Capítulo 6

*—Callen:

Las cosas no estaban marchando bien.

Su vida era un interminable caos, su tienda era un desastre y sus finanzas eran otro dilema.

La vista de Callen Townsend se movió hacia la pequeña pantalla del computador en el que trabajaba. Pese a que su negocio consiste en una tienda de ropa de segunda mano, trataba de llevar sus movimientos en orden. En el monitor podía verse el archivo en el cual estaba calculando sus cuentas: el presupuesto de este mes para su negocio estaba a mitad y los números estaban en rojos. Dudaba que pudieran aguantar otro mes.

 Las ventas estaban duras y el lugar donde estaba ubicada la pequeña tienda no ayudaba. En los últimos dos años, la había mudado más de cuatro veces buscando el lugar perfecto, pero cada mudanza era un costo que no podía permitírselo y cada lugar donde caía, era incluso peor que el anterior. Siendo sinceros, esta ubicación les ganaba a todos los anteriores.

¿Qué había estado pensando al mudarse allí? Por donde quiera que veía, este no era el lugar correcto, pero la primera vez que se acercó al barrio, el agente inmobiliario le había vendido un mundo y las veces que fue, las calles y los alrededores se vieron decentes. Después de hacer el papeleo y mudar la tienda por esos lares, todo dejó de brillar. El edificio donde estuvo la tienda hace tres meses, a dos bloques de donde estaba ahora, se había vuelto una m****a al final de la primera semana luego de su mudanza. Un torrente había azotado la ciudad y su pobre mercancía pagó las consecuencias.

Callen tuvo que tomar otro préstamo rápidamente y resolver el problema. Había encontrado este edificio donde estaba la tienda ahora y no estaba tan mal como el anterior, pero el problema radicaba en que el área no era el adecuado. Si tan solo tuviera los ingresos necesarios para mudar la tienda, volvería al cubículo dentro del centro comercial donde estuvo una vez, pero ese sueño lo veía lejos.

Lo más probable a suceder era cerrar la tienda.

Por suerte, ya no tenía tantos empleados como antes, ya que los mismos habían renunciado. Ahora solo quedaba Anabelle, quien era una jovencita que le gustaba ayudar y se había quedado a su lado en sus malos momentos. Recientemente había contratado una chica en tiempo parcial, quien era amiga de sus hermanos menores, pero sentía que esta chica no duraría mucho en aquel lugar.

Todo podría arreglarse con tal solo mover la tienda a otra ubicación. No debería perder la ilusión. Este era el sueño de su fallecida madre y debería seguir regando el árbol que su madre plantó con tanta fe, pero era muy difícil.

Desde que su madre falleció hace ocho años, estaba batallando con la tienda. Al perder a su madre, el seguro no cubrió todos los gastos, por lo tuvieron que recortar algunos gastos para pagar lo que faltaba. Uno de estos gastos ha sido el más significativo: mover la tienda del centro comercial donde había estado desde que fue creada. Aunque la renta era cara y no se ajustaba al presupuesto, irse quizás fue la peor decisión: todos reconocían su negocio, los clientes eran fijos y la visitaban con regularidad. La clientela con cada mudanza fue bajando hasta que solo quedaban pocos clientes fieles.

Callen soltó un suspiro y se enfocó en admirar la foto familiar en su escritorio. Fue tomada hace nueve años, cuando aún su madre vivía y cuando todo estaba bien. En ella: estaba su madre, su padre, sus hermanos menores -que en ese entonces solo tenían seis años casi siete- y ella, quien tenía diecinueve. Todos se veían tan feliz. Era una pena que el año siguiente todo se fue por la borda.

La muerte de su madre los marcó a todos y la familia no volvió a ser la misma.

Su padre no solo perdió a su amada esposa, también se le esfumó la razón, convirtiéndose en un alcohólico y gastó los ingresos en este vicio. No los había maltratado, afortunadamente, pero sus actitudes hicieron que ninguno de sus hijos se sintiera seguro. Al final, los abandonó y los dejó con varias deudas.

Callen, con tan solo veinte años, tuvo más responsabilidades de las que alguna vez pudo imaginar: recoger los pedazos de su familia; tener el rol de madre para sus hermanos; ser la figura que mantenía el hogar donde vivían. Mientras lo daba todo para terminar rápidamente su carrera administrativa, trabajó durante las horas libres que tenía al día.

Viendo en retrospectiva, Callen se sorprendía de cómo pudo graduarse, conseguir la experiencia necesaria para llevar la tienda sola y estar todavía a flote, aunque estuviera arañando todo a su paso. Había pasado muchos malos ratos, tantos momentos en donde casi tiró la toalla, pero quería creer que aún podía salir adelante; sentía que podía dar para algo más que sobrevivir. Ahora tenía que tratar de buscar un lugar mejor para mudar la tienda, pero eso significaba tomar otro préstamo para hacerlo. Tenía que evaluar más sus ofertas.

Sacudió la cabeza para retirar esos pensamientos, tenía que ponerse positiva. Iba a levantar la tienda y ya no iba a lamentarse más.

Asintió efusivamente y se dispuso a trabajar. Buscaría en las páginas amarillas agentes inmobiliarios para ver si podía encontrar un buen lugar para mudar la tienda. De paso, buscaría opciones para tomar un préstamo en donde no miraran sus viejas cuentas y pudieran facilitárselo sin tantos requisitos. Necesitaba el dinero.

Estaba investigando en internet cuando tocaron la puerta de su oficina, la cual estaba detrás de la tienda. Callen alzó la mirada y le dijo a la persona que pasara. Anabelle, con sus largos rizos del color de la zanahoria y su hermosa cara llena de pecas, entró en su oficina.

—Te busca un hombre —le informó la chica sin introducción o tan siquiera gentileza.

Callen arqueó las cejas, rápidamente hizo girar su silla y miró hacia el monitor donde estaban mostrándose los videos en vivo de las cámaras de la tienda. Lo buscó con la mirada y lo encontró en los estantes de la ropa masculina. Este estaba de espaldas a la cámara y no podía verle la cara bien, pero lo que si podía ver era que estaba vestido muy formal con un traje que se veía azul oscuro. 

¿Acaso era un cobrador? Se giró hacia Anabelle, estaba claramente asustada.

—Es el padre de Chloe —le informó la pelirroja, creyendo que este dato podría calmar a su jefa, pero solo logró confundirla.

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