Capitulo III Negocios

Por la noche de ese lunes Wagner regresa a su mansión. El día había sido agotador, primero con la salida del avión cargado con las armas que fueron vendidas, y luego tuvo que lidiar con un problema de un vuelo que se retrasó. Por esa razón necesita comprar más aviones, ese tipo de inconvenientes no eran bien visto en su compañía. 

El Mercedes desaparece de su campo de visión mientras que él entra en su lujosa casa, como siempre ordenada de pies a cabeza todo estaba en su lugar. Todos los días la señora del servicio llegaba justo después de que el se marchara a trabajar, está  se encargaba de asearla antes de que el llegase por la noche. No le agradaba ver a nadie en su residencia para cuando el llegase, le molestaba. 

Subió por las escaleras directo hasta su habitación, necesitaba darse una ducha y relajarse. El silencio que habitaba en la mansión para muchos podría ser perturbador pero para Wagner era lo mejor que podía vivir. Incluso, en cada oportunidad que tenía de quedar con una mujer no la llevaba hasta su casa. Usualmente utilizaba un apartamento que tenía exclusivamente para intimar con ellas. Su mansión era su santuario, y no permitiría que nadie lo profanara.

La recámara estaba perfectamente ordenada, olía a pino y cedro… era un espacio abierto con muchos clóset y una enorme cama King sinse vestida con sábanas de seda color blanco lo esperaba. Dirigió sus pasos hasta el baño despojándose del traje y demás… necesitaba esa ducha cuanto antes. 

Luego de un largo día de trabajo en la cafetería Nadia llega a su apartamento rendida del sueño. Pero satisfecha, porque había renunciado de buenas maneras. Así que su antigua jefa le pegó una buena liquidación, una que le serviría para sustentarse hasta que le pagarán su primer sueldo en el nuevo empleo que había conseguido. Al día siguiente empezaría con un nuevo trabajo como mensajera, sentía muchas emociones juntas. 

—¡Huy! Al fin en casa. La chica se tumba en la cama —Estoy molida. Sonríe amusgando los ojos, ya que recuerda algo.

Saca el móvil de su bolsillo fijándose que tenía algunos mensajes de su novio Josh, pensando que al fin se reportaba con ella. Así que lo llamo.

—¿Donde has estado cariño? Pregunta al chico no más al contestar.

—Trabajando bebé. 

—Estuve llamándote temprano ¿Qué hacías?

—No escuché el teléfono, lo siento bebé.

—Bueno, está bien..

Eso no respondía su pregunta pero Nadia ignoro lo sucedido, así que se dispuso a contarle a su novio cómo estuvo su día. El no parecía muy contento por su nuevo empleo pero al final le dijo que la apoyaría si era lo que realmente quería hacer. 

—¿Quieres que vaya a tu casa? Pregunta Josh.

—Estoy muy cansada, posiblemente mañana cariño.

—¡Bien! Como quieras. 

Conversaron unos pocos minutos más sobre el día de cada uno, para luego terminar por despedirse. Nadia suspiro, su relación con Josh no parecía tan sólida como hace dos años atrás cuando se conocieron, no parecían avanzar más de dónde estaban. No conversaban como antes, y aunque ella no lo quería asumir su novio se había vuelvo algo incipido. Y muy poco se veían, y no era precisamente por ella.

Estaba comenzando a sentirse aburrida sobre su actitud, siempre hablaban pero más que nada por llamadas y no pensaba que una relación debía de ser así… cerró los ojos un momento, quizás… quizás era el cansancio y todas las emociones que sentía que la hacía pensar tonterías. Dejando a un lado esos pensamientos alocados se levantó para disponerse a dar un baño. 

El despertador sonó y una mano delgada con las uñas pintadas de rosa pálido lo apaga bruscamente.

—Nooo… cinco minutos más ¡Por el amor de Dios! Exclama a la nada.

La chica gira su cuerpo del otro lado enrrollando su cuerpo con las cobijas viejas de estampados de conejitos morados. Pero de pronto se levanta de golpe golpeando la cabeza del techo de la bendita litera. 

—Jod… exclama deteniendo sus palabras —¡Ash! Es tarde, nooooooo… otra vez.

Se levanto deprisa, de aseo y luego se vistió. Odiaba ser tan desordenada y olvidadiza, prometió mentalmente limpiar todo el desorden de su apartamento en cuanto tuviera un tiempo por ahora su prioridad era su nuevo trabajo. Con esos pensamientos, pasó de largo por la cocina, tomo una manzana llevándosela a la boca y con eso abandonando su casa.

Esa mañana Wagner se reuniria con unos inversionistas en un restaurante. Era imprescindible para el converser a esos clientes de que le dieran la autorización para dar pie con sus nuevos proyectos de abrir nuevas aerolíneas privadas D'Blukcle en Nueva York y Boston. Le preocupaba el hecho de que su propuesta no fuese aceptada, ya que no podría espandir sus medios de traficar armas. Eso era un problema grave.

Caminaba por el pasillo alfombrado de la entrada del restaurante ajustándose su traje negro de Hugo Boss, pensando en sus potentes compradores… estos eran muy exigentes por ende necesitaba expandir su imperio. Y si los idiotas de los tíos con quién se iba a reunir esa tarde para confirmar  la aprobación llegaba a ser negativa, entonces se vería obligado a hacerlos cambiar de opinión. Aplicaría todo método posible para que sedieran.

Divisó a una pareja de ancianos sentados en una mesa alejado de todos. El hostess de la entrada lo recibió con una sonrisa amable, Wagner suministro sus datos y enseguida el hombre lo condujo hacia la mesa reservada. 

—¡Wagner! Qué bueno verte… comenta uno de los mayores.

—Kevin, siempre es un gusto verte. Wagner sonríe estrechando la mano del viejo. Observa al otro hombre sentado en la mesa— Michael, ¿Cómo te va? Lo saluda de igual manera.

—Viendote hombre, pareces que entrenas muy duro a diario. Cada vez estás enorme. El viejo se ríe con gracia, mientras Wagner se sienta en la silla vacía y se va directo al grano.

—Bueno, a lo que vivimos no. Mira a ambos hombres.

El primer día de trabajo de Nadia había sido más que estupendo, recibió unas maravillosas propinas en un solo día. Y si los siguientes días eran igual a ese entonces le iría muy bien trabajando como mensajera. Sentada en el piso de su habitación contaba un dinero que había juntado y se puso más que feliz al darse cuenta que le alcanzaba para descongelar el semestre y empezar sus clases. Decidió que al día siguiente pasaría por la universidad cancelando todo para que le asignarán el nuevo horario. Sonrió ampliamente. 

Subió a la mullida cama feliz y contenta de que su vida marchaba por el buen camino. Toda desordenada pero buena después de todo. 

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