mí porque no creo que aguante más sus desplantes. ¿Quieren saber que paso? Se los explicaré, nos íbamos a encontrar el lunes por la tarde, pero la señorita no pudo venir y se le olvidó llamarme, así que me dejo dos horas como un idiota en el bar del hotel esperándola. 

Estamos a viernes, aún no la he visto para ponernos de acuerdo con las reformas, si hoy no viene iré directo a su departamento.

Cuándo me llamo por teléfono hice como que no tenía su número agendado, no quiero que piense que puede pasar algo entre nosotros, te mueres porque pase algo, la verdad es que si, pero Aglaia es joven tiene un futuro por delante, soy mayor que ella, solo por unos años.

Una vez que llego al hotel me la encuentro en el lobby hablando muy simpática con Esteban, veo como ellos ríen, mi sangre hierve porque el idiota se la come con la mirada, ¿Cómo se atreve? Me acerco a ellos rápidamente y escucho parte de su conversación.

—Cuándo quieras vamos por unos tragos. —el idiota le sonríe.

—Por mi encantada, Esteban. —ella le da un corto abrazo y mi autocontrol se fue a la m****a.

—Disculpen, ¿Interrumpo? —los dos giran para ver quien los interrumpe. Esteban palidece, ella en cambio me escanea con su mirada, me regala una sonrisa sarcástica.

—Si lo haces. —¿qué dijo? —Espera que termino de hablar con Esteban y te atiendo. —¿pero qué se ha creído qué soy?

—Yo los dejo, —Esteban se apura a responder. —Aglaia me llamas para ir por esos tragos, señor que tenga buen día. —termina de hablar este idiota y se larga.

—¿Tienen algo? —la pregunta se escapa de mis labios.

—Eso no es asunto tuyo. —carajo tiene razón, pero los celos nublan mi juicio.

—Lo es si la hermanita del dueño, tiene algo con un empleado. —miento descaradamente.

—Mira Andre si tengo o no algo con alguien es mi problema no el tuyo. —dice con superioridad. —Y que no se te olvide que soy la dueña también, no solo la “hermanita del dueño”. —hace comillas con sus dedos.

—Está bien. —me limito a decir.

—Bueno dime ¿Qué quieres? —mira su teléfono celular.

—¿Qué voy a querer? Tenemos que ponernos de acuerdo con las reformas del hotel. —respondo con los dientes apretados. —Llevamos una semana de retraso.

—No es mi culpa, le expliqué a Leandro que no podía entre el trabajo y la universidad, pero no me hizo caso. —¿ella trabaja? —Así qué si te molesta le puedes presentar otra diseñadora a mi hermano y nos ahorramos el vernos. —en ningún momento me miro a la cara, esta no es la niña de hace cinco años.

—Por lo menos ten la decencia de mirarme cuando hablas. —digo acercándome a ella, me agacho a su altura y susurro en su oído. —Sigues siendo el pitufo gruñón. —enrojece, levanta su cara para poder verme, pero quedamos demasiado cerca el uno del otro.

—No vuelvas a llamarme así, no te tomes atribuciones que no te corresponden. —su despreció hace que me aleje un poco de ella. —Solo mis amigos pueden hacerme una broma y tú no eres nada mío, que te quede claro. —la Aglaia que conocí murió esta es otra mujer, por fin te das cuenta de que es una mujer.

—Tienes razón Aglaia disculpa. —por un momento su mirada parece que se va a ablandar, pero no es así, solo asiente. —¿Podemos empezar?

—Por supuesto, lo qué decidas estará bien para mí. —hace una pausa y continúa. —Andre hagamos esto decide lo qué quieras, me da lo mismo una vez que termines, me ocuparé de la decoración así nos evitamos el vernos ¿Qué dices? —no me gusta su propuesta.

—Digo que no. — me mira con una ceja alzada. —Demuéstrame que no eres una niña y actúa como una mujer. —su preciosa boca se forma en una O. —¿Café o té?

—Café gracias. —susurra, le hago una seña con la cabeza para que me siga y así lo hace.

Una vez en el bar del hotel saca varías carpetas, me las pasa sin hablarme, tomo una de ellas, me gusta lo que veo es muy buena en esto, que bien me vendría alguien así en mi empresa.

—Eres muy buena. —hablo sin mirarla.

—Si como no. —levanto mi mirada veo que me está mirando fijamente.

—Lo digo en serio no tengo por qué mentirte. —se limita asentir, esto será difícil. —Aglaia lo siento.

—¿De qué hablas? —me mira desconcertada.

—De lo que sucedió hace cinco años. —su mirada denota dolor, me maldigo por eso.

—No quiero hablar de eso Andre. —trata de pararse, pero se lo impido tomándola de la mano,  haciendo que se siente al lado mío.

—Escúchame y después me mandas al diablo. —estoy muy cerca de ella. —Entiéndeme eras una niña de 18 años yo tenía 26, encima eres la hermana de mi mejor amigo, no supe como tratarte y entonces …

—Entonces fuiste tan cobarde como para decirme que era una niña, —lágrimas amenazan por salir de sus hermosos ojos. —Que alguien como yo, no podía fijarse en ti.

—De verdad lo siento. —estoy avergonzado. —Fui un idiota.

—Y un cobarde. —maldita sea tiene razón. —Dime algo Andre.

—¿Qué quieres? —clavo mi mirada en esos hermosos ojos.

—¿Jamás sentiste nada por mí? —niego. —¿Todo me lo imaginé? ¿Tus miradas? ¿Tus celos? ¿Todo? —no sé qué responderle. —Habla una vez en tu vida deja de ser un niño cobarde. —la consume la rabia, pero saca lo peor de mí.

—¿Qué quieres qué te diga? —la acerco más a mí. —¿Qué me volvías loco? Qué odiaba si algún chico se te acercaba, que siempre he marido por probar tus labios. —estamos demasiado cerca para mi desgracia.

—¿Y por qué no lo haces? —se acerca, rozando sus labios con los míos.

—Aglaia eres la hermana de mi mejor a…

—Vete al diablo. —una vez más trata de alejarse, pero ya no aguanto más.

La acerco a mi cuerpo, estampó mis labios sobre los de ella, por un momento creo que no me va a responder, pero después lo hace con tanta pasión, que me abruma, pero sus labios son el cielo y el infierno, mira lo que te has perdido todos estos años, mi conciencia tiene razón, no creo poder alejarme de esta ninfa.

El beso se intensifica la atraigo más a mí poniendo mis manos en su cintura, escucho que suelta un gemido y es música para mis oídos ella apoya sus manos en mi nuca, juro que es el mejor beso de mi vida, pero un carraspeo hace que nos soltemos de golpe, maldita sea es Cecilio.

—¿Otra vez? —niega. —Ustedes no aprenden. —Aglaia tiene su mirada agacha, parece un dejavu.

—Lo siento Aglaia yo no debí… —su mirada me hace callar porque sé que la volví a cagar.

—Eres un maldito cobarde, no quiero que te me vuelvas acercar. —se levanta de un salto. —Cecilio lo siento, espero que no se lo digas a mi hermano.

—Tranquila bellíssima (belleza) pero para la próxima tengan más cuidado. —niega rápidamente.

—No la abra, quédate tranquilo. —se aleja trato de seguirla, pero Cecilio me lo impide.

—Habla con Leandro. —niego porque el griego me golpeara. —Eres un cobarde.

—Tú no entiendes. —me vuelvo a sentar, toma asiento delante de mí.

—Puede ser. Pero lo que si entiendo es que esa chica te tiene en las nubes, —lo miro sin comprender. —Un tonto no se daría cuenta de que la amas, es más creo que Leandro lo sospecha, pero jamás pudo comprobarlo.

—¿Y me lo dices así de tranquilo? —se encoge de hombros. —Me matará.

—Es preferible morir con honor que como un cobarde. —lo miro mal, él me sonríe. —Andre llevas años amando a Aglaia, pero eres un idiota prejuicioso que no se da cuenta qué la puedes perder.

—Ella puede aspirar a algo mejor. —niega y yo sigo. —Cecilio estoy solo en el mundo ni padres, ni hermanos. —soy un maldito huérfano.

—¿Y eso en que puede afectarle? —¿En qué?.

—Cecilio, sabes de mi pasado, —odio hablar de eso. —Sabes que no puedo tener una relación formal.

—Eres un cobarde y encima idiota. —se levanta de su silla. —Te quedarás solo. 

—Es mi destino. —porque tú quieres, hago una mueca por mis pensamientos.

—Vete a la m****a, sigues siendo un cobarde.

Y con eso me deja solo,  mi cabeza rememora ese beso. Toco mis labios por instinto, no creo poder olvidar ese beso jamás, ¿Qué estás haciendo conmigo mujer?

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