Capitulo dos

Marlene

En algún lugar de la habitación suena ese infernal ruido el cual puse para poder despegar las sabanas de mi cuerpo, sin embargo no puedo abrir mis ojos por la pesadez que siento, cuando logro hacerlo y trato de acostumbrarme a la luz que entra por la ventana, busco mi teléfono que se encuentra en el suelo y me pregunto, ¿Cómo llego ahí?, lo apago dejándolo a mi lado en la cama, como puedo me siento estirando todo mi adolorido cuerpo por la hermosa trasnoche. Saco los pies de mi cama y los apoyo en el suelo frío, muy frío diría, arrastro los pies hasta el baño, para darme una ducha, así se me quito la resaca que tengo gracias a las idieas de Leyna.

A mi amiga se le ocurrió salir un domingo a festejar mi cumpleaños número 25. No todos los días se cumplen 25 años, palabras de ellas no mías. Así que me obligó a ponerme sexy y a beber hasta perder la consciencia, eso es difícil en mí, ya que tengo una gran tolerancia con el alcohol, la cuestión es que la trajimos con mi otro amigo Gavrel arrastras, no es buena bebedora, estoy de acuerdo con mis pensamientos.

Una vez dentro del baño observo mi reflejo en el espejo que tiene este y casi grito por ver el desastre de mi cara, labial corrido, pelo enmarañado, parezco un mapache, ¡Carajo!, abro el chorro de agua fría, meto un pie y después el otro, mi cuerpo se tensa por completo al sentir el agua helada, la graduó un poco para no morir de neumonía. Cuando termino de higienizar todo mi cuerpo y sentirme revivida, salgo en vuelta en una toalla a buscar ropa abrigada, ya que estamos en febrero y el frío se hace sentir.  Me decido por un pantalón de mezclilla negro tiro alto, unas botas del mismo color hasta las rodillas con una camisa pegada al cuerpo en color rosa palo, con un suéter blanco y el pelo suelto dejándose secar.

 Vuelvo a observarme en el espejo de cuerpo entero que tengo en mi cuarto para ver a una chica de 1,70 metros pelo negro hasta la mitad de la espalda, ojos del mismo color, que contrastan con mi piel blanca, piernas largas, pechos pequeños, cintura de avispa y un gran trasero, la envidia de muchas y por lo cual tuve problemas en mi adolescencia, alejo los pensamientos negativos de mi loca cabeza para buscar algo que comer, ya que muero de hambre.

Salgo de mi cuarto y observo la puerta donde duerme mi amiga, por un instante sopese la idea de despertarla, pero por mi integridad física preferí que no, Leyna enojada es de temer, así que seguí mi camino hasta las escaleras, baje por ellas y lo primero que vino a mí es el olor café recién hecho y mi estómago cruje hambriento, apresure mis pasos, al llegar a la cocina me encuentro a Gavrel haciendo el desayuno.

—Buenos días —saludo mientras camino a su encuentro y dejo un suave beso en su mejilla.

—Buenos días, Marlene. —dice devolviéndome el beso, durando más de lo que debería, me alejo de su cuerpo un poco avergonzada por la situación.

—¿Leyna? —pregunto, cambiando de tema, ya que su mirada me pone nerviosa.

—Duerme, después de la resaca de anoche no creo que quiera ver la luz del sol. —río por sus ocurrencias, pero en parte tiene razón, debe sentir que todo le gira.

Gavrel y Leyna son mis mejores amigos, a él lo conozco por ser el mejor amigo de mi hermano Derek, tuve un amor platónico cuando tenía 15 años, pero él en su momento tenía 22 años así que me veía como una niñita, pasó el tiempo y se convirtió en una hermosa amistad. A Leyna la conozco desde preescolar, somos amigas hace 20 años es como la hermana que no tuve, estudiamos la misma carrera secretariado ejecutivo con la diferencia que yo soy políglota hablando 4 idiomas Alemán, es mi lengua materna, italiano, griego y francés, ella en cambio es hiperpoliglota habla más de 6 idiomas, siempre sabe uno más. Vuelvo a mis pensamientos cuando ponen una taza de café caliente sobre la barra de la cocina.

—Gracias —susurro para empezar a desayunar tendría que ser almuerzo, niego por mis ocurrencias que en cierto punto son reales. Levantó la vista por la sensación de ser observada y me encuentro con la mirada verde de mi amigo sobre mí. —¿Pasa algo? —pregunto, ya que su forma de mirarme me pone nerviosa.

—¿En serio quieres irte? —lo miro con una ceja alzada en forma de interrogación, —Tu hermano me pidió que te convenciera de que es una locura y que puedes trabajar en la empresa de tus padres. —lo dice tan tranquilo, mientras yo estoy hecha una furia.

—La decisión está tomada. —respondo lo más calmada posible porque va a correr sangre en cualquier momento, ¡Maldito Dereck!, tiene una gran bocotá cuando le conviene, ¿Por qué no cuenta sus cosas?.

—¿Pero a dónde vas a ir?, —interroga dejando la taza sobre la mesada mientras fija sus ojos verdes en mis negros. —Nunca has salido sola del país. —giro mis ojos por lo dramático que puede ser, este hombre se ha creído que es mi padre.

—Gavrel, mira quiero hacer esto y lo voy a hacer, —dictamino masajeando el puente de mi nariz para que el dolor de cabeza que está comenzando cese. —Necesito cortar el cordón umbilical con mis padres y hermano que por lo que veo es un chismoso. —refunfuño molesta por las actitudes que tiene Dereck a veces, se pasa de sobre protector.

—No te enojes con él, —pide dándome una corta sonrisa. —Está preocupado, eres su hermanita, —acaba de decir algo que no sabía. —Es normal, entiéndelo. —trata de defender al idiota de Derek, lo fulmino con la mirada para que deje de una vez el drama.

—Entiéndeme tú a mí, —pido con cansancio, estoy harta de que se metan en todo lo que hago. —Necesito volar lejos del yugo de mi familia, —esquivo la mirada inquisitiva de Gavrel, sabe leer muy bien a las personas. —Los amo, pero me asfixian. —exagero un poco mis palabras, blanquea sus ojos, sin embargo los posa en mí de una forma muy extraña.

—Está bien, —responde resignado como si le molestará lo que fuera hacer. —Te apoyo a donde vayas, —aplaudo emocionada por tener un cómplice. —Hablaré con tu hermano para tranquilizarlo, —asiento ante sus palabras. — Pero prométeme que llamaras si necesitas algo. —me apunta con su dedo, mi emoción dura poco.

—De acuerdo —me levanto resignada para darle un abrazo, sus fuertes brazos se apoderan de mi cuerpo mientras que escondo mi cara en su cuello. —Gracias. —murmuro saliendo de mi escondite.

Sus verdes tienen una chispa diferente, sus manos juegan en mi cintura y sus labios se abren para decir algo, pero es interrumpido por la voz de Leyna a mi espalda.

—¿Puedo unirme? —me giro para ver a mi amiga despeinada, maquillaje corrido y la cara hinchada, vistiendo una remera de Gavrel, cuando ve que asiento, hace una mueca de disgusto. —Saben que no es lo mío, pero se los agradezco. —le doy una corta sonrisa, sé que mi amiga tiene sus demonios.

—¿Cómo estás? —pregunto una vez que toma asiento al lado de donde estaba yo hace unos instantes.

—Con resaca, no vuelvo a tomar lo juro. —responde mientras se coloca una mano en el pecho a forma de juramento, largamos una carcajada con Gavrel mientras que ella nos fulmina con la mirada. —¡Lo digo en serio! —chilla enojada, pero hace una mueca por el dolor que siente, busco en el cajón unas pastillas con un vaso de agua se las entrego y se las toma de inmediato. —Gracias. —responde masajeando su cabeza. —¿De qué hablaban cuándo llegué? —interroga mientras tomo asiento a su lado para terminar de comer las tostadas que hizo Gavrel.

—De que nuestra amiga se quiere ir —Gavrel es el primero en responder mientras yo engulló la comida desesperada. —Ira a trabajar a otro país para despegar sus alas. —le explica con sarcasmo, ¡Maldito ruso!

—¿Cuándo nos vamos? —pregunta Leyna muy entusiasmada, giro mi cabeza a un lado clavando mis negros en sus azules. —¿Qué? —interroga al ver mi cara de sorpresa.

—¿Vendrías conmigo? —cuestiono en shock, porque no creí que me siguiera, aunque Leyna y yo jamás nos hemos separado, somos como hermanas de diferente madre y lo agradezco, su progenitora por lo que me ha dicho no es algo que quieras conocer.

—Obvio, —responde con falsa ofensa. —¿Qué creíste que te ibas a ir a otro país a disfrutar de cada semental sin mí? —suelto una carcajada por sus ocurrencias, esta loca sin lugar a dudas, las dos comenzamos a reír hasta que sentimos un gruñido, levanto la vista de mi plato para ver a  Gavrel que tiene mala cara, no entiendo que le molesta.

—No me mires así. —Leyna lo señala con su dedo acusador. —¿Creíste que ella no tiene sexo? —me ahogo con la tostada y comienzo a toser desesperada por aire, las palabras de mi amiga me hacen enrojecer. —Te digo que estás muy equivocado, tiene y a montones. —la cara de Gavrel es un poema en este momento, me da una corta mirada, presiona sus dientes con rabia.

—¿Quién fue el que se atrevió a tocarte? —su pregunta me hace gracia, no se para qué lo hace, si sabe bien la respuesta. —Tu hermano y yo lo mataremos. —eso si me molesta, no deben meterse en mi vida privada, pero no lo entienden. —Además del innombrable. —hago una mueca por lo último que dijo, mis terminales nerviosas se tensan al pensar en ese idiota.

—En primer lugar no es asunto tuyo, —lo fulmino con la mirada mientras él me reta con la suya. —En segundo tuve dos novios,  ¿Qué creíste que no teníamos sexo? —si antes estaba furioso, ahora más. —Y en tercero no le dirás nada a mi hermano. —lo señalo con mi dedo acusador, Gavrel esquiva mi mirada, pero por su bien espero que no lo haga.

—Parece que las amenazas no sirvieron de nada, —murmura, sin embargo lo llegue a escuchar. —¡Hijos de sus madres! —le da un golpe a la mesada que nos hace saltar a loas dos en el lugar, Gavrel enojado es un peligro andante, pero lo que más llama mi atención fue lo último que dijo.

—¿De qué hablas? —interrogo con curiosidad y al mismo tiempo molesta por sus actitudes posesivas.

—Nada, ya esta. —se levanta camina hasta donde estoy sentada, me da un beso en la mejilla y otro a Leyna. —Adiós, chicas me avisan que van a hacer, a donde van, quiero todos los datos. —Gavrel cree que sigue en el ejército que puede ordenar y nosotras acatar.

—Si señor. —respondemos las dos haciendo un saludo militar, larga una carcajada y se desaparece tan rápido que no me da tiempo a procesar nada. —¿Y a este que bicho le picó? —pregunto con curiosidad, Leyna me mira por un segundo y niega con la cabeza.

—Se dio cuenta de lo que perdió, cosas de la vida. —se encoge de hombros con desinterés, se levanta de su lugar y hace lo mismo que el ruso desaparece de mi campo de visión dejándome con más dudas que respuestas.

Junto las tazas del desayuno, voy al cuarto buscando mi notebook, para ver si hay alguna notificación y me sorprendo cuando abro mi correo en respuesta de una de las solicitudes de hace unos 15 días atrás, pensé que ya tenían secretaria o esa fue la respuesta que recuerdo.

Mensaje:

Señorita Fischer nos alegra informarle que ha sido contratada entre varios postulantes, para el cargo de secretaria ejecutiva, en empresas Doxiadis. ¿Nos gustaría saber si está dispuesta a viajar, ya que la sede principal está en la capital de Grecia?, si es así tendría que estar mañana a las 9 a.m.

Sin más saludos atentamente Leandro Doxiadis CEO de empresas Doxiadis.

Respondo rápidamente al mensaje afirmando que mañana estaré en la hora y lugar estipulados. Me quedo por unos segundos pensando en la decisión que tome y que nos iremos a Grecia, será un gran cambio el cual necesito con urgencia, sin embargo pienso en mi familia pondrán el grito en el cielo, pero es por el bien de todos, debo estar lo más lejos posible de este país, hago a un lado esos pensamientos.

Salgo de mi cuarto para ir al de Leyna, ingreso sin golpear, la veo tirada en su cama como una morsa con un pote de helado a su lado se sienta de golpe al verme entrar de esta forma, me mira interrogante.

—Nos vamos a Grecia. —comento con una sonrisa y ella me la devuelve como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

Espero no estar haciendo una locura.

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