Capítulo 4

*—Sebastián:

¿Quién era esta mujer? ¿La tal Callen Marie Townsend?

La risa ni siquiera fue procesada por su cerebro, simplemente inundó la oficina con una estridente fuerza que impresionó a Dante.

—Ya no puedes negar que te causa gracia todo el asunto.

—La chica de la foto es la jefa de Chloe —explicó Sebastián. Optó por limpiar los restos del aperitivo con una servilleta, notando el suave movimiento de los papeles gracias a su traqueteo.

—Eso noté… —una pausa para escoger sus palabras casi colmó la paciencia de Sebastián—. Es bastante joven —concluyó.

Aprovechó que estaba apilando los archivos para un rápido vistazo hacia sus datos generales: su fecha de nacimiento estaba allí. Su cumpleaños estaba próximo y solo tenía veintisiete años. Le gustaba eso. Era joven y ya era dueña de su propio negocio, se veía que la chica no perdía el tiempo como otros jóvenes, como su hija.

Joseph entró a la oficina tras un par de toques y retiró la bandeja con movimientos gráciles. Tras confirmar que no tendría más reuniones esa tarde y que los documentos pendientes de firma estarían listos en unos minutos más, salió sin mirar hacia atrás.

Dante se concentró en su teléfono y el sistema de mensajería instantánea tras un incesante sonido agudo. Sebastián tarareó un poco, recomponiéndose sobre el sofá, luego continuó estudiando la hoja de vida de la señorita Callen Townsend.

Se había graduado de una universidad local en la carrera de Negocios y tenía varios talleres relacionados con su carrera, que seguro le ayudó a establecer su propia tienda. Eso estaba bien. Aprobaba esa parte de ella, pero lo que sermoneaba era que Chloe estuviera trabajando para ella sin su permiso.

—Entonces… ¿Que vas a hacer? —le preguntó Dante, sin apartar la atención del dispositivo y como no le respondió, le dirigió la mirada a su amigo, exigiendo respuestas—. Ya que sabes los movimientos de Chloe, ¿cuál es tu plan de acción?

Sebastián alzó una ceja y se concentró una vez más en la hoja de vida. La chica estaba capacitada para el trabajo que ejercía como dueña de su propia tienda. Además de sus talleres, veía que ya tenía experiencia trabajando tanto como dependienta, supervisora y gerente de otras tiendas. En esa parte no podía refutar, el problema radica en que no investigó lo suficiente a Chloe para dar con él.

¿Acaso esa mujer no estaba enterada de que podía demandarla por ello?

—Aún no he elaborado uno —le respondió Sebastián la pregunta de antes. No se imaginó que Chloe estaría trabajando y que era por eso que estaba llegando tan tarde a casa. Como había dicho antes, no tenía problema con ello, pero no tenía su permiso y que, de paso, había descuidado sus estudios y sus clases particulares.

—Sé que quieres acercarte a Chloe, pero te daré un consejo, Sebastián —le dijo Dante, señalándolo con un dedo—: El que Chloe no te haya dicho sobre este trabajo, es porque sabe que, si te lo hubiera comentado en un principio, te hubieras negado. Es por eso que lo hizo a tus espaldas.

El murmullo de su amigo salió suave, casi como si quisiera convencerlo de buscar otra solución para sus problemas familiares.

—¿Cómo dejar las clases extracurriculares? —ironizó la pregunta tanto como pudo—. Dejó sus clases particulares por un trabajo que no necesita. ¿Acaso no le doy todo lo que necesita? ¿En que invierte ese dinero que gana? —continuó diciendo y movió a cabeza—. Ha hecho muchas cosas a mis espaldas y eso es lo que más me molesta: que no me hubiera comentado nada.

—Sí, pero presionarla para que regrese a esas clases o para que deje el trabajo, hará peor las cosas —refutó Dante, ganado un chasquido en su contra. Tiene razón y lo sabe, pero pelear para sacar la idea de que “conoce los hierros de su propio camión” lo agota y sabe que Chloe hará las cosas más difíciles en cuanto se dé cuenta de lo que sucede—. Te sugiero que primero evalúes tus opciones y consideres todos los escenarios posibles antes de actuar —continuó, esta vez guardando el móvil en el bolsillo de su pantalón.

El tono en que lo dijo llamó la atención de su acompañante en el proceso, haciéndole ladear la cabeza en gesto de escucha. Dante sabía más de estas cosas que él y eso, no tenía pareja ni hijos, simplemente era más observador en relación a este tema. Carraspeó un poco, colocando las manos cruzadas sobre su regazo—. Creo que Chloe necesita este trabajo —determinó, Sebastián arqueó las cejas en cambio. «¿Lo necesitaba?» enfatizó para sí mismo, tratando de darle sentido a esa oración—. Se ve en la foto muy feliz, como si se sintiera en un lugar cómodo y siento que este trabajo puede ayudarle a madurar, a salir de ciertos vicios en los que anda la juventud.

—No lo creo —dijo Sebastián negando con la cabeza.

No le molestaba que Chloe trabajara, pero no allí. Era una tienda de segunda mano, la población de esa tienda sabía cuál era. No tenía problemas con las personas de bajos recursos, pero en el área que está establecida la tienda no era segura para su hija. No tan solo eso, ¿qué dirían los medios si vieran a su hija trabajando en un lugar como ese? Estaba demasiado cansado de lo que la prensa vivía diciendo de él y no quería a Chloe metida en ello. Había pagado demasiado dinero para cubrir todo lo que paso con su pareja aquella vez en la que…

Sebastián negó con la cabeza. Diciéndose a sí mismo que no iba a ir por allí. La cosa era que no iba a permitir que se volvería a repetir lo mismo.

—Pensé que no te molestaba que Chloe trabajara, Sebastián —le recordó Dante y este se encogió de hombros. No, no le molestaba, pero el lugar no era el indicado para colocar en el currículo de su hija. Debía de ser un lugar más reconocido y en una buena área. Lo sentía, pero este trabajo no iba a ser posible.

—No me gusta ese lugar —murmuró Sebastián y tomó su teléfono para entrar al I*******m de la tienda, para seguir husmeando y evaluando el lugar. Las fotos se veían bien, el lugar se veía organizado y limpio, pero esto seguramente era una sola fachada.

—¡Pero ni sabes cómo es! —se quejó Dante y Sebastián le dio una mala mirada.

¿Por qué lo defendía tanto?

Entrecerró los ojos. ¿Acaso sabía algo de lo cual Sebastián desconocía?

—Se ve un negocio humilde —continuó Dante, pero Sebastián ya lo miraba con sospecha. Aun así, lo dejó pasar. 

Sebastián volvió la vista a las fotos de la tienda. Tal vez era un negocio humilde y él estaba siendo un canalla por no dejar pasar esto. ¿Cuándo se había convertido en un incrédulo? Sonrió. Definitivamente después de lo que pasó hace diez años, ese evento que trataba de no traer a colisión lo había cambiado y lo había convertido en este hombre desconfiado que era hoy.

Soltó un suspiro y bloqueó el teléfono para ponerse de pie. Miró la hora en el costoso reloj en su muñeca izquierda. Era temprano y Chloe aún no había salido de instituto, por lo cual era el momento perfecto para visitar la pequeña morada en la que su hija trabajaba. Lo mejor era que lo viera con sus propios ojos y de paso, verificar como era que esta tal Callen le había permitido a Chloe trabajar en su tienda.

¿Acaso su hija había llevado una carta de permiso falsa? No lo dudaba. 

—Creo que iré a visitar el lugar favorito de Chloe —comentó Sebastián arreglándose la chaqueta del traje azul marino que llevaba aquel día.

—Sebastián… —lo llamó Dante cuando este comenzó a caminar hacia la puerta.

Era aún temprano para abandonar su puesto de trabajo, pero sus labores podían esperar, esto parecía más importante. Antes de que su amigo continuara replicando, Sebastián salió de su oficina. Joseph, quien estaba sentado en su amplio escritorio a un lado de la puerta de su oficina haciendo sus funciones, se puso de pie al sentirlo.

—Tengo asuntos personales que atender —le lanzó mientras caminaba hacia el ascensor sin mirarlo.

—Pero… —la voz se le quebró por la sorpresa mientras apresuraba el paso tras su jefe— …Vladimir Hahn, el representante de D&C, acaba de anunciar su llegada a la ciudad. Dijo que necesitaba reunirse con usted.

Escuchó que Joseph decía detrás de él una sarta de indirectas acerca de su irresponsabilidad y lo complicado que era concertar una cita con el tal Vladimir. Antes de darse cuenta, lo tenía agarrándole de la manga del traje, impidiendo que salga al pasillo principal. Agitó el brazo con brusquedad, un tanto sorprendido por el gesto; es como si el chico hubiera saltado de su escritorio y se hubiera encismado en participar en una especie de maratón.

Siguió como si esto no hubiese pasado, atento a los pasos que su persecutor.

—Muévela para otro día —dijo Sebastián deteniéndose frente a las puertas metálicas del ascensor y llamando al mismo.

—Pero… el señor Hahn… —murmuró Joseph, inseguro de sus palabras. Lo notó dudar a través del reflejo metálico. El apellido de un gran empresario de la ciudad, quien era un hombre mayor muy difícil de manejar. Sebastián sonrió. El señor Hahn podía esperar. Este era un gran cliente de su empresa, pero no era más importante que su hija, ahora mismo, nadie era más importante que Chloe.

El ascensor llegó en ese momento y Sebastián sonrió para luego entrar en la caja metálica. Se giró hacia Joseph quien estaba a unos metros de él, pero fuera del elevador. Este se veía muy preocupado. Lo sentía tanto por él, pues, después de todo tendría que escuchar las quejas de aquel vejestorio quisquilloso.

Sus ojos conectaron por unos segundos, ambos esperando que algo más fuese dicho. Sebastián vio como sus facciones se suavizaron, impresionándose al notar algo más que el habitual y aséptico asistente. Lo compensaría después, se recordó.

—Hablamos más tarde, Joseph —se limitó a comentar mientras alzaba una mano, presionando el botón que cierra las puertas y despidiéndose de él. Las puertas del ascensor se cerraban y lo último que vio de Joseph fue como este soltaba un suspiro cansado. Sabía que iba resolverlo, siempre lo hace, pero su atención debía de estar en otro lugar y no en la empresa.

Chloe era su prioridad en ese momento.

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