Capitulo 2

El viaje duró un poco menos de lo esperado. Las dos mujeres pasaron todo el trayecto hablando, El pequeño Carlos dormido en las piernas de Yadira. Ésta a su vez, se pasó todo el viaje mirando por la ventanilla, a ningún lado en específico, más bien como si su mente abandonase su cuerpo a algún recuerdo o lugar desconocido para Carlos, que no sabía que hacer en ese coche sin poder hablar con nadie. La única persona de su edad que podría darle conversación parecía totalmente indiferente a su presencia y eso era algo que no le importaba, pero habría agradecido algunas palabras de cortesía.

Al entrar al pueblo, Carlos miró por la ventanilla como podía, ya que estaba llena de nieve y hielo.

Todas las casas parecían formar parte de algún ejército militar; tan bien camufladas tras esos gorros de nieve que cubría techos incluso paredes.

Las cadenas en los neumáticos era algo habitual, incluso vio un pequeño taller donde el lodo era un neumático con cadenas.

Salvo eso, no vio nada más que nieve, hielo, y algunas casas que por algún capricho del destino, eran medianamente visibles tras aquella capa helada que las cubría.

El coche se detuvo al final de la avenida principal por dónde habían entrado, y frente a ellos, varias casas daban fin a esa calle, y se habría a ambos lados. Carlos vió que toda esa hilera de casas una al lado de la otra estaban construidas sobre la ladera de la montaña. Las carreteras que se abrían hacía el interior del pueblo dejo ver que era mucho más grande de lo que imaginaba, ya que había casas a ambos lados. «Eso no venía en Google» pensaba él mientras se paraban en la 125. 

- Bueno, ha sido un placer conocerles familia. - Se despedía Martha mientras Yadira tomaba el asiento delantero, con una linda sonrisa se despidieron ambas y se fueron.

-¿ Qué le pasa a esa chica? Odia al mundo o le sonríe de esa forma tán inocente. No la entiendo.

- Raúl, déjala tranquila ella tendrá sus problemas como todo el mundo. Vamos dentro, la tía Lines nos espera.

-¿ La tía Lunes?- No pudo evitar ese mal chiste, que acabó en un coscorrón de su madre.

La casa desde fuera era como el resto del pueblo: enormes ventanales de madera con sus contraventanas, techo en punta y una enorme chimenea, cuyo calor era lo poco que podían hacer para fundir la nieve. Las paredes, amarillas, entonaban muy bien con el resto de gamas cromáticas del resto de las casas cercanas. Azules, verdes, naranjas incluso rojos. Raúl supuso que sería para poder ver la casa cuando el tiempo no te haga ver otra cosa que el blanco de la nieve.

La Señora llamó a la puerta y pacientemente espero a que una mujer de cerca de noventa años abriera. Llevaba un vestido estampado gris de flores negras, y una especie de mocasines negros.

Su bastón de madera se sostenía débilmente ante el peso de la señora, ya que a su edad la fuerza no era su mayor virtud.

-¡ Qué alegría verte por fin hermana mía!- exclamaba feliz la anciana mientras abrazaba a la madre de los chicos. - Pasad vamos, fuera hace frío. Quitarse los abrigos y los colgais en el perchero.

- Ellos son Raúl y Carlos, tus sobrinos.

- Son adorables- añadió un pellizco de mejillas a cada uno para parecer más a una abuela.

- Venid, sentaos en el salón y entrar en calor. Nuestro hermano está a punto de llegar.

El salón, iluminado por una lámpara de tres bombillas era todo lo contrario a lo que se había imaginado Raúl en un principio. La chimenea, en la pared de la izquierda cubría el centro de ésta, brindandole un valor acogedor. Delante, tres sillones y una silla( cargada de ropa mojada) y una mesita entre medias, parecía ser el lugar de lectura y de relax antes de dormir.

Luego, otra gran mesa en el centro de la habitación era el comedor. De una preciosa madera negra a juego con las sillas. En la pared de la derecha, una enorme estantería acristalada con un espacio para la televisión, estaba repleta de figuritas, libros y películas VHS.

Raúl se sorprendió de que allí hubiera televisión, pero aún más que siguieran viendo las cintas tan anticuadas, que ni siquiera él las veía cuando nació porque ya existía el DVD.

La anciana Lines se percató de la mirada del joven hacia esas cintas, y se acercó a él.

- Esas películas eran de tu madre cuando aún vivía aquí. Aunque están pasadas de moda joven... En este lugar del mundo no todo llega cuando debe. Pero al fin y al cabo ¿ No hemos disfrutado de ellas? ¿ Por que dejar de hacerlo entonces, solo por que salga algo más nuevo?, Eso sólo sirve para saciar nuestra sed de gastar para estar a la última en todo.¿Verdad?.

Las palabras de su tía le dejaron pensativo. No habla como una señora perdida en ese infierno helado.

- Bueno chicos,¿ Por qué no vais a explorar la casa mientras hablo con vuestra mamá? Hace mucho que no se de ella. 

Los chicos asintieron, Carlos, en cambio, se durmió tres segundos después.

Raúl, que tampoco tenía ganas de mirar la casa, abrió la puerta después de abrigarse y salió fuera.

Allí frente a la casa, se encontraba una sorprendía Yadira, a punto de llamar. El susto hizo que callera de culo sobre la nieve al resbalar debido al porche medio helado.

- Ten cuidado idiota.- increpó la chica mientras se levantaba rápidamente.

- Eh, no es mi culpa si no sabes llamar.

« ya basta dejen de discutir»

La señora Lines se acercó a la puerta, invitando a la chica a entrar.

- Querida te pusiste llena de nieve, tienes que quitarte esa ropa o te enfermaras.

- Gracias Lunes.- agradecía la joven con una sonrisa cálida.- Vine por qué mi madre quería que supieran que mi padre ya regresó, así que mañana mismo vendrá a mirar su coche.

- oh genial, qué alegría. Venga pasa, tomemos algo caliente. Pero primero acompañame al baño, y llamaré a tu madre para que te traiga ropa seca.

Ambas tomaron un pasillo que une el recibidor con el salón, y entraron a la última puerta, de frente a Raúl, y vio como la mirada fría de Yadira mientras cerraba la puerta dirigida a él significaba que no iban a ser precisamente amigos, y no era capaz de entender por qué le miraba así, como si le odiase, cuando siquiera le dirigió la palabra en todo el viaje.

Sea lo que fuese, no iba a ser algo que le quitase el sueño al joven. Bastantes problemas tenía con pasar el verano en aquel asqueroso lugar, y por muy hermosa que fuese Yadira no iba a dejar que le diese más motivos para odiar aquel infierno.

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