Capítulo 3

Lucía Navarro

Cojo mi bolso que hice a mano con unos vaqueros. A veces me pongo a reciclar por entretenimiento o por necesidad. Pero me gusta hacerlo. Quizás en un futuro me dedique a eso, nadie sabe. Luego de tomar mi bolso voy hasta la salida del restaurant para llegar a tiempo a mi destino.

Hoy debo limpiar una mansión y en la noche un estúpido bar. A eso me dedico, a limpiar casas, hospitales, bares y restaurant, para poder pagar mi carrera de medicina y ayudar en lo que puedo en casa.

Terminé la secundaria a los 14 años de edad, siempre fui la más destacada todos los años y esa era una de las razones por la que me molestaban y me llamaban Luznerd. Que combinación. 

Pero nunca me molestó,  porque algo me enseñó mi madre, es que a los comentarios malos, oídos sordos, y además ser inteligente nones un pecado.

Pero les confieso que cuando el popular se burlaba, algo dentro de mi me afligia un poco.

Mi madre falleció cuando cumplí los 15 años de edad. Tardé en recuperarme,  pensé que jamás saldría adelante, que todo se iría a la mierda. Las cosas fueron empeorando, mi hermana se fue con su novio quien sabe a donde, hasta la fecha no sabemos mucho de ella.  Mi padre se metió en los vicios de la calle y tuve que irme a trabajar para mantenerlo y mantenerme, ya que fue echado de su trabajo. Tengo 24 años de edad y aún no tengo una carrera universitaria, me siento tan defraudada por mi misma. Pero nunca hemos tarde. Todo a ido mejorando poco a poco.  Mi padre está poniendo de su parte y cada día está más animado, hablar de mamá le saca sonrisas y no lo aflige. Porque mi mamá fue buena madre, amiga y esposa. Siempre estuvo ahí para nosotros.

Toco el timbre por segunda vez y una voz proveniente de una bocina pegada a la puerta, me sobresalta

─¿Quién es? ─pregunta una voz femenina

─Lucía, la chica de la limpieza ─digo nerviosa

─Ok ─dice y la puerta se abre.

Entro y la casa es súper grande, tiene un jardín hermoso, dos fuentes con un ángel en su centro, flores de todo tipo, unas orquídeas que brillan más que mi cabello castaño. Camino por el caminito de piedras bien ceñidas al suelo.

La puerta de la casa se abre dejando ver una señora de 60 años, quien me sonríe y me hace pasar.

─Enseguida la señora te recibe ─dice la doña con un delantal blanco sucio de comida.

─Gracias ─digo con mis manos entrelazadas delante de mi.

Observo la mansión, la cual es un paraíso por dentro.

─Perdón por hacerte esperar, ven conmigo ─dice una señora de unos 50 años.

La sigo a pasos lentos observando las escaleras y todo alrededor.

La señora se ve elegante, pero no exagerada, tiene buena aura y una sonrisa que da seguridad.

─He pensado en contratarte para que vengas tres veces por semana. Lunes, miércoles y viernes, así divides los oficios y no te cansas, el sueldo sería de 350 dólares semanales. Depende el trabajo, obviamente,  porque podría ser más. Comerás y desayunarás aquí, ¿estudias? ─pregunta mirándome con esos ojos miel intenso.

─Si, medicina los martes, jueves y viernes en las tardes.

─Te puedo ayudar con el pago, siempre y cuando hagas las cosas bien ─dice sonriendo.

─No la voy a defraudar ─digo sonriendo.

Después de toda la charla, empiezo a limpiar el área del comedor. Por suerte no está tan sucio, así adelanto hoy el estudio y las escaleras. El trabajo no es complicado, no hay mugre, las señoras sin agradable y no me gritan. Dejo todo rechinando de limpio.

Después de limpiar las escaleras voy hasta la cocina para ayudar a la señora con la comida, ella se niega pero luego insisto hasta que acepta.

Tomo los platos para ponerlos en la mesa y los demás utensilios, solo faltan las copas, así que vuelvo al comedor para colocarlas y que todo esté en orden.

─¿Cuándo vas a dejar de recibir este pedazo de mierda aquí en casa? ─escucho una voz masculina preguntar.

─¡Ay hijo, de por Dios! Es tu hermano.─escucho a mi nueva jefa decir.

─No deja de ser un bueno para nada ─responde el hijo.

El otro sólo se ríe.

Después de ordenar la mesa, la doña de la cocina los llama a comer. Yo me quedo en la cocina comiendo para luego irme a otra mansión. Como, friego algunos sartenes y mi plato mientras la señora de la cocina come.

Ya todo en orden,  decido ya decirle a la señora que me voy,  para no llegar tarde al otro trabajo.

─Perdón, sólo quería decirle que ya me voy, nos vemos el lunes, señora ─digo sosteniendo mis manos, en la puerta del estudio 

─Muchas gracias, Lucía ─dice sonriendo.

─¿Luznerd? ─dice una voz detrás de mi.

Me giro rápidamente viendo a mi peor pesadilla frente a mi.

Lorenzo Lombardi...

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