Capitulo tres

Marlene

 El avión aterriza en el Aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos de Atenas, mis nervios van en aumento mientras rememoró la conversación con mi hermano anoche, puede ser tan dramático a veces, mejor dicho siempre lo es.

Flashback

—¿Cómo que te vas hoy mismo a Grecia?, ¿Dónde te quedarás?, ¿Con quién iras?, ¿Dónde trabajarás? ¿Te has vuelto loca? —grita mi hermano al otro lado de la línea, un suspiro cansado sale de mí, ya que estoy preparando las maletas porque estoy sin tiempo, ¡Mierda!, tomo una bocanada de aire para responderle al idiota de Derek.

—Primero si me voy hoy mismo, segundo me quedaré en un hotel por lo que resta de la semana hasta que consiga un departamento, —comienzo a elevar el tono de voz enfadad. —Tercero me voy con Leyna y por último trabajaré como secretaria ejecutiva en empresas Doxiadis, ¿Feliz? —hablo ya irritada por su comportamiento, posesivo y demandante.

—No —responde con todo el enojo del mundo. —¿No hay forma de que te quedes? —su pregunta me hace gracia, —Puedo darte el puesto que desees, —niego como si pudiera verme. —¿Cómo le diré a nuestros padres que su única hija se va a Grecia a trabajar?, —me encojo de hombros con desinterés. —Además estarás sola allá, y si te pasa al… —no dejo que termine su melodrama interrumpiéndolo.

—Derek soy una mujer echa y derecha no tengo que pedirte permiso a ti o a mis padres para tomar una decisión —respondo ya con cansancio, cierro mi maleta y me siento en la cama, pensando mis siguientes palabras, —¿Sigues ahí? —silencio del otro lado —Vamos Derek no me quiero ir enfadada contigo, —una idea surca mi cabeza. —Hagamos algo, tú eliges el departamento. —propongo para calmar las aguas y sé que acabo de firmar mi sentencia de muerte.

—De acuerdo —dice finalmente— Pero… —giro mis ojos exasperada, siempre debe haber un pero con él.

—¿Pero qué Derek? —lo corto para que de una maldita vez me deje en paz.

—¿Prometes llamarme a mí o a Gravel por cualquier cosa, lo que sea Verstanden (entendido)? —vuelvo asentir con mi cabeza, aunque se que no lo haré.

—Verstanden. —miento asquerosamente, porque si me estoy yendo de aquí es por el bien de la familia.

—Ich liebe dich (te quiero). —murmura resignado antes de colgar la llamada.

—Ich liebe dich (te quiero). —respondo de la misma forma, quedando en el silencio de mi cuarto con nostalgia y dolor, pero me digo a mi misma que es lo mejor que nos puede pasar.

Fin Flashback

Después de dos horas de viajes llegamos a la capital de Grecia, ya que mi hermano me obligó a usar el avión de la familia, así que aquí estamos yendo a buscar las maletas con Leyna entusiasmadas, dando saltitos de alegría, niego con mi cabeza por su euforia parece una niña. Una vez que hacemos todo el trámite, nos dirigimos al auto alquilado por mi hermanito amado noten el sarcasmo en mi declaración. Vamos rumbo al hotel más caro de todo Atenas Dereck se volvió loco, aunque reconozco que es de familia, Blaz es aún peor.

—¿Marlene qué habitación nos tocó? —Leyna me saca de mis pensamientos con su pregunta.

—No sé, Derek se ocupó de eso. —respondo mientras nos acercamos a la recepcionista y nos sonríe de oreja a oreja. 

—¿Señoritas en que puedo ayudarlas? —¿Cómo puede sonreír tanto?, la envidio, ya que soy más malhumorada a decir verdad.

—Tengo una reservación a nombre de Marlene Fischer. —nos da otra sonrisa mientras teclea en su computadora.

—Si acá está, —busca una tarjeta magnética y me la pasa. —Suite presidencial. —nos informa muy tranquila, mis ojos se quieren salir de mi órbita, mataré a Dereck.

—No puede ser. —susurro en voz baja, pero al parecer escucho lo que dije por qué vuelve hablar.

—No hay errores. —sonríe y me pregunto ¿Si le dan un bono por hacerlo?, llama a un botones con su mano, este acerca y toma nuestras maletas. —Que tengan buena estancia señoritas. —agradezco con mi cabeza sin mirarle, seguro está sonriendo.

El botones nos guía a los ascensores por el enorme salón con su típico estilo griego, el cual me encanta, sus colores azules y blancos por cada rincón le dan ese toque especial que tiene este hermoso país. Ingresamos a la caja metálica los tres juntos, Leyna esta pendiente a su móvil he imagino que mi hermanito tiene mucho que ver con eso.

—Llegamos. —nos informa el muchacho mirándome fijamente, salimos primera nosotros y después él tirando de las maletas, me giro en mi lugar para darle propina al botones que sigue con su mirada sobre mí, algo que me incomoda un poco. —Por aquí. —me señala un pasillo a nuestra izquierda, hacemos unos pasos, hasta llegar a unas puertas blancas dobles, las abres para que ingresemos.

—Gracias, —murmuro observando la enorme habitación del mismo estilo que el salón. —Es hermosa. —digo mientras camino por la estancia en colores blancas, de donde estoy parada puedo ver el mar, ya que el gigantesco ventanal me lo permite. 

Giro en mi lugar para darle propina al muchacho, así deja de mirarme como si fuera la octava maravilla del mundo, la toma sonriendo y por fin se marcha dejándome con Leyna a solas, que se encuentra tirada sobre la cama.

—Es hermoso, tu hermano sí que sabe lo que es bueno. —hago una mueca por eso, es lo que no me gusta de él. —Lástima que a veces sea tan idiota. —concuerdo con ella al cien por ciento, sale de la cama y va hasta el balcón para admirar la noche estrellada.

—Admito que Dereck tiene buen gusto, —le doy una mirada sugerente, esquiva mi mirada inquisitiva. —Pero es mucho podría haber buscado algo más sencillo. —niego mientras me agarro del barandal.

—Puede ser, pero Derek es así, derrocha dinero, más si es en su familia. —se encoge de hombros. —Tendrías que dormir mañana madrugas. —cambia de tema rotundamente, asiento con mi cabeza.

—Me daré un baño y me iré a dormir. —respondo mientras camino al cuarto para buscar el baño, que tiene más lujo que la mansión de mis padres, ¿Qué tiene esta familia con ser ostentosa?

—Dormiré en la otra habitación. —anuncia Leyna arrastrando sus maletas.

—¿Necesitas ayuda? —pregunto mientras que la veo batallar con su equipaje, pero esta mujer no sabe lo que es viajar con poca ropa, niega con su cabeza hasta llegar a la puerta.

—Hasta mañana Marlene. —tira un beso al aire y me da una corta sonrisa.

—Adiós Leyna. —saludo con mi mano libre, ya que en la otra cargo el móvil leyendo los mensajes de mi hermanito, prefiero responder un "Estoy bien", así me deja en paz.

Me di un baño relajador, me acosté en bragas, ya que no me gusta dormir con ropa, me puse a pensar en mis progenitores, mi padre debe caminar por las paredes y mi madre echándole la culpa por darme tantas libertades, ya que soy la consentida de Blaz Fischer y Derek el consentido de Vivenka Fischer, somos una familia unida, pero no entienden que crecí y quiero hacerme por mi misma o eso quiero hacerle creer a todo mundo, prefiero dejar eso de lado para dormir algunas horas y rogar para que mi jefe no sea un ogro, espero que todo salga bien mañana, con esos pensamientos me voy quedando dormida... 

Leandro

Voy llegando tarde a la empresa, diez minutos nada más, pero para mí es una catástrofe. Si no me hubiera quedado hasta muy entrada la madrugada con una rubia hermosa que conocí en uno de mis clubs, esto no estaría pasando, salí de su departamento pasado las 3 a.m. y fui directo al mío, me di una ducha, me acosté a dormir, pero se me olvido cargar mi celular así que no sonó la maldita alarma y me levante 8:30 salí de la cama como alma que lleva el diablo, solo me vestí con un perfecto traje hecho a la medida, tome las llaves de mi Mercedes Benz AMG GT C, un lujo que me di hace un año por haber cerrado un importantísimo contrato que me hizo más millonario de lo que soy.

Entro al estacionamiento de la empresa tomo el maletín que va en el asiento del acompañante, bajo del auto a paso apresurado y me dirijo al ascensor donde esta Alfred el guardia de seguridad espera.

—Buenos días, señor. —saluda muy cortés el hombre.

—Buen día, Alfred ¿Cómo se encuentra tu nieta? —pregunto, ya que es una pelirroja de cuatro años muy hermosa.

—Bien señor, está cada vez más grande y traviesa. —responde soltando una risita, es su pequeño orgullo esa niña.

—Me alegro, saludos a la familia. —digo entrando a la caja metálica antes de que estas se cierren Alfred vuelve hablar.

—Gracias, señor que tenga un buen día. —asiento con la cabeza, mientras las puertas del ascensor se cierran. 

Después de unos minutos llego al piso 15 que es el de la presidencia, cuando las puertas se abren me quedo mirando la escena frente a mí una mujer de 1,70 aproximadamente, pelo negro como la noche, piel blanca, enfundada en un traje de oficina, zapatos de tacón negros, pollera tubo del mismo color que sus tacones dos centímetros bajo la rodilla que se le marca como una segunda piel, camisa blanca que deja al descubierto su cuello largo y esterilizado, para poder acariciar con mis dedos y poder morder, alejo esos pensamientos de mí, pero ya es tarde porque mi pene se emociona al instante.

Siento que alguien carraspea levanto mi mirada para encontrarme con unos ojos del color de una noche cerrada, su mirada es penetrante. Trato de disimular mi erección tapándola con el portafolios que cargo en una de mis manos, termino de salir del ascensor para caminar los metros que nos separan hasta ponerme enfrente de ella que me mira con la boca abierta, si querida soy un Dios griego.

—Cierra la boca bonita te va a entrar una mosca. —mi tono es sugerente, su cara se enrojece de inmediato creo que de vergüenza.

—Disculpe, pero tengo la boca abierta porque no puedo creer que el CEO llegue 15 minutos tarde, —arrugo mi ceño sin comprender como sabe quien soy, si ni la conozco. —¿Qué ejemplo le da a sus trabajadores? —me da una mirada de superioridad y juro que le voy a hacer tragar sus palabras maldita loca ¿Quién se cree que es?, presiono mis manos en puños para calmar la rabia que siento en este momento.

—¿Usted quién se ha creído que es? —pregunto a punto de asesinarla, sonríe con malicia y me parece más bella, me estoy volviendo loco, ¡Carajo!.

—Su nueva secretaria. —suelta así sin más, si cree que puede hablarme así se equivocó, doy un paso en su dirección quedando aún más cerca de su voluptuoso cuerpo.

—Eso no le da derecho a hablarme como quiera, —susurro muy cerca de su cara, pero ni pestañea. —¿Entendió señorita Fischer? —me da una sonrisa sarcástica, que quiero arrancar de sus labios a besos.

—Si señor —hace un saludo militar muy gracioso, pero que me fastidia en desmedida.

—¿Usted se está burlando de mí? —interrogo furioso mientras que sigue con esa mirada de que me importa todo un cuerno.

—No, señor ¿Cómo cree? —sigue con el maldito sarcasmo.

Cuando estoy a punto de echarla y decirle que su belleza me encanta, pero su actitud no, siento pasos detrás de mí así que me giro rápidamente para ver quien más está aquí y es el adorable duende.

—Aglaia, ¿Qué haces aquí? —me acerco para dejar un beso en su mejilla.

—Hola, hermanito vine a mostrarle todo a Mar. —¿Mar?, ¿Desde cuándo tanta confianza?, me pregunto. — Le expliqué todo y le mostré las instalaciones porque llegó muy temprano, —me explica lo que estuvieron haciendo en mi ausencia. —Tuve tiempo de enseñarle como te gusta tu café. —ruego internamente para que lo sepa hacer bien, porque juro que la despido.

—Gracias. —respondo mordaz, miro de lado a la nueva secretaria y tiene una sonrisa cargada de sarcasmo. —¿Pasamos al despacho? —pregunto para sacar esas miradas de encima de mí.

Asienten al mismo tiempo, las dejo ingresar primero como el caballero que soy, pero en realidad quiero ver ese cuerpo que me puso duro hace unos momentos y fue una muy mala idea porque esa pollera está muy ajustada deja marcado todo ese trasero que quiero azotar hasta dejarlo rojo, ¡Mierda!, estoy otra vez duro. Paso rápidamente por su lado para sentarme y que no se me note mi casa de campaña, carraspeó incómodo, porque ella me estudia con sus ojos negros.

—¿Tiene todos sus papeles señorita Fischer? —interrogo para romper el silencio incómodo que se formó en el aire, asiente con su cabeza mientras me entrega una carpeta de color blanco.

—Si señor, aquí está todo. —tomo lo que me entrega y mi boca se abre levemente, no puedo creer donde trabajo y para quien, ¿Qué hace ella aquí?, teniendo tantas referencias.

Levanto la vista para encontrarme con la suya puesta en mí, pero es rápida y la quita, ¿Te pongo nerviosa querida?, sonrió divertido por su actitud. 

—Disculpe, pero acá dice que fue la secretaria de Derek Fischer y la traductora de dicha empresa. —no comprendo que está sucediendo, levanta su vista y clava esos maravillosos ojos en mí.

—Así es señor —responde, retorciéndose sus dedos con nerviosismo.

—Supongo que es familiar de Derek. —aseguro, ya que su apellido es el mismo.

—¿Conoce a mi hermano? —interroga ladeando su cabeza hacia un lado con desconcierto, sin embargo quedo de piedra por lo que dijo.

—¿Usted es la hermana de Derek? —asiente haciendo una mueca de disgusto, —No entiendo nada, —soy sincero dejando la carpeta sobre el escritorio. —¿Por qué está buscando un trabajo tan lejos de casa? —abrió su boca para responder, pero me adelante cortando lo que fuera a decir. —Ya sé, ¿Quiere llamar la atención?, ¿Es un berrinche para que mamá y papá corran a buscarla?. —mi hermana me da una mirada asesina y se adelante para responder.

—No le hagas caso Marlene él es un idio… —la interrumpe levantando una mano, para responder ella y en este momento me encontraría muerto si las miradas matarán.

—En primer lugar señor a usted no tendría que importarle porque estoy lejos de casa, —anuncia con los dientes apretados, creo que se enojó, esto será divertido. —En segundo quiero un futuro ganado por mí, no por logros que hicieron mis padres y hermano, —deja de serlo cuando suelta una indirecta muy directa. —Y en tercer lugar no es ningún berrinche, es querer superarme por mis propios logros. —cuando estoy por preguntar que quiere decir con logros propios, sigue hablando. —Berrinche es tener 5 secretarias en un mes por no saber como hacer un café señor. —la fulminó con la mirada por sus comentarios fuera de lugar.

Iba a decirle que se largue, que no necesito una loca como ella en mi empresa, por más hermosa que sea nadie va a insultarme, pero como siempre el duende suelta una carcajada que corta el momento de m****a, la observo como si estuviera demente y en realidad lo esta.

—Te lo tenías merecido por creerte mucho. —habla entre carcajadas, —Veo que esto será muy divertido, —si como no. —Me tengo que ir, —anuncia tomando su bolso de encima del escritorio. —Ya sabes hermanito pórtate bien o llamaré a mamá para que te ayude. —niego mientras se acerca a darme un beso y después hace lo mismo con la loca que sigue mirándome con odio puro en su mirada.

Después que Aglaia se marcha nos sumimos en un silencio incómodo, sé que me pase con mis comentarios, pero me molesta su actitud soberbia, esa mirada de superioridad que me da cada dos minutos, parece que mi físico no llama su atención y eso es lo que más me jode de todo esto, cualquier mujer estaría babeando por mi atención.

—Bueno, señorita Fischer, ¿Qué hay para hoy? —pregunto para cortar tanto silencio y quitar sus ojos negros de encima de mí.

Asiente tomando la tablet que le fue entregada y comenzamos el día de m****a, solo espero que con el tiempo mejore o me volveré loco.

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